Mi misa de ayer en la que nos había nacido un Niño y a mi lado, ocho

Me dieron la misa. Gozosamente.

Eran ya las nueve de la tarde, en estos días ya plena noche. Tal vez algunos menos fieles de los habituales en esa misa. No estábamos tan asardinados. A casi mi lado , donde me pongo siempre, un joven, más bien jovencísimo, matrimonio con sus ocho hijos. No les conozco de nada pero me maravillaron. Predominaban los chicos, cinco a dos porque el o la que estaba en el cochecito no pude adscribirlo. El mayor no creo que superara los doce años. Y todos tuvieron un comportamiento ejemplar. La menor de las niñas, ¿dos tres años?, se cayó y se dio un pequeño golpe en la cabeza. Tres lágrimas e insonoras.

En algún momento pensé que me estaba distrayendo de lo que no debía. Y enseguida acordé que no. ¿Qué más maravilloso que junto al  maravilloso Niño que nos nacía hubiera otros niños maravillosos, esos lo eran, uniéndose a los ángeles, a los pastores y a los magos en el Nacimiento del Hijo de Dios y de María. Y que se jodan los Masiás and companys: de María Virgen. Que uno, ante tanta provocación asquerosa, no está ya para melindres lingüísticos. Asquerosa en quienes las manifiestan y más todavía en quienes se las consienten. Que hay hijos de pilingui, aunque santas hayan sido sus madres, que también es otra eutraperlia absurda, porque tampoco hay que exagerar las virtudes de unas madres más que discretitas,  tirando generalmente a poco.   Por presencia, carencia o suplencia dejemos a cada uno en su lugar, cosa que me la trae al pairo,  aunque hijos de pilingui abunden.

Estamos en días de acordarnos de sus madres. Aunque no sean los más indicados. Pero que tampoco nos toquen mucho las narices. Porque no es ya que estemos deseando responder, Es que nos lo están haciendo obligado. Con madres incluidas. Para madre la que ayer vi en misa con su marido y sus ocho hijos. Además muy bella y jovencísima para tanta prole. Que la gracia de Dios suele embellecer. O al menos no deteriora. Qué el Niño que ayer nos nacía bendiga con su amor y su sonrisa a esa hermosa familia. Ya muy numerosa. Y a mí que en mi Caná me siga dando motivos eclesiales. Tanto en sus curas, tan excelentes todos, como en mis simples hermanos en la fe en la que también   a veces tanto dan. Simplemente con su presencia. Tan católica.

Nos ha nacido el Niño Dios. Dios. Hijo del Padre antes de todos los siglos. Dios verdadero de Dios verdadero. Esa es mi fe. Esa es la fe de la Iglesia. Si alguien quiere venderme otra, aunque fuera un ángel del cielo, que no suele ser el caso sino más bien algún gilipollas, que le den. Por donde sea.