Salamanca no ha tenido suerte en el reparto episcopal. Desde hace muchos años. Ni uno bueno. Y alguno, pésimo.
Rubio Repullés (1964-1995), una infinidad de años nefastos de los que todavía no se ha recuperado la diócesis, Rodríguez Plaza (1995-2002), años perdidos, y Carlos López (2002- ), años inútiles. Gran error del cardenal Rouco, que además le salió ingrato. El de Papatrigo resultó papamoscas. Por no extremar calificativos por más justificados que pudieran estar.
Carlos López está ya más que amortizado incluso antes de su amortización, cumple 75 años el próximo 4 de noviembre y no se merecería ni un día más. Mucho más por la nada que por algo. No falta quien asegura que cualquier algo, por ínfimo que sea, excede con mucho a su voluntad y a sus bufandas. Posiblemente lo único que se hayan visto en la diócesis: las bufandas.
Pues este obispo, aterrado siempre por todo, no digamos ya por el corona virus, ha dejado a Florentino la responsabilidad ante la situación y el cebollino, lejos de mí decir pollino, dispuso que «la comunión solo en la mano».
https://www.diocesisdesalamanca.com/noticias/recomendaciones-ante-el-coronavirus/
Pues si por pollino y desatino el tener a Florentino y por harto estrafalario mantenerle de vicario a un inútil tan palmario acreditan al tal López, esperemos que ante tanta dolencia, carencia e insolvencia, el 4 de noviembre de este año le manden a pasear sus bufandas ya ante gentes sin hopalandas.
Salamanca una vez más, penosa.