Los mártires de Malta. ¿Quién será el siguiente?

Desgraciadamente la actuación del Papa contra el superior de la Orden de Malta, el Gran Maestre Matthew Festing, parece haber marcado un antes y un después. No hablo de un juicio hacia el Santo Padre, sino de la sensación de muchos católicos de sentirse perseguidos.

La Orden de Malta es una orden soberana, reconocida como sujeto de Derecho Internacional, con embajada propia y estatuto de extraterritorialidad. El Vaticano le quiso hacer una comisión fuera de toda competencia, y como no pudo, el Papa pidió directamente al Gran Maestre que presentase su renuncia, algo que acató por su voto de obediencia. Lo demás, irá rodado.

Todo lo que habló el Papa Francisco sobre Lutero, la comunión a los adúlteros, las palabras equívocas, la dubia, etc., ha suscitado en muchos dudas de Fe y serios problemas de conciencia. Sin embargo, en este gesto se entrevé un ataque en toda regla. Podríamos, sí, encontrar precedentes en los insultos hacia fariseos anónimos, en el caso de los Franciscanos de la Inmaculada, en la relegación de ciertos obispos, en suspensiones a divinis, en despidos saltádose la debida delegación de competencias (véase el caso de los asesores de Müller)… pero de alguna manera, aún no pudiendo ser gestos acertados, aún pudiendo nosotros deducir que no fueron conforme a justicia, se podrían legitimar por la autoridad que corresponde al papado. Esta forma de proceder, sin embargo, va fuera de toda lógica y protocolo, sin respeto a la soberanía de las instituciones y sin mediar ningún escándalo más que la legítima decisión de destituir al antiguo Gran Maestre, algo que compete a la soberanía de la Orden.

Además, la altisonancia del gesto hace que muchos se pregunten si no media un castigo a Raymond Leo Burke en el que paguen justos por pecadores, o mejor dicho, justos por justos. Recordemos que Burke es uno de los cardenales que ha presentado la famosa dubia al Papa, siendo antiguo prefecto del importantísimo Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica, relegado al patronzago de la Orden de Malta, lo que le alejó de la curia y de archidiócesis como la de San Luis, con más de dos millones de personas y medio millón de católicos.

Cuando la actuación del Santo Padre se sale de los cauces naturales, la incomprensión aumenta y el temor también. Algo que no debería tener lugar en nuestra Iglesia.

La misericordia hacia el pecado, no hacia el pecador, es la llave para bendecir lo que viene del demonio. Y lo que viene del demonio no es misericordia, por lo que no es extraño que una mal entendida  misericordia desemboque en una falta absoluta de misericordia verdadera.

Desconozco los motivos del Papa Francisco para proceder como lo ha hecho. No los juzgaré porque solo Dios entiende de conciencias. Pero el hecho de que mucha gente teme, es incontestable. El hecho de que mucha gente no está conforme, también.

Ante esto le deseo al Santo Padre oración y prudencia. Y para nosotros, recordar las Bienaventuranzas, leídas hoy en la Santa Misa.

En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió al monte, se sentó y se acercaron sus discípulos; y, abriendo su boca, les enseñaba diciendo:
«Bienaventurados los pobres en el espíritu,
porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados los mansos,
porque ellos heredarán la tierra.
Bienaventurados los que lloran,
porque ellos serán consolados.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos,
porque ellos alcanzarán misericordia.
Bienaventurados los limpios de corazón,
porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados los que trabajan por la paz,
porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo».