| 10 diciembre, 2016
El cardenal sudanés Zubeir Wako, pese a ser totalmente periférico ha sido relevado de su cargo con una rapidez en Francisco más bien inusitada. A dos meses y medio largos que le faltan para cumplir los 76 años pues es relevado sin explicaciones que uno sepa. Dziwisz, la anterior renuncia aceptada era dos años mayor que el sudanés. Tenía 77 años y medio.
Conserva sus derechos electorales hasta que cumpla los 80 años pro deja de regir la diócesis de Khartoum.
Si
Colaborar a traición a que A mate a B,es de un brillo refulgente.
Como el tuyo, VOZ-DE-SU-AMO..
No sé a santo de qué viene esa comparación (yo me limito a basarme en hechos), Carlos Núñez Díaz, pero por otra parte, para mí es un honor que me compares con uno de los militares más brillantes de la historia.
Lo único que me sorprende es que el sustituto sea tan joven (cumple 58 en enero), pues los nombramientos están recayendo, muy mayoritariamente, en obispos casi con un pie en la jubilación, como en el caso de Aparecida.
Prefiero que Abril siga en su puesto, pues considero que los arciprestes de las basílicas mayores, que son los purpurados más absurdos que hay (mientras países enteros con millones de católicos carecen de cardenal), deben estar cuanto más tiempo, mejor; así evitamos que se dé el capelo a meras figuras decorativas.Al menos, ya que son cardenales, que no tengan voto.Este sinsentido se acabaría nombrando para esos puestos a un señor de Gabón, otro de Madagascar, otro de Israel y así hasta cubrir esos puestos con personas que, ya que van a ser purpurados, representen mejor la universalidad de la Iglesia.Ya basta de tanto italiano falso e hipócrita como pulula por Roma.
Pues si.
Si la basura de AL tuviera razón,
-Santo Tomás Moro murió en balde.
-San Juan Fisher murió en balde.
-Un pelotón de Cartujos valientes,murieron ahogados en el Tamesis en balde.
-La Santa Iglesia sufrió el desgarrón anglicano,…,en balde.
RESISTENCIA!!!
NO RPTUNDO AL DIVORCIO CATOLICO!!!
NO ROTUNDO A AL,»EL OLVIDO DEL AMOR»
Del Amor,y….,i DE LA VERGUENZA !
NO ROTUNDO A LA HEREJIA!!!
Joaquín,tratando de barrer para casa,emulando a Du Guesclyn…
07 de diciembre de, el año 2016
Conferencia del obispo Monseñor Schneider en Roma: texto completo.
Conferencia en presencia de muchos sacerdotes, religiosos, laicos preocupados por el bien de la Iglesia, y en especial dos de los «Cuatro cardenales» que formularon los dubia al Papa Franciscore la Exhortación Amoris Laetitia: el cardenal Raymond Leo Burke y el cardenal Walter Brandmüller.
El Obispo Schneider al final de la conferencia provocó aplausos y gracias de corazón del Cardenal Raymond Burke, quien dijo unas palabras al final de la reunión.
Texto de la Conferencia del obispo Athanasius Schneider:
05 de diciembre de, 2016 – Roma.- Fundación Lepanto
La grandeza innegociable del matrimonio cristiano
Cuando Nuestro Señor Jesucristo predicó las verdades eternas hace dos mil años, la cultura y el espíritu que prevalecía en ese momento se oponían radicalmente. En concreto, debido al sincretismo religioso, al gnosticismo y la as élites intelectuales, sobrevino la permisividad moral, particularmente con respecto a la institución del matrimonio. «Él estaba en el mundo, pero el mundo ha conocido» (Juan I, 10). Gran parte de la gente de Israel, especialmente los príncipes de los sacerdotes, los escribas y fariseos rechazaron la enseñanza de la Revelación divina de Cristo y hasta la proclamación de la indisolubilidad absoluta del matrimonio: «El vino a los suyos, pero los suyos no le recibieron «(Juan I, 11). Toda la misión del Hijo de Dios en la tierra era revelar la verdad: «Es por esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad» (Juan 18, 37).
Nuestro Señor Jesucristo murió en la cruz para salvar a la humanidad del pecado, ofreciéndose a Sí mismo como sacrificio perfecto y agradable de alabanza y expiación a Dios el Padre. La muerte redentora de Cristo es también el testimonio que dio a cada una de Sus palabras. Cristo estaba dispuesto a morir por la verdad de cada palabra: «Pero ahora procuráis matarme, porque lo que le ha dicho la verdad que oí de Dios. ¿Por qué no escucháis mi lenguaje? Porque no se puede escuchar mi Palabra. Vuestro padre es el diablo, y queréis cumplir sus deseos. Es un homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad porque no hay verdad en él. Cuando habla la mentira, habla de su propia naturaleza; porque es mentiroso, y padre de mentira. Y a Mí, no Me creéis porque digo la verdad. ¿Quién de vosotros me convencerá de pecado? Si digo la verdad, ¿por qué no me creéis? … «(Juan 8: 40-46).
Jesús estaba dispuesto a morir por la verdad, por todas las verdades que había anunciado, entre ellas la verdad de la indisolubilidad absoluta del matrimonio.
Jesucristo es el restaurador de la indisolubilidad y la santidad original del matrimonio, no sólo por Su palabra divina, pero más radicalmente por Su muerte redentora, por la que elevó el matrimonio natural a la dignidad de sacramento. «Cristo amó a la iglesia y se entregó por ella, para santificarla. […] Porque nadie aborreció jamás a su propia carne; sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia, porque somos miembros de su cuerpo. Por eso el hombre dejará a su padre ya su madre y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne. Grande es este misterio; Yo digo esto respecto de Cristo y de la Iglesia! «(Ef. 5, 25,29-32).
Por esta razón que las siguientes palabras de la oración de la Iglesia también se aplican al matrimonio: «Oh Dios, que creaste la dignidad de la naturaleza humana de una manera maravillosa y de modo más aadmirable la has restaurado en Jesucristo… »
Los apóstoles y sus sucesores, en primer lugar los Romanos Pontífices, los sucesores de Pedro, han guardado sagradamente y transmitido fielmente la doctrina innegociable de la Palabra Encarnada, la santidad e indisolubilidad del matrimonio, en la práctica pastoral. La doctrina de Cristo se expresa en las siguientes declaraciones de los Apóstoles: «Honroso sea en todos el lecho matrimonial sin mancilla, porque Dios juzgará a los adúlteros y fornicadores. «(Hebreos 13: 4) y» A los que están unidos en matrimonio, mando, no yo, sino el Señor: Que la mujer no debe dejar a su marido. Si lo hace, debe permanecer sin casarse o de lo contrario que se reconcilie con su marido, y el marido no abandone a su mujer. «(1 Cor. 7: 10-11). Estas palabras inspiradas por el Espíritu Santo siempre fueron proclamados en la Iglesia desde hace dos mil años, sirviendo como una indicación de lo que obliga, y marcando un nivel de vital importancia para la disciplina sacramental y la práctica de la verdadera vida cristiana.
Cuando se dio a conocer por primera vez que Enrique VIII estaba buscando el modo de divorciarse de su esposa legítima Catalina de Aragón, el obispo de Rochester, Juan Fisher, se opuso públicamente a tales intentos. San Juan Fisher es el autor de siete publicaciones en las que condenó el inminente divorcio de Enrique VIII. El primado de Inglaterra, el cardenal Wolsey, y todos los obispos del país, con la excepción del obispo de Rochester, John Fisher, apoyaron el intento del de romper su matrimonio válido.
No hay duda de que quienes apoyaron el divorcio, actuaron por razones pastorales y alegando la posibilidad de acompañamiento y discernimiento pastoral. En su lugar, el obispo Juan Fisher tuvo el valor de hacer una declaración muy clara ante la Cámara de los Lores, alegando que el matrimonio era legal. Que un divorcio sería ilegal y que el rey no tenía derecho a continuar en esta dirección. En la misma sesión del Parlamento se aprobó la famosa «Ley de Sucesión», por el cual todos los ciudadanos tenían que prestar juramento de reconocimiento de los descendientes de Enrique y Ana Bolena como herederos legítimos del trono, so pena de ser culpables de alta traición. El cardenal Fisher se negó a emitir el juramento. Fue encarcelado en 1534 en la Torre de Londres y decapitado el año siguiente.
El cardenal Fisher declaró que ningún poderi divino ni humano podía romper el matrimonio del rey y la reina, porque el matrimonio era indisoluble y que él mismo gustosamente estaba dispuesto a dar su vida para defender esta verdad. El cardenal Fisher comentó en esta ocasión que Juan el Bautista tuvo una muerte no más gloriosa que la ofrecida por la causa del matrimonio, y sin embargo el matrimonio aún no era sacramento pues no se había derramado la sangre de Cristo para santificarlo.
En al menos dos comparecencias en el juicio, Santo Tomás Moro observó que la verdadera causa de la enemistad de Enrique VIII, era el hecho de que Tomás Moro no reconoció a Ana Bolena como esposa de Enrique VIII. Una de las causas del encarcelamiento de Tomás Moro fue su negativa a afirmar bajo juramento la validez del matrimonio de Enrique VIII y Ana Bolena. En ese momento, a diferencia de nuestra época ningún católico llegó a pensar que una relación adúltera puede en determinadas circunstancias, considerarse verdadero matrimonio.
Reginald Pole, futuro cardenal, era un primo lejano del rey Enrique VIII, y había recibido en su juventud una generosa beca. Enrique le ofreció el arzobispado de York, si lo apoyaba en su juicio de divorcio. Pole debería haber sido el cómplice que Enrique VIII tuviese para su el matrimonio. En una entrevista con el rey en el palacio real, Reginald Pole dijo que no podía aprobar sus planes pues estaba en juego la salvación del alma del rey y no podía ir en contra de su conciencia. Nadie se había atrevido hasta ahora a oponerse abiertamente al rey. Cuando Reginald Pole pronunció estas palabras, el rey quedó tan enojado que cogió su daga. Pero la simplicidad sincera con la que Pole habló como si se hubiera entregado un mensaje de Dios, y su valor para enfrentarse a un matón, salvó su vida.
Algunos clérigos sugirieron en ese momento al cardenal Fisher, al futuro Cardenal Pol y a Thomas Moro ser más «realistas» en el caso de unión ilegal y adúltera de Enrique VIII y Ana Bolena. Y que no todo o blanco o negro. Tal vez se podría hacer un breve proceso canónico para la declaración de nulidad del primer matrimonio. de este modo se podría evitar un cisma y prevenir a Enrique VIII más adelante de cometer pecados graves y monstruosas. Sin embargo, frente a este razonamiento, hay un gran problema: el testimonio de la Palabra revelada de Dios y la tradición ininterrumpida de la Iglesia dicen que no se puede negar la realidad de la indisolubilidad de un matrimonio de verdad o tolerar el adulterio, que se consolida con el tiempo, independientemente de las circunstancias.
Un último ejemplo es el testimonio de aquéllos que fueron llamados los cardenales «negros» a raíz del caso del divorcio de Napoleón I, un ejemplo noble y glorioso de los miembros del Colegio Cardenalicio de todos los tiempos.
En 1810, el cardenal Ercole Consalvi, entonces Secretario de Estado, se negó a asistir a la celebración del matrimonio de Napoleón y María Luisa de Austria, y como representante del Papa no quiso hacer comentarios sobre la nulidad de la primera unión entre el emperador y Josefina de Beauharnais. Furioso, Napoleón ordenó que el patrimonio de Consalvi y otros 12 cardenales fuesen confiscados y se les privase de su rango. Estos cardenales iban a tener que vestir como simples sacerdotes y por lo tanto fue apodados los «cardenales negros». El cardenal Consalvi contó el caso de los 13 cardenales «negros» en sus memorias:
Estábamos obligados, por lo tanto, a partir de este día, a no hacer uso de las insignias cardenal y a vestir de negro, lo que dio origen al nombre de Cardenales Negros y Rojos para designar a las dos partes del Sagrado Colegio Cardenalicio. En un primer ataque de rabia, el emperador ordenó disparar contra los tres primeros cardenales ausentes de la boda: Opizzoni, Consalvi y un tercerque no se conoce con certeza el nombre -muy probablemente el Cardenal di Pietro- pero al finalismo, la cosa no se realizó. »
A continuación, el cardenal Consalvi describe con más detalle:
«Después de muchas discusiones, dos de los tres, llegamos a la conclusión que tras recibir las invitaciones del emperador, para asistir a su boda, no estaríamos allí presenciando, ni el matrimonio eclesiástico por la razón indicada anteriormente, ni el matrimonio civil, porque nos pareció que no era apropiado para los cardenales, dar un respaldo con su presencia a la nueva legislación, que separa el acto de la bendición nupcial tal, y los efectos jurídicos, pues se rompe el enlace anterior, y se cede a las leyes civiles. Por tanto, decidimos no asistir. Cuando el matrimonio civil tuvo lugar en Saint-Cloud, los trece no asistieron. Llegó el día del matrimonio eclesiástico. Preparamos los asientos para todos los cardenales. Al final no perdimos la esperanza de contarlos a todos entre los espectadores de este acto que era el que más interesaba a la Corte. Pero no aparecieron los trece. Los otros catorce cardenales estaban presentes … Cuando el emperador entró en la capilla, su mirada se dirigió al lugar reservado a los cardenales.
El emperador se enojó. «Nos encontrábamos casi todos juntos en la antecámara del ministro, y nos hizo pasar a su despacho. Allí éramos once. Estaba presente el ministro de Policía, Fouché. Cuando me vio Fouché me dijo: «Bueno! Señor Cardenal -Se puso a gritar-.Dijo que las consecuencias serían terribles. »
«Nos hicieron sentar en un círculo, y luego el ministro de Asuntos Religiosos comenzó un largo discurso ice lo que en esencia, que habíamos cometido un crimen de Estado, y que éramos culpables de alta traición. Item que habíamos conspirado contra el emperador. Por este crimen, prohibido y castigado severamente por la ley, dijo que se veía en la desagradable necesidad de mostrarnos las órdenes de Su Majestad con respecto a nosotros, que se redujo a tres puntos, a saber: 1- nuestros bienes eclesiásticos o privados, que serían confiscados y quedábamos completamente despojados. 2.- Nos prohibió hacer uso de las insignias de cardenal y uso de nuestra dignidad, majestad y consideración.
3.- Su Majestad se reservaba decidir sobre nuestro destino. Nos dio a entender que algunos de nosotros seríamos llevados a juicio. Por lo tanto, nos vimos obligados, ese mismo día, a no hacer uso de las insignias de cardenal y a vestir de negro, lo que dio origen al nombre de «negros» y «rojos,» para referirse a los cardenales.
Ojalá tuviésemos hoy una gran cantidad de «cardenales negros»!
Que el Espíritu Santo suscite siempre entre los miembros de la Iglesia, desde los simples fieles, los sacerdotes obispos, cardenales y el Papa, defensores cada día más valientes de la indisolubilidad del matrimonio y la práctica de la verdad inmutable de la Iglesia en este asunto, incluso si esa defensa conlleva un considerable riesgo de sufrir daños personales. La Iglesia tiene que buscar más que nunca proclamar la doctrina y de la pastoral del matrimonio, por lo que en la vida de los cónyuges y en especial los llamados divorciados que se han vuelto a casar se observe lo que el Espíritu Santo dice en la Sagrada Escritura: «Honroso sea en todos el lecho sin mancilla» (Hb 13, 4.). Sólo es verdaderamente misericordiosa la pastoral matrimonial cuando se toma en serio la Palabra de Dios, ya que conduce a las almas pecadoras por el camino seguro a la vida eterna. Y eso es lo que cuenta!
Ahora mismo la Iglesia la gobierna un Papa de ochenta años aconsejado por cardenales de más de ochenta años. Pura gerontocracia progre salida de mayo del 68. Es irrelevante gobernar una diócesis o tener o no derechos electorales, pues lo importante es caerle bien al Papa, con independencia de otros factores.
Pero el cardenal Santos Abril no rige ninguna diócesis y su oficio, arcipreste de la Basílica de Santa María la Mayor, es irrelevante, aunque él tenga mucho ascendiente sobre el Papa. Pero lo tendrá aunque ya no tenga ese oficio, como sucede con Kasper y Sebastián, que, sin oficio eclesial alguno, tienen hoy en la Iglesia una innegable importancia.
Consideraciones varias:
—El sustituto del cardenal Zubeir es un obispo coadjutor que se nombró el verano de 2015, es decir, que lo normal habría sido que se le aceptara la renuncia casi inmediatamente. Si no se ha hecho así, es porque el propio Zubeir pidió que se retrasara el tiempo suficiente para cerrar el año de la Misericordia.
—Ese obispo coadjutor (ahora arzobispo residente) es un ex sacerdote de la diócesis de Jartum, a quien el mismo cardenal Zubeir ordenó sacerdote y consagró obispo, y que además fue rector del seminario de la diócesis de Jartum durante bastantes años, siempre con Zubeir obispo. Es decir, que no es un advenedizo sino alguien de la absoluta confianza del relevado.
—Hay que tener en cuenta la delicada situación política de Sudán, que hace unos años sufrió la escisión de Sudán del Sur. Zubeir es de allí, con lo que se ha convertido en un extranjero, y quizá eso haya dañado su posición en la diócesis.
—Zubeir ha sufrido varios intentos de asesinato, y quizá él mismo pidiera ser relevado lo antes posible.
—Es perfectamente posible (no, yo creo que es seguro), basándome en lo que vengo diciendo, que el nuevo obispo lo escogiera Zubeir personalmente, y que haya dedicado estos últimos meses a organizar un relevo lo más suave posible.
— Zubeir, antes de ser arzobispo, también fue coadjutor de Jartum. O sea, que ni siquiera es algo nuevo el modo en que se ha hecho este relevo.
Y don Santos Abril suma y sigue con 81 años.
Me sospecho que al Cardenal Scola también se le va a aceptar la renuncia pronto.
Hay que hacer pagar a los Obispos «morenos» su valiente resistencia en los dos SINODABULOS pasados…