Eternamente Franco

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Pedro Fernández Barbadillo, Homo Legens, Madrid 2018, 443 páginas

«Quien controla el presente controla el pasado. Quien controla el pasado controla el futuro», afirmaba el gran escritor y comunista desengañado George Orwell en su famosa obra 1984. Ya es una frase habitual decir que el bando nacional ganó la guerra civil en el campo de batalla, pero la perdió en la propaganda. Y es que además es completamente verdadera. El mismo régimen franquista fue incapaz de renovar su discurso legitimador a partir de la ruptura del aislamiento internacional en los años 50 y se refugió, como toda la derecha española del siglo XX, en invocaciones vacías a la patria y a la economía. Muchos aspectos de la guerra quedaron olvidados; en unos casos por pura vagancia intelectual o falta de interés (vendía más una biografía servil del caudillo o de José Antonio Primo de Rivera) y en otros, sorprendentemente, por el desconcertante cierre de archivos ordenado por el mismo régimen. Por un lado, el relato canónico ya estaba fijado y nadie de los que habían conocido la II República y la guerra, basándose en su experiencia personal, lo ponían en duda; y por otro lado el Gobierno quería que se olvidase el pasado sin pararse  pensar en sus consecuencias de cara al futuro.

Sin embargo, como advertía Fukuyama: «Los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla», es decir, a repetir lo peor de ella, lo que significa no aprender de las lecciones que proporcionan los errores del pasado. Así, desde la década de los años 60, la izquierda española, ante la inacción del régimen franquista debido principalmente a su indigencia intelectual y su vaciamiento ideológico desde el concilio Vaticano II; fue ocupando gran parte de las cátedras universitarias y desde allí comenzaron a manipular el discurso de la historia reciente de España comunistas estalinianos declarados como Tuñón de Lara. La escuela que fundó será continuada por pseudohistoriadores sectarios y fanatizados, donde figuran nombres como Enrique Moradiellos, Ángel Viñas, Santos Julía, Alberto Reig, que fieles a su ideario marxista concebirán la historia como propaganda. La falsificación de la historia al servicio de la ideología política. El franquismo fue quien propició esta situación que no dejaría de degradarse.

El testimonio iluminador de Manuel Otero Novas, miembro de la Asociación Católica (se les calló de las siglas lo de Nacional, imagino por el pánico cerval de la derecha a ser denominados «nacional-católicos») de Propagandistas y alto funcionario del Estado nacido el 18 de julio de 1936, destaca esta progresiva descomposición del régimen que:

«Sufría una profunda desideologización porque el franquismo ya hacía mucho tiempo que había arrumbado sus orígenes intelectuales; y el cristianismo, que era la filosofía social dominante en la década de 1960, como consecuencia de las aplicaciones del concilio, era en el pensamiento social casi inoperante, porque en su seno cabía una cosa y la contraria; había muchos católicos, pero no una filosofía católica de la vida social generalmente aceptada. La filosofía hegemónica en España a la muerte de Franco era la marxista, que influía en las gentes de derechas, era la predominante en la universidad y tenía una presencia muy notable en la Iglesia»[1].

Como señala Fernández Barbadillo: «Tan notable era la presencia de la filosofía marxista que en las elecciones de 1982 al menos catorce obispos votaron al PSOE, según le reveló uno de ellos a Manuel Fraga» (p. 363).

De este modo se ha llegado a la creación de un relato a-histórico que permite mantener la hegemonía política y cultural de la izquierda y que ha sido asumido por la derecha cobarde y acomplejada. Hasta la misma Iglesia lo ha aceptado habiendo de hacer malabarismos semánticos para no renegar de la historia oficial impuesta por el marxismo y de esta forma colabora con la institucionalización de la mentira. Sirva como botón de muestra la manera de referirse a la persecución religiosa cada vez que hay una beatificación como: «Mártires españoles del siglo XX». Enunciado que contiene dos enormes falacias históricas:

1º. ¿Los martirios fueron realizados en todo el territorio de España?

No. Exclusivamente en el territorio bajo dominación del Frente Popular.

2º. ¿Los martirios fueron producidos durante todo el siglo XX?

No. Exclusivamente fueron provocados desde la revolución socialista de Asturias en octubre de 1934 y terminaron en marzo de 1939 con el final de la guerra.

Por lo tanto, del mismo modo que en la Historia de la Iglesia se habla de la persecución religiosa de la Revolución francesa, de la de Marco Aurelio o Diocleciano ¿por qué la Conferencia Episcopal no podría emplear el término histórico correcto de «Mártires del Frente Popular o de la II República»? … sigo esperando la respuesta fundamentada de algún obispo.

En los regímenes totalitarios como el nacional-socialismo, pero mucho más en el socialismo científico o comunismo, la represión es mayor cuanto más hay que ocultar y en el caso de Franco es mucho lo que ha de esconderse para privarle de cualquier tipo de mérito en todos los campos excepto, claro está, en el de la maldad. Franco es presentado como el compendio de todos los errores posibles y de todas las carencias imaginables contra la elocuencia de los hechos, los documentos, los testimonios y la investigación solo cabe la magia, la historia-ficción. Ya que no pueden ocultase los éxitos de Franco, para la historiografía progresista solo es posible achacarlos a simple y llana suerte, pues no puede admitirse virtud alguna en el general que salvó a la Iglesia Católica del exterminio, como sucedió en la zona roja[2]. Así el racionalismo del que hacen gala esos «académicos» termina por despeñarse en la superstición, la misma a la que las tribus rifeñas de los años 20 aducían para explicar la buena estrella de aquel joven oficial al que intentaron asesinar sin éxito en la guerra de África.

Lo ocurrido con Franco es un síntoma paradigmático de que un signo básico de este tiempo de pensamiento débil dominante es la sustitución de la verdad por la ideología. La batalla de nuestro tiempo es la del derecho a la verdad, la batalla que libra la libertad frente al mortal y poderoso Leviatán de la corrección política y también eclesiástica. Al haber convertido a Franco en una especie de caricatura del mal por excelencia, el mal absoluto, sin mezcla de bien alguno, su figura, su época y su régimen se hacen sencillamente incomprensibles. Por consiguiente, Franco ha sido expulsado de la historia y no puede explicarse en términos racionales. Baste para contrarrestar ese «Himalaya de mentiras», en expresiva frase del socialista Julián Besteiro, líder de la UGT hasta 1933, estos breves diez puntos que pueden encontrarse más desarrollados y mejor expresados en esta excelente obra de divulgación histórica.

1.Franco derrotó a un Frente Popular compuesto de totalitarios izquierdistas y separatistas. Sin ser demócrata, salvó elementos más fundamentales de la democracia que un determinado sistema político: la cultura católica, la unidad nacional, la libertad personal y la propiedad privada. Esta es una gran deuda que tenemos los españoles con aquel hombre. Al derrotar al Frente Popular, -ganando todas las batallas y dinamitando el mito creado a posteriori de su mediocridad militar-, Franco evitó que Europa se viese emparedada al este y al oeste por regímenes soviéticos, con el añadido de una Francia izquierdista-jacobina muy simpatizante de ellos. Esta es una deuda que tienen los europeos con aquel general español.

2.Franco permitió a España librarse de la II Guerra Mundial, lo que por lo pronto ha significado dos cosas: evitó a los españoles víctimas y destrucciones sin cuento; y ahorró a España la carga moral de las atrocidades cometidas por los nazis, los soviéticos y también, dato no menor y hace poco empezado a sacar a la luz en toda su extensión, por los aliados anglosajones. Por no hablar del tan silenciado salvamento de miles de judíos perseguidos por los alemanes, lo cual derrumba la imagen de Franco como un dictador genocida asimilado a Hitler. Además, no ha de olvidarse el empeño del PSOE del pro soviético Juan Negrín, que junto al PCE intentó alargar la contienda española para enlazarla con la Guerra Mundial que cada vez se intuía más cercana.

3.En el plano internacional, la no participación de España en aquella contienda, debido a la previsión y prudencia de Franco, benefició estratégicamente y en gran medida los Aliados, empezando por su desembarco en África en 1942 y que significó el principio de los reveses militares del Eje. Beneficio que estos pagaron con mil provocaciones y un aislamiento posterior a la II Guerra Mundial no ya injusto sino criminal, pues intentaba crear en España una hambruna masiva con el fin de derribar a un régimen que los españoles se empeñaban en no derribar, más aún, solo consiguieron que esta medida fuera percibida por lo españoles como una brutal agresión, por lo que el respaldo a Franco se hizo todavía más mayoritario.

4.Junto con el aislamiento, España tuvo que soportar una guerra de guerrillas comunista, el maquis, que pretendía reanudar la guerra civil y que fue vencido al no conseguir ningún apoyo popular. Lo que revela:

a) Que Franco derrotó a la II República no solo militarmente sino también moralmente. La población española tenía muy frescos los crímenes[3], destrucciones[4], mentiras y robos[5] cometidos por los republicanos del Frente Popular.

b) Que la reconciliación era ya un hecho para una gran mayoría de españoles, gracias en gran medida a la acción de la Iglesia. La generación de los hijos de aquellos que combatieron en 1936, sentados unos junto a otros en los pupitres del colegio, no preguntaban a su compañero de al lado en que bando había combatido su padre. Así pudo hacerse la transición a la muerte de Franco pues la sociedad ya estaba reconciliada y gozaba de una buena salud moral después de cuarenta años de paz y de intenso apostolado católico. Quienes se reconciliaron en la transición no fueron los españoles sino los políticos.

5. Al terminar la II Guerra Mundial, Europa quedó dividida en una parte occidental bajo tutela de Estados Unidos, y otra oriental bajo el poder directo del comunismo de Moscú. Fue el resultado de la inevitable colaboración de los anglosajones con Stalin para derrotar a Alemania, el tributo pagado a Stalin. Por ello Europa Occidental tiene una deuda moral y política con el ejército de Estados Unidos, deuda de la que está libre España, gracias a Franco. Asimismo, Europa occidental y los aliados tienen una gran deuda con la URSS de Stalin, que corrió con el grueso del esfuerzo y el sacrificio de la guerra. Fueron los rusos quienes pusieron de rodillas a la Wehrmarcht en el frente oriental, no el desembarco aliado en Normandía. Como bien dijo el caudillo: «La guerra la ganarían antes los inagotables que los invencibles». España también está libre de esa deuda, pues derrotó indirectamente a Stalin en España e incluso en la misma Rusia con la heroica División Azul, a pesar de lo cual Rusia no declaró la guerra a España.

6. En la posguerra, la España de Franco debió reconstruirse en condiciones extremadamente adversas. Y, contra lo que pretenden historiadores propagandistas pero que demuestran las estadísticas de modo empírico, consiguió reconstruirse con verdadera brillantez dadas las circunstancias, sin deber nada al Plan Marshall, es decir, sin la deuda económica que, sumada a la moral y política, pesa sobre Europa occidental. El desarrollismo de que se llevó a cabo también desmonta la falsedad que presenta a Franco como un ignorante en materia económica y cultural. Y al mismo tiempo que la España franquista se reconstruía, derrotaba al maquis comunista, frustraba los peores estragos del aislamiento y finalmente derrotaba también al comunismo en la escena internacional. Nunca desde hacía siglos podían estar los españoles más satisfechos de sí mismos y confiar tanto en sus propias fuerzas

7. Una vez liberado del aislamiento, y aprovechando la base económica creada en los años 40 y 50, España se convirtió en uno de los países de más rápido crecimiento económico del mundo, reduciendo con rapidez la brecha con los países ricos de Europa. Fue otra victoria de máximo alcance, pues permitiría el paso a una democracia sin convulsiones, y que hoy está siendo liquidada por los antifranquistas nostálgicos del golpista Frente Popular de 1936: socialistas, comunistas y separatistas. El franquismo, sin ser democrático, careció de oposición democrática. No hubo un solo demócrata en sus cárceles. La oposición fue siempre totalitaria: comunista y/o terrorista. El régimen de Franco, frente a los totalitarismos, mantuvo un alto grado de libertad personal, aunque para ello y para preservar la unidad nacional y las bases cristianas de la cultura europea, necesitó restringir –pero no anular–, las libertades políticas de los partidos.

8. A falta de oposición democrática interna, Franco debió afrontar siempre la hostilidad de diversas democracias de Europa occidental. De países que no se debían a sí mismas ni su democracia ni su prosperidad, sino a la intervención militar de Estados Unidos y a la ayuda económica posterior. En la lucha contra el expansionismo soviético de la guerra fría, Franco colaboró de manera invalorable no solo permitiendo bases militares norteamericanas – sin perder soberanía– sino, más aún, asegurando en la retaguardia eurooccidental una nación estable, fiable, sin las poderosas quintas columnas del Partido Comunista existentes en Francia o Italia, y sin convulsiones periódicas de huelgas generales y disturbios graves como los que culminaron en el Mayo francés de 1968. Por supuesto, los países de Europa occidental jamás agradecieron tampoco este importante beneficio

9. El régimen de Franco se volvió improrrogable, no por la oposición política interna, que era inexistente, ni por la hostilidad exterior, sino por dos razones muy distintas:

a) Porque la ruptura doctrinal y práctica causada por el Concilio Vaticano II vació ideológicamente al régimen que había salvado a la Iglesia del exterminio y se había declarado católico apostólico y romano. Dicho vaciamiento pudo haber provocado un derrumbe catastrófico del régimen.

b) Si el derrumbe, con el consiguiente caos, no ocurrió, se debió a que el franquismo había creado una sociedad muy distinta a la de la II República, una sociedad próspera, mucho más culta e ilustrada que antes, políticamente moderada y sin los odios que condujeron a la guerra civil, y que por lo tanto ya no precisaba las restricciones políticas anteriores. Ello hizo posible la creación de la clase media y de un proceso industrializador que España ansiaba desde hacía un siglo, convirtiéndose en el factor esencial que permitió la transición de un sistema autoritario, -no totalitario- como muy bien apuntara el insigne historiador Luis Suárez, a uno democrático. Así se realizó el paso a la democracia, de «la ley a la ley», como puntualizara Torcuato Fernández Miranda, por la evolución propia y no por intervención militar norteamericana, como en el resto de Europa occidental. La transición a la democracia se hizo desde la legalidad franquista, no contra ella, como se demostró en la mayoritaria votación al referéndum de diciembre 1976 sobre el Proyecto de Ley para la Reforma Política.

10. En suma, Franco venció todo lo que el Frente Popular significaba por su propia composición política: persecución religiosa, separatismo, totalitarismo, destrucción del patrimonio histórico y artístico español, anulación de las libertades personales y políticas; rehízo material y moralmente a España en las condiciones más arduas; desafió y venció las agresiones y las peores presiones internacionales; libró al país de las tremendas cargas morales y políticas que contrajeron los demás países de Europa occidental; y ayudó a estos frente al expansionismo soviético, pese a la hostilidad que le manifestaban los propios ayudados; y finalmente dejó una España próspera, reconciliada, libre de los odios que destrozaron la República y, por consiguiente, apta para una democracia no convulsa.

Pese a todos esos logros históricos sin parangón en al menos dos siglos de España, no ha habido régimen más calumniado y sobre el que se han contado tantas mentiras a los españoles. Todo ello a cargo de los herederos del Frente Popular, cuyas señas de identidad son, como lo fueron en la guerra y antes, una enorme corrupción; promoción y financiación de los separatismos; ataque permanente a las libertades políticas y personales con leyes antidemocráticas; cesión ilegal de la independencia y soberanía, antaño a Stalin, hoy a oscuras burocracias exteriores; falsificación sistemática de la historia, campaña permanente de difamación contra la Iglesia y recuperación de los viejos odios republicanos.

Y hay que añadir actualmente:  la acelerada colonización cultural por el inglés y el desplazamiento progresivo del español como lengua de la cultura; la conversión de las fuerzas armadas en un ejército inmerso en operaciones de interés ajeno, bajo mando ajeno y en idioma ajeno; la conversión de la colonia de Gibraltar en un emporio de negocios opacos -más bien un nido pitara inglés como los que en el siglo XVI fabricaran en al Caribe.

Urge, evidentemente, una reacción, que debe pasar por el restablecimiento de la verdad histórica y para ello es necesario conocer la historia. Nada hay más peligroso para la cultura, la democracia y la integridad de España que el continuo ataque y falsificación de su historia, que no se limita a Franco, sino que llega a todas sus épocas, para desmoralizar a los españoles con una visión negativa y envilecedora de su pasado y oscurecer su presente y su porvenir. De este modo, la hispanofobia y el anticatolicismo se han disfrazado de antifranquismo. A rebatir los embustes de la historiografía progresista, de manera ágil y amena pero seria y rigurosa se dedica este libro, no sin grandes dosis de sabrosa ironía que sólo el erudito investigador puede permitirse. Sus tesis son incontestables, aunque más bien serán incontestadas a causa de la censura que impera en el discurso político que exige amenazadora y violentamente el silencio. Ordenados en amenísimos capítulos monográficos presenta un análisis racional y razonable de Franco.

[1] Juan Manuel Otero Novas, Lo que yo viví. Memorias políticas y reflexiones, Madrid 2015, 131.

[2] Cf. Antonio Montero Moreno, Historia de la persecución religiosa en España 1936-1939, Madrid 1999, 52. Cf. Vicente Cárcel Ortí, La gran persecución. España, 1931-1939. Historia de cómo intentaron aniquilar a la Iglesia Católica, Barcelona 2000, 99.

[3] Cf. Rafael Casas de la Vega, El terror. Madrid 1936. Investigación histórica y catálogo de víctimas identificadas, Toledo 1994, 75. Cf. Julius Ruiz, Paracuellos. Una verdad incómoda, Madrid 2015, 365.

[4] Cf. Gonzalo Redondo, Historia de la Iglesia en España 1931-1939, tomo II, Madrid 1993, 19. Cf. José Ramón Hernández Figueiredo, Destrucción del patrimonio religioso en la II República (1931-1936), Madrid 2009, 245.

[5] Cf. Pío Moa, Los mitos de la guerra civil, Madrid 2003, 293.

 

 

 

 

Comentarios
2 comentarios en “Eternamente Franco
  1. Muy cierto todo ello, con dos breves apuntes: «sorprendentemente, por el desconcertante cierre de archivos ordenado por el mismo régimen.», creo que ese «desconcertante cierre de archivos» fue debido al deseo del Régimen de apagar los odios y priorizar la reconciliación y convivencia pacífica entre los españoles..quién nos iba a decir que esa desmemoria sería aprovechada por los partidos marxistas para reescribir la Historia y que hoy en día tiene más importancia en que bando militó el abuelo de alguien que hace 70 años…

    Y otro dato, la rapidez con la que desde el inicio del reinado de JCI se llevó a cabo la postergación y desmantelamiento de lo construido por el franquismo, dando carta de legitimidad a la equiparación de antifranquista y demócrata. cuando es algo completamente falso, pues nadie más antifranquista (y, por cierto, los únicos que lucharon realmente en el franquismo contra el Régimen) que los comunistas y ¿que hay de demócrata en el totalitarismo comunista??. En la tan jaleada Transición, llevada a cabo, en sus inicios, bajo el mando de Suárez y JCI en sus inicios se cimentó la situación en que nos encontramos ahora y tras el 23F, donde JCI, borboneó a sus leales (Milans y Armada) y que respiró satisfecho cuando tras ello, al fin, el PSOE ganó las elecciones y se cumplía el anhelo de JCI de tener un Jefe de Gobierno socialista (un amago de golpe militar de la derecha no revolucionaria, siempre es bienvenido y aprovechado por las fuerzas contrarias para sus intereses…algo similar sucedió en la II República, cuando tras la intentona golpista de Sanjurjo se aprobó el Estatuto de Autonomía de Cataluña, que no conseguía ser aprobado…y sin el 23F, no hubiera conseguido el PSOE la mayoria absoluta que le permitió implantar el rodillo socialista y conseguir, como dijo Alfonso Guerra, dar a España una pasada por la izquierda que no la iba a reconocer ni la madre que la parió…Con una Transición más interesada en los intereses de España y los españoles y no en el saqueo de España por los intereses de ciertas personas y partidos y con la implantación por que sí del sistema autonómico (pactado en Munich en 1962), vendido como necesario para resolver el problema de ciertos partidos vascos y catalanes y sin que hubiera una demanda real de ello en la sociedad, a la que se anestesió y manipuló desde los medios de comunicación…ahora nuestra situación sería muy distinta…y el conocimiento real de la figura de Franco, su Régimen y sus hechos, sin las manipulaciones y tergiversaciones de la historia impuesta, repetida y falsificada desde la izquierda y asumida cobarde y borreguilmente desde la derecha es la asignatura pendiente que nuestra sociedad necesita para desembarazarse de los clichés que la izquierda ha creado interesadamente para propiciar un clima de enfrentamiento y de votantes movidos por sentimentalismos y no por la razón. Por ejemplo, la izquierda está glorificando el golpe del PSOE de 1934 contra el gobierno legítimo de la II República como una revolución obrera aplastada por los fascistas de la derecha y en cambio el gobierno de Aznar en 2002, condenó públicamente el alzamiento de 1936 de la media España que se resistía a morir bajo un gobierno de la II República ilegítimo en origen (elecciones de fraudulentas de febrero de 1936) e ilegitimidad de ejercicio pues tras esas elecciones se abrió un violento y sangriento proceso revolucionario (quemas de iglesias, asesinatos, actos ilegales desde el gobierno o el Parlamento, etc).

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