No se trata de turismo, aunque también

por La Cigüeña de la Torre | 18 octubre, 2017

Leo un reportaje en El Mundo sobre la maravillosa Tierra de Campos:

http://www.elmundo.es/viajes/espana/2017/10/17/5911ade8468aebfc0a8b4666.html

Vale la pena leerlo, tomar nota y luego disfrutar todo aquello en lo que como veis hay muchas iglesias y mucha Iglesia. Y arte, paisaje, comida, vino, castillos, palomares, extraordinarios enclaves ornitológicos y muchísima buena gente.

En Francia, Alemania… un rincón así, rincón amplio, estaría lleno de autobuses de las más distintas procedencias y no digamos ya de automóviles.  Aquí somos tan catetos, o tan inútiles, que en días de semana en no pocos lugares serás el único visitante.  Y con la mayoría de las iglesias cerradas.

Tampoco los obispos y párrocos se esmeran mucho en vender un producto catequético de primera. Evidentemente exagero con el mucho porque la palabra aplicable sería nada. Como si no existieran. Aunque más de uno tal vez se pregunte si hay obispo en Valladolid, Palencia, León y Zamora. Tampoco hay que echar toda la culpa a la Iglesia aunque tenga mucha. Las autoridades locales, bien sé que algunos ayuntamientos apenas existen más que en el papel, provinciales y autonómicas suelen estar también ausentes. Y luego nos quejamos de que desaparezcan pueblos y otros agonicen.

En una ocasión quise poner en el Blog una serie de maravillas , como extraordinarias obras de arte, de la Iglesia española. Me aburrí. No sé si lo leería alguien o si alguien se animó a la visita, los comentarios eran cero.

Por mí que no quede. Hoy os enlazo ese reportaje aunque convencido de que no moverá a nadie. Como mucho dos o tres personas que lo disfrutarían muchísimo pero sin que se les ocurra dar las gracias. Yo desde aquí se las doy al cronista. Y no estaría de más que los inanes también lo hicieran. Porque estas cosas son en bien de la Iglesia.

Tierra de Campos es accesibilísima desde León, Zamora, Burgos, Valladolid, Palencia, Ávila, Salamanca, Soria… También desde Madrid. Si se va desde la capital de España y regresando a pernoctar, tres o cuatro excursiones si se planifican bien. Durmiendo una noche allí, un par de ellas. Las disfrutaríais. Uno no puede hacer más aun sabiendo que predica en el desierto. No entenderé nunca esta alergia al goce cuando está al alcance de la mano y de muchos bolsillos.

Todo es bueno. Disfrutar del arte y la belleza que acercan a Dios y a la Iglesia incluso a los alejados. Una convivencia del matrimonio que sale de la rutina del domicilio, tiene tiempo para hablar y goza juntos, que es mucho más que estar uno al lado del otro, de lo que habitualmente no hacen. Si son un grupo de familiares o amigos, sanísima convivencia. Óptimo también par excursiones parroquiales que permiten una catequesis del cura y que unos feligreses que ni se conocen o casi terminen amigos. Y hasta hacer que en pueblos que se mueren haya una recuperación orgullosa de su pasado y de los tesoros que tienen tal vez sin haberse enterado.

Más algunos euros en la taberna, el restaurante de la localidad o las proximidades, la alegría de los pocos habitantes al ver gente por sus desiertas calles, la charla con el forastero y hasta la ocupación, gratuita o remunerada, por poco que sea, temporal o fija, de algún hijo de allí.

Me he encontrado con personas beneméritas, jubilados en su mayoría, que de modo permanente, o casi, abren lo cerrado o incluso en tiempos de mayor afluencia, están en las iglesias esperando que llegue alguien. Lo que no siempre ocurre. Todos encantadores. Y no pocos con conocimientos suficientes para explicar, por lo menos elementalmente, unos tesoros de los que se siente orgullosos y que agradecen muchísimo que se vaya a visitarlos.

Hay también en algunos lugares oficinas de turismo en algunas de las cuales no sólo te informan sino que te acompañan en la visita con muy notable amabilidad. Alaejos, Simancas, Bóveda… por citar las últimas disfrutadas. Tres jóvenes muy preparadas y de exquisito trato.

Pues eso es  lo que hay. Y hay cantidad. Seguiré siendo la voz que clama en el desierto. Vosotros os lo perdéis. Mi mujer y yo disfrutamos a tope. Es posible que en ese disfrute conjunto, más, por supuesto, el de los hijos, los nietos y los amigos, esté el secreto de las recientes y gozosísimas bodas de oro matrimoniales que acabamos de celebrar.