Uno de los principales problemas de ser populista es que, como los discursos no se atienen a la lógica ni a la realidad, es imposible estar a la altura de ellos. – Si alguien demanda una economía humana, no podrá concretar con seriedad cómo, por el riesgo que supone que quizás esas fórmulas traigan otras igual o mayormente inhumanas. – Si alguien promete una Iglesia pobre, sin referirse a la pobreza evangélica, dificilmente lo conseguirá si no es a costa de descapitalizarla y/o arruinarla. (A mi me gustaría que todas las infraestructuras de la progresia fuesen bien pobres, por cierto) – Si alguien promete una Iglesia sin pederastas, dificilmente podrá cumplir, pues en todos sitios hay buenos y malos, y controlar la voluntad de las gentes hasta ahora no se ha podido. – Si alguien habla de un mundo sin guerras, dificilmente podrá decir cómo, pues a no ser que asimismo controlemos todas las voluntades de todos los gobernantes, de todas las ideologías, de todas las guerrillas… será imposible. Incluso habrá naciones que aún sin desearlo, no tengan otra opción que participar en ellas. – Si alguien habla de la misericordia de forma absoluta, cambiando su esencia y a no ser que considere el juicio como otra forma de misericordia, difícilmente estará a la altura de sus palabras, pues es imposible absolutizar la misericordia a causa de la ley natural, del mismo modo que sería imposible un mundo sin jueces o una lógica que eluda que quien roba es un ladrón o quien mata un asesino. Y así podría seguir hasta mañana. Populistas: menos lobos, caperucitas.
Handicaps del populismo

| 17 febrero, 2015
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