| 21 marzo, 2022
Y los montes parieron… un ratón.
¿Tanta espera para esto? ¿Y tantas reuniones del Comité de los 8, los 6 o los que fueren? No faltará quien piense que presididos por Maradiaga incluso es más de lo que cabía esperar del saxofonista.
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Me imagino que quienes aguardaban grandes cambios estarán ahora echado las muelas.
https://www.eldebate.com/religion/20220321/cinco-claves-reforma-vaticana-afectaran-toda-iglesia.html
la reforma a la curia, un engañabobos, puro gatopardismo bergogliano, es decir, cambiar todo, para que todo siga igual. definitivamente bergoglio es un fraude de pacotilla.
Protagonismo a laicos? Quién elegirá esos laicos? Respuesta obvia. Ya podemos tener a Evo Morales a sueldo en el Vaticano, o personajes similares. Y si de mujeres se trata: qué tal Cristina Kirchner en algún dicasterio?. A llenar de militantes el Vaticano. No coincido con lo de «ratón».
La «reforma» se reduce a esto: refuerzo del absolutismo papal hasta extremos que harían sonrojarse a los ultramontanistas del siglo XIX, más refuerzo del papel preponderante de la Secretaría de Estado (tendencia que viene de papados anteriores pero que con Francisco se ha agravado). El resto, mera palabrería y meras declaraciones de intenciones que no cambian nada. Francisco parece concebir la autoridad papal al modo en que los tratadistas jesuitas del siglo XVII concebían la autoridad dentro de su Orden (ser como un cadáver, si la Iglesia me dice que lo blanco es negro yo amén, y cosas así), y no se da cuenta (quizá porque no tiene nadie que se lo diga) que el problema ya no es la Curia, como podía pensarse en marzo de 2013, el problema es el monumental desprestigio de la Santa Sede -con el consecuente menoscabo y menosprecio de la autoridad papal- tanto dentro como fuera de la Iglesia, y eso no se va a corregir con una «reforma» que en realidad no reforma nada .
Y dejemos de lado el desastre comunicativo en el modo en que se ha dado a conocer esta pseudo-reforma: presentada sin avisar y ¡sólo en italiano! (Ese, por cierto, es otro fenómeno preocupante: la creciente italianización de la Curia vaticana, por más que los propagandistas papales intenten convencernos de lo contrario).
He leído la noticia y he sentido una mezcla de vergüenza ajena, asco e indignación. Esto (con perdón) es una cagarruta. No se elimina ni un solo puesto cardenalicio curial, de los que sobran la mitad; no se fusionan organismos; no se suprimen cargos absurdos; no se toca nada; y, para colmo, no importa la «rectitud de la fe» sino la «difusión de la fe». ¿Cómo puede conciliarse eso? ¿Sirve difundir cualquier concepto de fe? Y una mierda. A mí, la fe de Marx, de Hollerich, de Cupich, de Tobin, de Farrell, de De Kessel, del 90% de los purpurados italianos y de tres o cuatro cardenales españoles no me parece «fe» sino otra cosa: basura.
Todo el «progresismo eclesial», lo mismo secular, que regular o laical, está ahora mismo volcado en esto y exulta a coro. Desde Cristina Inogés a los Vidal-Bastante, pasando por los divos jesuitas de Twitter y el francisquismo triunfante, todos han hallado la culminación de sus anhelos evangélicos en que como laicos o mujeres ya tienen acceso a los magníficos despachos de los palacios apostólicos y a las sinecuras y sueldos anejos. ¡Con qué poco «dan a la caza alcance» y colman sus ansias místicas estos sinodales!
En Religión Digital están eufóricos, aunque supongo que tiene mucho de voluntarismo.