PEREGRINACIÓN

|

Abbaye Notre-Dame de Fontgombault (Fontgombault) | Structurae

PEREGINACIÓN

Hoy es el Domingo XV del tiempo durante el año, que también es denominado “ordinario” lo cual nada gustaba a los finísimos oídos de mi amigo Jorge Adolfo Mazzinghi, y concurrí a la solemne Misa de los nostálgicos, celebrada por el P. Pedro O.S.B, en la capilla del Santo Cristo. 

Hace un tiempo, los domingos y fiestas de guardar, frecuentaba una parroquia donde celebra un sacerdote amigo excelente, destinado allí desde hace unos meses y que tiene un muy buen párroco. Gozaba allí de sus homilías preparadas y no meras repeticiones, bien fundadas en las Sagradas Escrituras y en la enseñanza de los padres y doctores de la Iglesia. 

Sin embargo, esas misas se vuelven insoportables por causa de los gritos destemplados de un hombre, desde el principio cuando grita: “Venimos a adorar a Dios”, a lo cual la respuesta sensata es “pero no a escucharte a vos” que han terminado con los espacios de silencio, tan necesarios para poder elevar nuestro espíritu y ensanchar el alma, en ciertos momentos, como en el de la acción de gracias después de comulgar. Así que, para volver a vivir el silencio y para proteger mis oídos, que sienten el paso de los años “con su recio masacrar”, volví a la capilla que frecuento los días de semana.

Volví a encontrar a la Misa solemne, a la majestad del órgano, al incienso, a los latines y a las canciones de siempre, desde el principio “Comienza el sacrificio” hasta el final “Alabado sea el Santísimo”, que destacan el doble carácter, el del altar porque la celebración es Sacrificio, el único de la Nueva Alianza, y banquete, la Eucaristía, a la cual todos estamos convocados.

 Y la cuidada homilía del monje acerca del Evangelio según San Marcos, en el cual, Cristo envía a sus apóstoles a proclamar la Buena Nueva y les hace recomendaciones: que vayan de a dos, que lleven una sola túnicas y sandalias, que no lleven nada para el camino y les da poder sobre los espíritus inmundos. Que, en  la casa donde los reciban, permanezcan hasta salir para continuar la misión. Si no los reciben ni los escuchan, que salgan de allí y sacudan el polvo debajo de sus pies.

El P. Pedro comentó que nuestra vida es itinerante, es un largo peregrinaje en el tiempo hacia la eternidad; para este viaje debemos estar con poco equipaje.

Es lo que nos aconseja Leopoldo Marechal en su poema “Patria”:

Josef, dos modos hay de hacerte

rico/ o aumentando las cifras

de tu cuenta bancaria/ o reduciendo tus

necesidades a lo estricto y cabal. /

Mejor es lo segundo, por la razón que

sigue: ¿no es el hombre un viajero

de la tierra/ ¿Su viaje no es efímero?

Yo conozco viajeros que se cargan/

de maletas ociosas:/ por cuidar

y mover sus pesados baúles, / ni

observan el paisaje/ ni leen la

escritura de este mundo sabroso/. (Didáctica de la Patria, 12, 13).

Toda nuestra vida hemos sido peregrinos, jamás turistas; incluso una vez junto a Mecha y nuestra hija Isabel cuando emprendimos un peregrinaje laico por las aromáticas tierras de Provenza, donde vivió su niñez Saint-Exupéry. No podríamos escribir acerca de su infancia “esa patria de donde uno ha salido” como escribió, si no hubiéramos recorrido esos lugares, esos castillos, esos bosques, esos arroyos, esos caminos rurales, tan amados.

Pero también vivimos peregrinajes religiosos, uno que culminó en Covadonga, junto a Jesús y Nélida Cardinali, el santuario más serio de todos los que conocemos, donde junto a otros peregrinos, entonamos un himno inolvidable:

“Bendita la Reina

de nuestra montaña,

que tiene por trono

la cuna de España.

Y brilla en la altura

Más bella que el sol.

¡Es madre y es Reina!

Venid, peregrinos,

que ante ellas se aspiran

amores divinos,

y en ella está el alma

del pueblo español”.

Otro peregrinaje, el último fue hace poco más de diez años junto con el recordado Patricio Randle, por abadías, monasterios y conventos tradicionalistas, en comunión con Roma.

Esa peregrinación nos condujo al corazón de la antigua Francia, que no es la de Macron, sus secuaces y sus ocasionales adversarios, sino la de san Remigio, Clodoveo, san Luis, santa Juana de Arco, san Ivo de Tréguier y Saint-Exupéry.

El primer lugar de la misma, fue el convento Santo Tomás de Aquino, en Chemeré-le-Roi, perteneciente a la Fraternidad San Vicente Ferrier, fundación nueva, que reza la Misa de Santo Domingo, que ha concluido de edificar su nueva iglesia, después de nuestra visita, que crece en monjes y quienes editan la excelente revista “Sedes Sapientiae”.

La segunda etapa fue la Abadía Saint-Joseph de Clairval, sita en Flavigny-sur-Ozerain, cuya población que llegó a los 3.000 habitantes, hoy se ha reducido a 300.

Esta abadía sufrió la prepotencia pos conciliar, cuando sus monjes sacerdotes fueran suspendido por no celebrar la Misa con el nuevo rito y tuvieron que llegar a un acuerdo y celebran la Misa nueva cuando es solemne. Ella tiene una imprenta muy importante y un gran apostolado externo es la carta mensual del abad. Como detalle pintoresco, es que, ante mi silencio, un día suspendieron los envíos, pero desde que se enteraron que estábamos vivos, por las publicaciones en Infovaticana, los renovaron como prioritarios; gracias Paco Pepe.

Allí el abad nos lavó las manos en el primer almuerzo, como homenajes a los peregrinos que representan a Cristo. La abadía, que en nuestra visita tenía unos 50 monjes está en expansión y no hace mucho, compró la Abadía de Solignac, que volvió a la vida monástica después de más de dos siglos.

El paso siguiente fue la Abadía de Randol, edificio moderno, en un contexto magnífico, agreste y montañoso, fue erigida en 1968, es fundación de Fongombault, su obra gruesa acabó en 1985, tiene unos 50 monjes y dos abades, uno emérito.

De allí, partimos al monasterio Saint-Marie de la Garde, (hoy abadía), fundación de la Abadía Sainte Madelaine de Barroux. Fuimos los primeros argentinos en hospedarnos en dicho lugar y hoy recibimos puntualmente su boletín que muestra su vida pujante, su crecimiento en vocaciones y edificios.

El cierre fue en la Abadía Notre-Dame de Fongombault, cuyos orígenes se remontan al siglo XI, en la cual viven casi 80 monjes y soporta desde hace años a un argentino, organista y pintor.

Demos gracias a Dios por estas peregrinaciones, la última de las cuales nos permitió vivir en Francia, un fenómeno extraordinario de desarrollo monástico.

Buenos Aires, julio 14 de 2024                          Bernardino Montejano

 

Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *