Porque es bueno saber con quienes nos jugamos los cuartos. Para no hacer el primo con nuestros cuartos. Que evidentemente son nuestros.
Salir en apoyo del jesuita Martin, adalid del LGTB, me parece simplemente una vergüenza que retrata a esos individuos.
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Creo que deberíamos tomar nota de sus miserables nombres. Para lo que haga falta.
Sonarme sólo me suena uno, el del cardenal arzobispo de Chicago. Le había llamado Mierdich, pues me reitero. Una vergüenza eclesial. Le haya encumbrado el Papa Francisco sabiendo lo que hacía o no. A ver si hay algún imbécil que sostiene que los nombramientos pontificios son obra del Espíritu Santo. En casos como este sería hasta un sacrilegio.
Los acompañantes, de momento, parece que son Stowe, obispo de Lexington, Wester, arzobispo de Santa Fe, que ya me parece el colmo de menosprecio a la diócesis de la que es titular, Fiorenza, ya emérito de Galveston-Houston, y un neozelandés, que ya me dirán lo que significa, y que se llama Dunn.
Se momento caca acumulada a Mierdich pero hasta es posible que los veamos miembros del Sacro Colegio. Que ya estamos acostumbrados a cualquier cosa.
Sea lo que sea, creo que los católicos deberíamos retener sus nombres como impresentables. Por lo que a mí toca procuraré hacerlo.
Son de la nueva y caduca iglesia de la misericorditis, que no tiene nada que ver con la Iglesia Católica, pero nada, oiga. Hay que echarlos cuanto antes, porque irse no lo van a hacer, y menos con quien los maneja, que ya sabemos quien es.
Simplemente horrible y horribles sujetos de heterodoxia a tenor de lo que dejó escrito San Pablo en I Timoteo 6,3-6 digan lo que quieran los francisquitas como el James Martin al que tiene en su Curia el papa Bergoglio de consejero de comunicaciones. ¡!.
Son reos, dicho por San Pablo en Romano,s no solo los que tales acciones cometen sino también quienes consienten semejante activismo.
A parte quede la sentencia del Señor contra los escandalosos.
Aunque parece importarles bien poco, si algo, las sentencis del Señor, la FE que acota San Pablo y el sensus fidei de la Iglesia de Jesucristo.
Están todos, según sus propias palabras, en salida de la Iglesia , salidos de sí mismo pero perfectamente conscientes, con tics paranoides si se presentan como católicos pero actúan doctrinalmente como interconfeisionales epicúreos inmanentistas.
No tenemos un colegio sino una cuadrilla. ¡Y viven del altar!
La conculcación por parte de los conciliaristas de la Encíclica Mortalium Animos fue mortal por necesidad. Aunque ahora resulta que los muertos en la impiedad se volatilizan para la vida eterna . Es decir que con el crematorio todo concluye. O eso quisieran.
¿ Hay alguno de ellos que no goce de la bula papal ? ¡ Ahí está el problema : en la cabeza, desde donde se extiende a los brazos y los pies ! El que no quiera verlo, creo yo, a estas alturas, que peca, incluso mortalmente. Hay que rebelarse como católicos ante tanta heterodoxia y porquería bendecidas.
De izquierda a derecha, el dos y el 4 tienen pinta de soplanucas, y los otros de muerde almohadas. Eso explicaría muchas cosas.
Menos mal que son las iglesias orientales las que deben tener cuidado con los nombramientos episcopales.
Y no digamos de los nombramientos cardenalicios, que si nos pusiéramos a analizar a los 120 cardenales, seguro que nos aterrorizaríamos.
Stowe es capuchino y muy joven para cardenal.Wester y Dunn son de 1950.Fiorenza nació en 1931 y está amortizado.Cupich carece de categoría intelectual.Los estadounidenses harán lo que diga Dolan, cuya ambición desmedida es casi tan preocupante como las mezclas de cal y arena que hace Wuerl, sujeto sibilino con irresistibles tendencias a lo italianizante (por lo de navegar entre dos aguas y esconder la daga en el capelo o donde se tercie).
Cardenal aparte, los demás son menos importantes. Pero uno lo fue: Joseph Anthomy Fiorenza fue el Presidente de USCCB en el trienio 1998-2001.