PavlikMorózov y un ciudadano búlgaro

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En la ideología de género, el adoctrinamiento de los menores es primordial para anclar en la sociedad sus teorías. Carentes de un bagaje ético y vivencial con el que puedan defenderse de las manipulaciones, los menores son terreno fértil para la asunción de todo tipo de barbaridades y soflamas. Eso lo saben muy bien los regímenes totalitarios. Y al fin y al cabo la ideología de género es una nueva forma del más rancio totalitarismo. Así que ahí tenemos una batería de legislaciones de género con capítulo educativo de adoctrinamiento, eso sí, siempre con las mejores intenciones…porque los mundos felices siempre vienen cargados de buenas intenciones. Lo sorprendente es que la población necesite de adoctrinamiento y coacción para aceptar tanta maravilla y tanta felicidad.

Coacción he dicho, sí. El adoctrinamiento de los menores también presenta otra ventaja bien conocida por las dictaduras: la delación. Convencidos de que “el bien” es lo que les han contado e incapaces de contrastarlo, los menores se entregan a la destrucción del disidente, del enemigo de ese mundo maravilloso en cuya instauración y defensa colaboran.

Lo estamos viendo ya en los centros educativos donde solo debe transmitirse una visión de la naturaleza humana, de la sexualidad y de la realidad aunque sea parcial, discutible, controvertida, choque con la realidad, la ciencia y la percepción cotidiana y afecte a la libertad moral de los menores. O precisamente por eso solo debe haber una versión para que no sea rechazada. La forma es que cuando algún profesor exprese sus opiniones o dudas sobre la ideología impuesta, los nuevos delatores lo cuenten, se le declare “enemigo del pueblo” y tras un linchamiento público y con la reputación destruida, pida perdón. Juguete roto ya, ese disidente de la educación sirve de ejemplo para otros disidentes. La coacción es perfecta. Nadie se atreve a discrepar, avisar, opinar o hacer pensar a unos menores condenados a asumir la doctrina oficial. La ampliación a los padres es solo cosa de tiempo.

A las niñas se les puede animar a abortar, pero no se puede hablar sobre lo que es el aborto; los transexuales se pasean por las aulas de los menores afirmando que no existen hombres y mujeres, pero no se puede decir que los transexuales tiene un serio problema, aunque solo sea por las operaciones y dependencias hormonales a las que se ven abocados. Se puede invitar a probar la homosexualidad porque todo es aceptable y hay que probar para conocer, pero no se puede decir que la homosexualidad no es normal o natural aunque solo sea por su baja incidencia. Ya empezamos a conocer casos de depurados por disentir. Acusados de odio, de insultar despiadadamente, de fobias inaceptables, de ser los causantes de incontables suicidios, culpables de todos los males del mundo.

Estos comportamientos en los que se anima a los menores a la delación de los adultos no afines al régimen, yo lo asociaba al nazismo de cuyas infamias nos han dado mucha información en películas y novelas. No conocía a Pavlik Morózov, prototipo de héroe infantil  para muchos millones de niños en las dictaduras comunistas y cuyo ejemplo seguramente siguieron algunos miles. Hasta que me paró un ciudadano búlgaro por la calle para felicitarme por el libro. Y hablamos de los menores delatores.

“En todas las escuelas se nos hacía leer la vida de Pavlik Morózov -me contaba-.El adoctrinamiento, la utilización de los menores y la delación es algo propio del comunismo. Los nazis solo aplicaron, como socialistas que eran, estas prácticas. Cuando me fui de Bulgaria conocía perfectamente los totalitarismos y las consecuencias de las reingenierías sociales. No imaginaba que el totalitarismo se estaba inoculando en occidente por este procedimiento de la ideología de género”.

No tenía la menor duda de que esto era un  nuevo totalitarismo -“tiene todos los componentes”- y que la destrucción de occidente tal y como lo conocemos era cuestión de tiempo. “Allí, -contaba- sobre todo en Polonia y Hungría, la bajada de nivel de vida con la instauración del comunismo hacía imposible que calara entre la población la idea de que se nos llevaba a una sociedad mejor y más feliz. Aquí, hay demasiado nivel de vida para detectar las mentiras y la debacle que nos va a traer todo esto. Me alegro de no haber tenido hijos. No me gusta este mundo sin libertad que se avecina, que me los eduquen en la delación, las mentiras, la falta de valores salvo los permitidos por el Estado… Ya lo he vivido”.

Al padre de Pavlik lo fusilaron por disidente, y Pavlik y su hermano murieron asesinados por la familia del padre a quienes también fusilaron por su crimen. Todo muy edificante y merecedor de utilizarse como material educativo.

Mientras Pavlik Morózov va creciendo en cada uno de los centros educativos dispuesto a denunciar la disidencia de los valores estatales de igualdad-a-martillazos, diversidad-solo-la-sexual y derechos-solo-los-que-digamos, los terminales mediáticos preparan sus armas para  destruir la reputación del rebelde: profesores, padres, curas…

Al menos no nos fusilan… de momento.

Alicia V. Rubio Calle