Ni la pontificia.
Pero se puede realizar dentro de sus competencias o fuera de ellas.
E independientemente de la bondad o maldad del sujeto actuante. Una misa válida de un pésimo cura tiene tanto infinito valor como la de San Pío X o San Pío de Pietralcina. Y los pecados que perdonara quedan tan perdonados como los que perdonara San Alfonso María de Ligorio.
Pero luego están también las derivadas segundas de un ministerio u otro. Uno atrae, otro repele.
Y obispos los ha habido como el Beato Don Marcelo de Sevilla o Don Marcelo de Toledo o como Setién o Castellanos.
El obispo es el responsable de la Iglesia en su diócesis. De la del Opus Dei, sin duda, también de la de los jesuitas y los diocesanos que van por libre. Que los hay.
Aunque resultaría extraño, por no decir puñetero, que el obispo de San Sebastián nombrara rector de Loyola a un diocesano; y el de Pamplona o el de Asís, de Javier o de la casa por excelencia de los franciscanos, alguno no religioso de sus respectivas órdenes. Aunque en Javier igual ya no va a quedar otro remedio. O de Montserrat a un no benedictino.
Pues, más o menos. Es que ni en Loyola, Javier, Asís o Montserrat interviene para nada el obispo respectivo Como no intervenía en Torreciudad.
¿Por qué ahora?
Siempre hubo babosas y perros falderos.
La autoridad pontificia no tiene otro límite que la ley divina.
Desgraciadamente están dispuestos a sacrificar 90.000 laicos entregados y comprometidos a cambio de un puñado de euros y de repartirse 2000 sacerdotes. Y posiblemente les atraiga más el dinero que los sacerdotes.
Por lo mismo que está ocurriendo con los dos motus propios. Quieren mostrar de un modo ejemplificante que la Obra ya no es una prelatura y, por tanto, el prelado no tiene jurisdicción propia en sus templos.
Esto puede hacer que gente buena sin información piensen que el Opus estuviera generando conflictos allá donde está y que estas medidas se necesitaban para que la iglesia pueda poner todo en orden.
Pero lo cierto es que no hay conflicto ni lo habrá. El Opus hace sus labores siempre de acuerdo connlos ordinarios de cada lugar. No había conflicto.
Parece que todo tiene como origen un no entendimiento entre canonistas de Roma sobre si puede haber en la iglesia prelaturas personales, además de territoriales. No es una cuestión que los cristianos de a pie podamos entender bien. Sólo se me ocurre decir que menudo lío están montando para desestabilizar algo que funcionaba bien.
Y me hago una pregunta parecida a la tuya ¿No le merecerá la pena a toda esta gente gastar las energías, siempre limitadas, en algo evangelizador más constructivo? ¿De verdad que habia que desfondarse en esto?
Es verdad lo que usted dice, y se pregunta, ahora bien, como católico y pecador de a pie, no me gustan las «iglesias particulares», ni los cotos cerrados, ni los «negocios» a la sombra de la religión, ni la apropiación -debida o indebida-, de todos los ingresos de los numerarios, y del diez por ciento de los sueldos de sus supernumerarios, etc.