MELQUISEDEC
Un día al comentarle a un amigo muy querido y estimado por “La Prensa”, que a cada rato publica sus sesudos artículos al comentarle algo de los santos paganos, me miró con cara rara como si yo estuviera demente; la misma cara que puso Estela la compañera de banco, ante una cita evangélica de la Reina de Saba, cuando le dije que era una santa pagana. Ayer, a la salida de Misa, volví a tocar el tema, con la presencia de María, quien siempre honesta, reconoció su ignorancia en el tema. Y como les dije que de todos esos santos el más importante era Melquisedec, figura de Cristo, citado con relación al rito, hoy escribiré algo para mis queridas amigas, incluyendo a Sandra, que no estaba, para que no se ponga celosa.
Pero además de la reina de Saba y Melquisedec tenemos a otros santos más: Abel, Enoc, Danel, Noé, Job, Lot, nombrados por Jean Daniélou en su libro: “Los santos paganos del Antiguo Testamento”, (Carlos Lohlé, Buenos Aires, 1960) y Adán e Isaac, nombrados por el P. Alfredo Sáenz, en su libro “Cristo y las figuras bíblicas” (Paulinas, Buenos Aires, 1962).
Entre las grandes figuras no judías del Antiguo Testamento, la más relevante es Melquisedec, sacerdote del Dios altísimo, que ya aparece en el Génesis, cuando bendice al patriarca Abraham. Era rey de Salem, sacerdote del Dios Altísimo, que presentó pan y vino, y le dijo a nuestro padre en la fe: “Bendito sea Abraham, del Dios Altísimo, creador de cielos y tierra y bendito sea el Dios Altísimo que entregó a tus enemigos en tus manos. Y le dio Abraham el diezmo de todo” (Génesis; 14, 18/22).
En el salmo 110 aparece citado cuando dice:
“Para ti el principado, el día de tu nacimiento,
En esplendor sagrado desde el seno, desde la aurora de tu juventud,
Lo ha jurado Yahvé y no ha de retractarse:
Tú eres por siempre sacerdote, según el rito de Melquisedec”.
Los judíos tratarán de rebajarlo… pero los cristianos exaltan en él la imagen del sacerdocio de Cristo y las primicias de la Iglesia de las naciones… en el siglo V, la peregrina Etheria, visita en Salem, una iglesia a él consagrada. La Misa romana menciona su sacrificio entre los de Abel y Abraham” (Daniélou, p. 85).
Melquisedec es el sumo sacerdote de la religión cósmica, y esto que dije mientras conversábamos parados en una esquina, movió el interés de María. Ese interés no es curiosidad viciosa, sino sed de saber, cierto asombro, ganas de penetrar en el asunto.
Melquisedec conoce al verdadero Dios, a nuestro Dios, no bajo el nombre de Yavé, que pronto será revelado a Moisés, sino bajo el nombre de “Altísimo”, creador del universo y Dios providente. Como escribe mi amigo el P. Alfredo Sáenz, “Melquisedec es sacerdote de esta religión primera de la humanidad, no exclusiva de Israel, sino común a todos los pueblos. Por eso, aunque sea rey de Jerusalén, no ofrece el sacrificio en el templo de esa ciudad, sino en el campo, símbolo del mundo entero”.
Abraham, iniciador de una nueva alianza, rinde homenaje a la primera y entrega el diezmo a su sumo sacerdote, el sacerdote de la religión natural, es “el lugar ideal donde convergen todas las figuras sacerdotales del Antiguo y del Nuevo Testamento: él es el Sacerdocio Real.
A la inquietud de María acerca del cambio de nombre del patriarca, responde nuestro Dios en el Génesis: “No te llamarás más Abram, sino que tu nombre será Abraham, pues padre de muchedumbre de pueblos te he constituido” (17, 4/59).
El sacrificio es uno de los actos externos de la virtud de religión que nos mueve a rendirle a Dios el culto de latría (adoración en sentido estricto) por ser Principio primero de ser y de gobierno.
Y como escribe Daniélou, “donde hay sacrificio, hay religión y donde no hay sacrificio, acción sacerdotal, no hay religión… el sacrificio es la expresión visible mediante el cual el hombre pertenece totalmente a Dios”. Acá vemos la refutación anticipada del error tremendo del papa Francisco, cuando traicionando su misión augusta, con una buena dosis de estúpida soberbia, sostiene que todas las religiones conducen a Dios.
¿Acaso el satanismo, las religiones ateas, los cultos de las religiones ateas como el budismo, la religión de la humanidad del loquito genial Augusto Comte conducen a Dios? ¿La antropofagia, los sacrificios sangrientos de nuestros pueblos originarios conducen a Dios? De ellos fuimos liberados con la llegada de los españoles. Nuestro Sumo Pontífice, quien tal vez no esté en pleno goce de sus facultades mentales, pues se cree Dios y no vicario de Cristo, a quien traiciona con sus palabras, puede caer en semejantes errores.
Para el tema de nuestros pueblos originarios y como tratarlos, para no incurrir en un inventado pecado nuevo, recomiendo el libro “1492, Fin de la barbarie, comienzo de la civilización en América”, de Cristian Rodrigo Iturralde.
El cardenal Daniélou refutaba por anticipado al papa argentino, cuando escribía contra las idolatrías, “que a veces revestirán formas bárbaras en el sacrificio de niños al Moloch fenicio o en el sacrificio de los prisioneros a las divinidades aztecas. Pero, por torpe y pervertido que sea, será siempre la expresión de la exigencia más irreprimible del hombre, la de mantener su vínculo con Dios, lo cual constituye la ratificación de su existencia. Y de esto es Melquisedec la más pura.
Pero la grandeza de Melquisedec, es ser la figuración de quien será el gran sacerdote eterno y ofrecerá el perfecto sacrificio. La Epístola a los Hebreos de san Pablo, nos muestra en Melquisedec la figuración de Cristo.
Y la mención del sacrificio de Melquisedec en el canon de la Misa, demuestra que no son solo los sacrificios del Templo de Israel, sino también los del mundo pagano, son los que se continúan y asumen en el sacrificio del Gran Sacerdote eterno.
Para mis amigas de la Capilla del Santo Cristo, para que les sirva este regalo de la Iglesia de siempre y para fray Pedro Gómez O.S.B., quien todos los días renueva para nosotros, en forma incruenta, el Supremo Sacrificio, el único de la Nueva Alianza.
Buenos Aires, octubre 16 de 2024. Bernardino Montejano.
Qué maravilla.
Muchas gracias al autor. Y a la Cigüeña, quien amablemente nos lo acerca en el pico