Hermosa evocación de la Resurrección de Cristo
PASCUA 2023
MIGUEL ANGEL GONZALEZ GARCIA
No está aquí,
Amarga la ceguera y la esperanza huida,
como una herida amoratada que no tiene más cura
que el naufragio o el sueño cobarde del olvido.
Los ojos enturbiados de lágrimas y sueño
como si la noche se nos colara muy dentro,
y solo existiese el desamparo de sufrir y de morirse.
El corazón empapado de sombra y ausencia.
Todo era no dar crédito a lo que tantas veces
le oímos, ciegos, para entender sus palabras vivas,
pensando que el Calvario era fracaso, rabia y despedida.
Hemos venido temprano a embalsamar su cuerpo
convencidos del naufragio de su muerte, llorando sus heridas.
Pero allí no habitaba, la tumba estaba vacía.
Todo es ahora desconcierto:
¿Quién lo ha robado? ¿Dónde lo han puesto?
No está aquí, nos dicen unos seres extraños
a los que no damos mucho crédito,
como si fuera imposible creer que la muerte
dejase de ser dueña de la historia y de la vida.
La fe se nos quedó a la intemperie el viernes santo
y ahora todas las dudas se hacen despedida.
No está aquí.
Como si el sepulcro fuera el único destino,
tras la visita de las sombras y la muerte
y el cobijo obligado de los muertos,
nos parecía un engaño aquel vacío
y volvimos a repasar las horas del entierro,
por si había trampa en lo vivido.
“¡No está aquí, ha resucitado!” (Mateo 28, 6)
No está aquí.
¿Dónde escondieron el consuelo de su cuerpo?
Por qué sólo encontramos el sudario envuelto,
y un silencioso aroma de primavera envolviendo
aquel rincón en el que buscamos la muerte y las heridas.
No está aquí.
Sí, es verdad que nos lo dijo, pero seguimos ciegos,
porque no había muerte ni calvario en nuestros sueños,
ni aquel fracaso de clavos, heridas y silencio…
Y en el desconcierto de esta hora,
la ausencia de su cuerpo nos abre las dudas
y el misterio de la verdad de sus palabras,
candela que va poco a poco venciendo la tiniebla,
como si Él quisiera comenzar por descubrirnos que no está
donde tantas veces, equivocados, le buscamos:
en los mil sepulcros, en los que no anida la esperanza,
en el ruido innecesario de las cosas,
en las palabras huecas y mentirosas,
en los tesoros inútiles, de apariencia y de ceniza.
No está aquí.
Sólo significa que hemos de buscarle en otro espacio,
en la trama silenciosa y amorosa de la vida,
en el misterio feliz del pan que nos dejó,
como materia para hacerse alimento y compañía.
Para que le busquemos en el amor que le hace perdurable,
en la amistad que trasforma el dolor en primavera
y la fe en la certeza de vencer con Él el mal y la mentira.
¡
No está aquí.
En esta tumba, donde solo se quedó como dormido,
para que, viniendo a embalsamarle, se nos llenase el corazón
del sanador perfume del amor que nace de sus heridas,
que ya solo supuran luz de alborada bendecida,
y para dejarse encontrar como el amigo del alma
que vive y se queda para siempre a nuestro lado,
sin faltar puntual a la cita que nos conforta
ahora y hora tras hora, hasta el abrazo de la muerte,
cuando nos llame con su voz amiga a morar eternamente,
en el regazo anunciado y prometido de la VIDA.
El gran mensaje de Xto. fue su triunfo sobre la muerte y en él el nuestro. San Pablo llevaba razón. Mensaje que inesperadamente confió a María Magdalena: «Dic nobis, Maria, Quid uidisti in uia?…»