Os voy a reportar las reflexiones de un post que he leído. No significa necesariamente que esté de acuerdo con todo el contenido de la publicación, pero sí me llama la atención un fragmento que merece la pena compartir con vosotros: «Canals lo señaló con gran agudeza en El «derechismo» y su inevitable deriva izquierdista: «la derecha vino a ser aquel sector político que, en el ambiente del constitucionalismo liberal, quería salvaguardar el orden y la autoridad» siendo el orden que se trataba de defender «precisamente el nacido de la Revolución». De aquí la inconsecuencia, el tironeo inevitable en la conciencia de los exponentes de la derecha: «mientras la izquierda proclamaba que nada le parecería demasiado revolucionario, la derecha se esforzaba siempre por poner de relieve lo “moderado” y “prudente” de su actitud antirrevolucionaria, y se gloriaba por ello de poder mostrar, como testimonio de su amor a la libertad y al progreso, que no dejaba de ser considerada ella misma como revolucionaria por los “extremistas de la derecha”, por los “reaccionarios”. El resultado necesario de esta situación fue el constante desplazamiento hacia la izquierda, no sólo de la opinión y de los partidos, sino de la norma de valoración con que se juzgaba del derechismo y del izquierdismo». Para confirmación de lo dicho, vemos hoy cómo los partidos conservadores que veinte años atrás se oponían a la legislación del aborto, propia de las plataformas políticas de izquierda, han terminado por aceptarla mansamente -entre otras proclamas que corrieron idéntico albur. La homologación a siniestra, aceptadas las premisas revolucionarias, parece irresistible. «El “conservadurismo cultural” queda, pues, sumergido en una dialéctica “evolucionista” y “progresista”. ¿No consiste acaso su defensa en proclamar también que “somos nosotros” –los conservadores- los verdaderos “innovadores”, y que en resumen “la verdadera revolución –también en el orden de la cultura y del pensamiento- la hacemos nosotros”?».
De aquí la obligada y terminante distinción entre «conservadores» y «tradicionalistas», no siempre bien reconocida en el mareo habitual de los términos. Si aquéllos insisten en asumir a la política como el «arte de lo posible», cabe a los hombres de la Tradición recordar las prerrogativas irrenunciables de la Verdad, que hacen de la política, en todo caso, «el arte de hacer posible lo necesario». Lo que no supone buscar febrilmente una ilusoria equidistancia entre las dos alas políticas de la Revolución. Concluye Canals: «¿acaso defendemos como actitud adecuada la de neutralidad entre la derecha y la izquierda? De ningún modo. Creemos que conviene precisamente denunciar en el “conservadurismo” su inversión de valores y su fidelidad a los principios revolucionarios. Pero si alguien entiende por “derechismo” el auténtico espíritu de defensa del orden cristiano contra la Revolución anticristiana –y así lo entienden muchos que al atacar a la derecha defienden en el fondo el espíritu revolucionario-, entonces creo que no habría que hacer otra cosa sino proclamarse “ultraderechista”». Sacado de http://in-exspectatione.blogspot.com.es/2014/06/muy-la-derecha-de-francisco.html
¿Derechas o izquierdas?
| 19 junio, 2014