La palabra misericordia viene del latín miserere (miseria), cor-cordis (corazón) e ia (hacia los demás). Es por tanto una apertura de corazón ante las miserias del prójimo. Es de gran interés saber que la palabra va unida a la afirmación de que lo que sentimos por el prójimo es lástima por sus miserias. Puede resultar un tanto frustrante para algunos que se moteje al pecado de tan despectiva manera. El error, la pena, el agravio, la carga, en definitiva, la miseria, es aquél pecado que pesa sobre el individuo. La misericordia le ayuda a él pero no deja de poner las cosas en su sitio. El pecado, el divorcio, la apostasía, el vicio, es la miseria. Contra ella, la virtud.
La antikasperiana etimología de la palabra misericordia
| 07 julio, 2015
Corrección de un lapsus:
«Sí, es posible que hayamos perdido la batalla en el derecho positivo sobre la definición civil del matrimonio. Ésa es una razón más que reclama que Iglesia ahora hable con voz clara y firme, sobre la verdad del matrimonio, a sus «pequeñuelos» para evitar que se debiliten y caigan con gran rapidez. Ése sería el verdadero escándalo.»
¿Por qué el “matrimonio” homosexual no es como el divorcio?
Padre Dominic Legge, O.P.
06 de Julio 2015
Thomas Reese, al escribir sobre el “matrimonio” gay en el National Catholic Reporter, sostiene que los obispos católicos de los Estados Unidos deben «admitir la derrota y seguir adelante.» Han hecho esto antes, afirma: Piensen en «sus predecesores que se oponían a la legalización del divorcio, pero perdieron,» y posteriormente “el divorcio ha sido aceptado si no en teoría, sí en la práctica, por ejemplo, mediante la contratación de las personas divorciadas. «Hoy en día, las instituciones católicas raramente despiden a la gente cuando se divorcian y se vuelven a casar,» y los divorciados vueltos a casar «obtienenner beneficios conyugales». «Nadie se escandaliza por esto», escribe.
Esto es como decir: El paciente ha estado tomando este veneno durante años, consiguiendo estar más enfermo y débil, y por consiguiente, vamos a triplicar la dosis. El argumento es un lobo con piel de cordero. Además, existen múltiples razones por las que el matrimonio gay es una amenaza diferente y de mayor calado que el divorcio, cuya admisión dañaría gravemente a la Iglesia. Fundamentalmente son cuatro:
En primer lugar, prácticamente nadie celebra el divorcio ni lo considera como un bien positivo. No hay desfile del “orgullo de los divorciados”. A lo sumo, algunos piensan en ello, como ocurre con el llamado derecho al aborto: una tragedia y un mal cuando sucede, pero una puerta de escape necesaria. Nadie grita pidiendo que los Obispos alaben el divorcio. Por el contrario, el matrimonio homosexual ha sido pregonado como un bien positivo, y la Iglesia “mostrará que no tiene ninguna compasión por quienes lo propugnan, hasta que los obispos, también, marchen en el desfile. No debemos hacernos ilusiones sobre las “fuerzas culturales” y su peculiar estilo. Muy pronto, la coacción legal tendrá como objetivo obligar a la Iglesia, no sólo a guardar silencio sobre el matrimonio gay, sino a alabarlo para integrarlo sin más, en la vida de la Iglesia.
En segundo lugar, mientras que el divorcio niega un elemento importante del matrimonio, no altera el tipo de relación de la que estamos hablando. Con el divorcio, reconocemos que el vínculo debería haber aguantado, pero no lo hicimos. Se necesita un nuevo acto jurídico que disuelva lo que se unió. Pero incluso en esto, todavía se capta la naturaleza del enlace en sí: entre un hombre y una mujer, que procrean hijos, lo que implica el sentido de permanencia, aunque sólo sea por el bien de la prole.
El matrimonio gay debilita el verdadero matrimonio de una manera diferente y mucho más peligrosa: Se socava su propia esencia, aplicando la palabra a algo completamente distinto, a una relación que en sí no tiene capacidad ni posibilidades de engendrar hijos, y por lo mismo no puede (sin la ayuda de la ley o de factores extraños), formar una familia. El matrimonio homosexual hace incluso, que sea cada vez más difícil, hablar de lo que es esencial en el verdadero matrimonio. La aceptación del matrimonio homosexual como una expresión genuina del matrimonio y su consideración como tal en el despacho parroquial, aunque pudiéramos luego mantenerlo al margen de la parroquia, sería inmensamente más destructivo que aceptar el divorcio (lo que ha sido malo). Cambia la esencia misma de la institución.
En tercer lugar, el divorcio y el nuevo matrimonio quedan a menudo, ocultos a la vista de la gente. A menudo no se sabe si alguien se divorció hace años, y es aún más raro saber si hubo una sentencia de nulidad. El matrimonio homosexual es obviamente diferente, y la amenaza de escándalo es mucho mayor.
En cuarto lugar, no es cierto que nadie se escandaliza cuando las instituciones de la iglesia contratan divorciados vueltos a casar. El argumento de Reese implica que nadie se sorprendería si contratamos a sacristanes divorciados (o recepcionistas parroquiales, casados con alguien del mismo sexo. El escándalo del que hablo Jesús no es un mero shock psicológico. Es más bien un skandalon, una piedra de tropiezo para otros que luego serán tentados a pecar. «Es imposible evitar que haya escándalos, pero ¡ay de aquél por quien vienen! Sería mejor que le encajasen en el cuello, una piedra de molino . . . «(Lucas 17: 1-2). ¿Es plausible afirmar que la aceptación generalizada del divorcio ha contribuido a más divorcios? El efecto será aún más poderoso con el matrimonio gay. Si la Iglesia acepta las nuevas normas culturales y legales sobre el matrimonio gay, en su vida institucional, aunque no en su culto, se dirá (en especial a los «pequeñuelos» de los que hablaba Jesús), que el matrimonio gay no es un tema importante. Incluso hoy en día, es un escándalo grave cuando una profesora católica se divorcia y se presenta en la escuela con su nuevo apellido. Todos los niños en la escuela lo saben. Enseña una lección más poderosa que cualquier libro de texto. Si se aceptase el matrimonio gay, el daño daría un salto cualitativo en su calificación y nocividad.
Sí, es posible que hayamos perdido la batalla en el derecho positivo sobre la definición civil del matrimonio. Ésa es una razón más que reclama a la la que Iglesia ahora hable con voz clara y firme, sobre la verdad del matrimonio, a sus «pequeñuelos» para evitar que se debiliten y caigan con gran rapidez. Ése sería el verdadero escándalo.
Nota: El Padre Dominic Legge, OP, es un sacerdote dominico, profesor de teología en la Facultad Pontificia de la Inmaculada Concepción en Washington, DC.
Sapienter, muy bien tu observación.
Kasper es un falso profeta,
Está empecinado dentro de un error moral.
Por más que hable y maquine,
su camino no es el camino de Jesucristo.