Ayer estuvimos en Toro visitando, y gozando, Las Edades del Hombre y aquella hermosa ciudad. Como me ocurrió en todas las muestras anteriores, y hemos estado en casi todas, esta es la XXI edición, os recomiendo la visita porque verdaderamente vale la pena. No son últimamente estas exposiciones lo que fueron en un principio absolutamente apabullantes por la cantidad de arte exhibido pero seguramente es mejor porque antes te perdías ante aquel cúmulo portentoso de belleza y piedad. Ahora, al ser menos numerosas las obras que se exponen, las disfrutas más, te llegan más y las retienes mejor.
Encomiable en grado sumo el gigantesco esfuerzo de las diócesis castellano-leonesas mostrar parte de sus tesoros y el apoyo institucional de la Junta y de algunas empresas privadas o públicas. Eso sí que es marca España. Y sobre todo marca Iglesia.
Si alguien se animara a visitar Toro y Las Edades debo hacerle una advertencia que me agradecerá. Toro es una ciudad hermosa y monumental. Su colegiata románica uno de los mejores monumentos que tenemos de ese estilo. Con un cimborrio que no desmerece del de la catedral de Zamora o del de la vieja de Salamanca. Pero es mucho más. Calles medievales, casonas palaciegas, iglesias que te cautivan aunque desgraciadamente la gran mayoría de las veces sólo por el exterior. Más gastronomía. Y vinos. En el restaurante donde comimos, muy bien por cierto, pregunté si quedaban aquellos tintos de mi juventud, como los de Cebreros o Cariñena, que te llenaban la boca y te raspaban la garganta. Vinos de hombres. En la seguridad de que no porque hoy los han afeminado por motivos comerciales. Como me esperaba, el dueño del restaurante, persona de algunos años, tampoco demasiados, me dijo que no, y añadió: el tiempo que me pasé, cuando comencé en la hostelería, lavando los vasos de los que no se iba el color que había dejado el vino. Pues tráiganos usted el que más se parezca a aquello. Y nos trajo uno, del año, con catorce o catorce y medio grados, sumamente económico para lo bueno que era y que me pareció buenísimo. También te llenaba la boca aunque no raspara la garganta. A mi mujer le pareció muy bueno. Y a mí. Os lo recomiendo. Se llama Muruve. Como el encaste de los toros pero con uve. Y os aseguro que no tengo el menor interés lucrativo en la promoción. Ayer me enteré que existía.
Si alguno va a Toro, en los días que resten de las Edades, que no vaya con las anteojeras de las mismas. Porque hay mucho más. Muchísimo más. El cerrarse al culto la Colegiata, por mor de la exposición, éste se celebra en San Julián de los Caballeros que está permanentemente abierta y con entrada gratuita. Verdaderamente digna de visitarse. Tiene dos Vírgenes hermosísimas. Y más. Allí, o en cualquiera de las otras tres iglesias que os mencionaré, por la módica entrada de 2,50 euros, puedes entrar en las tres restantes y hacer fotografías en todas ellas. Eso no son Las Edades del Hombre pero para no perdérselas.
De allí pasamos a San Lorenzo el Real, iglesia mudéjar mucho más hermosa en el interior que en el exterior. Y en el que se exponen algunos objetos de la Colegiata habilitada ahora para las Edades. Por ejemplo, la famosa Virgen de la Mosca por la que tiene pintada sobre su manto. Es una curiosidad anecdótica. Como la calavera con la rana encima de Salamanca que tanto cuesta encontrar. Pues allí la tenéis. Abierta. Y con más cosas muy dignas de ver. Como el crucifijo de marfil y carey.
De allí, por la hora, nos fuimos a comer y a las cuatro, las Edades. En la Colegiata y en el Santo Sepulcro. Están a cien o ciento cincuenta metros la una de la otra. El exterior de la primera es bellísimo y sólo él merece una visita a Toro. El del Santo Sepulcro disuade de entrar. Pero su interior ya es otra cosa. Muy digno de verse.
La Exposición lleva el título de Aqua. El Agua vivificadora y regenerante. Normal que el Bautista tenga un protagonismo destacado. Un cuadro de Il Guercino, o atribuido a él, de San Juan Bautista Niño, el San Juanito, es una preciosidad. Y la entrada por la fachada polícroma de la Colegiata tiene que llegar al alma incluso de aquellos a quienes la belleza no les impacta.
No os voy a describir lo que allí se muestra. Evidentemente desigual. Pero en conjunto muy hermoso. Y que hace Iglesia. Hasta en los desalejados.
Después fuimos al convento de las dominicas de Sancti Spiritus el Real. Curioso tanto real en Toro. Tal vez porque antes, dichosos tiempos, lo real y lo católico estaban indisolublemente unidos. Dignísimo de visitar, sumamente hermoso, y que hay que hacerlo con guía. Allí me di un monumental batacazo al caer cuan largo era tras un escalón que no advertí. La Virgen del Canto, patrona de Toro, que tiene su ermita a escasos metros me debió acoger bajo su manto protector porque, pese a lo espectacular de la caída, y la amabilísima solidaridad de los demás acompañantes en la visita, que se debieron imaginar lo peor, sólo pedí una mano amiga que ayudara a levantar del suelo o mis más de cien kilos. Que si me mareaba, que si me dolía algo, que si había que llamar una ambulancia… Pues nada. No me mareaba, no me dolía casi nada y me encontraba muy bien.
Tendré que ir a la Virgen del Canto a agradecerle su manto protector. Y a visitar las dos iglesias que el tiempo, no el tonto accidente sin consecuencias, ayer no me permitió visitarlas y que me temo sólo estén abiertas al público en estos días de las Edades.
No quiero terminar este artículo sin evocar a mi queridísimo amigo Jesús Valdés y Menéndez Valdés, Barón de Covadonga, caballero donde los hubiere y con casa palaciega en Toro, que creo ya no es de la familia, con uno de sus hijos tengo una buena amistad, por tanta comunión de ideales como hemos compartido y que pienso que algo tuvo que ver, ante la Virgen del Canto, para que tan estrepitosa caída no tuviera la menor consecuencia. En la comunión de los santos y en la espera del abrazo allí, gracias por tu intervención. Que estoy seguro de que la tuviste. Como dijo Pemán, ¿quién sabe de las cosas que Dios mide en sus altas balanzas de cristal? Para eso somos amigos. No éramos amigos.
Y una vez más recordar, y agradecer, a ese obispo que es un don de Dios para Ávila y para Castilla León, Don Jesús García Burillo, a quien tanto deben su diócesis y las Edades, O sea, Castilla-León y su Iglesia.
Hoy he tenido la suerte a visitar Todo por vez primera. La exposición bien, pero la ciudad de diez. Cuántas iglesias y conventos, muchos perdidos en su entramado urbano. Pude visitar, además de San Julián de los Caballeros y las tres Iglesias de la ruta (San Lorenzo, San Sebastián y San Salvador), muy interesantes, los conventos de las carmelitas de San José y de las mercaderías, en plena novena de la Virgen de la Merced. Otra vez será el de las dominicas del Sancti Spiritus, el de Santa Sofía y el de Santa Clara. Sí visité a la Virgen del Canto, con una preciosa talla. Casi coincidimos, otra vez será.
Como vino potente me permito recomendarle el Borsao Tres Picos, D.O. Campo de Borja, un gran tinto de garnacha.
Prefiero contemplar las obras de arte en su sitio que en exposiciones o museos.
Gran ciudad Toro, excelentes sus gentes y mucho arte en sus calles. El Muruve es un gran vino joven, probablemente el mejor de la D.O Toro. Le recomiendo para otra vez el Dominio del Bendito o el Madre Mía. Y también que visite al Santísimo Cristo de las Batallas en su ermita. Y también que pruebe los dulces de las monjas carmelitas de allí de Toro.