POPIELUSZKO

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Posible milagro abriría camino a canonización del Beato Jerzy Popieluszko,  mártir de Polonia | ACI Prensa

POPIELUSZKO

Por Religión y Libertad me entero que el papa Francisco ha honrado a un sacerdote polaco víctima del comunismo, el mismo régimen que hoy persigue a los católicos de China, persecución que el Vaticano ojea pero no ve. El título dice: “Audiencia del miércoles: el Papa recuerda al mártir beato Popieluszko y el poder vivificador del Espíritu”. 

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En la nota se lee que Francisco recordó al beato sacerdote Jerzy Popieluszko, que fue martirizado por los servicios secretos comunistas en Polonia hace 40 años. En Polonia, la tiranía comunista no había matado a sacerdotes. Por eso el asesinato de Popieluszko llamó la atención de todo el país.

Si fuera griego clásico invocaría a Némesis, la diosa de la justa indignación, ante tanta hipocresía, pero como soy argentino del siglo XXI, solo puedo encausar mi bronca que es mucha, para hacer un paralelo entre el mártir polaco y el pontífice argentino, agregando para mis lectores, que es mi papa, aunque no me represente, como afirma Alejandra, mi vecina del 7° piso, el buen sentido encarnado; y que no soy sedevacantista, lefebrista ni nada por el estilo y que, prefiriendo el rito antiguo de la Misa, no tengo problemas con el nuevo, cuando es correctamente celebrado como lo hace fray Pedro Gómez OSB. en la Capilla del Santo Cristo, en la cual se reza por la Patria todos los días y los Domingos se canta: Cristo Jesús en ti la Patria espera y se pide al Sagrado Corazón que salve al pueblo argentino y escuche su clamor. 

La diferencia entre el mártir y quien con frialdad le rinde homenaje, es notoria: el primero fue un patriota y el segundo es un apátrida, que después de más de una década, nunca volvió a la Argentina y que un día al recibir a una delegación de Misiones, no quiso decir una palabra acerca de nuestros héroes caídos en las Malvinas.

Pero ahora vamos al mártir y a la tierra que lo forjó, la heroica Polonia, siempre dispuesta a la defensa de la Cristiandad, como se recordó en el Instituto de Filosofía Práctica hace poco, cuando rindió homenaje, en el curso Figuras Ejemplares, al rey Juan Sobieski, quien, en la batalla de Viena, salvó a Europa, al destrozar a los invasores musulmanes.

En “La Nación” diario del 20 de julio de 1983, Rolando Riviere escribió un artículo titulado “Una tradición católica de hondo tono nacionalista” donde relata la visita de Juan Pablo II, a su patria sufriente y tan querida. En esos tiempos sombríos, hasta la palabra “solidaridad” estaba prohibida; allí llega el papa para proclamar con firmeza: “Como hijos de Dios no podemos ser esclavos … La libertad viene dada por Dios como medida de su dignidad… En la evangelización de Jasna Gora está contenida la llamada de la herencia de los hijos de Dios. La llamada a vivir en libertad, a hacer buen uso de ella, a edificar y no a destruir”.

La homilía del Sumo Pontífice es “un mensaje del peregrino en su tierra a la Señora de Jasna Gora y a sus raíces en la tradición católica polaca engarzada en un tono nacionalista vibrante”.

Para despertar a los ignorantes que abundan en España y en la Argentina y que confunden a los sanos nacionalismos polaco y criollo con los nacionalismos separatistas, que buscan desintegrar a España o con el nacionalismo marxista argentino, que bien denunciara nuestro maestro el P. Julio Meinvielle en su revista “Presencia”, aparece Popieluszko.

El mártir polaco tiene un libro titulado “El camino de mi cruz” publicado en Buenos Aires por la editorial Atlántida en 1985, que recoge las homilías pronunciadas entre febrero de 1982 y septiembre de 1984, en las Misas por la Patria para servir, mediante la verdad, afrontando los riesgos, a una nación víctima del comunismo. 

En esos sermones pedían al Señor fuerza de espíritu para “los prisioneros llevados ante la justicia porque quisieron seguir fieles a la promesa que pronunciaron ante las banderas que ostentan efigies santas”; a la Virgen, denunciando el odio de los que no saben lo que hacen, de los que destruyen moralmente a nuestra patria, ese odio que se manifestó particularmente en el día de tu fiesta, Reina de Polonia, el 3 de mayo”; mostrando la existencia “de prisiones invisibles, que no se contentan con destruir el cuerpo y llegan al alma”.

Fue asesinado en octubre de 1984 por la policía y su cuerpo rescatado de las aguas del Vístula; su examen probó las terribles torturas a las que fue sometido.

El 6 de abril de 1985, “La Nación” publicó un artículo de María Victoria Suárez, titulado “El pulso de la fragua”, donde señala que el mártir fue designado para su misión por el cardenal Wiszynski y destaca algunas homilías. En octubre de 1982 decía:” Para  permanecer libre en el alma es necesario vivir en la verdad, dar testimonio de ella, reivindicarla y reconocerla. La verdad es inmutable. No es posible destruirla por decisiones o decretos” (p.92)

En septiembre del mismo año, se preguntaba: ¿Cómo puede creerse que Polonia, que vivió hace diez siglos iluminada por la cruz y el Evangelio, renegaría de Cristo anandonando su cultura cristiana?” y denunciaba “la ateización planificada, esta lucha contra Dios… es también una lucha contra la grandeza y la dignidad humana, pues el hombre es grande porque lleva en sí la dignidad de los hijos de Dios”.

Y vuelve a insistir en la ausencia de verdad en palabras que parecen dirigidas a nuestro Sumo Pontífice y su verbosa pastoral: “La verdad es siempre concisa, en tanto que la mentira se rodea de charla” (p. 83). Cita a su gran compatriota, Juan Pablo II. cuando era arzobispo de Cracovia: “Débil es el pueblo que acepta su derrota, si olvida que ha sido puesto a velar hasta que llegue su hora, pues en el gran cuadrante de la historia las horas vuelven sin cesar” (p.95).

Comienza su homilía de septiembre de 1982, contra la reducción de la patria a un sentimiento que con el tiempo se marchita: “Patria: no hay en ella nada de débil sentimentalismo, sino la gran herencia de siglos difíciles de la historia polaca” (p. 109).

En diciembre de 1983, su homilía que cita a Estanislao Witkiewicz, pareciera dirigida a los argentinos del 2021: “Cada vez que en la vida de la nación desaparecen las grandes ideas… las sociedades se desmoronan en pequeños grupos que actúan cada uno por su propio interés, pequeñas sociedades que aspiran a metas mezquinas” (p. 153). Denuncia la inflación legislativa con cita de Tácito: “Cuanto más enfermo se encuentra un Estado más multiplica los decretos y reglamentaciones” (p. 156).

El Estado debe estar al servicio de la nación como lo proclama en otra homilía de junio de 1983: “Un Estado es soberano si sirve al bien común… si permite a la nación realizar su propia identidad” (p. 177). 

El homenaje marca el abismo que existe entre el mártir y quien lo recuerda. Con la inteligencia y el corazón admiramos al sacerdote y le pedimos que interceda ante Dios por Polonia, que hoy padece un gobierno siniestro y por nuestra querida y doliente Argentina.

Buenos Aires, octubre 19 de 2024. Bernardino Montejano

       

Comentarios
3 comentarios en “POPIELUSZKO
  1. Pues aunque sorprenda, uno más ha mencionado a Popieluszko, y es Donald Trump. Aunque me fio poco de papapancho, creo que es un guiño muy ligero, como para pasar desapercibido, pero una coincidencia es. Católicos de EEUU, acepten, esta coincidencia velada.

  2. No existe el «sano nacionalismo criollo». Argentina nació de la traición a la Patria necesitada y tiene por héroe nacional a un traidor a su Patria. Por si fuera poco tiene en su haber gravísimos crímenes contra los indígenas y felonías como la cometida apropiándose de una santa española Mamá Antula. «Sano nacionalismo criollo…».

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