http://infovaticana.com/2016/10/18/luis-bezalar-inocente-sentencia-la-justicia-peru/
No quiero hacer caso de lo acontecido con un sacerdote peruano acusado de graves delitos que al final la Justicia de aquel país consideró inexistentes. Digo inexistentes. No que hubieran prescrito por el paso del tiempo y que por lo mismo los tribunales no entran a considerarlos, fueran ciertos o no, o que los indicios no tuvieran la consistencia suficiente para que recayera sobre ellos el peso de la ley. En este caso el relato desencadenante de todo el calvario que sufrió este joven sacerdote se acreditó falso. Un cúmulo de mentiras. Demostradas y reconocidas por el tribunal en la apelación. Por cinco magistrados concordes.
Tenía sobre su cabeza una pena de ocho años y la separación del ministerio sacerdotal. La pena ha dejado de existir: es inocente. La suspensión continúa. Pero el joven sacerdote, que debe estar por algo más, no mucho, de los treinta años, quiere seguir siendo sacerdote. Que ya es vocación tras todo lo que ha tenido que pasar.
Ya digo que no quiero hacer cuestión de la trágica situación padecida por este sacerdote sino pasar de la anécdota, por dolorosa que haya podido ser para él, a la categoría. Porque no es un caso aislado y doloroso. Se repite con más frecuencia de la que debiera. Aunque lo debido tendría que ser cero.
Mi absoluta repulsa de conductas impresentable e intolerables en el clero. Tolerancia cero. Hay sacerdotes que tienen que estar en la cárcel y eclesialmente secularizados. Desgraciadamente bastantes más de lo que sería normal en su condición consagrada. Normal no sería en ninguno pero las debilidades humanas existen y también en los sacerdotes. Aunque en ellos sean más repugnantes. Ahora de lo que quiero hablar es del procedimiento. En el que me parece, acertada o equivocadamente, que hay defectos graves.
Y no me refiero a los de la Justicia estatal que también los tiene. Pero eso no es cosa de este Blog aunque incidentalmente tenga que referirme a ella. El primero, y muy grave, al menos en España, es el de la lentitud. Pasan años desde la iniciación del proceso a la sentencia. Con gravísimo perjuicio del inocente si resultara absolutoria.
Pero es de lo eclesial de lo que quiero hablar. Creo que la Iglesia ha entrado en una situación de pánico y el miedo suele ser muy mal consejero. No se puede, ante cualquier denuncia, que puede ser verdadera o falsa, optar por dar por bueno lo peor dejando la presunción de inocencia en el lodo. Ante unos hechos denunciados el obispo debe, pienso que con obligación de conciencia, tomarse un tiempo de indagación. Que tampoco debe ser mucho. Pero de indagación. Hay caso en los que eso incluso sobra por conocer bien al pájaro que tiene en su presbiterio. Y que por su indolencia y hasta por su falta de responsabilidad mantiene. En otros, tal vez en la mayoría, el primer sorprendido es el obispo. Aunque también en casos sería deseable que el obispo conociera más a sus sacerdotes. Si tras esa indagación llegara a la conclusión de que la denuncia podía ser verosímil, muy acertada la separación temporal del ministerio y si nada le hace sospechar de la verdad de la denuncia pues a esperar a que la instrucción judicial acredite o no la verdad de los hechos. Me parece penoso que un juez a los seis meses decrete el archivo de los hechos por no hallar en ellos nada penal y que eses sacerdote lleve seis meses apartado del ministerio. El bochorno público de haber aparecido en los medios no se lo quita nadie pese a ser inocente pero si además fue retirado de su parroquia ante la gente en general y sus parroquianos en particular se ha añadido un plus de culpabilidad inmerecido. En España hemos tenido un caso reciente de sacerdote apartado porque la presunta víctima hasta se había suicidado. Pue no había víctima, ni suicida ni «na de na». Sólo un pobre sacerdote, inocente de todo, al que una mujer había denunciado sin la menor base y que otro clérigo correveidile fue con la calumnia al obispado.
El honor sacerdotal es algo muy serio para que cualquiera, sin fundamento alguno, lo ponga en entredicho. Y si un obispo colabora a ello, por pánico a los medios o a alguna instancia superior, pues mal por el obispo. La misericordia y la justicia quedan con ello muy mal paradas. Y si es en un obispo, peor. Lo cómodo no suele ser el seguimiento de Cristo. Y lo cobarde, menos.
Vuelvo al caso del sacerdote peruano que ha motivado esta entrada. Bien sé que una sentencia civil no obliga a la Iglesia en lo eclesial. Sí a considerar civilmente inocente a esa persona pero no automáticamente a la restitución in sacris. Pero cuando los hechos que motivaron la suspensión se han acreditado mentirosos pienso que es, de justicia y de misericordia, reconsiderar la suspensión. Y si de esa reconsideración surgieran motivos que la impidieran, manifestarlos. Y no me parece que sea motivo no querer dar el brazo a torcer de un obispo. Ya no entro en si su ministerio deba ser en su diócesis originaria o en otra. Pero si es inocente, como acreditó la Justicia civil aunque para la Iglesia no sea de cumplimiento obligado, y no debe serlo salvo en lo que al ámbito civil se refiera, ese cura debería seguir siendo cura. Que es además lo que parece desear.
Pensar que luego de que un sacerdote haya sido falsamente acusado de abusos se pueda restituir el honor del falsamente acusado» es mucha ingenuidad. ¿Después de haberse ventilado el caso en la prensa y las acusaciones han sido demostradas falsas, no hay modo de restituir el honor del sacerdote. Yo soy sacerdote y he conocido algunos casos de este tipo. Uno que conocí en Australia tuvo que abandonar su diócesis e ir a una diócesis a 1500 kilómetros de su ciudad natal, y eso gracias a que pudo encontrar a un obispo benévolo. A mi parecer tendría que haber penas draconianas para denuncias falsas de cualquier tipo, de manera que los que suelen hacerlas piensen dos veces antes de hacerlas. No hace mucho que ha habido un caso de este tipo en Sevilla, y otro en Galicia. Hay otro caso en San Luis en Estados Unidos, y se trata de un sacerdote joven chino que se escapó de China por persecución religiosa. Lo acusó falsamente de abusos sexuales un grupo llamado SNAP que se dedica a hacer tales denuncias, aunque sean falsas. El ha hecho lo correcto al demandar a esa gente en tribunales para que no vuelvan a hacer eso con otros. En EEUU hay muchos sacerdotes presos, condenados por falsas denuncias a veces basadas en lo que se llama la «recuperación de la memoria».
Creo firmemente que este caso es doloroso, no sólo por los tres años de sufrimiento, sino por el silencio cómplice de un Arzobispo que suele ser próximo a condenar y lentisimo ( convenientemente) a reparar las honras. Nos preguntamos: ¿qué dirá el Papa Francisco de esta actitud arzobispal? O es que por tratarse de Salvador Piñeira, amigo del secretario de la Congregación para la doctrina de la fe, Luis Ladaria, la vara es distinta?
Que Nuestro Señor, que ve los corazones, repare con su amor las heridas de este siervo bueno y fiel y que no lo deje jamás de su mano, porque a quien tiene a Dios, nada le falta.Pobre hombre, cuánto habrá sufrido.Que Dios enjugue sus lágrimas y lo haga fuerte para seguir predicando la Verdad.
Más allá del caso concreto, persona inocente absuelta, la Iglesia debe ser coherente con la vinculación, en casi un 90% de los casos, entre pederastia y homosexualidad y no admitir en los seminarios, ni al sacerdocio obviamente, a los aspirantes que tengan esa tendencia predominante. Hoy por hoy, la incoherencia es manifiesta y le ha hecho muchísimo daño, espantando a muchos niños y adolescentes y sus familiares, que quizás nunca vuelvan.
A «Uno de aragaón»: el certificado de delitos sexuales se pide a cualquier empleado o voluntario que tenga contacto con menores, en catequesis, Save The Children o la ludoteca del Centro Cultural Pepinos del Monte. Creo que es una medida excelente, porque más vale prevenir que curar. Si la persona nunca ha tenido problema, va a la oficina y gasta un par de horas en ir volver… Si no, podemos evitar un trauma a uno o mas menores, y ensuciar aún más el nombre de la Iglesia Católica.
Es muy gratificante leer comentarios equilibrados como los que hasta ahora están saliendo. El mal que hacen los pederastas sacerdotes es terrible y difícilmente comprensible. Es tremendo, porque además del que hacen directamente, non incapacitan a los demás para hacer una caricia a un niño o niña que la está necesitando por escasez de muestras de cariño. Pero, si el que escandaliza a un niño merece la piedra de molino, ¿que puede merecer el que en este terreno calumnia? Y los hai. por venganza infundada, como alumnos suspensos, o por hacerse con un dinero relativamente fácil.
Si los cristianos mueren por la vieja Europa que abandona sus principios posiblemente algunos sacerdotes llevan la Cruz por compañeros que la ultrajaron .
En Zaragoza, no solo se les ha privado de presuncion de inocencia a los sacerdotes sino tambien a los catequistas. A todos se les ha pedido un certificado de no estar inmerso en ningun caso de pederastia expedido por la autoridad civil correspondiente
Lapsus: Restituye
Si su Obispo no lo estituye a la situación anterior, tiene derecho a recurrir a la Congregación del Clero y al Supremo Tribunal de la Signatura Apostólica, dununciando los hechos y pidiendo justicia. Dejemos aparte la misericordia que aquí suena a sarcasmo.
La presunción de inocencia es un derecho fundamental que dimana del Derecho natural.
Qué se deba apartar cautelarmente a cualquier sospechoso de pederastia o de cualquier otro abuso de fuerza de sus posibles víctimas, cae por su propio peso, es de sentido común.
Pero lo que yo echo en falta en nuestra justicia, que ahora especialmente actúa por modas, es enjuiciar al que vierta falsas acusaciones y castigarle con muy duras penas. Así se evitarían injurias y calumnias y más de un anticatólico se haría caquita encima antes de denunciar en falso.
Dice S. Felipe Neri: Las injurias y calumnias son como las plumas de un pollo lanzadas al viento, una vez soltadas ya no se pueden recuperar.
Y vaya si tiene razón el santo!!
Es lógico que si hay un proceso judicial por abusos a menores por parte de un sacerdote, o un profesor, o alguien que por su trabajo tenga que estar en contacto con menores, se le aparte cautelarmente de su trabajo para evitar, de demostrarse finalmente las acusaciones, que siga haciendo daño. Lo contrario sería jugar con fuego.
Del mismo modo, si se demuestran inciertas las acusaciones, deben hacerse públicas, de forma suficiente, para restituir el honor del falsamente acusado y reponerle en su trabajo.
Si no se hace así pudiera dar a pensar que su obispo tiene más información sobre su culpabilidad y se la ha ocultado al juez, lo cual sería delito y dejaría en mal lugar a su obispo. Y si no tiene información de que sea culpable y no le repone por dejadez, tampoco queda en buen lugar.
También cabe la opción de que el sacerdote hubiera llevado a cabo acciones que si bien penalmente no sean delictivas (en cuyo caso el juez hizo bien en declararle inocente en el proceso penal), hubieran supuesto un quebranto de sus votos sacerdotales y el obispo hiciese bien en no reponerle.
Pero no creo que sea bueno ni para él, ni para su diócesis, ni para la Iglesia, mantener esas dudas.
Debe hacer reflexionar a los que, a veces, caemos en considerar una sentencia en primera instancia algo ya «firme» y hacemos categoría a partir de ahí.