
La comida que se tira es como si fuera robada de la mesa de los hambrientos
Esta frase, bienintencionada y muy de madres, puede ser compartida cuando se es adolescente. Pasados los años, el análisis de los asuntos que tocan lo referente a la caridad ha de ser más serio. Y es que si la caridad preocupa, evitaremos simplezas y frases hechas. Si a alguien le pregunto qué es lo más importante para construir un puente y me dice que la alegría, enseguida adivinaré que no es ingeniero. Hombre bien intencionado, pero prefiero poner en otras manos una obra.
Hay una razón de peso en los hogares para no tirar la comida, más allá del altruismo, y es que tiramos nuestro propio dinero. Desafortunadamente no siempre calculamos bien ni podemos predecir el hambre que tendremos en el día a día. Estos errores se traducirán en más dificultades para llegar a fin de mes. No estamos hablando del fin de mes de una casa en Somalia, sino de la nuestra. Estamos hablando de que puede que se rompa una tubería y no sepamos cómo afrontar el gasto extra.
La misma razón de peso sirve para que las empresas, tiendas o restaurantes no tiren comida: Pierden su propio dinero. Ojalá en vez de tirarla, la hubieran podido vender. Pero dado que no somos genios, siempre habrá comida que se tire.
Pero una pregunta: ¿qué significa tirar comida? ¿cómo se calcula la comida que tiramos? Porque si el cálculo está hecho sobre los restos orgánicos, la ecuación puede ser tramposa. Que necesariamente tiremos cáscaras de limón o las entrañas del pescado no quiere decir que tiremos comida, al menos tal como el común de los mortales entiende. Y por supuesto, siempre se puede estropear un alimento y es común dejar una pequeña sobra en el plato de comida.
¿Esto tiene algo que ver con la pobreza, por ejemplo, en África? Verdaderamente poco. Es una comparación básicamente tramposa. Podríamos intentar encontrar algo de razón en estas frases, pero fundamentalmente intentamos que comuniquen vasos que no son comunicantes. La riqueza en estos países vendrá cuando mejoren sus estructuras, mejoren sus vías de comunicación y optimicen el modo en el que intercambian bienes y servicios, entre otras cosas concentrando la población en núcleos medianamente grandes. Lo importante no es la naranja que caduca en nuestra casa, que con dificultad podremos mandar al Congo, sino que allí hagan cultivos de naranjas de fácil acceso a una población que se asocia y agrupa, algo que sí es factible y duradero.
Ojalá la caridad de la Iglesia haga un servicio inteligente donde hay necesidad. A ella sigo confiando mi dinero, mi caridad. Pero sobre todo, ojalá la responsabilidad e inteligencia de los pueblos sepa cómo organizarse y crecer. Con las naciones ocurre como con las personas. Por mucho que demos limosna a alguien, nunca saldrá de la miseria salvo que se forme, organice y trabaje. La mejor ayuda a una aldea perdida de la mano de Dios es, en muchas ocasiones, hacer comprender a sus habitantes que ese no es su sitio. La responsabilidad implica dolor. Y cuando hablo de trabajar, hablo de un trabajo responsable: ofrecer productos y servicios que se demanden, antes que empeñarse en cumplir el sueño de vender caprichosamente lo que nadie quiere.
Las frases hechas, dejémoslas en el buen recuerdo de nuestras madres.
A mi me parece una tomadura de pelo, que en Occidente siempre nos tengamos que culpabilizar del hambre del mundo, cuando la triste realidad, es que los países donde pasan hambre es porque son tremendamente corruptos (como el caso de muchos países africanos, o son dictaduras comunistas (caso de Cuba o Corea del Norte).
En los últimos decenos, se han enviado miles de millones a África, y no parece haber mejorado mucho la situación. ¿Alguien se ha planteado pedir responsabilidades a tales gobiernos corruptos? ¿alguien se ha planteado cambiar la estrategia, y en vez de enviar dinero, tal vez sea mejor enviar educadores? porque la triste realidad es que muchos de estos millones, están en manos de políticos corruptos, o han servido para comprar armas, o están en Suiza.
Ya me parece bien ayudar a los países pobres, pero también ellos tienen que poner algo de su parte ¿no ?
Estoy totalmente de acuerdo contigo, un restaurante hace una compra de alimentos y prepara comidas, pero resulta que no tiene suficientes comensales, no puede servir alimentos que puedan no estar en buenas condiciones, lo mismo pasa en colegios, hospitales, comedores de Cáritas e incluso en la Santísima Santa Marta, seguro que a veces les sobran alimentos cocinados o frutas que se ponen malas. ¿qué hacen con ellas? pues al contenedor orgánico. En los países que se pasa hambre o que la alimentación es muy pobre y simple, lo que hay que hacer es crear las estructuras necesarias para que se pueda cultivar más alimentos que puedan llegar a las ciudades, si no tendremos la paradoja de que países pobres por no tener buenas carreteras o buenos transportes también tengan que tirar alimentos por no poder trasladarlos a otros centros.
La única frase hecha que comparto al 100% es » Mejor enseñar a pescar que dar pescado «. Lo peor que le podía pasar a la Iglesia Católica es un pontífice demagogo, que encima exalta los países totalitarios. Nos ha caído una terrible desgracia. El daño es inconmensurable.