Encíclicas y Documentos de los Papas sobre el Corazón de Jesús

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Monte Carmelo (Burgos 2009) 350 páginas

La devoción al Sagrado Corazón de Jesús no es un invento del siglo XVII, sino que su recorrido comienza en la espiritualidad antigua y se desarrolla en la medieval hasta cristalizar en las revelaciones que Santa Margarita Mª de Alacoque recibió entre 1673 y 1675. Es precisamente en este siglo, después de la destrucción de la unidad católica de Europa con la paz de Westfalia en 1648 por parte de los protestantes; cuando aparecen graves signos de deterioro, precursores del ateísmo contemporáneo. La paz de Westfalia suponía el triunfo de lo que Maquiavelo en su obra El príncipe denominara «la razón de Estado», es decir la primacía de la política sobre la fe. Una política a la que estaría supeditada la ética, lo que equivale a que es la política quien decide lo que es o no es ético, moral. Surge entonces una minoría de filósofos como Hobbes, Spinoza o Locke, que pronto serán muy influyentes y cuyas ideas producirán la «crisis de la conciencia europea». Pues comienzan a concebir la vida y la marcha entera de la sociedad, de indudable raíz cristiana, precisamente al margen de Jesucristo. No tardarán en achacar a la religión los mayores males de la sociedad y «pronto aparece el acusado: Cristo»[1].

A este proceso histórico general se refieren las enseñanzas pontificias de este libro pues como la misma santa afirma, las revelaciones del Sagrado Corazón son precisamente un «remedio extraordinario» a los males presentes y agravados en el futuro que sobrevendrán si el mundo no se vuelve al Corazón del Redentor. Hasta el concilio Vaticano II esta devoción no dejó de crecer y extenderse por todo e pueblo de Dios. Desde el Papa Pío IX no dejará de recibir todo tipo de reconocimientos pontificios, por ejemplo, elevándola a la categoría litúrgica de solemnidad, o con la consagración del mundo al Sagrado Corazón en 1899 hecha por León XIII, o las grandes encíclicas de Pío XI y Pío XII. El mismo Pío XI la definirá de este modo tan rotundo como: «la suma de toda la religión y la norma de vida más perfecta»[2]. Fue el mismo Corazón de Jesús quien encomendó especialmente la propagación de esta devoción a la Compañía de Jesús quien fielmente la cumplió hasta el Vaticano II.

A partir de entonces, la descomposición de los jesuitas al arrojarse en brazos del modernismo-progesismo y hasta del comunismo con la Teología de la Liberación, ha dañado profundamente su extensión y mantenimiento. El eminente historiador Ricardo de la Cierva ha sido el cronista que mejor ha investigado concienzudamente la deserción y degradación interna del que desde hacía cuatro siglos constituía el ejército del Romano Pontífice para llevar el Evangelio a todos los confines del mundo, hasta su infiltración masónica y marxista[3].

Aunque si bien es cierto que los jesuitas no eran los únicos que trabajaban sembrando la devoción al Sagrado Corazón, no es menos cierto que eran sus principales promotores. No obstante, a pesar del rumbo traidor y suicida tomado por la Compañía de Jesús desde el último concilio, hubo unos pocos hijos de San Ignacio que siguieron fieles a la misión encomendada por el Corazón del Salvador. Así se lo recordaría Juan Pablo II al general de los jesuitas y veinte años más tarde Benedicto XVI[4]. Uno de ellos fue el P. Luis Mª Mendizábal SJ, de cuyo magisterio bebieron abundantemente los dos autores de esta obra durante su formación en el Seminario de Toledo.

El hilo orientador de las enseñanzas papales contenidas en este volumen converge en estos cuatro puntos:

  1. Situación del mundo: gravísima en extremo.
  2. Origen de la misma: la apostasía universal de Cristo.
  3. Remedio radical: la vuelta, conversión, universal a Cristo.
  4. Camino para llegar a Él: la devoción integral a su Sagrado Corazón.

La devoción al Corazón de Jesús se concreta en dos aspectos fundamentales:

  1. La Consagración: que no es otra cosa que entregarse por completo a Jesucristo por amor dedicándole nuestra persona y todas nuestras cosas aceptando su imperio sobre nosotros[5].
  2. La Reparación: que consiste en devolver a Cristo amor por amor, reparar el amor de Dios despreciado y ultrajado por los hombres, resarcir por los derechos de Dios violados. Participar de los sufrimientos de Cristo en unión con Él nos purifica de nuestros pecados, estrecha y perfecciona esa unión y la consuma ofreciéndonos como víctimas por los hermanos para construir el Reino de Cristo en la tierra[6]. No otra cosa les enseñó la Virgen de Fátima a los tres pastorcillos.

La devoción al Corazón de Jesús no es más que el culto al amor de Dios manifestado en su Hijo Jesucristo, en la sagrada humanidad de Jesús que es nuestro único camino para llegar al Padre. Como le recordaba Benedicto XVI al prepósito general de la Compañía: «La contemplación del “costado traspaso por la lanza”, en el que resplandece la ilimitada voluntad salvífica por parte de Dios, no puede considerarse como una forma pasajera de culto o devoción: la adoración del amor de Dios, que ha encontrado en el símbolo del “corazón traspasado” su expresión histórico devocional, sigue siendo imprescindible para una relación viva con Dios»[7].

El mérito de esta obra es enorme al presentar en un volumen la enseñanza pontificia, especialmente la anterior al Vaticano II que es notablemente desconocida hasta para la mayoría de los obispos y sacerdotes a causa de los postulados, discutidos y discutibles, de la denominada «escuela de Bolonia» y que se han impuesto desde entonces en la Iglesia. De tal modo que, según la dicha escuela, la Iglesia habría tenido una refundación en el «acontecimiento» del Vaticano II, una ruptura con su pasado[8]. Antes las cosas funcionaban mal, como por ejemplo en el campo litúrgico, bíblico, catequético, moral y, en este caso también, espiritual-devocional. De este modo, la «hermenéutica de la continuidad» de la que hablara Benedicto XVI se haría imposible en la Iglesia[9].

La realidad es muy tozuda y la historia puede manipularse por quien ostenta el poder, pero de ninguna manera puede escaparse de ella. El hundimiento del catolicismo desde 1965 ha venido acompañado por el silenciamiento o la denigración de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús presentándola como una devoción pietista, sentimentalista o incluso nacional-católica, perteneciente a oscuros tiempos pasados ya felizmente superados. Sin embargo, su recuperación integral, su puesto de honor en la teología, culto y espiritualidad católicas será la señal de que la Iglesia va recuperándose de los estragos causados por su apertura acrítica al mundo moderno y el olvido de la Tradición. El Corazón humano-divino de Jesús es un catecismo vivo donde se aprenden y asimilan todas las verdades de fe relativas a Jesucristo y esta obra nos las expone.

[1] Paul Hazard, El pensamiento europeo en el siglo XVIII, Alianza editorial (Madrid 1998) p. 9.

[2] Pío XI, Miserentissimus Redemptor, n.3.

[3] Ricardo de la Cierva, Jesuitas, Iglesia y marxismo 1965-1985. La Teología de la liberación desenmascarada (Barcelona 1986); Oscura rebelión en la Iglesia. Jesuitas, Teología de la liberación y socialistas. La denuncia definitiva (Barcelona 1987); Las puertas del infierno. La historia de la Iglesia jamás contada (Toledo 1995); La hoz y la cruz. Auge y caída del marxismo y la Teología de la Liberación (Toledo 1996); Historia esencial de la Iglesia Católica en el siglo XX. Asalto y defensa de la Roca (Toledo 1997); La infiltración (Toledo 2008).

[4] Juan Pablo II, Carta al prepósito general de la Compañía de Jesús sobre la difusión del culto al Corazón de Jesús confiada a los jesuitas, 5-X-1986; Benedicto XVI, carta al prepósito general de la Compañía de Jesús con motivo del 50º aniversario de la encíclica Haurietis Aquas del Papa Pío XII sobre el Corazón de Jesús, 15-V-2006.

[5] Cf. León XIII, Annum Sacrum, n. 6, y 7; Pío XI, Miserentissimus Redemptor, n. 4;

[6] Cf. Pío XI, Miserentissimus Redemptor, n. 6 y 22.

[7] Cf. Haurietis Aquas, n. 62.

[8] Roberto De Mattei, Concilio Vaticano II. Una historia nunca escrita, Homo Legens (Madrid 2018) pp. 13-14.

[9] Benedicto XVI, Discurso a la curia romana, 22-12-2005.

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