Leo en una página digital de las que tienen entradas esta queja: «avalé a mi hermano y su mujer, ahora no pagan la hipoteca y el banco va a por mí». Pues claro, idiota. ¿Qué te crees que es un aval? Precisamente eso. Una institución jurídica por la que tu te subrogas en las deudas impagadas de la persona a la que avalas. Nadie te obliga a avalar pero si avalas tienes que responder. ¿O para qué te creías que pedían tu aval? ¿Por qué hacía bonito tu hermoso nombre en la escritura? Esto, que no parece tener nada que ver con cuestiones eclesiales, no es tan ajeno. Me horrorizan los abortos pero voto al Partido Popular. Pues los mismos abortos que si votaras socialista o a Podemos. Soy muy católico pero voto al PSOE porque es el partido de los pobres a los que amaba Cristo. Pues ni Bono, Boyer, Felipe, Zapatero… son tan pobres ni los mangantes de dineros públicos eran Robin Hood. Y nos llevaron a una crisis económica que multiplicó indigentes. Estos chicos nuevos que ahora llegan quieren acabar con la corrupción y por eso les voto. Pues con la corrupción parece que no y con la Iglesia parece que sí. O a eso suena lo de arderéis como en el 36. No se puede ir de imbéciles por la vida. Ni de engañados. Por supuesto que cada uno puede votar lo que le dé la gana pero sabiendo lo que vota. Hoy, con lo que hay y con lo que hemos visto, ya nadie se puede sorprender. Peo tampoco ir de virgen violada. Si avalas, respondes de tu aval. E incluso avales políticos te pueden traer consecuencias económicas muy desagradables. Pero no estoy ahora hablando de esas. Me refiero a las eclesiales.
No hay que ser imbéciles ni en la vida ni en la Iglesia
| 12 abril, 2016