PADRE NUESTRO

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PADRE NUESTRO

En la Misa de hoy, el evangelio según san Lucas, se refiere a ese acto interno de la virtud de religión, que “eleva nuestra mente a Dios” y que es la oración. Uno de los discípulos le dice a Jesús: “Señor, enséñanos a orar como enseño Juan a sus discípulos. Él les dijo: Cuando oréis decid: Padre, santificado sea tu Nombre, venga tu Reino, danos cada día nuestro pan cotidiano, y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe y no nos dejes caer en la tentación” (11, 1/3, Biblia de Jerusalén, Desclee de Brouwer, Bilbao, 1975, p. 1475).

Hace bastantes años la Corporación de Abogados Católico san Alfonso María de Ligorio, entonces en mejores manos, publicó el libro de Francesco Carnelutti, “Interpretación del Padre Nuestro, El poema de Jesús”, y me pidieron escribir un estudio preliminar, todo publicado por Signocruz, Buenos Aires, 2009. La traducción fue de mi amigo Jorge Mazzinghi.

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Hoy, por razones higiénicas no concurro a ese lugar mientras esa entidad sea presidida hoy por un hombre acomodaticio, prepotente, arbitrario, sin la mínima inquietud por buscar la verdad, que no le interesa, incapaz de confrontación y de todo diálogo. Es una muestra de la decadencia argentina pues la entidad en otros tiempos fue presidida por hombres de otra categoría, como Santiago de Estrada, Jorge Mazzinghi. Fernando Horacio Payá.

Carnelutti fue un gigante; en una obra magnífica “El arte del derecho”, (Ediciones Jurídicas Europa América, Buenos Aires, 1956) relata la diferencia entre su juventud y su vejez de jurista: “El joven tenía fe en la ciencia, el viejo la perdió… El joven se contentaba con el concepto científico del derecho; el viejo siente que en ese concepto pierde su impulso y su drama y por lo tanto, su verdad… El joven no creía sino en lo que veía; el viejo no cree más que en lo que no se puede ver (p. 25).

Con esta presentación es suficiente para entrar en el gran tema.

 Pater noster. El cristiano puede llamar a Dios, Padre, porque es hijo adoptivo, porque en él Cristo es acogido. Carnelutti distingue entre creación y paternidad. Dios no es padre del hombre porque es criatura, sino porque el hombre ha efectuado una elección, reconociendo “Que el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros” (Juan, 1, 14).

Padre nuestro, no Padre mío. Estas palabras son una profesión de fe. Al decir Padre nuestro señalamos que esa paternidad es el origen de la hermandad entre quienes aceptan a Cristo.

Qui es in coelis.   Que estás en el cielo. ¿Qué es el cielo? El hombre surca cada vez más el espacio, conoce más de él. Pero el sabio advierte que cuánto más sabe, más no sabe, porque como escribe fray José López Ortiz, “el verdadero sabio es humilde. Los horizontes se abren, según penetra en la parcela de verdad que le es accesible. El objeto de su conocimiento lo asombra con su grandeza. Al fin encuentra la huella de Dios en la creación y se reconoce insignificante ante Dios” (“La responsabilidad de los universitarios”, Rialp, Madrid, 1956, p. 50).

Carnelutti explica que cielo quiere decir “sobre la tierra… sobre el reino del hombre”. Para alcanzar a Dios el hombre debe ascender. Para encontrar a los hombres, Dios desciende. ¿Cuál es el camino ascensional? Es la plegara, la oración.

Santificétur nomen tuum.  Santificado sea tu nombre. La plegaria es un acto de humildad, como arrodillarse y juntar las manos. Como escribe Carnelutti: “Humildad, humilitas, tiene la misma raíz que humiditas; humus, es la tierra fértil por el agua”.

Lo opuesto a la humildad es la soberbia, “enemiga del hombre porque es enemiga de Dios”, que transforma el alma en un desierto, en el cual el hombre muere de sed. Le falta el agua que Jesús promete junto al pozo a la samaritana. El Padre celestial busca nuestro bien y se distingue de los padres terrestres por su infalibilidad: no puede equivocarse.

Advéniat regnum tuum.  Venga a nosotros tu reino, “de justicia, de paz, de amor, de libertad”. Que todos los hombres reconozcan a Cristo como Rey que rige, que nos señala el camino hacia el bien, el cual es difusivo, porque el bien como el mal son contagiosos. En nuestra época, aparece el oscurecimiento y la crisis de la paternidad y como escribe Carnelutti “es profundamente triste que la negación de la paternidad del padre en la familia, coincida con la negación de Dios”.

Fiat volúntas tua. Hágase tu voluntad. Si el hombre siempre hiciera la voluntad de Dios, la tierra sería un paraíso, pero esto no sucederá nunca por causa del pecado, del original y de los nuestros. El fiat volúntas tua, en este mundo, exige una ardua tarea cotidiana, no es una cosa que podemos esperar como el maná en el desierto, sino que debemos procurarlo como el fruto de nuestro trabajo.

Sicut in coelo et in terra. En la tierra como en el cielo. El modelo del Reino en la tierra es el orden celestial y Carnelutti escribe: “Pidiendo al Padre que los hombres hagan reinar a Dios en la tierra como reina en el cielo, la plegaria expresa la máxima tensión hacia el Reino de Dios”.

Panem nostrum quotidiánum da nobis hódie. Danos hoy nuestro pan de cada día. Pedir el pan es pedir la fuerza del trabajo, porque el pan se gana con el sudor de la frente. Dios es el padre de toda la familia humana, que conoce cuando sus hijos tiene hambre y quiere ser honrado por ellos con la petición insistente del pan. Pedimos el pan de hoy, no el de mañana, ni el del año que viene. Para Carnelutti este es un acto de esperanza, porque Dios también estará mañana y el año que viene. Además “cada día tienen su afán”.

Dimitte nobis debita nostra. Perdona nuestras deudas (ofensas). El que reza tiene conciencia de la deuda, del pecado. La amargura que comporta el pecado cometido tiene que ser arrepentimiento, nunca desesperación.

Sicut et nos debitoribus nostris. Como nosotros perdonamos a nuestros deudores (a quienes nos ofenden). El perdón de Dios es un juicio sobre el valor del hombre. El perdón del hombre es renuncia al juicio

Ne nos indúcas in tentationen. No nos dejes caer en la tentación. Ella es una prueba y en ella se templa la voluntad. Cristo nos alienta a pedir al Padre que nos libre de las tentaciones futuras.,

Sed libera nos a malo. Líbranos del mal. Todos tenemos miedo, del futuro, de lo desconocido, del mal uso que podemos hacer de nuestra libertad.

A todos nos cuesta pensar en el mañana, en nuestras postrimerías. Carnelutti ruega: “libérame tu Padre, porque no tengo fuerza suficiente para liberarme por mí mismo. Líbrame del mal, porque yo soy incapaz de conseguirlo”.

Buenos Aires, octubre 9 de 2024.                                        Bernardino Montejano

Comentarios
3 comentarios en “PADRE NUESTRO
  1. Pues, ahora más que nunca conviene que pidamos «líbranos del malo», más que del mal, porque el malo anda suelto y sus secuaces está cumpliendo sus órdenes a toda marcha, Dios nos libre del maligno enemigo.

  2. «Para alcanzar a Dios el hombre debe ascender. Para encontrar a los hombres, Dios desciende. ¿Cuál es el camino ascensional? Es la plegara, la oración.»
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    Una imprecisión, evidentemente. El camino ascencional ES CRISTO, no la plegaria. Los musulmanes rezan cinco veces al día, ¿y? ¿ascienden a Dios con ello? «Yo soy el camino, las verdad y la vida, NADIE viene al Padre sino por mí» (Juan 14:6). Y como dijera también el apóstol Juan, «el que no tiene al Hijo, no tiene al Padre».

    Por ende, la plegaria es condición necesaria, pero no suficiente, si estamos en Cristo. Solo en Cristo nuestras plegarias pueden agregar a Dios.

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