Nuestra religión no es una religión de capillitas. Necesariamente tenemos muchos templos, en la capital del obispado y en los restantes lugares del mismo. En ellos se desarrolla normalmente nuestra vida cristiana. Pero hay uno que es el de todos. La sede del obispo, sucesor de los Apóstoles. Por quienes estamos conectados a Pedro y por ellos y por el Papa a Cristo. Los católicos tienen muy olvidada a su catedral. Que a veces, además, es un lugar frío, inhóspito y oscuro a donde no va nadie salvo para contemplar maravillas de arte en no pocas de ellas. Pero tristísimo destino de las catedrales si fueran lugar de cita de los turistas y no de los católicos. Don Demetrio, excelente pastor de la diócesis cordobesa, que todo lo hace bien, entiéndaseme esto en sentido analógico porque sólo es Dios, y su Santísima Madre los que hacen todo bien, nos ha dejado unas palabras que todos deberíamos meditar y que nos hagan acercar a nuestra catedral. Es la única iglesia en todos los obispados que tiene el nombre de Santa. La Santa Iglesia Catedral. Digna de todo aplauso la decisión de las cofradías cordobesas de pasar todas por la catedral en estación de penitencia durante su recorrido procesional en la Semana Santa. Pero eso no puede ser cosa de un día. La catedral tendría que ser nuestra casa todos los días del año. Sin duda con diversos asistentes. Todas las parroquias, hasta las de los pueblos más lejanos de la diócesis, tendrían que pasar por ella periódicamente. Como tales. Aunque es pura evidencia la imposibilidad de que lo hagan todos los parroquianos. A la catedral. Con culto notable. No una misa tempranera en la que cuatro venerables canónigos, con casi más años que Matusalén, recitan el oficio divino y luego celebran misa para no más asistentes. Con otra a mediodía y otra al atardecer a las que sumándose algunos turistas hacen un número insignificante. No podemos seguir dejando vacías nuestras catedrales. Y para ello se tienen que poner las pilas los obispos. El obispo tiene que ser conocido por su pueblo porque para eso es el Padre del mismo. Muy bien que se inculquen a los padres sus deberes con sus hijos, que les quieran, les cuiden, les eduquen, estén con ellos el mayor tiempo posible… pero no se compadece con eso que el obispo, padre de sus fieles, sea el gran ausente y el gran desconocido. Algo así como aquel padre en América, del que las madres no se cansan de hablar pero al que los hijos no han visto nunca y hasta es posible que nunca verán. Y que tal vez haya hecho incluso otra familia en América. La catedral, la casa del obispo, es el lugar idóneo para que se produzca periódicamente ese encuentro. En el que los fieles escuchen a su obispo, le vean, y a la salida de la misa unos cuantos puedan besar su mano. Y hasta hacerse un selfie. Claro que están las visitas pastorales. Pero pueden demorarse años. Y no es normal el encuentro con el padre cada diez o quince años. Y además, de lejos. No vienen días fáciles y menos para los obispos ignotos. A los que sus fieles no aman. Porque no se han dejado amar. Pues, lo dicho: a ponerse las pilas. Don Demetrio siempre las llevó puestas. http://infocatolica.com/?t=opinion&cod=26232
Unas muy hermosas palabras del obispo de Córdoba. La catedral es nuestro templo matriz, la Iglesia de todos
| 26 marzo, 2016
Bueno, don Cigoña, ya veo que no hay cojinetes para comentar la rendición de Osorete ante nuestras tesis y la humillación a los obispos carcas de Getafe y Alcalá. Entiendo que le duela comprobar como su obispete se suma a una neoiglesia para todos y todas, inclusiva de espiritualidad periféricas, pero es ley de vida: ¡Renovarse o morir!
Pues a ver cómo conseguimos que haga menos frío en el interior de las catedrales. Las celebraciones suelen ser larguísimas, y si no somos más generosos en las aportaciones tendremos que seguir pasando un frío intenso en invierno, cosa que no todos pueden permitirse por serios motivos de salud. No digo que estemos con en nuestras casas, pero al menos que se mitigue un poco esa «heladera».
Aparte de para que el obispo celebre el culto cuando lo estime oportuno, las catedrales están para que los canónigos celebren diariamente la liturgia de las horas con el máximo esplendor posible. Es una lástima que esta tradición se haya perdido en la mayor parte de las catedrales españolas.