Llevo un tiempo queriendo recoger un hecho de la masacrada diócesis de Gerona pero siempre hay algo que lo pospone. Llegará lo de Gerona. O no. Dios los sabe. Ahora os voy a hablar de otra cosa. De la comunión de los santos aunque uno ni les llegue al calcetín. Es un dogma de nuestra fe que, además, en muchas ocasiones lo sentimos verdad en nuestros corazones. Por gracia de Dios. Que nos da esos consuelos. Pero no a uno, que ya sería bastante, sino a más en lo mismo.
Recordaba ayer, o anteayer, a tres queridísimos amigos a los que tenía que agradecer lo verdaderamente importante. Su testimonio de amor a Él verdaderamente contagioso. Y les daba a ellos y a Dios mi agradecimiento por ello, por confirmar mi fe. Un mosén catalán y dos laicos mesetarios. Mi recuerdo emocionado ha dado lugar a dos testimonios de amigos personales que coinciden en mi consideración por los fallecidos. Uno está en el Blog pero tal vez perdido entre los comentarios. El otro en una carta privada.
No deja de ser curioso, vayan ustedes a saber si providencial, que personas distintas, de conocimiento muy reciente y ajeno a nuestras trayectorias vitales, salvo el blog, tengamos tanta coincidencia y tantos amigos comunes. Maravillosos amigos por otra parte. Se ve que dejaban honda huella en quienes les conocían. Por algo sería.
Canali, en el Blog, ha dejado simpática constancia, y admirativa, de mis inolvidables mosenes de Reus. Al que le era más próximo yo no le conocí. A los demás, muchísimo. Os la rescato porque hay lectores que no entran en los comentarios.
«Yo esto estuve un año de prácticas en la Base Aérea de Reus -ya inexistente- y al quedar efectivo me enviaron forzoso a Mallorca, cosa que sentí en el alma y a pesar de las laboriosas gestiones de Mossèn Eugeni para que me quedase.
Fue para mí un año muy feliz, pues además de las constructivas experiencias en el ministerio específico, juzgo que fue un honor inmerecido tratar con estos buenos sacerdotes. Casi todos los domingos Mossèn Robert me invitaba a comer a la Canonge, alguna vez fue en casa de Mossèn Espolet -de venerable memoria para mí, el Párroco de Sant Joan de Reus- Se me invitaba a predicar horas santas, a confesar, sobre todo en la Parroquia de Mossèn Espolet .Formaban una auténtica Fraternidad Sacerdotal en el más noble sentido de la palabra. Hicieron atractiva a Cataluña y la Santa Iglesia en momentos en que se insinuaba la grave crisis que estamos viviendo.
Muchas veces les encomiendo y me encomiendo a ellos. Que Dios tenga en su gloria a Mossèn Llagosera, Mossèn Albert Espolet, Mossèn Robert, Mossèn Eugeni y todo este benemérito grupo de santos sacerdotes».
La otra me ha llegado por correo. Y os la transcribo omitiendo apenas alguna mención personal identificativa porque igual no quiere ser identificada salvo por mí:
«Estimado amigo:
He leído la noticia en su blog, y recibo la monumental sorpresa de
conocer, en la misma entrada, la noticia del fallecimiento de Eduardo
Moreno.
Tuve la suerte de conocer a Eduardo en 1997, siendo presidente Diocesano
de la Adoración Nocturna de Ciudad Real. Cuando (…) me acogió con gran cariño y
afecto: le visitaba con frecuencia en su despacho (de estilo español,
precioso) de administrador de fincas en pleno centro de Ciudad Real,
presidido por un enorme crucifijo, por la imagen en bronce y a caballo
de Isabel la Católica y lleno de referencias a su querida adoración
nocturna (y a fuerza Nueva, también). Me invitaba con frecuencia a tomar
unos vinos en un bar pequeñito en el que se reunían otros adoradores y
que era siempre la ultima instancia de todo consejo diocesano. Eduardo
era todo un señor. Que Dios le premie tantos desvelos por Él y por su
iglesia.
Andrés, D. Andrés, como le llamábamos en Orgaz, tenía 84 años. Era el
tercero de 5 hijos: Carmen, la mayor, viuda del Dr. Vallano, con su
mente plena y lúcida; Augusto, fallecido el verano pasado; Andrés;
Adela, recientemente enviudada de Enrique Pinillos, fallecido a finales
de octubre del año pasado y también hijo de asesinado en la guerra, y
otro más pequeño que apenas contaba un año cuando asesinaron a su padre
y que falleció al acabar la guerra, con cuatro o cinco años.
Yo tuve la inmensa suerte de conocer y recibir un aprecio desmedido por
parte de su madre, Dña Adela. Fueron, junto con una hermana de su marido,
monja carmelita del convento de san José de Toledo, las únicas
supervivientes de toda la familia. -(…), me decía siempre, «todo lo
que hagas, hazlo por Dios!» Ese es su gran mensaje, testimoniado por
muchos ejemplos de su vida: compraba verduras y daba trabajo a los
familiares de los asesinos de su marido; formando parte de las
conferencias de San Vicente Paul, antes de Cáritas, en el barrio que le
tocaba visitar, tuvo que atender a unos de los asesinos, que murió
posteriormente de tuberculosis, dejando viuda e hijos que se llevó a
trabajar a su casa para que ganaran el jornal….y así muchísimos
ejemplos de una gran mujer que materializó en su vida lo que su marido
la pedía en aquellas palabras de despedida: perdona y haz el bien. Hizo
promesa de permanecer en vela ante el Monumento de Jueves Santo toda la
noche si no se llevaban a sus hijos a Rusia, como la habían amenazado
los miembros del comité local. Y cumplió, hasta nonagenaria, arrastrada
por sus hijas ante la negativa de abandonar la vela al Santísimo a
altísimas horas de la madrugada, hasta que un accidente vascular la
provocó una hemiplejia de la que ya no se recuperaría provocando su
fallecimiento en septiembre de 2003.
Imagínese la impresión que me causó cuando, en colaboración con nuestro
común amigo D. Jorge López Teulón, exhumamos los restos de D.
Andrés, mártir, sepultado junto con su tío sacerdote Vicente, durante las
obras de arreglo de la Cripta -Capilla de los Martires. Pude comprobar
como aquellas reliquias seguían gritando «Viva Cristo Rey». Dña Adela
siempre me había contado que a su marido le metieron el cañon en la boca
y dispararon al pronunciar este grito de confesión; lo que yo pude
comprobar fue una bóveda craneana inexistente y deshecha por efecto del
disparo, seguramente realizado con una escopeta de caza.
No le quiero entretener más. Yo siempre me encomiendo a D. Andrés y a
Dña Adela, pues si el primero sufrió en martirio sangriento que sella
toda una vida de fe, la segunda, durante toda su vida, sufrió el
martirio de la soledad esponsal, el dolor de una familia destruida, y la
esperanza de volver a verse en el cielo como predijo su marido aquella
noche de agosto. Creo firmemente en la santidad de estos esposos,
santidad que no necesita decreto alguno.
Un fuerte abrazo. Recemos por Andrés y por Eduardo, para que contemplen
para siempre cara a cara a Aquel a quien tantas noches adoraron en la
Eucaristía.
Aftmo en el Señor».
¿Cómo sería posible que no creyera en la comunión de los santos con unos santos así. Sé, por lo que he leído, que el Señor envía noches oscuras del alma a los más escogidos de su amor. A los miserables nos envía testimonios maravillosos para seguirle. Él sabe, con su infinita sabiduría, lo que cada uno puede soportar. Y su carga es suave y su yugo ligero. A cada uno según sus propias fuerzas. Las mías deben ser tan limitadas que sólo me envía maravillosas caricias. Mis amigos, los amigos de mis amigos. ¿Quién podría pedir más?
http://www.religionenlibertad.com/la-cripta-de-los-martires-de-orgaz-3-43355.htm
Para ilustrar esta entrada tomo la fotografía del padre de Andrés, siervo de Dios y espero que pronto beato, asesinado a los 33 años, mártir y que se llamaba exactamente igual que mi amigo: Andrés Salgado Ruiz-Tapiador.
Es precioso el articulo
Parece que incluso en la devastada Gerona de Camprodón no todos los gatos eran ni son Pardo.