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TIEMPO DE PREGUNTAR. 150 cuestiones sobre la fe católica

(VOLUMEN I Y VOLUMEN II) Jhon Flader, Rialp (Madrid 2010), 319 páginas; (Madrid 2013), 335 páginas
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«La Iglesia estará en condiciones de cumplir su misión respecto al mundo, solamente si -a pesar de la debilidad humana- mantiene la fidelidad a Cristo»[1]. La misión de la Iglesia es la de iluminar al mundo con la verdad y el amor, es decir con Jesucristo: «Vosotros sois la sal de la tierra», «vosotros sois la luz del mundo»[2]. De ahí se deduce que la misión de la Iglesia, reunida y enviada por el Verbo encarnado, está del todo orientada a la salvación de las almas, por lo tanto, su misión es principalmente espiritual, trascendental.  Y como la misma historia lo demuestra, al crear Dios al hombre como una unión de cuerpo y alma, la Iglesia del mismo modo que busca la salvación, es decir, el bien para el alma, secundariamente, busca también la salvación, el bien para el cuerpo. Ese es el motivo de que fuera la Iglesia quien creara los primeros hospitales, colegios, etc. Sin embargo, la Iglesia se desnaturaliza e invierte la misión para la que fue fundada por Cristo cuando se comporta como una ONG que predica una moralina horizontalista y políticamente correcta.

El cambio climático, la inmigración, las redes sociales, el trabajo de baja calidad, las desigualdades económicas, la ecología, las «fake news», el deporte, etc.; hoy se han convertido en el lenguaje de la Iglesia, en los temas habituales de predicación, mientras continúan arrinconadas las verdades eternas de la fe católica que nunca tuvieron que dejarse de predicar. Son asuntos de los que se ocuparía cualquier político pero que son ajenos a la misión de la Iglesia. Esto es debido a un falso concepto de obediencia y fidelidad al superior que más bien puede llamarse idolatría pero que no carece de base ideológica: la sustitución de la verdad por la autoridad. Según esta mentalidad, que una verdad que la Tradición y el Magisterio de la Iglesia continúe vigente o no dependería de lo que determinara el Papa y con él los obispos y cardenales. En otras palabras, que el principio básico de la filosofía, el de no contradicción, puede ser dispensado por la jerarquía cuando lo crea conveniente. Y esto ya ha ocurrido: desde el siglo IV la enseñanza de la Iglesia Católica era la confesionalidad católica del Estado, ya no; siempre la Iglesia no intimaba con herejes y cismáticos, sino que les predicaba la conversión para que regresaran a la única Iglesia verdadera, ahora son «hermanos separados a los que nos unen más cosas de las que nos separan»; siempre la Iglesia defendió la pena de muerte, ahora es algo inmoral, siempre la Iglesia consideró falsas al resto de las religiones, hoy son consideradas también como otros caminos de salvación y se participa en sus rezos, etc.

La lista de los ejemplos es abundantísima y no deja de crecer con nuevas incorporaciones: 1. La prohibición de la comunión a los divorciados que conviven en pecado mortal con otra persona; 2. La prohibición de la comunión para los protestantes; 3. La aceptación de las diaconisas; 4. La derogación del celibato eclesiástico; 5. La nula potestad doctrinal de las conferencias episcopales; 6. La ordenación sacerdotal de hombres casados; 8. La desacralización de la liturgia…

Es evidente que en todo esto hay una enorme falta de fe, es cierto. Pero, no es menos cierto que también se debe a una monumental falta de formación tanto por parte de los pastores, hasta las más altas esferas, como de los fieles. En estos 50 años, la catequesis y la predicación sagrada se han degradado de tal manera a sentimentalismo vacío que muchos fieles desconocen las verdades básicas que antes cualquier niño de catequesis de primera comunión sabía responder.

En esta Iglesia que, desde el Vaticano II, se encuentra obsesionada en ser aceptada por el mundo apóstata y que se empeña en cultivar el sensacionalismo buenista; la formación en la Sagrada Escritura interpretada por la Tradición y el Magisterio bimilenario se le antoja como rigorismo pelagiano o gnosticismo. De ahí la necesidad urgente, imperiosa de una formación integral para todo el pueblo de Dios: pastores y fieles y, esta obra responde a la perfección al momento actual de una oceánica ignorancia religiosa.

John Flader es un veterano con 50 años de sacerdocio a sus espaldas, se doctoró en Derecho Canónico en la Universidad de Navarra y desarrolla su labor apostólica en Australia. Este libro es una recopilación de los artículos que publicaba semanalmente en un periódico católico australiano respondiendo a las personas que le escribían con todo tipo de dudas acerca de la fe. De cara a su publicación, las cuestiones y respuestas se han agrupado de modo sistemático siguiendo la estructura del Catecismo de la Iglesia Católica: I. Credo; II. Sacramentos; III. Mandamientos; IV. Oración. De este modo se convierte en un comentario explicativo muy ameno del Catecismo. Cualquier católico que reflexione sobre su fe encontrará muchos interrogantes porque la fe busca comprender, el amor busca conocer a la persona amada. Cuanto más conocemos a Dios por la oración, a medida que leemos la Biblia y profundizamos en los problemas de nuestra vida diaria, más preguntas nos vamos haciendo sobre las enseñanzas católicas transmitidas por la Iglesia. Gran cantidad de cuestiones ponen de manifiesto la fascinante atemporalidad que presentan algunos interrogantes para los cristianos de todo lugar y tiempo de la historia.

Aunque muchas de las preguntas surgen por la mera reflexión sobre la fe católica, hay un buen número de ellas que avalan la realidad del caos doctrinal, litúrgico y disciplinar que se ha instalado en la Iglesia desde el postconcilio y que sumen a muchos fieles en la incertidumbre cuando no en la simple deformación de la fe. Aquí tienen algunos ejemplos de ambos volúmes para «abrir boca». Del volumen I:

  1. La descendencia de Adán y Eva; 18. ¿Todos se salvan?; 37. ¿Murió María antes de su Asunción?; 57. Misas gregorianas; 59. Elogios fúnebres; 79. Una confesión general; 86. Unción de enfermos administrada a una persona inconsciente; 88. Matrimonio entre parientes; 108. Misas de la sociedad San Pío X; 136. El origen del escapulario, 148. La veneración de la cruz el Viernes Santo, etc.

Del volumen II:

  1. La inmoralidad en la Biblia; 156. Las revelaciones privadas; 160. La Iglesia y los espíritus; 167. Las diaconisas de la Iglesia primitiva; 187. ¿Pueden las almas del purgatorio rezar por nosotros? 194. La Misa «mirando a oriente»; 195. El Vaticano II y la Misa de cara a los fieles; 204. El modo de comulgar; 217. Las anulaciones matrimoniales; 247. El celibato y los abusos sexuales; 262. Santa Claus y el cristianismo; 279. Los procesos de canonización, etc.

De esta forma, Tiempo de preguntar se convierte en una magnífica obra de referencia a cualquier duda que pueda plantearse un católico en cualquier campo. Entre los dos volúmenes suman 300 preguntas respondidas en amenas, elegantes y breves explicaciones. El lector encuentra en ellas información pertinente, clara y segura. Presta un gran servicio a todos, pues para los fieles es una especie de «breve enciclopedia» donde, o bien consultar cualquier tipo de duda puntual, o bien leer pausada y sistemáticamente para asimilar los contenidos fundamentales de la fe y la mora católicas. También es utilísima para los sacerdotes pues se convierte en un pequeño «arsenal» donde encontrar rápidamente una breve y clara exposición que al sacerdote en muchas ocasiones no le resulta nada fácil realizar, de cara a la predicación, la catequesis con grupos de niños, jóvenes, de novios, matrimonios o la labor de confesionario.

 

[1] Juan Pablo II, Carta a los sacerdotes el Jueves Santo, n. 2, 8 de abril de 1979.

[2] Mt 5 13. 14.

 

 

(VOLUMEN I Y VOLUMEN II)
Jhon Flader, Rialp (Madrid 2010), 319 páginas; (Madrid 2013), 335 páginas
Comentarios
4 comentarios en “TIEMPO DE PREGUNTAR. 150 cuestiones sobre la fe católica
  1. ¡150 preguntas sobre la fé! Jesús no fue en esa línea. La religión que predicó se centraba en el amor a Dios y al prójimo. No condenó a nadie por no creer en esta o aquella verdad, la Iglesia ha matado a decenas de miles de personas por no creer en «verdades de la fé», y a pesar de esas barbaridades (y errores)¡ sigue machacando en el mismo hierro! Como ya no puede eliminar a nadie porque no lo permiten los estados, intenta descalificar a los que piensan distinto: ¡Odres viejos para el vino siempre nuevo del Evangelio! En Mateo 4,17 se lee «Enmendaos que ya llega el Reino de Dios» Eso es lo que predicó Jesús, el centro de su mensaje y no verdades de fé. En Mateo 25 queda claro que para salvarse hay que amar al prójimo. Me acuerdo de aquella otra frase que dijo Jesús a los fariseos: hipócritas, que coláis un mosquito y os tragáis un camello! Y por último recordar que el hombre en esta vida es alma y cuerpo, no alma solo. Moisés no se limitó a salvar las almas de los israelitas, los liberó enteros. El paro, los salarios injustos, la contaminación, etc. Todo lo que afecta a la vida del hombre, atañe a la Iglesia.

    1. Lamentable el comentario de José Luis. Ponga a Dios en el centro, ya está bien de poner al hombre. La nueva teología nacida en el CVII cuyos principios: libertad, igualdad y fraternidad; han calado muy hondo en el sentimiento colectivo. Tendremos que conocer primero a Dios, el libro quizás pueda ayudarle a acercarse a Dios y consecuentemente al hombre. Recuerde que el mandamiento nuevo parte del amor a Dios y después al prójimo. Sin Dios no somos nada.
      La deriva protestante del cuerpo eclesial es impresionante, sólo hay que repasar los videitos del Papa para el Apostolado de la Oración donde ejerce ese politiqueo peronista impropio de un Papa. No podemos dejarnos llevar por teorías temporales y elevarlas a magisterio pontificio, un buen ejemplo el cambio climático. No podemos llevarnos por el uso partidista de políticos y sociólogos. No podemos seguir el camino de aquellos que olvidan a Dios, o lo tergiversan, para intentar llevar a cabo un plan mundano de acción social. Al católico le toca acercarse a Dios y llevarlo a los hombres, de ese doble acercamiento nace la accion caritativa De la Iglesia. El que se acerca a Dios no puede quedar indiferente ante el sufrimiento humano.

    2. Todos los especialistas en el tema, sin importar su matriz conceptual, están hoy de acuerdo en que es falsa la afirmación de que ^^la Iglesia ha matado a decenas de miles de personas por no creer en “verdades de la fé”^^. La Iglesia Católica siempre ha defendido a los más débiles y a los tratados con injusticia; ya Marc Bloch, marxista, demostró que la esclavitud antigua desapareció por influencia del cristianismo, la gran sostenedora de la justicia en nuestra América ha sido la Iglesia, los testimonios son infinitos. Por otro lado, no se debe olvidar que en las Sagradas Escrituras sí se expresa la necesidad de «dar testimonio de la Verdad», ello no se opone al amor al prójimo; de hecho la primera obra de misericordia es «enseñar al que no sabe», ¿y qué se enseña sino la Verdad?

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