| 30 diciembre, 2023
Que no es que me preocupe mucho. Mas bien nada.
¿Es insulto llamar asesino al que mata? ¿Ladrón al que roba? ¿Tonto a Pichote?
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¿Insultaba aquel que llamaba a algunos raza de víboras? ¿Sepulcros blanqueados?
Y hay que echar al Trucho.
¿Y la caridad cristiana? ¿Y la misericordia de Dios? ¿Y el perdón de Dios?
No juzguéis y no seréis juzgados.
Fr. Martín, OFM
Echar al Trucho es facilísimo. Basta con que quien le nombró lo desnombre. Y sin necesidad de consultar con nadie. Lo otro es complicadísimo y ni se sabe cómo hacerlo.
Lo fácil lo pido.
En mi opinión, D. Francisco José, echar al Trucho es tan fácil como imposible. Porque quien lo nombró, contumaz, jamás ha atendido ni atenderá a razones…
Echar a, Tucho, y a su jefe, que son tal para cual.
Anécdota personal: soy calvo; un día, durante una clase, un alumno me lo llamó creyendo que iba a ofenderme. Yo, que si me lo propongo soy gélido, le respondí: «Veremos cuánto pelo le queda a usted cuando tenga mi edad». Ni que decir tiene que quedó en ridículo ante los demás. Y si alguien me llama calvo, cuatro ojos o feo, me quedo tan pancho porque, a Dios gracias, todavía hay espejos en casa. Como dice usted citando a Quevedo: «Arrojar la cara importa, que el espejo no hay por qué».
«Feo es el rencor en cualquier persona. Si algo no soporta Dios, es este vicio atroz, que al fin y al cabo cierra las puertas a una actitud de misericordia. Si alguien, supongamos, se pasara la vida hablando de la misericordia y luego resultara un rencoroso redomado, probablemente habría que concluir que todo en él es falso. Porque si algo destruye la misericordia, es el rencor. Incluso cuando Dios castiga, lo hace por justicia. Nunca por rencor. Falsos maestros, empero, gozan impartiendo su propia justicia, mientras hablan de la misericordia divina.»