Corría el año 1415, cuando el 6 de julio Jan Hus, teólogo protestante de Bohemia formado en la Universidad de Praga, fue juzgado y condenado por el Derecho entonces en uso, lo que llevó a su detención por la inquisición y con el beneplácito de Segismundo emperador de Alemania, fue condenado de herejía en el Concilio de Constanza quemándolo en una hoguera.
Jan Hus quería que la Iglesia Católica fuera pobre y estuviese basada en el Evangelio, algo parecido a eso qué dice soñar el papa Francisco y uno de los grandes amigos de Osoro el padre Ángel.
Vivió este hombre en medio del que hasta hoy ha sido el gran Cisma de Occidente sufrido por el papa Gregorio XII.
Quiero destacar de este teólogo su legado sobre la verdad “busca la verdad, escucha la verdad, aprende la verdad, ama la verdad, di la verdad y defiende la verdad hasta la muerte”. Esta consigna por él proclamada no era un simple parloteo, ya que ese amor a la verdad le costó la vida.
Medio milenio después de su muerte, el Papa Juan Pablo II manifestaría: “siento el deber de expresar mi profunda pena por la cruel muerte infligida a Jan Hus y por la consiguiente herida, fuente de conflictos y divisiones, que se abrió de ese modo en la mente y en el corazón del pueblo bohemo”.
Y hace pocos años el Papa Francisco afirmaría: “es necesario continuar el estudio sobre la persona y la actividad de Jan Hus, que durante mucho tiempo fue tema de discordia entre los cristianos, mientras que hoy se ha convertido en un motivo de diálogo. Esta investigación, realizada sin condicionamientos ideológicos, será un servicio importante para la verdad histórica, para todos los cristianos y para la sociedad en su conjunto, incluso más allá de las fronteras de su nación”. Ninguno de los dos Papas ha pedido perdón por más que nos quieran vender qué Francisco es el Papa perdonador.
Ya he afirmado en el artículo “Osoro: ¿complejo Napoleónico o mala follá?” que Rouco se equivocó no marchándose del Palacio Arzobispal cuando, sin mucha sinodalidad, el Papa Francisco nombró a Osoro Arzobispo de Madrid. Pero cómo lo cortés no quita lo valiente, creo que es hora de romper una lanza y hacer justicia por la verdad a que nos hacemos referencia.
Esta lanza la debió haber roto Osoro en favor no ya de su predecesor sino en favor de la verdad que afectaba a su predecesor, y como Osoro va de pedagogo por la vida aunque escaso de licenciaturas, que de eso ya hablaremos, se lo vamos a pedir por medio de tres puntos, como él nos tiene acostumbrados.
1.- Escucha la verdad.
Por Complejo Napoleónico o por mala follá nuestro Arzobispo no desmintió ni mandó desmentir que Rouco no vive en ningún ático en la calle Bailen, lo cual sabía perfectamente. Fueron muchos los meses que la prensa amiga de algunos, la que al principio alababa el pontificado del Papa Francisco, tantos como los que Osoro se pasó viviendo a cuerpo de rey servido por unas pobres monjas que cuidan ancianos. Mientras a Rouco le atizaban, el peregrino Osoro, como le llamaban sus amigos, no podía disfrutar de los 3000 m2 del Palacio Arzobispal quizá por eso no desmentía el pim, pam, pum.
2.- Di la verdad.
Sabemos que esto es pedirle peras al olmo, pero la Archidiócesis desde este balcón al que muchos nos asomamos le exigimos decir la verdad. Publique o de la orden para que se publique, sin complejos napoleónicos y aunque sea tarde, una nota aclaratoria desmintiendo que Rouco vive en un ático, las facturas de la obra de adecuación de la vivienda para que quede constancia que después de esa obra vinieron otras más suntuosas de las que hablaremos o, ¿se hizo esa obra con dinero negro?, la titularidad del propietario del piso donde vive Rouco, el fin del uso de ese piso y si los sacerdotes que allí vivían antes que Rouco fueron a un piso del edificio de la calle Barquillo propiedad de la Fundación Fusara. Para qué vea que le pedimos toda la verdad no la que defiende a Rouco.
3.- Defiende la verdad.
Es de justicia que usted defienda esta verdad que marcó el inicio de su pontificado, y que tanto daño hizo al buen nombre de su predecesor como al de la Archidiócesis de Madrid. Fíjese que no le pedimos que defienda a Rouco, ya es él mayorcito para defenderse sólo y además hay que ser muy valiente para defenderle, sólo le pedimos, y mire que esto es sencillo, defender la verdad, que incluye contar que si usted es capaz, y no nos haga dudar de esto, de cumplir estos tres puntos pedagógicos, nuestra Archidiócesis y usted mismo podrán afirmar cómo el Papa Francisco, respecto de Jan Hus, que “esta investigación, realizada sin condicionamientos ideológicos, será un servicio importante para la verdad histórica, para todos los cristianos y para la sociedad en su conjunto, incluso más allá de las fronteras de su nación”.
Les recuerdo aquello de mi primer artículo “Iglesia de Madrid, ¡que corra el aire!”, nuestros balcones miran a la Catedral, pero de una forma muy amplia y en esa amplitud se ve un edificio sin áticos, ¿sí o no?, la verdad.
Para que yo te responda, antes me tienes que preguntar; para que haya reforma laboral, antes tiene que haber trabajadores; para que haya Reforma Protestante, antes tiene que haber protestantes.
¿Cómo podía haber un teólogo protestante en 1415, cien años antes de la Reforma protestante?
Porque los protestantes se lo quedaron cien años después.
Para que yo te responda, antes me tienes que preguntar; para que haya reforma laboral, antes tiene que haber trabajadores; para que haya Reforma Protestante, antes tiene que haber protestantes.