Zasca de Germinans a Omella

Me pregunto si hay mucha diferencia entre Omella, vilipendiado habitualmente por la Cigüeña, con utilización medial de Germinans, y el Osoro madrileño, quien, a pesar de estar vaciando el seminario y privilegiar a los heterodoxos, goza hasta de la predilección de quien aún no se le ha visto una crítica medianamente seria. Sinceramente no entiendo estas dos varas de medir. Espero se corrija.

Las diócesis catalanas necesitan una profunda revolución si quieren librarse del abismo al que se están acercando de manera acelerada. Una revolución que no tendría que ser especialmente dolorosa, pues hay mimbres sobrados para la reforma. Hay laicos muy preparados –paradójicamente mucho más que algunos profesores de san Paciano, no digamos que los monjesmontserratinos o los de Poblet– que sufren en silencio su soledad. Periodistas, por ejemplo, que podrían enmendar el desmadre de la Facultad de Blanquerna, abogados que regirían con doctrina y sólido ejemplo el timón de la fundación Bofill (pobre Bofill si viviera), científicos que enderazarían las torpezas del Instituto de Bioética Borja, pero todo eso y mucho más se está muriendo en el altar de un separatismo burdo y cateto de rectores de las principales instituciones de las diócesis y las archidiócesis. Los casos de pederastia y homosexualidad ya han sacudido algunos sectores. Poco a poco va apareciendo en el horizonte obscuros tropiezos económicos, como el hotel de las Corts. Cuando esos problemas apenas insinuados salgan con toda su virulencia encontrarán una Iglesia inerme, pero no precisamente por el evangelio. Omella no sirve para nada. Es un cero a la izquierda: sin formación, manipulado en su debilidad, servil a ojos vista de un poder que ni él mismo conoce, pero que le humilla sin piedad.