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Triste alegría

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Corría el año 1962 cuando el 11 de octubre, daba comienzo la inauguración solemne del Concilio Vaticano II. El objetivo del Concilio no era otro que “el sagrado depósito de la doctrina cristiana sea custodiado y enseñado en forma cada vez más eficaz”.

San Juan XXIII, papa, había creado personalmente el texto íntegro de inauguración del Concilio, Gaudet Mater Ecclesia. El Santo Padre ponía en el centro aquello que era necesario, aquello de lo que no se podía prescindir, la verdad: “…ante todo es necesario que la Iglesia no se aparte del sacro patrimonio de la verdad, recibido de los padres … no sea que suceda que la fascinadora atracción de las cosas visibles impida el verdadero progreso”.

“Después de esto, ya está claro lo que se espera del Concilio, en todo cuanto a la doctrina se refiere. El Concilio Ecuménico XXI, quiere transmitir pura e íntegra, sin atenuaciones ni deformaciones, la doctrina que durante veinte siglos, a pesar de dificultades y de luchas, se ha convertido en patrimonio común de los hombres.”

Hemos comenzado el curso pastoral intentando ser aleccionados de nuevo por nuestro Arzobispo de Madrid a través de su carta pastoral “A la misión: retornar a la alegría del Evangelio”.

Es evidente que nuestro Arzobispo considera que nuestra Archidiócesis ha perdido la alegría por el Evangelio. O quizá, sea su carta pastoral una proyección de la tristeza en la que él mismo vive.

Como todos sabemos la palabra Evangelio viene del griego y significa Buena Noticia. No considero que sea acertado retornar a la Buena Noticia. La Buena Noticia del cristianismo, el Evangelio, es un hecho del que ni se parte ni se retorna, sencillamente se trasmite o se retiene.

No hay alegría en el retorno al Evangelio, sino que el Evangelio es en sí mismo es transmisor de un mensaje de plena felicidad , de dicha plena. Motivo por el cual las bienaventuranzas no nos hablan de alegría sino de dicha.

Nuestro Arzobispo nos invita a reducir la misión de la Iglesia que peregrina en Madrid, retornando de un modo superficial a una alegría efímera del Evangelio. No debemos conformarnos con metas superficiales, la misión de la Iglesia es reconocer la dicha del Evangelio e “ir por todo el mundo” anunciándolo.

Este fue el mensaje que Jesucristo nuestro Señor trasmitió a los apóstoles, “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación” ( Mc, 16, 15) y hoy uno de sus sucesores, en Madrid, reduce el mandato misionero del Señor a retornar a una efímera alegría.

Nuestra Archidiócesis no necesita retornar al Evangelio para estar alegre. Sino que en el Evangelio está su dicha.

Pero si nuestro Arzobispo está preocupado por el retorno de la alegría a nuestra Archidiócesis basta con que cuanto antes nos den la buena noticia de la aceptación de su renuncia, que esperamos ya no se demore demasiado.

La carta pastoral de este nuevo curso, en un 80 %, está plagada de entrecomillados, se percibe muy poca alegría, mucha retórica y una exégesis del texto evangélico del Hijo Pródigo muy populista. Populismo que comienza desde el minuto uno afirmando: “a mi me gusta más llamar del Padre misericordioso”. Puede coger aire nuestro Arzobispo y estar tranquilo su “yo”, no es al único iluminado que se le ha ocurrido saltarse la tradición para renombrar este Evangelio.

La conclusión de la carta pone de manifiesto una verdad, ¡por fin una verdad! La afirmación de que esta carta es “una propuesta de trabajo para este curso que, seguro, será enriquecida en las comunidades parroquiales”

Tiene razón nuestro Arzobispo cuando afirma que “ la propuesta que os hago no es una utopía”. Estoy totalmente de acuerdo con él, sencillamente es una pérdida de fe.

Llevamos todo su pontificado entretenidos en planes diocesanos, años marianos y ahora alegrías misioneras que nos han alejado del objetivo para el cual fue convocado el Concilio.

Nuestro Arzobispo y su Consejo Episcopal se han dejado envolver en “la fascinadora atracción de las cosas visibles” lo que ha “impedido el verdadero progreso” de nuestra Archidiócesis y les ha alejado del patrimonio que San Juan XXIII pedía que no se apartase la Iglesia, la verdad.

¡Menuda alegría!, la del triste

Comentarios
5 comentarios en “Triste alegría
  1. Querer hacer exégesis del Hijo pródigo después de 2.000 años de coemntarios insignes: San Agustín, San Jerónimmo, San Gregorio Magno, san Isidoro de Sevilla….. es mal negocio para un matemático.

  2. Si Dios no lo remedia y sin mucho tardar va a seguir adelante la profanación del Valle de los Caidos que ha contado y cuenta con la colaboración pasiva del Ordinario del lugar, o sea, de Carlos Osoro Sierra. Aunque sólo fuera pasiva la colaboración uno se puede p`reguntar para qué quería ascender y ascender y ascender el pasiego matemático en cuestión si luego, una vez llegado a lo más alto, iba a manifestar tanta bajeza.

  3. ¡que “el sagrado depósito de la doctrina cristiana sea custodiado y enseñado en forma cada vez más eficaz”!

    Pues no ha dado ni una, ¿no?

    ¿está este señor seguro que ese era el verdadero fin del Concilio?

    ¿no será más bien vaciar las iglesias, cerrar los seminarios y hacer de los conventos hoteles bouquet?

    No hay peor ciego que quien no quiere ver.

  4. Usted sí que está triste! No
    Puede llamar parábola del Padre Misericordioso a esta parábola porque aún no se ha dado cuenta de que es el hijo mayor. Ya no sabe ni qué escribir. Vaya publicaciones más tontas últimamente. Yo rezo para que deje de ser un amargado y recupere la verdadera alegría.

    1. Usted sí que está triste! No ¿SI o NO?

      Puede llamar ¿QUIÉN OSORO, YO, SCOUT? parábola del Padre Misericordioso a esta parábola porque aún no se ha dado cuenta ¿QUIÉN OSORO, YO, SCOUT? de que es el hijo mayor.

      Ya no sabe ni qué escribir ¿QUIÉN OSORO, YO, SCOUT?.

      Vaya publicaciones más tontas últimamente ¿QUIÉN OSORO, YO, SCOUT?.

      Yo rezo para que deje de ser un amargado y recupere la verdadera alegría ¿QUIÉN OSORO, YO, SCOUT?.

      Usted sí que está alegra 🍾🍾 a la hora de escribir que no hay Padre misericordioso que le entienda

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