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La Revolución sexual global

La destrucción de la libertad en nombre de la libertad
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Gabriele Kuby, Didáscalos, Madrid 2017, 499 páginas

  1. ¿Cómo hemos llegado a esto?

El testimonio de Gabriele Kuby y su llamada a la verdadera libertad son el aliento de un espíritu converso, recordándonos quiénes somos y mostrándonos, de nuevo, el sentido pleno de la sexualidad humana, la belleza del matrimonio y de la familia como expresiones de la vocación al amor y el don de sí[1]. Este libro minuciosamente documentado mediante una metódica labor científica, en la que se analizan los pasos de la revolución contra Dios y su creación, no se puede separar de su persona, lo que se cuenta en las páginas de esta obra está atravesado por la propia experiencia de la autora. Ella misma, a lo largo de su azarosa vida ha llegado a ser, a la vez, testigo y víctima de una revolución que está promoviendo el colapso de la cultura cristiana.

Los católicos, desde hace ya mucho tiempo, están cansados de oír las palabras vacías de los distintos dirigentes de la derecha del mal menor con sus promesas -siempre incumplidas- de frenar las irracionales leyes de la izquierda[2]. Mientras, legislatura tras legislatura, los españoles soportaban cada vez más leyes de ingeniería social cargadas del marxismo cultural que el ambiguo partido de la derecha posibilista asentaba política y socialmente durante sus mandatos al aceptarlas y rendirse ante la tan pretendida como inmensamente falsa «superioridad moral de la izquierda»[3]. El Pueblo de Dios está sediento y a la espera de palabras que anuncien la verdad con valentía, que hablen al corazón, que despierten y aviven la esperanza. Los fieles y clérigos han de sacudirse los complejos de inferioridad y el derrotismo a fin de recuperar la defensa de los principios cristianos de forma clara y no conciliadora con la mentalidad del mundo a toda costa[4]. Pues la Iglesia parece hacer todo lo que está en su mano para, a diferencia de Cristo, no ser jamás «signo de contradicción» en el mundo actual[5].

«Carthago delenda est» (Cartago debe ser destruida), con esta frase Catón el Viejo finalizaba todos sus discursos en el senado romano durante los años de las últimas Guerras Púnicas, alrededor del 150 a.C.[6]. «Familia delenda est», es la consigna que a modo de mantra acaudilla la reconversión ideológica de la izquierda -y de la que se ha contagiado la derecha- desde mayo del 68: ¡la familia debe ser destruida![7]. Solamente el odio a la humanidad, un odio de origen satánico es capaz de explicar el empeño de convertir la institución familiar en un lugar inhóspito y desalmado.

El ser humano, si no está asentado en una familia, se convierte en un ser sin Tradición, es decir, sin raíces, sin estabilidad en su existencia. Es una especie de extraterrestre, un forastero en su propia tierra y un extraño entre los suyos, de ahí que el individualismo nihilista sea el soporte antropológico de la democracia moderna. De este modo el interés se convierte en el único aglutinante humano, en un engrudo, porque no se tiene en cuenta el bien común[8]. Así el individuo es rebajado a simple «ciudadano», es decir, un sujeto básico de derechos y deberes, pero no una persona que vertebra la sociedad[9]. Los lazos que surgen del encuentro personal no son vinculantes: ni en el matrimonio, ni en la familia, ni en la patria (separatismo)[10]. El sistema democrático moderno, sin referente superior ni trascendente, convierte al ciudadano en un ser tan cosmopolita como apátrida[11].

El más trascendente e ignorado combate filosófico en Occidente es el que se libra actualmente entre quienes propugnan la autonomía solitaria y aislante del individuo, y los que defienden la autonomía familiar[12]. Por una parte, el individualismo que concibe a la sociedad como un cuerpo único compuesto de individuos, enfrentados y sometidos lacayunamente al Estado de uno en uno, todos iguales en su condición de súbditos. Esta filosofía es la base del pensamiento político liberal que nos domina[13]. El modelo individualista considera únicamente las aportaciones de cada persona aislada, como si sus talentos hubiesen surgido en un caldo de cultivo amorfo, ayuno de influencias. Bajo la premisa del igualitarismo procura destruir cualquier afecto que pueda ligar al ser humano con más fuerza que a su comunidad política, es decir, al Estado que la encarna y a la ideología que lo domina[14].

Por otra parte, la Tradición católica, -anclada en la ley natural- considera a la familia como la célula básica de la sociedad, sobre la cual se articulan el resto de los organismos[15]. La comunidad política es reflejo a gran escala de la comunidad familiar, con sus mismos principios de fraternidad, solidaridad, comunión de ideales, cooperación, respeto a la autoridad y protección de todos sus miembros. Todo organismo superior a la familia (municipio, escuela, asociación profesional, administración pública, etc.) es subsidiario y no puede quebrar esa primera célula, sino respetarla e imitarla. Cada familia es en sí misma un «pequeño Estado», al que el «gran Estado» moderno no debe violentar[16].

El pensamiento dominante conduce al polo del individualismo a toda costa. Mucho más manejables son las personas cuando están solas que cuando se unen por lazos de afinidad, y los más fuertes son los de la sangre. El totalitarismo odia cualquier cuerpo social orgánico, y el que más aborrece de todos es la familia[17]. Todos los agentes de la cultura actual (periodistas, literatos, cineastas, músicos, etc.) han remado en esta dirección, y cada vez más crecientemente, desde hace mucho tiempo[18]. Primero fue al absolutismo, racionalista y monárquico de los siglos XVIII y XIX, luego asambleario y librepensador, socialista y de partido único del siglo XX, pero siempre se han encaminado en el mismo sentido: destruir la solidaridad y cohesión de la familia[19].

Si la familia no es la trama que entreteje la sociedad podrá haber unas personas que habiten juntas, pero nunca una patria configurada por la comunión de legados históricos, culturales y espirituales que conforman la Tradición que siempre se engendra en el bien[20]. El derecho positivista, para el cual la verdad y la mentira dejan de ser conceptos prepolíticos, es decir anteriores al Estado, sino que son determinadas exclusivamente por él, regulará las relaciones humanas, pero no podrá tener en consideración el Derecho Natural[21]. Como bien dijera un gran defensor de la democracia moderna, Hans Kelsen: «La causa de la democracia estaría perdida si se pretendiera llegar a verdades universales. La democracia es hija del relativismo filosófico»[22].

Sin embargo, destruir la familia es un crimen de lesa patria; es dejarla sin linaje, estirpe o abolengo. La familia es el fundamento de la Tradición, de ahí que cuando la sociedad dejó de ser una comunidad la familia dejó de ser su célula básica. La enseñanza de la Iglesia explica claramente los principios de la familia cristiana[23]. Esa es la primera Tradición que hemos de defender; la primera trinchera de la guerra del catolicismo contra las ideologías diabólicas de nuestro tiempo[24]. No la descuidemos, porque nos jugamos en ello lo más importante que hay después de la salvación de la propia alma, la primera patria: nuestra propia familia[25].

Si no somos conscientes de este ataque directo y continuo a la familia desde todos los frentes, si no nos protegemos contra semejantes ideas deletéreas, la familia terminará siendo reducida a una granja de reproducción y consumo. Aldous Huxley, con su lúcida visión profética, ya nos advirtió en 1934 que podía llegar a existir una sociedad en la que el desprestigio mayor para un individuo fuera tener madre, haber nacido de las entrañas de una mujer y no mediante máquinas que produzcan bebés en serie necesarios según categorías: nacidos para ser élite (los alfa), para ser mandos intermedios o meros esclavos[26]. Una sociedad en la que desaparece el padre y la paternidad; donde un amor de entrega mutua hasta dar la vida es impensable, el amor desparece para devenir solo en sexo y promiscuidad. No es descabellado pensar cómo por esta vía, en un futuro no lejano, llegará hasta resultar sospechosa la permanencia y estabilidad de una pareja al ver en ello indicios de concepciones arcaicas del patriarcado-religioso.

La educación será responsabilidad de los dirigentes políticos de turno con exclusión deliberada de los padres[27]. La eutanasia se aplicará rigurosamente cuando el interesado, el Estado o la familia (como ya sucede en Holanda, Suecia y otros países nórdicos) considere que los achaques de la ancianidad ya no le permiten la «calidad de vida» deseada[28]. Por lo que dejará de haber ancianos, con el correspondiente enorme ahorro para la sanidad estatal. Las contrariedades, el dolor y el vacío existencial se superarán con todo tipo de adicciones como droga, alcohol, pornografía, tecnología u otros sucedáneos para consumir una felicidad sintética y sin libertad. De la muerte y la enfermedad ni se hablará, pues será señal de mal gusto. No habrá lugar para la belleza que no sea artificial y lógicamente habrá desaparecido del lenguaje de los hombres el nombre de Dios[29]. Esto que hace casi cien años pudo parecer el sueño de una mente febril o una antología del disparate, ha sido superado por la realidad y a ello nos encaminamos cada vez a mayor velocidad.

  1. La ideología de género, carga de profundidad

Hasta el día de hoy, en todos los países donde se ha aprobado el mal llamado «matrimonio» entre personas del mismo sexo, han sido los gobiernos quienes lo han impuesto arbitrariamente. A menudo se habla del déficit democrático de España, pero lo que realmente existe es una democracia altamente selectiva, en la que se permite votar sobre menudencias y asuntos que la mayoría de las personas desconocen. Sin embargo, en esta democracia las cuestiones fundamentales son impuestas a través de mecanismos burocráticos semiocultos encargados de imponer una agenda políticamente correcta que, no satisfecha con trastocar las bases sobre las que se edifica la vida común, es crecientemente agresiva en la represión del disidente[30]. El dogma democrático de que el pueblo, se trate de cualquier cuestión, decide siempre acertadamente, se ajusta a un campo de decisión menguante y cada vez más irrelevante[31]. Para los asuntos importantes ya están otros, la oligarquía oculta (criptocracia), que definen hacia donde debe de dirigirse el pueblo.

Según la ideología de género, el sexo de una persona no es un hecho que viene inevitablemente dado por la naturaleza humana, por la biología. A saber: que el ser humano nace hombre o mujer, tertium non datur, sino que cada individuo elige, y no de una vez para siempre, si se siente o autopercibe como hombre o mujer, sin importar para nada su cuerpo, es decir la genética[32]. Y es entonces cuando por extensión surge la invención ideológica del concepto de «homofobia». Se trata de una idea copiada del código penal de la Rusia Soviética que permitiría a los fiscales y jueces que la apliquen perseguir una amplia variedad de comportamientos, constituyendo así la más grotesca victoria de la jurisprudencia creativa[33].

La homofobia como categoría de lo absurdo, presupone que el mundo está formado por heterosexuales y homosexuales, junto con otras categorías potencialmente identificables en relación con la esfera sexual. No obstante, el mismo concepto de heterosexualidad ya es artificial pues en realidad, cuando los hombres y las mujeres tienen relaciones sexuales actúan sencillamente como gente normal[34]. Es todo lo demás lo que es anormal. Una vez que la categoría de la homofobia es aceptada, la anterior afirmación ya no se puede hacer en público sin incurrir en el castigo de la misma ley. La denuncia penal cuelga como una espada de Damocles sobre la cabeza de cada sacerdote, catequista, periodista o profesor católico que sostenga que las relaciones entre personas del mismo sexo no son normales sino anormales pues lo normal es lo conforme a la norma, no lo común o lo general.

Otras afirmaciones punibles penalmente son, por ejemplo, que tener dos padres o dos madres es sumamente perjudicial para el equilibrio psicológico de los niños, o que los actos homosexuales sean definidos como pecados contra la naturaleza, es decir, pecados que claman venganza a Dios[35]. De lo que se deduce que si la Iglesia Católica no cambiara       -cosa que no le es posible pues no es la dueña de la fe y la moral que transmite- su enseñanza sobre la homosexualidad, no tardará mucho en ser situada fuera de la ley. Lo que significa ser perseguida legalmente como se hizo en la primera persecución de la historia de la Iglesia, la de Nerón en el año 64, debido a su ley conocida como Institutum neronianum, que consideraba punible el simple hecho de ser cristiano[36].

La homofobia certifica, a través de la judicialización, la destrucción de la identidad sexual natural, transformándola en una elección individual y puramente arbitraria[37]. Ser hombre o mujer pasa a tener la misma relevancia que decidir entre comer mermelada de fresa o de melocotón. Se trata del constructivismo, es decir, la ideología que sostiene que el hombre, literalmente, se hace a sí mismo[38]. Así llega a su madurez el proyecto social y antropocéntrico devastador de los filósofos y los revolucionarios de la Ilustración[39]. Este proyecto se resume en una rebelión total contra el Dios Creador y culmina con el rechazo de las restricciones sexuales naturales impuestas por la mente, el cuerpo y sus órganos[40]. Por consiguiente, constituye también una siniestra burla hacia el plan de Dios para el hombre desde el inicio: «Sed fecundos y multiplicaos»[41].

  1. El lúcido diagnóstico de Benedicto XVI

En su último discurso a la curia vaticana, a dos meses de su desconcertante abdicación y conocedor de la sórdida red homosexual establecida hasta la cúpula de la Iglesia, el Papa Benedicto XVI pronunciaba valientemente estas palabras luminosas.

«El atentado al que hoy estamos expuestos, a la auténtica forma de la familia, compuesta por padre, madre e hijos, tiene una dimensión aún más profunda. Si hasta ahora habíamos visto como causa de la crisis de la familia un malentendido de la esencia de la libertad humana, ahora se ve claro que aquí está en juego la visión del ser mismo, de lo que significa realmente ser hombre. “Mujer no se nace, se hace”, dijo Simone de Beauvoir. En estas palabras se expresa la base de lo que hoy se presenta bajo el lema “género” como una nueva filosofía de la sexualidad».

«Según esta filosofía, el sexo ya no es un dato originario de la naturaleza, que el hombre debe aceptar y llenar personalmente de sentido, sino un papel social del que se decide autónomamente, mientras que ahora era la sociedad la que decidía. La falacia profunda de esta teoría y de la revolución antropológica que subyace en ella es evidente. El hombre niega tener una naturaleza preconstituida por su corporeidad, que caracteriza al ser humano. Niega la propia naturaleza y decide que ésta no se le ha dado como hecho preestablecido, sino que es él mismo quien se la debe crear».

«Según el relato bíblico de la creación, el haber sido creado por Dios como varón y mujer pertenece a la esencia de la criatura humana. Esta dualidad es esencial para el ser humano, tal como Dios la ha dado. Precisamente esta dualidad como dato originario es lo que se impugna. Ya no es válido lo que leemos en el relato de la creación: “Hombre y mujer los creó”[42]. No, lo que vale ahora es que no ha sido Él quien los creó varón o mujer, sino que hasta ahora ha sido la sociedad la que lo ha determinado, y ahora somos nosotros mismos los que hemos de decidir sobre esto. Hombre y mujer como realidad de la creación, como naturaleza de la persona humana, ya no existen».

«El hombre niega su propia naturaleza. Ahora él es sólo espíritu y voluntad. La manipulación de la naturaleza se convierte en la opción de fondo del hombre respecto de sí mismo. En la actualidad existe sólo el hombre en abstracto, que después elije para sí mismo, autónomamente, una u otra cosa como naturaleza suya. Se niega a hombres y mujeres su exigencia creacional de ser formas de la persona humana que se integran mutuamente. Ahora bien, si no existe la dualidad de hombre y mujer como dato de la creación, entonces tampoco existe la familia como realidad preestablecida por la creación. Pero, en este caso, también la prole ha perdido el puesto que hasta ahora le correspondía y la particular dignidad que le es propia. Ésta, de sujeto jurídico de por sí, se convierte ahora necesariamente en objeto al cual se tiene derecho y que, como objeto de un derecho se puede adquirir».

«Allí donde la libertad de hacer se convierte en libertad de hacerse por uno mismo, se llega necesariamente a negar al Creador mismo y, con ello, también al hombre como criatura de Dios, como imagen de Dios, queda finalmente degradado en la esencia de su ser. En la lucha por la familia está en juego el hombre mismo. Y se hace evidente que, cuando se niega a Dios, se disuelve también la dignidad del hombre. Quien defiende a Dios, defiende al hombre»[43].

Años atrás y siendo todavía cardenal Ratzinger su análisis ya apuntaba en la misma dirección:

«Actualmente se considera a la mujer como un ser oprimido; así que la liberación de la mujer sirve de centro nuclear para cualquier actividad de liberación tanto política como antropológica con el objetivo de liberar al ser humano de su biología. Se distingue entonces el fenómeno biológico de la sexualidad de sus formas históricas, a las que se denomina “gender”, pero la pretendida revolución contra las formas históricas de la sexualidad culmina en una revolución contra los presupuestos biológicos. Ya no se admite que la “naturaleza” tenga algo que decir, es mejor que el hombre pueda modelarse a su gusto, tiene que liberarse de cualquier presupuesto de su ser: el ser humano tiene que hacerse a sí mismo según lo que él quiera, sólo de ese modo será libre y liberado. Todo esto, en el fondo, disimula una insurrección del hombre contra los límites que lleva consigo como ser biológico. Se opone, en último extremo, a ser criatura. El ser humano tiene que ser su propio creador, versión moderna de aquél “seréis como dioses”: tiene que ser como Dios»[44].

Lo poco que va quedando del catolicismo español continuará cavando su propia tumba si sigue acostumbrado a seguir el «mal menor» en lugar de luchar por el Bien posible. Muchos pastores y fieles tienen miedo a la oposición frontal contra el mundo. En última instancia, esta rendición explica cómo la homosexualidad, considerada como algo anormal y perjudicial por la mayoría de la sociedad hasta fechas bastante recientes (bien entrados los años noventa), no sólo se haya convertido en un comportamiento legal, sino en un comportamiento que hasta merece una protección legal especial[45]. Lo cual significa que es incluso algo más meritorio que la relación natural entre el hombre y la mujer.

Salta a la vista que este cambio de mentalidad se debe a la labor del lobby homosexual y al entorno favorable creado por los medios de comunicación al servicio de la izquierda cultural[46]. Puesto que el Estado es aconfesional o incluso laico, la ley no puede implicar un juicio ético, por lo que todos deben ser tratados de la misma manera[47]. Lo que significa que cada relación emocional tiene el mismo valor y, en consecuencia las leyes tratarán a los homosexuales, los heterosexuales y a las eventuales y abundantes clases subsiguientes (bisexuales, transexuales, intersexuales, etc.), de la misma manera.

  1. Genealogía del imperio del mal

En España la llamada «revolución sexual» no ha sido objeto de debate social, ni tampoco, hasta muy recientes fechas, objeto de un estudio y análisis abierto. Más bien ha sido una revolución silenciosa que ha ido paulatinamente cambiando las costumbres y las mentes de los españoles. Su introducción ha sido propiciada por la corriente filosófica marxista-freudiana, más conocida como escuela de Frankfurt, de cuyas directrices se han hecho eco las universidades[48]. A esto tendríamos que añadir el trabajo de las ONG de carácter internacional que han ido difundiendo estas mismas directrices de la ONU y del Parlamento Europeo en los distintos partidos políticos, sindicatos, organizaciones y medios de comunicación social.

El primero de los factores históricos para el éxito de esta revolución en España fue eclesial debido al «aggiornamento» que siguió a la celebración del concilio Vaticano II[49]. Un segundo momento fue de carácter político como consecuencia del cambio de régimen a la muerte de Franco y el comienzo de la democracia liberal[50]. Además, el nuevo régimen de libertades políticas creó un clima frívolo y acrítico, favorable a aceptar toda novedad por el simple hecho de ser nueva, sin discernir su bondad o maldad intrínseca, ni prever sus consecuencias devastadoras[51]. Siempre en nombre de la libertad se fueron introduciendo nuevas leyes que negarían el carácter sagrado de la vida humana e irían poco a poco deconstruyendo la antropología cristiana y los pilares del matrimonio y la familia:

  1. La Ley 30/1981, de 7 de julio, por la que se modifica la regulación del matrimonio en el Código Civil y se introduce el divorcio.
  2. Ley Orgánica 9/1985, de 5 de julio (llamada de despenalización del aborto). Estas dos leyes se promulgaron ante el silencio pusilánime del episcopado a excepción del valiente cardenal Don Marcelo, arzobispo primado de Toledo, que encabezaba la reacción católica a la cabeza de un puñado de obispos[52].
  3. Ley 35/1988, de 22 de noviembre, sobre Técnicas de Reproducción Asistida que permite la manipulación de los embriones humanos.
  4. Ley 13/2005, de 1 de julio, por la que se modifica el Código Civil en materia de derecho a contraer matrimonio y que introduce el así llamado «matrimonio civil» entre personas del mismo sexo.
  5. Ley 15/2005, de 8 de julio, llamada del «divorcio exprés» y del repudio.
  6. La introducción de la asignatura «Educación para la ciudadanía» (2006), que hacía presente la ideología de género en la escuela.
  7. La nueva Ley 14/2006, de 26 de mayo, sobre técnicas de reproducción humana asistida.
  8. Ley Orgánica 2/2010, de 3 de marzo, de salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo (llamada «Ley Aído»).
  9. Ley 14/2011, de 1 de junio, de la Ciencia, la Tecnología y la Innovación que modifica la ya existente Ley 14/2007, de 3 julio, de Investigación biomédica que permite la utilización de embriones humanos para la investigación.
  10. Leyes autonómicas como la «Ley 2/2016, de 29 de marzo, de Identidad y Expresión de Género e Igualdad Social y no Discriminación de la Comunidad de Madrid». O también la Ley 8/2017, de 7 de abril, integral del reconocimiento del derecho a la identidad y a la expresión de género en la Comunidad Valenciana.

El fuerte impacto de la secularización promovida desde el poder político, mediático y educativo ha obrado en la sociedad española el eclipse de Dios y, como consecuencia, el eclipse del hombre. Los bienes morales de la persona, custodiados por los diez Mandamientos y la enseñanza de la Iglesia, al no ser respaldados por la autoridad divina, dejaban de ser imperativos de la vida para ser considerados como simples opiniones sometidas, como toda opinión, al control de las técnicas de manipulación de masas[53]. La revolución sexual paulatinamente ha desvinculando la sexualidad humana:

  1. a) primero de la procreación;
  2. b) después del matrimonio;
  3. c) finalmente, del amor[54].

De esta manera, menospreciando los significados del cuerpo humano, la facultad sexual quedaba reducida a un simple juego consentido o a una mera satisfacción y placer narcisista.

Con la introducción de la asignatura Educación para la Ciudadanía, el gobierno socialista introducía la ideología de género en el curriculum escolar de la enseñanza continuando el proceso de deconstrucción de la antropología cristiana[55]. La ideología de género, fuertemente promovida por varios lobbies de presión, tiene como primer postulado negar la diferencia sexual (varón-mujer) afirmando que la sexualidad humana es un producto de la cultura. Así deconstruida la persona humana en su diferencia, lo que queda es reconducir la identidad y la orientación sexual a una opción de la libertad individual al margen de criterios objetivos y desconociendo el carácter «sacramental» del cuerpo[56]. Todo lo demás queda justificado por los principios de no discriminación y tolerancia, pero se trata de la «tolerancia represiva» de la que hablara Herbert Marcuse[57]. Es decir, se tolera todo y a todos, excepto a los considerados como enemigos.

Lo cierto es que el carácter obligatorio de la asignatura Educación para la ciudadanía motivó una gran movilización de los padres y colegios que defendían su objeción de conciencia ante tal imposición. Más allá de las grandes movilizaciones sociales a favor de la vida, contra Educación para la ciudadanía y la equiparación de las uniones de personas del mismo sexo al matrimonio, supusieron un salto cualitativo en la movilización social y en el conocimiento de los verdaderos propósitos de la «revolución sexual». Con la ideología de género y sus derivados nos encontramos ante una imponente «estructura de pecado» que introduce un nuevo paradigma, un nuevo sistema cultural de carácter totalitario[58].

También hay que reconocer que la respuesta de los padres objetores y de la sociedad ante el «tsunami» de leyes que se aprobaban en contra de la vida humana, del matrimonio natural y de la familia se fue diluyendo poco a poco a causa de la inoperancia política de los católicos practicada y enseñada a conciencia por el episcopado español desde la llegada de Pablo VI al solio pontificio[59]. De este modo la revolución sexual ha seguido su implantación con la normalización de la ideología de género y las leyes autonómicas sobre la no discriminación a causa de la orientación sexual y la transexualidad.

Siendo conscientes de los avances de la revolución sexual, en el campo eclesial y en una abrumadora parte de la población, se ha tomado una mayor conciencia de quienes son los aliados de esta revolución, cuales los métodos seguidos para hacerla avanzar y cual es el último propósito que se persigue. A pesar de las diferencias iniciales hoy queda patente que los partidos políticos mayoritarios presentes en el Parlamento nacional y la casi totalidad de los medios de comunicación social participan de los mismos presupuestos referentes a la antropología, la vida humana, el matrimonio y la familia. Es más, cada vez se ha tomado mayor conciencia de que no se trata de una cuestión española, sino que también son aliados de la revolución sexual el Parlamento Europeo, la ONU y las grandes multinacionales con sus fundaciones respectivas que promueven la agenesia, con el título de salud reproductiva, la deconstrucción de la antropología cristiana, la cultura que deriva del cristianismo y la disolución del matrimonio y de la familia[60].

Los métodos utilizados han sido desde la manipulación del lenguaje, pasando por la introducción de los nuevos estándares para la educación sexual, hasta la formulación de nuevos derechos que se han visto reflejados en las nuevas leyes aprobadas en un corto límite de tiempo[61]. Con todo esto queda claro que el último propósito es acabar con la civilización cristiana y, en definitiva, doblegar a la Iglesia Católica como ya ha sucedido hace décadas con las confesiones protestantes.

Para esclarecer todo este proceso sirve de gran ayuda este libro de la socióloga alemana Gabriele Kuby, quien, habiendo participado en la revuelta estudiantil de 1968, formando parte del feminismo radical, habiendo sufrido el abandono de su marido dejándola con tres hijos, pudo alcanzar la gracia de la conversión a la fe católica de manos de la Virgen María como ella refiere en su testimonio personal ofrecido en distintas ocasiones. Esta obra ha sido completada por la autora con la indicación de los diversos acontecimientos de estos últimos años y con las referencias específicas para España. Se trata, sin duda, de un libro que se caracteriza por la clarividencia y conocimiento minucioso de los datos y procesos seguidos por la revolución sexual.

Esa clarividencia se muestra ya en el título al añadir la palabra «global» a la revolución sexual. La autora es consciente de que no se trata de un movimiento espontáneo provocado por unas circunstancias históricas que se localizan en Alemania o en Francia con la revuelta estudiantil de mayo de 1968[62]. Es algo que viene de mucho antes y que se ha ido concretando en una agenda global a la que sirven tanto las estructuras internacionales (ONU y sus agencias) como las organizaciones europeas y los parlamentos nacionales y regionales. Como la misma autora ha indicado en varias ocasiones, no pretende especular sobre el último responsable que algunos nombran como mundialismo o Nuevo Orden Mundial.

En definitiva, se trata de los poderes que gobiernan el mundo contra el designio de Dios Creador y Redentor sobre la persona, el matrimonio y la familia. La gracia de la conversión le concede la luz necesaria a Gabriele Kuby para comprender que se trata de destruir la civilización cristiana asentada sobre la antropología que confiesa que el hombre, diversificado sexualmente como varón y como mujer, ha sido creado a imagen de Dios y que en su sexualidad lleva la huella de su vocación originaria al amor y a la lógica del don[63].

Se comprende así el asalto a la civilización de Occidente y la voluntad de acabar con el valladar que supone la Iglesia Católica, para diluirla entre las distintas ramas protestantes que no han soportado la presión de esta planificada revolución sexual. La llamada «cuestión social» ya no está referida a la cuestión obrera o a la división pobres-ricos, la paz o el trabajo, etc[64]. Siendo todas estas cuestiones muy importantes, lo decisivo de la cuestión social descansa hoy sobre la imagen del hombre, sobre la antropología verdadera[65]. Juan Pablo II denunció una conjura contra la vida humana programada de manera científica y sistemática[66]. Benedicto XVI alertaba contra la dictadura del relativismo, la disolución de la antropología cristiana y la colonización del pensamiento cristiano por parte de la ideología «gender»[67]. En definitiva, se trata de la deconstrucción de la persona humana y de la cultura nacida del cristianismo[68].

Esta deconstrucción de la persona humana, como bien explica Gabriele Kuby, viene desde arriba y no sigue simplemente las estrategias que en un principio derivaban del marxismo o del liberalismo[69]. Ambos han sido fagocitados y puestos al servicio del capitalismo tecno-nihilista que culmina su objetivo superando los límites de la naturaleza de la persona -haciendo de ella una simple mercancía- y ofrece la tecno-redención con sus propuestas posthumanistas y transhumanistas[70]. Lo que está en juego, por tanto, es el futuro del hombre y la familia que lo sostiene.

Siguiendo esta misma lógica, Gabriele Kuby nos advierte además que, cuando en el enfoque de la sexualidad se prescinde de toda norma moral y se sigue el proceso de deconstrucción de la persona que propone la ideología de género y sus derivaciones, estamos abocados a la anarquía, al caos, a la imposición del pensamiento único que puede dar lugar a un nuevo régimen totalitario liderado por el Estado y la gobernanza global[71].

El instrumento utilizado para llegar a este término ha sido la desregularización de las normas morales y la hipersexualización de la sociedad a través de los medios de comunicación y de la pseudo-educación sexual escolar auspiciada por los distintos lobbies procedentes del feminismo radical y de cuantos pretenden afirmar cualquier orientación sexual decidida desde la infancia por una libertad que prescinde por completo de la verdad[72]. La sexualidad ha dejado de ser contemplada como una dimensión esencial de la persona, se niega la diferencia sexual y se reduce a un simple impulso gobernado por una libertad al margen de los significados del cuerpo y de toda identidad humana[73]. En definitiva, todo es reconducido a una libertad enloquecida sin el orden de la naturaleza de la persona y sin los bienes y valores que le son inalienables[74]. Se llega así a la destrucción de la libertad en nombre de la libertad, o lo que es lo mismo, a la deconstrucción de la persona en nombre de una ideología más destructiva que las ideologías del siglo pasado[75].

Ha sido la luz de la fe católica la que ha proporcionado a Gabriele Kuby esta clarividencia manifiesta en su libro. A esta clarividencia se añade el conocimiento de los datos y procesos de la «revolución sexual» que ella conoce por haber sido militante del feminismo radical y que después ha profundizado y ampliado hasta ofrecer en su obra los detalles más precisos sobre los orígenes, desarrollo y la agenda global de esta revolución. De todo ello propone un riguroso análisis y, a la vez, un testimonio confesante de las consecuencias devastadoras de esta revolución sexual.

No hay más que observar lo ocurrido en España en las últimas décadas para verificar lo propuesto por la autora: hipersexualización ya desde la infancia, adicción a la pornografía también entre adolescentes y niños; profusión de la anticoncepción, del aborto, de las ideologías de género, «queer», ciborg, propaganda y normativas jurídicas para aceptar cualquier orientación sexual; destrucción de los matrimonios y desestructuración de las familias, equiparación de la unión de las personas del mismo sexo al matrimonio natural; caída en picado de la tasa de nupcialidad; destrucción de embriones o su condenación al nuevo gulag de los laboratorios; aumento de la violencia doméstica y de las tasas de adicción al alcohol y a las drogas; mayores problemas psíquicos también en los niños, aumento del fracaso escolar, etc.

Como bien escribe la autora se trata de una locura que transformó la sociedad en una masa de individuos consumidores sexualizados que se pueden manipular para hacer cualquier cosa con ellos. Siendo coherente con el Evangelio, su análisis y estudio no va nunca contra las personas, ni menos contra las mujeres de las que es una clara defensora de su dignidad y de su auténtica naturaleza femenina. Su denuncia como mujer, que ha sido esposa y madre, va dirigida contra todo un sistema ideológico global que arranca al ser humano de sus verdaderas raíces con la clara intención de destruir la base que sustenta la sociedad: la familia.

Gabriele Kuby ha pagado su claro testimonio en carne propia, soportando todo tipo de denuncias, vejaciones, amenazas, burlas, manipulación y tergiversación de sus palabras, siempre calificadas con los términos de homofobia, transfobia, etc., vocablos creados por el propio sistema ideológico de la revolución sexual.

 

[1] Cf. Santo Tomás de Aquino, Suplementum, q. 41, a. 1; Escritos de catequesis, Rialp, Madrid 2000, 291; Michael Schamus, Teología dogmática. Los sacramentos, Rialp, Madrid 1963, vol. VI., 712; Antonio Royo Marín, Teología Moral para seglares. Los sacramentos, vol. II, BAC, Madrid 1964, 554; Augusto Sarmiento, El matrimonio cristiano, EUNSA, Pamplona 1997, 389; Antonio Miralles, El matrimonio. Teología y vida, Palabra, Madrid 1999, 72; Jorge Miras-Juan Ignacio Bañares, Matrimonio y familia. Iniciación teológica, Rialp, Madrid 2007, 130; Marie-Dominique Philippe, En el corazón del amor. Entrevista sobre el amor, el matrimonio y la familia, Palabra, Madrid 2008, 380; Tomás Melendo-Gabriel Martí, Felicidad y fecundidad en el matrimonio, Ediciones internacionales universitarias, Madrid 2010, 311; José Granados, Una sola carne en un solo espíritu. Teología del matrimonio, Palabra, Madrid 2014, 148; Fulton Sheen, Son tres los que se casan, Palabra, Madrid 2016, 197.

[2] Cf. Francisco Canals Vidal, Política española: pasado y futuro, Acervo, Barcelona 1977, 363; Pío Moa, Falacias de la izquierda, silencios de la derecha. Claves para entender el deterioro de la política española actual, Libros libres, Madrid 2008, 143; Juan Manuel de Prada, Nadando contra corriente, Buenas letras, Madrid 2010, 66.

[3] Cf. José Manuel Cuenca Toribio, Marx en España. El marxismo en la cultura española del siglo XX, Almuzara, Madrid 2016, 167; Juan Manuel de Prada, La nueva tiranía. El sentido común frente al Mátrix progre, Libros libres, Madrid 2009, 311; Ignacio Sánchez-Cuenca, La superioridad moral de la izquierda, Lengua de trapo, Madrid 2016, 16.

[4] Cf. José Mª Iraburu, Reforma o apostasía, Gratis date, Pamplona 2011, 47.

[5] Cf. Lc 2, 34.

[6] Cf. Gonzalo Bravo, Historia del mundo antiguo, Alianza, Madrid 1994, 403; Theodor Mommsen, Historia de Roma. Desde la reunión de Italia hasta la sumisión de Cartago y Grecia, Turner, Madrid 2003, vol. III, 149; Mary Beard, La herencia viva de los clásicos, Crítica, Barcelona 2013, 107; Simon Baker, Roma. Auge y caída de un imperio, Ariel, Barcelona 2017, 57.

[7] Cf. José Mª Petit Sullá, La destrucción de la familia por el marxismo, en Obras Completas, Tomo II, vol. II, Tradere, Barcelona 2011, 833; Félix Ovejero, La deriva reaccionaria de la izquierda, Página indómita, Barcelona 2018, 113.

[8] CEC 1905-1911; Luis Mª Sandoval, La catequesis política de la Iglesia, Speiro, Madrid 1994, 53; Miguel Ayuso (ed.), El bien común. Cuestiones actuales e implicaciones político-jurídicas, Madrid 2013, 55.

[9] Cf. Juan Manuel de Prada, Dinero, demogresca y otros podemonios, Temas de hoy, Barcelona 2015, 68.

[10] Cf. Ricardo de la Cierva, Hijos de la gloria y la mentira. El clerical-nacionalismo y la ETA, Fénix, Toledo 2005, vol. III, 983; Pío Moa, Una historia chocante. Los nacionalismos vasco y catalán en la historia contemporánea de España, Encuentro, Madrid 2004, 646; Contra la balcanización de España, La esfera, Madrid 2005, 209; Los nacionalismos vasco y catalán. En la guerra civil, el franquismo y la democracia, Encuentro, Madrid 2013, 426; Jesús Laínz, España contra Cataluña. Historia de un fraude, Encuentro, Madrid 2014, 15; Javier Barraycoa, Historias ocultadas del nacionalismo catalán, Libros libres, Madrid 2011, 31; Cataluña hispana. Historias sorprendentes de la españolidad de Cataluña y el fraude del nacionalismo, Libros libres, Madrid 2013, 294-296; Eso no estaba en mi libro de Historia de Cataluña, Almuzara, Madrid 2018, 11.

[11] Cf. Victorino Rodríguez, Temas-clave de humanismo cristiano, Speiro, Madrid 1984, 246; Jason Brenan, Contra la democracia, Ediciones Deusto, Barcelona 2018, 127.

[12] Cf. Mary Eberstadt, Cómo el mundo occidental perdió realmente a Dios, Rialp, Madrid 2014, 127.

[13] Cf. Jean Touchard, Historia de las ideas políticas, Tecnos, Madrid 2010, 624; George H. Sabine, Historia de la teoría política, Fondo de cultura económica, México 2015, 547; Fernando Vallespín (ed.) Historia de la Teoría Política, Alianza, Madrid 2018, 9.

[14] Cf. Gustave Thibon, El equilibrio y la armonía. Un compromiso para afrontar la vida con serenidad, Belacqua, Barcelona 2005, 239; Axel Kaiser, La tiranía de la igualdad. Por qué el igualitarismo es inmoral y socava el progreso de nuestra sociedad, Ediciones Deusto, Barcelona 2017, 63.

[15] Cf. Pío XI, Casti connubii, Roma 1930, n. 12; Pío XII, La familia cristiana. Discursos del Santo Padre a los recién casados 1939-1943, Pax, San Sebastián 1943, 77; Jacques Lecrercq, El matrimonio cristiano, Rialp, Madrid 1965, 249; Juan Pablo II, Familiaris consortio, 1981, n. 40; Joseph Ratzinger, Permanecer en el amor. Una visión teológica del matrimonio y la familia, BAC, Madrid 2015, 111.

[16] Cf. Michael Oakeshott, Lecciones de historia del pensamiento político. El carácter del Estado europeo moderno, Unión editorial, Madrid 2015, vol. II, 83.

[17] Cf. Dalmacio Negro, Historia de las formas del Estado. Una introducción, El buey mudo, Madrid 2010, 302; Hannah Arendt, Los orígenes del totalitarismo, Alianza, Madrid 2011, 531; Raymond Aron, Democracia y totalitarismo, Página indómita, Barcelona 2017, 289.

[18] Cf. José Javier Esparza, Informe sobre la televisión. El invento del Maligno, Criterio, Madrid 2001, 147.

[19] Cf. Terence Ball-Richard Bellamy (eds.), Historia del pensamiento político del siglo XX, Akal, Madrid 2015, 270.

[20] Cf. Baltasar Pérez Argos, Política básica, Fe católica, Madrid 1979, 61.

[21] Cf. Antonio Millán Puelles, La estructura de la subjetividad, Rialp, Madrid 1967, 295; José Ferrater Mora, Diccionario de Filosofía, Alianza, Madrid 1988, vol. IV, 2639; Roger Verneaux, Historia de la Filosofía contemporánea. Curso de Filosofía tomista, Herder, Barcelona 1997, 71; René Simon, Moral. Curso de filosofía tomista, Herder, Barcelona 1998, 249; Walter Brugger, Diccionario de Filosofía, Herder, Barcelona 2000, 436; Ángel Luis González (ed.), Diccionario de Filosofía, EUNSA, Pamplona 2010, 887; Étienne Gilson, La unidad de la experiencia filosófica, Rialp, Madrid 2004, 214; Julián Marías, Historia de la Filosofía, Alianza, Madrid 2016, 326.

[22] Cf. Giovani Reale-Dario Antiseri, Historia de la filosofía. Del romanticismo a nuestros días, Herder, Barcelona 2010, vol. III, tomo 3, 36.

[23] CEC 2201-2233.

[24] Cf. Evaristo Palomar, Sobre la Tradición. Significado, naturaleza, concepto, Tradere, Barcelona 2011, 68.

[25] Cf. Antonio Millán-Puelles, Léxico filosófico, Rialp, Madrid 2002, 292.

[26] Cf. Aldous Huxley, Un mundo feliz, Barcelona 2012, 194.

[27] Cf. Pío XI, Divini ilius Magistri, Roma 1929, n. 8; Jean Viollet, Tratado de la Educación, Voz en el desierto, México D. F. 2004, 39.

[28] Cf. Aurelio Fernández, Teología Moral. Moral de la persona y de la familia, Facultad de Teología, Burgos 2001, vol. II, 950; Compendio de Teología Moral, Palabra, Madrid 2002, 481; Teología Moral. Curso fundamental de la moral católica, Palabra, Madrid 2010; 451; José Gay Bochaca (coord.), Cuestiones controvertidas del cristianismo, Palabra, Madrid 2002, 369.

[29] Cf. Eugenio d´Ors, Diccionario filosófico portátil, Criterio, Madrid 1999, 122.

[30] Cf. Pío Moa, El iluminado de la Moncloa y otras plagas, Madrid 2006, 186; Ricardo de la Cierva, ZP, tres años de gobierno masónico, Fénix, Toledo 2007, 176; José Javier Esparza (ed.), El libro negro de la izquierda española, Chronica, Barcelona 2011, 475.

[31] Cf. Francisco Rodríguez Adrados, Nueva historia de la democracia, Ariel, Barcelona 2011, 394.

[32] Cf. Francisco Serrano, La dictadura de género. Una amenaza contra la Justicia y la Igualdad, Almuzara, Madrid 2012, 50; Alasdair Macintyre, Ética en los conflictos de la modernidad. Sobre el deseo, el razonamiento práctico y la narrativa, Rialp, Madrid 2017, 21.

[33] En el comunismo bolchevique bajo la acusación de «contrarrevolucionario» eran encuadrados todos los disidentes políticos, millones de los cuales fueron exterminados en las sucesivas purgas que se iniciaron desde Lenin. Cf. Stéphane Courtois (ed.), El libro negro del comunismo. Crímenes, terror, represión, Ediciones B, Barcelona 2010, 247; Alexandr Solzhenitsyn, Archipiélago Gulag, Tusquets, Barcelona 2016, vol. I, 754; Antonio Escohotado, Los enemigos del comercio. Una historial moral de la propiedad, Espasa, Madrid 2016, vol. III, 210; Federico Jiménez Losantos, Memoria del comunismo. De Lenin a Podemos, La esfera de los libros, Madrid 2018, 221.

[34] Cf. Jesús Trillo-Figueroa, Una revolución silenciosa. La política sexual del feminismo socialista, Libros libres, Madrid 2007, 215.

[35] CEC 1867 y 2357; Innocent Himbaza-Adrian Schenker-Jean Baptiste Edart, Consideraciones sobre la homosexualidad en la Biblia, Palabra, Madrid 2008, 66.

[36] Cf. Fliche-Martin, Historia de la Iglesia, Valencia 1978, vol. I, 304; Domingo Ramos-Lissón, Compendio de Historia de la Iglesia Antigua, EUNSA, Pamplona 2009, 75; Juan Antonio Almendros-Luis García, Nerón y el incendio de Roma, Gredos, Barcelona 2018, 78.

[37] Cf. Alicia V. Rubio, Cuando nos prohibieron ser mujeres… y os persiguieron por ser hombres. Para entender cómo nos afecta la ideología de género, Lafactoría, Madrid 2017, 15.

[38] Cf. José Ferrater Mora, Diccionario de Filosofía, Alianza 1990, vol. I, 611.

[39] Cf. Guillermo Fraile, Historia de la Filosofía. Del humanismo a la Ilustración, BAC, Madrid 2000, vol. III, 870; José Ramón Ayllón-Marcial Izquierdo-Carlos Díaz, Historia de la Filosofía, Ariel, Barcelona 2010, 209-213; Giovani Reale-Dario Antiseri, Historia del pensamiento filosófico y científico. Del humanismo a Kant, Herder, Barcelona 2010, 563; Historia de la Filosofía. Del humanismo a Kant. De Spinoza a Kant, Herder, Barcelona 2010, vol. II, tomo 2, 221; J. Luis Fernández-Mª Jesús Soto, Historia de la Filosofía moderna, Pamplona 2012, 227; Rafael Gambra, Historia sencilla de la Filosofía, Rialp, Madrid 2016, 221

[40] Cf. Josef Pieper, La fe ante el reto de la cultura contemporánea. Sobre la dificultad de creer hoy, Rialp, Madrid 2000, 254.

[41] Gn 1, 28.

[42] Gn 1,27.

[43] Benedicto XVI, Discurso a la Curia romana, 21-12-2012.

[44] Gn 3, 5; Josep Ratzinger, La sal de la tierra, Palabra, Madrid 2005, 254.

[45] Cf. Jesús García López, Escritos de antropología filosófica, Pamplona 2006, 165; Jesús Trillo-Figueroa, La ideología de género, Libros libres, Madrid 2009, 211.

[46] Cf. Roger Scruton, Pensadores de la nueva izquierda, Rialp, Madrid 2017, 21; Alasdair Macintyre, Marxismo y cristianismo, Nuevo inicio, Granada 2007, 109.

[47] Cf. Comisión Teológica Internacional, En busca de una ética universal: Nueva perspectiva sobre la ley natural, Roma 2009, n. 64; José Luis Soria, Amar y vivir la castidad, Palabra, Madrid 2005, 43; Francisco Canals Vidal, Obras completas. Escritos políticos, Balmes, Barcelona 2015, vol. 10, 356.

[48]  Cf. Mariano Fazio, Historia de las ideas contemporáneas. Una lectura del proceso de secularización, Rialp, Madrid 2007, 340; Giovani Reale-Dario Antiseri, Historia de la Filosofía. Del romanticismo a nuestros días, Herder, Barcelona 2010, vol. III, tomo 2, 471; Frederick Copleston, Historia de la Filosofía. Del utilitarismo al existencialismo, Ariel Barcelona 2011, vol. IV, 299; Martín F. Echevarría, La praxis de la psicología y sus niveles epistemológicos según Santo Tomás de Aquino, Universidad Abat Oliva CEU, Barcelona 2005, 57.

[49] Cf. B. Monsegú, Retablo posconciliar. Seis años entre las olas, Studium, Barcelona 1977, 750; Hermandad Sacerdotal Española, Historia de un gran amor a la Iglesia no correspondido, Madrid 1990, 315; Ricardo de la Cierva, Historia esencial de la Iglesia Católica en el siglo XX. Asalto y defensa de la roca, Fénix, Toledo 1997, 121; Juan Mª Laboa, La Iglesia en España 1492-2000, San Pablo, Madrid 2000, 212; Feliciano Montero, La Iglesia: de la colaboración a la disidencia (1956-1975). La oposición durante el Franquismo/4, Encuentro, Madrid 2009, 273.

[50] Cf. Pío Moa, La democracia ahogada. Ensayos sobre la España de hoy, Áltera, Barcelona 2009, 83; La transición de cristal. Franquismo y democracia, Libros libres, Madrid 2010, 237.

[51] Cf. Javier Barraycoa Martínez, La Constitución incumplida, SND editores, Madrid 2018, 191.

[52] Cf. Marcelo González Martín, Escritos sobre la Transición política española 1977-1984, Instituto Teológico San Ildefonso, Toledo 2006, 157; José Luis Galán Muñoz, D. Marcelo y la ley del divorcio de 1981, en Toletana, 2018/1, n. 38, 278.

[53] Cf. Hilarie Belloc, La prensa libre. Ensayo sobre la manipulación de las noticias y de la opinión pública, y sobre cómo contrarrestarla, Nuevo inicio, Granada 2007, 45.

[54] Cf. Pablo VI, Humanae vitae, Roma 1972, n. 14; Gustave Thibon, Una mirada ciega hacia la luz. Reflexiones obre el amor humano, Belacqua, Barcelona 2005, 157; Sobre el amor humano, El buey mudo, Madrid 2010, 102; C. S. Lewis, Los cuatro amores, Rialp, Madrid 2008, 103.

[55] Cf. Juan Fernando Selles, Antropología para inconformes, Rialp, Madrid 2006, 329; José Mª Barrio, Elementos de antropología pedagógica, Rialp, Madrid 2010, 265.

[56] Cf. Juan Pablo II, Hombre y mujer los creó. Catequesis sobre el amor humano, Cristiandad, Madrid 2010, 525; Yves Semen, La sexualidad según Juan Pablo II, Desclée de Brouwer, Bilbao 2007, 128; Espiritualidad conyugal según Juan Pablo II, Desclée de Brouwer, Bilbao 2011, 115; El amor en la familia según Juan Pablo II, Desclée de Brouwer, Bilbao 2016, 37.

[57] Cf. Giovani Reale-Dario Antiseri, Historia de la Filosofía. Del romanticismo a nuestros días, Herder, Barcelona 2010, vol. III, tomo 2, 481.

[58] Cf. Juan Pablo II, Reconciliatio et paenitentia, 1985, n. 16; CEC 1869; Carl Schmitt, La dictadura, Alianza, Madrid 1999, 195.

[59] Cf. Ricardo de la Cierva, Historia total de España. Del hombre de Altamira al Rey Juan Carlos, Fénix, Toledo 2003, 1074; Luis Suárez, Franco y la Iglesia, Homo Legens, Madrid 2011, 789.

[60] Cf. Herbert Lottman, Los Rothschild. Historia de una dinastía, ABC, Madrid 2003, 325.

[61] Cf. José A. Valenzuela, Las actividades del lenguaje, Rialp, Madrid 1971, 103; Alejandro Llano, Metafísica y lenguaje, EUNSA, Pamplona 1984, 99; Fernando Lázaro Carreter, El dardo en la palabra, Galaxia Gutenberg, Barcelona 1998, 90.

[62] Cf. Martín F. Echevarría Anavitarte, Freudismo y generación del 68, en Cristiandad, 2018, n. 1044-1045, 6-7.

[63] Cf. S. Th. I, q. 93, a. 4; Antonio Royo Marín, Dios y su obra, BAC, Madrid 1963, 450; José Morales, El misterio de la creación, EUNSA, Pamplona 2000, 218; Ludwig Ott, Manual de Teología dogmática, Herder, Barcelona 2009, 162; José Manuel Fidalgo, Teología de la creación, EUNSA, Pamplona 2017, 131.

[64] Cf. Pontificio Consejo justicia y paz, Compendio de la doctrina social de la Iglesia, BAC-Planeta, Madrid 2005, 133.

[65] Cf. Roger Verneaux, Filosofía del hombre. Curso de filosofía tomista, Herder, Barcelona, 2002, 222; José Gay Bochaca, Curso de Filosofía, Rialp, Madrid 2004, 321; José Ángel García Cuadrado, Antropología Filosófica. Una introducción a la filosofía del hombre, EUNSA, Pamplona 2010, 183.

[66] Cf. Juan Pablo II, Evangelium vitae, 1995, 12 y 17.

[67] Cf. Benedicto XVI, Caritas in veritate, 75.

[68] Cf. Juan José Pérez Soba-Stephan Kampowski, El verdadero Evangelio de la familia. Perspectivas para el debate sinodal, BAC, Madrid 2014, 22; Juan José Pérez Soba, La pastoral familiar. Entre programaciones pastorales y generación de una nueva vida, BAC, Madrid 2014, 9.

[69] Cf. Félix Sardá y Salvany, El liberalismo es pecado. Cuestiones candentes, Cristiandad, Barcelona 1960, 8; Gregorio Rodríguez de Yurre, El Marxismo, BAC, Madrid 1976, vol. I, 180; La estrategia del comunismo hoy, BAC, Madrid 1983, 104; Carlos Valverde, El materialismo dialéctico, Espasa, Madrid 1979, 69; Christopher A. Ferrara, La Iglesia y el liberalismo ¿Es compatible la enseñanza social católica con la escuela austríaca?, Última línea, Málaga 2017, 451.

[70] Cf. Hilarie Belloc, El estado servil, El buey mudo, Madrid 2010, 129; G. K. Chesterton, La utopía capitalista y otros ensayos, Palabra, Madrid 2013, 93.

[71] Cf. Pedro Baños, Así se domina el mundo. Desvelando las claves del poder mundial, Ariel, Barcelona 2017, 281; El dominio mundial. Elementos de poder y claves geopolíticas, Ariel, Barcelona 2018, 335.

[72] Cf. Ramón García de Haro, Cristo, fundamento de la moral, EIUNSA, Barcelona 1990, 66; Evencio Cófreces Merino-Ramón García de Haro, Teología moral fundamental, EUNSA, Pamplona 1998, 166.

[73] Cf. Carlos Cardona, Metafísica del bien y del mal, EUNSA, Pamplona 1987, 107 y 183; William May, Principios de vida moral, EIUNSA, Barcelona 1990, 153.

[74] Cf. Aurelio Fernández, Breve curso de Moral católica, Editorial social y cultural, Madrid 1998, Moral fundamental. Iniciación teológica, 62; Madrid 2004, 66; «Yo soy cristiano» ¿Cómo viven los cristianos?, Palabra, Madrid 2013, 73.

[75] Cf. François Furet-Erns Nolte, Fascismo y comunismo, Alianza, Madrid 1999, 45; Alain de Benoist, Comunismo y nazismo. 25 reflexiones sobre el totalitarismo en el siglo XX (1917-1989), Áltera, Barcelona 2005, 41; Vladimir Tismaneanu, El diablo en la historia, Stella maris, Barcelona 2015, 65.

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