Puede chocar el título de este post, pero era necesario decirlo. La tradición de los diez últimos lustros refrendada por el reciente directorio homielético es la de comentar el evangelio desde los púlpitos (mejor dicho, ambones) centrando la atención en cómo trasladar lo leído a nuestras vidas; la moralina, que dirían muchos. Sin embargo, los evangelios no son las fábulas de Esopo, en las que poco importa el relato y mucho la moraleja. El Evangelio es Palabra de Dios, y si bien de la misma sacamos muchas enseñanzas, esa Verdad revelada es ya enseñanza de por sí, es Fe, es realidad que no se justifica por unas conclusiones que dejan atrás, a salto de potro, la letra misma de los textos sagrados. Es preocupante saber que muchos, quizás sin querer, desposeen la Verdad del Evangelio al supeditarlo a su traslación a nuestras vidas. Quien crea en la resurrección de Cristo como una verdad incontestable y quien crea que Cristo es Dios, adorará y se someterá a Él, porque tiene Fe, porque si Cristo es realmente Dios no hay más remedio que santificarse. Cristo pedía Fe; Fe en verdades, no en moralinas exprimidas de esas verdades, que para eso no hacía falta pasar por el aro de creer lo que no se ve. Por eso el dogma no es algo extrinseco al cristianismo sino su raíz (tener Fe… ¿pero en qué?); por eso el paralítico al que Jesús hacía caminar creía y no necesitaba a un docto rabí que le versase en metáforas acerca del camino de la vida. Ojalá los sacerdotes transmitan el Evangelio y no consejos de abuela inspirados en San Juan, San Lucas, San Mateo y San Marcos; ojalá transmitan que lo leído en la Santa Misa es Verdad; ojalá enseñen y mediten sobre esa Verdad; ojalá confíen en el poder de la Palabra de Dios por encima de los panfletos de ética de EGB que, malusando lo sagrado, sonrien al Mundo de lo políticamente correcto y de la enseñanza insustancial y no necesitada de Cristo.
No a moralinas en la homilía

| 04 marzo, 2015
Se agradece mucho este artículo. Efectivamente, primero viene la contemplación en el Creador y Redentor. Luego la moral, que es consecuencia de la anterior: de la unión con Cristo. Es imposible cumplir con los mandamientos morales sin ir primero al núcleo, que es el Sagrado Corazón de Jesús.
«ojalá confíen en el poder de la Palabra de Dios por encima de los panfletos de ética de EGB que, malusando lo sagrado, sonrien al Mundo de lo políticamente correcto y de la enseñanza insustancial y no necesitada de Cristo.»
Perfecto.