6 comentarios en “Un, en mi opinión, acertado retrato del fallecido obispo Uriarte”
En Zamora hizo mucho bien y fue un estímulo para nuevas vocaciones, hasta aquella tierra fue Mayor Oreja que quedó prendado de las conversaciones con el Obispo.
Poco después fue llamado por Aznar para intentar poner fin al terrorismo, no lo lograron, pero lo intentaron.
Al final fue Zapatero el que tuvo éxito y consiguió la paz.
En esta vida, hay que arriesgarse, moverse, ser útil, los que no hacen nada nunca se equivocan.
Uriarte
Un sujeto infame y un obispo peor. Un miserable en cualqueir caso, como tantos otros curas en las vascongadas. Una basura humana y eclesial.
Creo que este es mucho mejor resumen y mas corto. No merece mas atención.
En otro tiempo (y muy especialmente en Cataluña y Vascongadas) era frecuente posponer al nombre del varón el de María: Luis María, Antonio María, Francisco María, Juan María, etc. Actualmente, según el INE, los apelativos compuestos no llegan ni al 10% de los niños inscritos en el Registro Civil, lo cual ha afectado en grado enorme a esos antroponímicos; si ya es difícil encontrar a un niño de guardería con nombre compuesto, mucho más lo es que lleve María de segundo apelativo. Es verdad que sigue habiendo miles de españoles llamados, por ejemplo, José María, pero su edad media indica que no tienen relevo: cada vez son menos y más viejos. Y no lo digo yo: es el INE.
Querido Paco Pepe, entre las loas al obispo fallecido resulta significativa la de Martínez Gordo, porque refleja el talante de esos sacerdotes y obispos separatistas que sin rodeos ni vergüenza prestan culto al dios nación. Fue sintomático el pase de Setién de la mitra a la asesoría aúlica de Ibarreche. Según la información diocesana, Setién dejaba la diócesis por enfermedad. No pasó ni una semana para que nos enterásemos que fungía de asesor de Ibarreche, librado de la mitra. Muy enfermo no debía de estar. La verdad es que Setién retorcía su misión con aspavientos y frases sonoras, como la fotografía esa que pasa por delante de un grupo de personas que claman paz y, con desprecio, avanza hacia el Buen Pastor. Esa foto es impagable. Como impagable resulta la frase de respuesta a María San Gil que le pedía ayuda para los perseguidos por ETA: «A no todos los hijos se les quiere igual», que era una manera de decir que los no separatistas eran «hijos de bastardía».
Visité la catedral de Zamora cuando el obispo recién fallecido era el titular de allá. Me produjo una sensación de abandono de la casa de Dios, con las paredes desconchadas. Pero eso no sería importante si otros datos no resultaran más sobrecogedores. Cuando ETA mató a Portell, cuenta Martínez Gordo que le escribió una carta a su esposa, un movimiento de caridad, de calor, sin duda. Pero era en la obscuridad de la vida privada. Delante de los asesinatos de ETA, tan callado y tan obediente a los dictámenes del secesionismo que se valía del asesinato como el resto del clero vizcaíno. Coincide la noticia de esa carta con las memorias de la hermana de Ordóñez. Ni un movimiento de solidaridad, ni una señal de condena de ETA por parte de obispos y curas donostiarras. La equidistancia de Setién y de Uriarte ha hecho un gravísimo daño al evangelio. En vez de clamar contra el asesinato, retorcer la historia y encumbrar en el ara del altar a una mística pagana de un pueblo que, si nos atenemos a la genética, guarda un estrecho parecido con las poblaciones del norte de Africa. La genética de poblaciones desmiente la necedad esa de pueblo vasco. Pero apelar a la genética de poblaciones ante unos sectarios que no se lavan la sangre ajena que llevan en las manos es pérdida de tiempo. A la Iglesia en el País Vasco le faltó valentía y amor al Evangelio. Le sobró doblez y mendacidad.
En Zamora hizo mucho bien y fue un estímulo para nuevas vocaciones, hasta aquella tierra fue Mayor Oreja que quedó prendado de las conversaciones con el Obispo.
Poco después fue llamado por Aznar para intentar poner fin al terrorismo, no lo lograron, pero lo intentaron.
Al final fue Zapatero el que tuvo éxito y consiguió la paz.
En esta vida, hay que arriesgarse, moverse, ser útil, los que no hacen nada nunca se equivocan.
Así es apreciado TARAZANAS e imagino, que se queda corto. Pues el finado se habrá encontrado con la VERDAD
Uriarte
Un sujeto infame y un obispo peor. Un miserable en cualqueir caso, como tantos otros curas en las vascongadas. Una basura humana y eclesial.
Creo que este es mucho mejor resumen y mas corto. No merece mas atención.
En otro tiempo (y muy especialmente en Cataluña y Vascongadas) era frecuente posponer al nombre del varón el de María: Luis María, Antonio María, Francisco María, Juan María, etc. Actualmente, según el INE, los apelativos compuestos no llegan ni al 10% de los niños inscritos en el Registro Civil, lo cual ha afectado en grado enorme a esos antroponímicos; si ya es difícil encontrar a un niño de guardería con nombre compuesto, mucho más lo es que lleve María de segundo apelativo. Es verdad que sigue habiendo miles de españoles llamados, por ejemplo, José María, pero su edad media indica que no tienen relevo: cada vez son menos y más viejos. Y no lo digo yo: es el INE.
Don Paco Pepe, ese en mi pueblo es uno de los comandos de apoyo a ETA, en este caso el comando clerical.
Querido Paco Pepe, entre las loas al obispo fallecido resulta significativa la de Martínez Gordo, porque refleja el talante de esos sacerdotes y obispos separatistas que sin rodeos ni vergüenza prestan culto al dios nación. Fue sintomático el pase de Setién de la mitra a la asesoría aúlica de Ibarreche. Según la información diocesana, Setién dejaba la diócesis por enfermedad. No pasó ni una semana para que nos enterásemos que fungía de asesor de Ibarreche, librado de la mitra. Muy enfermo no debía de estar. La verdad es que Setién retorcía su misión con aspavientos y frases sonoras, como la fotografía esa que pasa por delante de un grupo de personas que claman paz y, con desprecio, avanza hacia el Buen Pastor. Esa foto es impagable. Como impagable resulta la frase de respuesta a María San Gil que le pedía ayuda para los perseguidos por ETA: «A no todos los hijos se les quiere igual», que era una manera de decir que los no separatistas eran «hijos de bastardía».
Visité la catedral de Zamora cuando el obispo recién fallecido era el titular de allá. Me produjo una sensación de abandono de la casa de Dios, con las paredes desconchadas. Pero eso no sería importante si otros datos no resultaran más sobrecogedores. Cuando ETA mató a Portell, cuenta Martínez Gordo que le escribió una carta a su esposa, un movimiento de caridad, de calor, sin duda. Pero era en la obscuridad de la vida privada. Delante de los asesinatos de ETA, tan callado y tan obediente a los dictámenes del secesionismo que se valía del asesinato como el resto del clero vizcaíno. Coincide la noticia de esa carta con las memorias de la hermana de Ordóñez. Ni un movimiento de solidaridad, ni una señal de condena de ETA por parte de obispos y curas donostiarras. La equidistancia de Setién y de Uriarte ha hecho un gravísimo daño al evangelio. En vez de clamar contra el asesinato, retorcer la historia y encumbrar en el ara del altar a una mística pagana de un pueblo que, si nos atenemos a la genética, guarda un estrecho parecido con las poblaciones del norte de Africa. La genética de poblaciones desmiente la necedad esa de pueblo vasco. Pero apelar a la genética de poblaciones ante unos sectarios que no se lavan la sangre ajena que llevan en las manos es pérdida de tiempo. A la Iglesia en el País Vasco le faltó valentía y amor al Evangelio. Le sobró doblez y mendacidad.