OTRA EXTRAÑA DESIGNACIÓN
En el blog Specola de Infovaticana de antes de ayer, día de Todos los Santos, aparece un texto de la beata Catalina Emmerich (1774-1824), que me llamó la atención y que dice: “Vi una iglesia que se estaba construyendo con todas las reglas… No había ángeles para supervisar las operaciones de construcción. En aquella iglesia no había nada que viniera de arriba… Probablemente sea una iglesia de creación humana, que sigue la última moda… no había nada santo en ella”.
“La última moda”, me recuerda la frase de Gustave Thibon: “los esclavos de la moda son los desertores de la eternidad”. La moda de nuestro tiempo es horizontal, no busca nada que venga de arriba. Es la Iglesia de Cristo sin Cristo, sin nada santo, una iglesia vacía de eternidad.
Y esta moda, este congraciarse con el mundo, sin buscar su conversión, sin tener en cuenta las exigencias de la ley natural moral y de la ley divina positiva, como criterio para los nombramientos y las designaciones, reina en el Vaticano de nuestros días. Así el informe acerca de un tema tan importante como la protección de menores es fruto del trabajo de un grupo presidido por la holandesa Maud de Boer, integrante de la Comisión Pontificia para la protección de menores, nombrada en el año 2022 por el papa Francisco.
Pero las posiciones de la jurista holandesa chocan con las exigencias de la ley moral natural: así, es partidaria del aborto y apoya las cuestiones LGBT, pasando por el útero alquilado, respecto del cual pidió superar la lógica de la prohibición para proteger el interés superior del niño.
Pero no es el único caso: tenemos las designaciones de un par de partidarios del aborto, como Mariana Mazucatto en la Academia Pontificia para la Vida y de Jeffrey Sachs en la Academia Pontificia de Ciencias Sociales.
Y más próximo a nosotros, el caso de Eugenio Zaffaroni, a quien Milei acusa de haber arruinado el sistema penal durante los últimos veinte años; según nuestro presidente “el país es un baño de sangre y este desastre es culpa de haber abrazado las ideas de Eugenio Zaffaroni, quien cambió el rol entre la víctima y el victimario. Haciendo del delincuente víctima”.
Es interesante tener presente que respecto a este ex juez del Proceso y ministro de la Corte en democracia y ahora funcionario vaticano, hace un tiempo, “La Nación” en un editorial recordó el apoyo a Cristina Kirchner en sus causas judiciales en trámite, la promoción del indulto al vicepresidente condenado Boudou, y algunos de los fallos que muestran una “perversa escala de valores”. Pone el ejemplo del caso “Tiraboschi” en el cual el magistrado redujo la pena a un hombre que obligó a practicar sexo oral a una niña de ocho años, porque lo había hecho como un juego y con la luz apagada. Con lo cual el abuso fue menos traumático.
También recordó la posición del designado a favor de la legalización del tráfico de drogas y destacó el papel del promovido en el nefasto proceso de la promoción del garantismo que busca abolir el derecho penal.
Comenté en dicha oportunidad que muy débil y en su ocaso debe estar Bergoglio para que “La Nación”, tribuna de doctrina, generalmente mala, con algunas excepciones en sus editoriales como el presente, se atreva a criticarlo.
Pero ya que estamos en el campo penal este papa, cuyo clericalismo asusta, vuelve a meterse en un tema que no le compete como bajar la edad de la imputabilidad a trece años y manifestó que la educación y la reinserción, deben ser los elementos gravitantes en cualquier reforma penal, no la edad.
Parece que este clerical de alma vive en otra época, más cerca de la optimista consideración del joven que hace Aristóteles en su Retórica: “No son maliciosos sino cándidos por no haber presenciados muchas maldades. Y son confiados por no haber sido engañados muchas veces y por no haber padecido muchos desengaños… Son fáciles de engañar pues esperan con facilidad… Las injusticias las cometen por insolencia y no por maldad… Y son compasivos, por suponer a todos buenos y mejores de lo que son, ya que miden a los que tienen cerca con su falta de maldad” (Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1971, págs. 126/7).
En nuestros días, la descripción de Aristóteles es válida para jóvenes que han nacido y crecido en familias bien constituidas, jerárquicas y serviciales, en las cuales predomina el amor verdadero. Pero no lo es para jóvenes que nacen y crecen en familias desquiciadas, donde reina el egoísmo, el mal ejemplo y que pueden ser abundosas en bienes materiales, pero también en familias villeras en las cuales reinan la promiscuidad y la miseria. En todas ellas, los medios de comunicación en general y la televisión e internet en particular, ofrecen día y noche pésimos ejemplos, que orientan no al bien y a la virtud, sino al vicio y al pecado.
Esas circunstancias favorecen la delincuencia precoz y hacen razonable bajar la edad de la imputabilidad, pero Francisco, preso de la ideología garantista, no las considera, se mete en lo que no le compete y se equivoca en forma grosera, como cuando opina de temas históricos y logra que hasta “La Nación” diario tenga razón, cuando le dedica el editorial “Roca y la Argentina moderna” cuyo subtítulo es elocuente: “Las equivocadas expresiones del Papa sobre el dos veces presidente de la Nación, imponen una reivindicación de sus históricos logros” y a quien denuncia por su ignorancia en el cuerpo de la nota: “El general Roca no decapitó a ningún indio como con ligereza y llamativo desconocimiento afirmó el papa Francisco”, ignorante y charlatán agregamos con dolor porque es nuestro sumo pontífice.
Comparemos este plebeyísimo porteño con la santidad de san Pío X, con la aristocrática y prudente sabiduría de Pío XII y veremos hasta dónde hemos descendido.
Pero como Cristo nunca abandona a su Iglesia, con fe y esperanza le pedimos especialmente por ella, por su Cuerpo Místico, por el Pueblo de Dios.
Buenos Aires, noviembre 3 de 2024. Bernardino Montejano
El ejemplo máximo de buenismo lo tenemos aquí en España, con doña Concepción Arenal: «Odia el delito y compadece al delincuente». Tres disparates: no existe el delito por sí mismo, separado del que lo comete; no se puede odiar a una abstracción (se odian cosas concretas o a determinadas personas); delito y delincuente, de la víctima, si acaso, ya nos acordaremos en otro momento y, si no nos acordamos, que se joda (= fastidie, no tiene ya contenido sexual en España, salvo para gente muy mayor).