Por Setién, obispo que fue de San Sebastián, siempre sentí asco

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Y así lo manifesté en numerosas ocasiones.

Veo que Ussía tiene sentimientos parecidos que refleja en su artículo de hoy:

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https://www.eldebate.com/opinion/20241213/lapsus-linguae_252856.html

Y tan  cercana la Navidad reproduzco su villancico que le

supuso la expulsión de la COPE por un par de días.

En el Portal de Belén
Nadie toca la zambomba,
Porque un hijo de Setién
Ha colocado una bomba.

Comentarios
4 comentarios en “Por Setién, obispo que fue de San Sebastián, siempre sentí asco
  1. Si solo hubiera sido el clero vasco. Roma estaba al tanto de todo y calló o incluso apoyó. Contra España todo vale en esa ciudad, valía en el siglo XVI y vale en el siglo XX.

  2. Es uno de los capítulos más bochornosos, por sangrientos, de la Iglesia española contemporánea: la vinculación del clero vasco con el terrorismo etarra. Empezando por Setién y siguiendo por la pléyade sacerdotes y religiosos que ampararon en sacristías y celdas la pistola humeante de tantos atentados. Recuerdo cuando, en la mili –servía yo en el cuartel general de la División Maestrazgo–, nos llegó información del ministerio de la Ejército con un texto que venía a decir «Alerta a las unidades, los obispos vascos se han reunido en Loyola con Setién». Era un aviso confidencial enviado al genera de la División, el general de brigada y estado mayor para que, a su vez, lo remitieran a los coroneles responsables de los regimientos. Recuerdo que al pasárselo al teniente coronel ayudante, se me escapó la sonrisa. Con franqueza, o con temeridad, según se vea, le dije que aquello me parecía un despropósito. No caí en la cuenta de que, con frecuencia, una reunión de ese tipo había coincidido con un acto terrorista. Y Setién disponía ya del texto exculpatorio de la «violencia venga de donde venga». Súmese a ello lo que monseñor Jacinto Argaya, a la sazón obispo de San Sebastián, diócesis de la que Setién era adjunto, le comentó a un eminente religioso profesor del Seminario de Valencia: «Setién me hace llorar lágrimas de sangre». Argaya había sido auxiliar del arzobispo de Valencia.

    Pocos saben que la historia de Setién venía de lejos. Algo cuenta Tellechea, el autor del libro sobre el arzobispo Carranza, en sus memorias. ¿Quién no se acuerda del desprecio con que recibió a María San Gil y lo de «no todos los hijos son iguales»? Hubo más. Mucho más. Algo tuvo que ver con la expulsión de Fernando Fernández Savater del País Vasco. Y para remate de lo que no debe ser un hombre de Iglesia, su empleo como asesor áulico de Ibarreche, cuando Juan Pablo II, harta de tanta maldad, lo destituyó. Se dijo que era «por motivos de salud», una salud que debió de seguir entera para trabajar con el presidente autonómico.

    1. Aún recuerdo como ese indecente «obispo», y varios sacerdotes y religiosos también, se negó a oficiar algunos funerales por asesinados por eta.

  3. «Corazón de piedra» Setién, bien podría llamársele. Jamás tuvo el menor gesto de compasión por las víctimas del terrorismo. Claro que a su lado había gente todavía peor, como su herético vicario José Antonio «ETA no es una banda de criminales» Pagola, Setién era neutro, Pagola era (e imagino que todavía es, otra cosa es que lo disimule) abiertamente filoetarra.

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