PADRE PÍO
Hago un paréntesis en las crónicas del basural, para elevarme a las alturas; en la capilla del Santo Cristo, hoy fray Pedro, en la misa de esta mañana, interrumpió su silencio de los días feriales y habló del santo del día, Pío de Pietralcina, como uno de los grandes del siglo XX.
Hace mucho, la revista INSTAURARE omnia in Christo, publicó en su número 2 del año XXXII, de mayo-agosto de 2003, Udine, Italia, un artículo mío, dedicado “a los sacerdotes que sufren”, titulado PADRE PIO, IL CAPPUCCINO DELLE STIMMATE, que en parte quiero compartir con mis lectores.
En el mismo decía: que el padre Pío de Pietralcina fue un regalo de Dios al siglo XX. Por medio siglo llevó dolorosamente los estigmas de Cristo y a imitación de Cristo, transcurrió sus días y sus noches sufriendo y haciendo el bien.
Al sufrimiento físico y espiritual por la salvación de tantas almas humanas, se unieron las provocadas por la incomprensión, la calumnia, la hostilidad, la persecución de algunos de los hermanos de su orden y de algunos sacerdotes influyentes con papeles importantes en la Iglesia.
Así, el cardenal Giacomo Lercaro, entonces arzobispo de Bolonia, denunció esto en un discurso de 8 de diciembre de 1968 que dice: “El padre Pío vive en su pasión dos momentos de particular intensidad: uno cuando su nombre había comenzado a circular ampliamente entre el pueblo de Dios y se pusieron en duda los fenómenos aextraordinarios que atraían la atención sobre el Capuchino de Gárgano, mientras la austeridad de su vida humilde y el celo de su palabra y de su ministerio silencioso molestaba a los pastores locales y provocaban la crisis de la Iglesia de Manfredonia, envenenada de infidelidad, manchada de la ‘abominación cometida en el lugar santo’ y ocultada de la monstruosa infidelidad y de la interesada convivencia”.
“Estos seres despreciables, descubiertos por la luz de una vida santa y de un magisterio inmaculado, eran descubiertos cuando denunciaban al humilde fraile como hipócrita, exhibicionista y declaraban que los hechos milagrosos… no solo eran ilusiones, sino incluso, una estafa…”
“Se habló de él, se escribió sobre él… Se lo condenó y se hizo burla de él… Él callaba… Así arribó la segunda sesión… Vieja amargura de hombres despedazados por la vida… con nuevos deseos de dinero, provocaron la nueva persecución contra el justo desarmado”.
“Vivió la amargura de procedimientos arbitrarios, de medidas muy duras, injuriosas, malignas, sin reaccionar y sin protestar… Se lo aisló de sus amigos… En su lugar llegaron los adversarios sostenidos por grandes apoyos, animados del miserable rencor del mediocre, que no soporta la superioridad de la virtud. Sus hermanos fueron sus torturadores y aquél que en la tradición de los capuchinos le fue dado como bastón de su vejez, fue su miserable traidor”.
“Hasta cuando la Providencia callaba… callaba también él… Su humildad no venía a menos, ni su obediencia, ni su caridad… y tampoco perdía la fe”.
El padre Pío soportó todo, sostenido por la oración y continuó haciendo el bien. Era un sacerdote, un pontífice, hacedor de puentes entre Dios y los hombres, preocupado solo de unir el tiempo y la eternidad.
Una vez le preguntaron: ¿quién es usted por nosotros? Respondió: “Entre vosotros soy un hermano, sobre el altar soy la víctima, en el confesionario, soy el juez”.
Hermano, víctima, juez. Como hermano se ocupó de su prójimo sufriente, especialmente de los enfermos pobres y su gran obra material la “Casa Sollievo della Sofferanza” es un hogar donde aliviar el dolor.
Víctima, juez. Los dos ejes de su vida sacerdotal fueron el Sacrificio de la Misa y el Confesionario.
Hace tiempo, un ex alumno me contaba con pena, el abandono del sacerdocio por su joven hermano y agregaba: “son sacerdotes de guitarra y campamento”, no están preparados para soportar los halagos del demonio, del mundo y de la carne, nuestros enemigos.
No es que la guitarra, noble instrumento y el campamento sean malos; lo malo es perder la clave que alimenta la vida sacerdotal, la Misa y la administración de los sacramentos, especialmente la penitencia. Si esto se pierde se forman sacerdotes enfermizos, débiles, mundanos.
Inquieto por la reforma de la Liturgis romana el padre Pío pidió poder seguir celebrando el rito tridentino. El Papa acogió el pedido e invitó al cardenal Bacci a llevarlo. Preocupado por las novedades, el fraile agradeció el indulto y respecto al Concilio, le dijo al mensajero: “por caridad,acábenlo pronto”.
Y si esto lo decía antes del invierno posconciliar, antes de todas las barbaridades que ha sufrido la Iglesia en nombre del “espíritu del Concilio”, ¿qué nos diría si resucitara hoy? ¿qué diría a nosotros los argentinos, de este mamarracho en el que ha transformado la Iglesia argentina, donde no existe ningún obispo residencial capaz de protestar contra la espantosa confusión de la unidad básica vaticana con lo más corrupto de la política vernácula?
Santo Pío de Pietralcina ruega a Dios por el pueblo argentino; como ya lo conoces, todavían quedan aquí, bolsones de resistencia. En uno de ellos todos los domigos cantamos con entusiasmo: “Cristo Jesús, en Ti la Patria espera, gloria busccando con intenso ardor, guíala Tú, bendice su bandera, dando a su faz magnífico esplendor”
Buenos Aires, septiembre 23 de 2024. Bernardino Montejano