¿Hemos de seguir una encíclica?

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Vamos a hablar de teología de forma muy sencilla. Es lo que se hace cuando hay un problema de Fe. Es lo que hay que hacer cuando se discute el magisterio, cuando hay divisiones ante las declaraciones papales, cuando se cae en la herejía de divinizar y no entender la figura de Pedro para negar a Jesús tres veces, o para negar que Jesús es “el Cristo, el Hijo del Dios viviente”.

¿Cuándo el magisterio es infalible?

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Cuando así lo define el dogma: cuando el Papa habla ex cathedra, en virtud de Papa, en comunión con toda la Iglesia, sobre Fe o costumbres, y con intención de que la declaración sea definitiva. Es decir, el caso muy excepcional de un dogma, el último promulgado en 1950 (la Asunción de la Virgen).

¿Y para todo lo demás?

En el catecismo (no infalible) encontramos un acercamiento reglamentario, demasiado normativo, sobre el peso del magisterio de la Iglesia. Trata más bien de poner unas normas, antes que de profundizar en teología. Eso sí, los fundamentos razonados que sostienen esos esquemas, apoyados en la tradición y la lógica, tienen mucho sentido. Podríamos decir que el peso de una declaración magisterial se define por cuatro elementos:

  • El peso que desea que tome en nuestra Fe o moral; es decir, la solemnidad con que se declara.
  • La intención de que sea escuchado como doctrina definitiva o no.
  • La comunión con toda la Iglesia.
  • La comunión con la Tradición sagrada y con la tradición magisterial. Esto también incluye la coherencia con toda nuestra Fe y moral.

Es decir, que una declaración en avión tiene menos peso que una encíclica. Que una encíclica que solo se entiende en cierto contexto, que es política, que mañana puede ser contradicha por otro Papa, no tiene el mismo peso que una encíclica que recuerda y profundiza dogmas de Fe. Que una encíclica con pasajes al margen de la tradición, debe ser leída con sentido crítico desde una Tradición sí infalible y coherente con toda nuestra Fe y moral, lo que incluye la responsabilidad.

¿Cómo tomar entonces una encíclica “muy discutible”?

Creo que el ejemplo lo podemos tomar en un padre al que escuchar, respetar y obedecer. Entendemos que hay márgenes. Sabemos perfectamente cuándo nuestro padre nos decía una verdad indiscutible (“no mates, no robes, no hagas mal”…), cuándo nos decía algo discutible (“estoy seguro de que dejé la cartera encima de la mesa”) o cuándo decía algo circunstancial, no aplicable siempre (“a casa se vuelve antes de las 10”) . También nuestra madurez nos dice que nuestro padre siempre ha de ser tratado y escuchado como tal, pero que a veces puede decir algo muy equivocado (“tu hermano no sirve para nada”). Y también nuestra madurez nos dice que ante esas equivocaciones hemos de ser respetuosos, recordar los principios inmutables que él nos enseñó, que no inventó, y seguir defendiéndolos sin que lo accesorio nos distraiga. (“mi hermano sí sirve y tiene valor, no voy a discutir ni enfrentarme con mi padre, pero tal y como él me enseñó haré el bien, respetaré a mi hermano, y de forma inteligente voy a hacer ver su valía).

Queda claro, ¿no?

Creo que hay miedo a profundizar sobre cuestiones doctrinales tan elementales, por la sospecha de que por la grieta del sentido crítico venga la herejía o la ruptura con el magisterio. Pero no hay más remedio. Ya se luchará contra el error cuando toque. Un católico sigue la Verdad, y ésta suele ser compleja. Cuando se evita creyendo que así se preserva la Fe, es cuando se derrumba y viene la desunión. Cuánta gente no habría abjurado de la Iglesia estos años si les llegan a explicar esto y se les educa en la responsabilidad como creyentes. Estaban en el perverso callejón de tener que decidir entre Papa y Fe. Absurdo.

Comentarios
5 comentarios en “¿Hemos de seguir una encíclica?
  1. El artículo es incompleto. Falta decir que, a partir del Código de Derecho Canónico de 1983, también son infalibles las llamadas «verdades definitivas», es decir, aquellas que se coligen de las verdades dogmáticas. Que resultan de ellas. Sin las cuales las verdades dogmáticas no pueden entenderse. En este contexto, Juan Pablo II declaró que era imposible habilitar el acceso de la mujer al sacerdocio. Además, no es cierto que la última verdad declarada sea la Asunción de María Santísima. Aparte de la declaración mencionada, Juan Pablo II realizó dos más con carácter vinculante y claramente dogmático. Así, en la Encíclica Evangelium Vitae, declaró que el aborto y la eutanasia son incompatibles con la Fe católica. Léanse éstas y se observará que coinciden en su tono y significado con lo que describe el artículo de marras. Estas tres definiciones de Juan Pablo II son infalibles e irrevisables.

  2. No hay más que leer Spe Salvi para darse cuenta de que la respuesta es “no”: cuando presenta a Lenin como alguien que “quiere el bien pero está algo perplejo”.

    Discernimiento en todo, a eso hemos llegado: hasta en las Encíclicas.

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