Y casi no existe como pueblo.
http://www.elmundo.es/sociedad/2017/02/20/58a4ad57468aeb53368b4644.html
Lo cuenta El Mundo que no es sospechoso de grandes amores a la Iglesia. Pero hay que reconocer que lo cuenta bien. Como Hornillos, tal vez no tanto, hubo muchos pueblos en España. Pueblos de Navarra, de Palencia, Burgos, Álava, León, Vich, Santiago… En todos esos pueblos el cura, el religioso, la monja eran algo consustancial. En toda familia había alguno, en no pocas, varios, y en algunas, muchos.
Esos pueblos se han muerto, o casi, y las vocaciones también. No hay materia porque ya no hay jóvenes. Y si los hubiere, con los aires de hoy, posiblemente ninguno, o casi ninguno, optaría por ese camino.
Han sido localidades beneméritas para la Iglesia y familias católicas bendecidas por Dios. Quedan todavía algunos mayores que en verano aparecen por el pueblo que esos días despierta de su sueño invernal y existencial. Pero los que lleguen a morir, que los está habiendo, conservarán un recuerdo en la historia. Ese pueblo hoy abandonado dio generosamente muchos hijos a la Iglesia. La crónica histórica lo recordará. Y Dios no lo olvida. Aunque la gran mayoría de los españoles no tenga ni idea de la existencia de Hornillos Dios lo tiene en su corazón agradecido.
Me ha gustado el artículo y por eso os lo enlazo.
Y Burgos ha sido casi siempre la provincia española con más misioneros, a pesar de su poca población. Ahora es la tercera, detrás de Navarra y Madrid.
Así es, Geroteo, el P. Tomás Gallarta Campo (1913-1996) es hijo adoptivo de Segovia y en Huércanos tiene dedicada una calle. Quería mucho a su pueblo natal y, también, a los segovianos.
Al hablar de Huèrcanos no se puede olvidar la figura del padre Gallarta, cmf, extraordinario sacerdote, religioso claretiano que pasó casi toda su vida en Segovia enseñando matemáticas a numerosas generaciones. Fundó la asociación de deficientes físicos y mentales y fue pionero en la introducción de la enseñanza de la informática. Bajo de estatura, siempre ensotanado, su recuerdo es imborrable para muchos segovianos
Quizá con los años, Castellón de Ampurias (Gerona), con un sacerdote queridísimo por todo el pueblo y alrededores, hubiese sido germen de buenas vocaciones: hombres y mujeres santos dedicados a las almas. Pero para que esto no pase, desde las fosas del Obispado acuden a destrozar el trabajo esforzado de Mn. Ferran Jarabo. De esta forma, muchos curas parecen más funcionarios, que otra cosa, y funcionando poco…
Tenemos ejemplos de buenos curas, que han sido infravalorados y menospreciados, haciéndoles la vida imposible, marginados incluso. De los Suñer, Naspledas, Domenechs, y demás curas funcionarios, liberanos Domine.
Simpático artículo.
No me trago los curas de ahora.Parecen lo que són: camaradas auxiliares administrativos sin ninguna otra cosa que ofrecer más que condescendencias
Tiene usted, Floren, toda la razón. Y enhorabuena también por Huércanos pueblo natal del quien hoy es arzobispo de Mérida-Badajoz y de innumerables sacerdotes seculares, religiosos y religiosas. La mayoría de los párrocos ha perdido el carisma vocacional. Y así nos va. Reconozco que bastantes lo tienen imposible por no haber ya jóvenes en sus parroquias. Pero muchos todavía los tienen y como si nada. Y no digamos ya de casos, que los hay, en los que el párroco incluso ahuyenta a sus feligreses.
Así es, como Huércanos, en La Rioja. Que no llega a 900 habitantes y cuenta en la actualidad como hijos naturales con un arzobispo, nueve sacerdotes diocesanos, seis sacerdotes religiosos y más de veinte religiosas de diferentes carismas y congregaciones. En los últimos años han muerto muchos sacerdotes, religiosos y religiosas naturales de este pueblo. En los años sesenta el total ascendía a más de ochenta. Y ¿a qué se debe esto? Algunos pensarán que a la dureza del campo; sin embargo, en los pueblos cercanos, por ejemplo Nájera, no llegan a esta estadística ni de lejos. El trabajo de excelentes párrocos dejaron esta estela: don Francisco González Metola, a la espera de que el obispo de Cádiz y Ceuta abra el expediente de beatificación, pues su labor en los campos gaditanos fue encomiable; y don Juan Pérez Ortega, más cercano en el tiempo y con más años como párroco.