¿TIRANÍA PAPAL?
San Isidoro de Sevilla en sus “Etimologías” escribe que “la palabra rey viene de regir… Los reyes conservan su nombre obrando rectamente y lo pierden pecando; de aquí aquel proverbio entre los antiguos: serás rey si obras rectamente; si no obras así no lo serás” (L. IX, C. 3).
El rey y su poder están sometidos al derecho, porque el derecho divino y el derecho humano limitan su poder. El gobernante que no acepta estos límites, que pretende gobernar a su antojo, que no reconoce razones y no las da para justificar sus decisiones, se transforma en tirano, con todas las consecuencias que surgen de esta metamorfosis.
La clásica y neta distinción entre el rey y el tirano empieza a esfumarse en la modernidad a partir de Maquiavelo y así llegamos a nuestros tiempos, en los cuales, “la ceguera ante el fenómeno de la tiranía… corre paralela con la decadencia del derecho a la resistencia, como señala Wilhelm Hennis; y esto no es ningún progreso, porque “cuando se pierde de vista la diferenciación fundamental entre dominación justa y dominación tiránica, no debería hablarse de realismo, sino de ceguera ante los hechos reales realmente determinantes” (Política y filosofía práctica, Sur, Buenos Aires, 1973, p. 89).
Y ahora me pregunto: el papa, vicario de Cristo, ¿cuándo pretende ejercer su poder fuera de los límites de la ley natural moral y de la ley divina positiva, de los cánones o sea de la ley canónica positiva?, ¿cuándo viola constantemente la justicia distributiva haciendo acepción de personas, se convierte en tirano?
Es interesante la respuesta a estos interrogantes del cardenal Brandmüller cuando escribe que “el papa tiene plenitud de potestad, pero no es, en ningún caso, un príncipe ‘legibus solutus’. Si en algún caso quiere obrar contra la ley, tendrá necesidad de una razón justa y , razonable”.
Porque, como también señala, “el papa, como cabeza visible, sigue siendo un miembro de la Iglesia, frente a la cual tiene el deber de ser servidor supremo”. Asimismo, recomienda “evitar un culto excesivo a la persona del papa y al mismo tiempo, venerar su autoridad suprema como maestro y pastor de la Iglesia universal”.
Recordemos que el citado cardenal alemán fue uno de los cuatro que le pidió hace años al Sumo Pontífice que aclarara algunas dudas, y que por la falta de respuesta nunca se aclararán. De los cuatro, dos ya se han muerto, han partido de este mundo con sus dudas sin aclarar.
Hace poco, la destitución de un conocido obispo norteamericano sin expresar las causas de la misma, revive destituciones anteriores como la de monseñor Livieres en el Paraguay, la cual acabó con un magnífico y muy numeroso seminario cuyo rector era nuestro compatriota y amigo el P. Víctor Sequeiros. Nadie conoce tampoco las razones que fundamentaran cada destitución. Lo mismo sucede con la suspensión de las ordenaciones sacerdotales y diaconales en la diócesis de Frejus-Tolón, en el Sur de Francia, fruto del tal vez seminario más numeroso de ese país. Hace más de un año que están suspendidas y el no hacer públicas las razones, si las hay lastima en forma profunda a ordenandos y sus familias.
Pienso que hoy el régimen de gobierno eclesiástico es una tiranía. Para dejar de serlo la gestión gubernativa debería ajustarse a las exigencias de la ley natural moral, ante todo, de la ley divina positiva y del ordenamiento canónico.
Comienzo y acabo por la primera, definida por Santo Tomás de Aquino como “la participación de la Ley eterna en la criatura racional”. Esa ley rige para todos los hombres en todos los lugares y en todos los tiempos y manda hacer el bien y evitar el mal, en primer lugar.
Un ejemplo lo tomo de un pueblo pagano, el antiguo Egipto y se expresa en las Instrucciones del faraón al visir que están grabadas en la tumba del visir Rekmara: “Cuando venga un demandante del Alto o del Bajo Egipto, mira que todo se haga conforme a la ley… Atiende al que conoces como al que no conoces… No descartes a ninguno sin haber acogido su palabra… no rechaces con una palabra lo que te diga, pero, sin has de desatender su súplica, haz que vea por qué la desatiendes”.
El juez debe juzgar según la ley excepto en los casos en los cuales ella conduzca a una solución inicua y sea necesario rectificar la ley mediante la equidad; debe oír a ambas partes, de allí el adagio “et audiatur altera pars” y su sentencia debe estar fundada, no ser mero arbitrio.
Esto hoy no se respeta en el Vaticano y conozco el caso de un sacerdote suspendido a divinis sin ser oído. En todos los casos aludidos se desconocen las razones.
Para acabar un pésimo antecedente en el que me toco actuar en forma directa. Un sacerdote ejemplar, monseñor Antonio González, párroco de San Isidro Labrador, fue internado por en enfermedad física. Gente del Arzobispado se apersonó al Colegio Parroquial hizo abrir la caja fuerte y se llevó todo lo que había, ignorando la advertencia del director: todo es del Colegio, menos ese sobre que dice “Padre G.” que contiene los ahorros del Padre González. Matías González hermano del sacerdote, le pidió a Bergoglio el dinero y recibió tajante respuesta: “Mire Matías, la Iglesia ha gastado mucho en su hermano y lo que entra acá no sale”. El asunto terminó en un juicio del sacerdote contra el arzobispado ante los tribunales civiles. El demandante exigía la devolución de lo suyo, bien defendido por un feligrés el Dr. Costa. Ante el cariz que tomaba el asunto, los rábulas representantes de Bergoglio, pidieron un arreglo y devolvieron todo lo injustamente retenido.
Por eso, cuando escucho a ciertas personas hablar de ancianos descartados o algo así, me dan ganas de vomitar.
Bernardino Montejano
yo diría mas bien la tiranía bergogliana del tirano bergoglio.