UN NUNCIO NEFASTO Y LA DECADENCIA DEL EPISCOPADO AR GENTINO

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UN NUNCIO NEFASTO Y LA DECADENCIA DEL EPISCOPADO AR GENTINO

Hace muchos años nuestro Episcopado era muy respetable. Existían figuras descollantes como Tortolo y muchos otros que lo acompañaban como Caggiano, Bolatti, Castellano, Vicentín, Buteler, López, Bozzoli, Derisi, Quarracino, Galán, di Stéfano, Ogñenovich, Menéndez, Arana, Bredice y otros.

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Hubo etapa intermedia en la cual se destacan Primatesta, Arancedo, Bianchi di Cárcano, Storni, Iriarte, Raspanti, Maccarone, Zecca, Ponce de León, Gera, Giaquinta; además está el “Club de San Isidro” con Laguna y Casaretto; y como si fuera poco, una izquierda marcada con de Nevares, Hessayne, Devoto, Angelelli, Podestá, líder de los obispos casados. Frente a esa nueva mayoría, algunos resistentes como Baseotto, Lona, Martínez Perea, Aguer, entre tantos obispos ubicuos, sin contornos claros.

Hoy, tenemos un Episcopado nada respetable, integrado entre otros por García Cuerva, Mestre, el Trucho Fernández, Ojea, Rossi, Lozano, Buenaventura, Gabriel Barba, el destructor de la iglesia de San Luis. Así como Barba destruye la obra de Laise y sus continuadores, Poli destruyó lo de Bredice en La Pampa y el “Trucho”, lo hecho por Aguer, sobre todo, la obra del seminario de La Plata.

En el tránsito decadente hubo una mano que durante el tiempo que estuvo aquí, movió muchos piolines. Hombre inteligente, buen diplomático, supo moverse y sin agitar demasiado las cosas fue eligiendo lo peor. Un día fue un jesuita oriental, el P. Horacio Bojorge, agudo e inteligente, en una comida en casa de Gerardo Palacios Hardy, dio en la tecla al decir que el nuncio Calabresi era el responsable de la decadencia del episcopado local. Inmediatamente un conspicuo clerical salió a defenderlo, pero los demás vinculamos la acusación de Bojorge con algunos hechos que pintan al nuncio de cuerpo entero.

Así, un día, en el Teatro Santa María se representó la obra de Bernanos “Diálogo de Carmelitas”; a su término Calabresi dijo unas palabras de elogio a la obra, que mostraba el sentido visceralmente anti cristiano de la Revolución Francesa.

Pocos días después, aparece en los diarios una foto del nuncio en el C.A.R.I, organismo no gubernamental rindiendo homenaje a la misma Revolución.

En un reportaje a un matutino publicado el 4 de mayo del 2000, Calabresi declara: “no tuvimos ningún conflicto con el presidente Alfonsín, tuvimos una buena colaboración, un entendimiento”.

¿Para qué? ¿Para promover lo denunciado por el arzobispo de San Juan, Ítalo Di Stefano al señalar lo que sucedía “cuando se desmerece a toda jerarquía de personas y de valores; cuando se desprestigia la familia, su naturaleza, su dignidad y su función irremplazable; cuando se desvirtúa la función de la sexualidad, cuando la religión es desprestigiada en sus principios y en sus ministros; cuando la ironía y la calumnia desplazan a la verdad histórica; cuando al pudor se lo considera tabú, un prejuicio o un atraso en la evolución de la historia; cuando por liberación se entiende el desenfreno y el avasallamiento de las normas elementales que brotan de la misma naturaleza humana; cuando por educación sexual se entiende el exhibicionismo morboso, o curiosidad y avidez también

morbosas; cuando el docente ve restada su primacía en la enseñanza, cuando se enseña que la familia ha dejado de ser la transmisora natural de la cultura, para ser suplida por el Estado ideologizado, cuando se fomentan las luchas de clases y la instalación de las contradicciones; cuando se enseña que el hombre responde a sí mismo como un absoluto, y se desconoce la responsabilidad trascendente ; cuando la pornografía adquiere la categoría de arte, cuando se ha logrado la institucionalización de la homosexualidad y la legalización de la tenencia de drogas; y cuando docentes, jueces y funcionarios, de reconocida probidad, prudencia y sabiduría ven peligrar sus cargos y sus cátedras por sus convicciones opuestas a ciertas ideologías y a toda degradación” (Homilía del primer domingo de marzo de 1985).

En total coincidencia con di Stéfano, la situación fue denunciada por el Instituto de Filosofía Práctica en su declaración acerca “De la necrofilia argentina y el legado de Raúl Alfonsíndel 22 de abril de 2009 en “Doce años de declaraciones que no necesitan aclaraciones”, Infip, Buenos Aires, 2017, págs. 69 a 73)

La colaboración del nuncio rivaliza en perversidad con la prometida por el “Trucho” Fernández a Kicillof al comenzar su primer gobierno.

Interrogado acerca de la ley de divorcio, el nuncio respondió: “No afectó las relaciones. Pasó como una cosa fuera de lo ordinario pero democrática”. Este es el criterio. Ya no son la ley natural y la ley divina positiva, las que señalan el rumbo, sino la voluble y veleidosa voluntad popular. Entonces fue el divorcio, después el sodomonio, después el aborto y así seguimos. Son los cultores de la diosa democracia, herramienta útil para destruir a la sociedad argentina.

Como vemos un nuncio que prefirió olvidar los principios de la ley natural y de la ley divina positiva y rendir culto a la diosa democracia, ídolo de todo democratista. Hoy soportamos su legado.

Buenos Aires, abril 10 de 2024

Bernardino Montejano

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