LOS SANTOS PAGANOS: ENOC

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Enoc: el poder de caminar con Dios

LOS SANTOS PAGANOS: ENOC

En la paz de San Joaquín, sin diarios ni televisión, sin radio, sin los chismes de las peleas entre Milei y Cristina y algunos seguidores de ambos, sin conocer las ollas podridas que se destapan casi todos los días, de robos y pésimos manejos de los fondos públicos, hoy me ocuparé de Enoc, sabio babilónico, profeta presente en el Apocalipsis y su figura, junto a Elías aparece dos veces en la película acerca del último libro de las Sagradas Escrituras, que fui a ver con Mecha, mi mujer y amante (del cine), el sábado 19 en la sesión vespertina.

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En su libro “El Apokalypsis de Sam Juan” (Vórtice, Buenos Aires, 2005), el P. Leonardo Castellani sostiene que es una teoría de algunos la identificación de los dos testigos como Enoc y Elías; pero que, hay otra según la cual “serán dos jefes religiosos eminentes que regirán a los cristianos fieles y judíos convertidos… Yo no se cuál de las dos es la buena. Otras no hay, razonables, al menos” (p.134).   

Un cine casi desierto, muestra la decadencia de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana en la Ciudad y Puerto de Santa María de los Buenos Aires, fruto de los arzobispados de Bergoglio, Poli-grillo y el actual Cuervo Villero, y de los gobiernos de Macri y Rodríguez Larrata, que han logrado en colaboración, que los fieles ya casi no existan. Hasta pareciera que el Patrono, san Martin de Tours, que al morir dijo “non recuso laborem”, se hubiera tomado vacaciones.

 Un momento clave en el descenso, fue la plandemia y la vergonzosa actitud de los obispos argentinos quienes esclavos de los tres pitufos tiranuelos, Alberto Fernández, el “gaucho” Kicillof y el “amigo” Horacio (Rodríguez Larrata), no supieron defender la autonomía de la Iglesia ni ejercer sus derechos, como le señaló José Luis Rinaldi en su momento, en carta enviada al presidente de la Conferencia episcopal, obispo Ojea. Era una misiva valiente y respetuosa, que mereció el silencio como respuesta, porque con la consagración episcopal, no se adquiere educación y buen trato, pero se puede perder, como en este caso, como lo pudieron comprobar Alberto Solanet y Gerardo Palacios Hardy Schaefer Haedo, autoridades de Justicia y Concordia, al faltar a una cita retardada y expresamente convenida.

San Pablo en su Epístola a los hebreos, señala a Enoc, junto a Abel y a Noé, como gran ejemplo de fe y escribe: “Enoc fue trasladado para que no viese la muerte y no fue hallado porque Dios le trasladó; pues antes de su traslación recibió el testimonio de que agradaba a Dios” (11, 5).

Enoc era un sabio de Babilonia y en el Eclesiástico se dice que “Enoc fue hallado justo, anduvo con Dios, ejemplo de ciencia para las naciones” (XLIV, 16).

Es así, “el modelo, el ejemplo de las naciones, es decir de los nos judíos” como escribe Jean Danielou en su libro “Los santos paganos del Antiguo Testamento” (Ediciones Carlos Lohle, Buenos Aires, 1960, p. 38).

El “Libro de la Sabiduría” lo muestra apartado por Dios de los pecadores “para que la maldad no pervierta su alma” (IV, 11) o como traduce Straubinger: “fue arrebatado para que la malicia no alterase su modo de pensar, ni sedujesen su alma las apariencias” (Sagrada Biblia, La Prensa Católica, Chicago, 1958). Trascribo esta traducción para mostrar que, quien fuera obispo de San Rafael, Mendoza, Eduardo María Taussig, no solo fue un traidor, esclavo de Francisco, sino culturalmente, un despreciable analfabestia, pues al prohibir estudiar por esa Biblia a los seminaristas del Instituto del Verbo Encarnado, les impedía participar de los matices de una excelente traducción.

Vuelvo a Enoc y con él, a regiones más puras. Como en Dios, no hay acepción de personas, todos seremos sometidos a un juicio en el cual reinará la justicia, una de cuyas especies, es la distributiva.

  Escribe Danielou que los judíos serán juzgados por la ley de Moisés, los gentiles, según la ley “escrita en sus corazones”. Si no admitimos esto, dirá más tarde san Justino, “caeremos en consecuencias absurdas, por ejemplo, que no es el mismo Dios, el que existía en tiempos de Enoc y de todos los otros que no tenían la circuncisión ni observan los sábados ni todo lo demás” (ob. cit., p. 37). 

Enoc, profeta del Diluvio, “es el apóstol pagano del mundo pagano, el testigo del verdadero Dios en un mundo que se hunde en la idolatría, es un profeta de la religión cósmica”; como dice la Carta de san Judas apóstol.

 Este documento de las Sagradas Escrituras, tiene una actualidad tremenda, pues denuncia a personajes muy parecidos a otros de nuestros días: “son las manchas en vuestros ágapes… nubes sin agua, arrastradas al capricho de los vientos; árboles otoñales sin fruto, desarraigados; olas furiosas del mar, que arrojan la espuma de sus propias ignominias… De ellos profetizó Enoc diciendo: He aquí que ha venido el Señor con las miríadas (que quiere decir cantidad muy grande pero indefinida) de sus santos a hacer juicio y redargüir a todos los impíos de las obras inicuas que consintió su impiedad”.

Dios, hacedor de los cuerpos, dispone de ellos, porque es todopoderoso. Así, según la tradición primitiva, recogida por san Ireneo, Enoc ha sido transportado en cuerpo y alma al cielo. Los ángeles alborozados ven su cuerpo en su morada.

Enoc, profeta de la religión cósmica y Elías profeta de la Ley Antigua, de la Alianza mosaica, son las primeras prefiguraciones de la Ascensión de Cristo y de la Asunción de la Virgen. 

Invoquemos a estos dos santos para que intercedan ante Dios, por la supervivencia de España y de la Argentina, hoy amenazadas ambas, por un suicidio colectivo promovido por gobiernos que desconocen la prudencia política gubernativa, en especial las partes que integran su dimensión imperativa: providencia, circunspección y cautela.

Estancia San Joaquín, San Serapio de Azul, octubre 24 de 2024.

                                   Bernardino Montejano         

  

Comentarios
1 comentarios en “LOS SANTOS PAGANOS: ENOC
  1. «Escribe Danielou que los judíos serán juzgados por la ley de Moisés, los gentiles, según la ley “escrita en sus corazones”.
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    Pues no es del todo exacto. Y digamos también que Danielou fue uno de los teólogos que inspiró los dictamenes del CVII para poner las cosas en perspectiva. E independientemente de lo que haya dicho San Justino (siglo II), San Agustín dijo lo opuesto y la Iglesia ya se expidió con respecto al caso de los judíos y paganos. Y lo hizo infaliblemente a través de los Concilios IV de Letrán y de Florencia.

    El primero de los citados nos dice:

    «Y hay una sola Iglesia universal de los fieles, FUERA DE LA CUAL NO SE SALVA ABSOLUTAMENTE NADIE.»

    Por su parte el Concilio de Florencia nos dice:

    «La sacrosanta Iglesia romana… cree firmemente, confiesa y predica que ninguno que esté fuera de la Iglesia católica, no sólo PAGANO, sino aun JUDÍO o HEREJE o CISMÁTICO, podrá alcanzar la vida eterna; por el contrario, que irán al fuego eterno que está preparado para el diablo y sus ángeles, a menos que antes de morir sean agregados a ella. Y tan importante es la unidad del cuerpo de la Iglesia, que sólo los que permanecen en ella les aprovechan los sacramentos de la Iglesia para vida eterna. Y que sólo a ellos les proporcionan frutos de vida eterna los ayunos, las limosnas y las restantes obras de piedad y los ejercicios de la ascética cristiana. Y que por muchas limosnas que haga, aunque derrame su sangre por Cristo, nadie puede salvarse si no permaneciere en el seno y en la unidad de la Iglesia católica.»

    Aclaremos que para estar dentro de la Iglesia hay que reconocer la institución del Papado (Bula Unam Sanctam) y aceptar todos los sacramentos (Concilio de Trento).

    Como dije anteriormente, es magisterio extraordinario y como tal, infalible e imperecedero; válido hasta la segunda venida de Cristo. Claro, alguno podrá objetar que el Catecismo en su artículo 847 dice:

    «Los que sin culpa suya no conocen el Evangelio de Cristo y su Iglesia, pero buscan a Dios con sincero corazón e intentan en su vida, con la ayuda de la gracia, hacer la voluntad de Dios, conocida a través de lo que les dice su conciencia, pueden conseguir la salvación eterna. (LG 16; cf DS 3866-3872).

    El tema es que dicho artículo se apoya en LG, posterior a Letrán y Florencia, y por ende, como la misma LG dice en su nota final, los fieles no están obligados a creen en nada que la Iglesia no haya definido previamente. Esto da para mucho y la explicación completa excede el espacio que puede brindar un comentario, pero para no extenderme más, aceptemos por un momento la hipótesis de que un pagano no obró nada que le haya reprochado su conciencia y que aquello que no le reprochó, no ofendió a Dios. ¿Se salva? Si por salvarse se entiende que esa persona gozará de la visión beatífica, pues no, porque aunque no tenga pecado actual y por ello, no tenga que padecer la pena de sentido, sí padecerá la pena de daño porque no está limpio del pecado original.

    DOGMA DE FE:
    «Las almas que salen de esta vida en estado de pecado original están excluidas de la visión beatífica de Dios.»

    El segundo concilio universal de Lyon (1274), y el concilio de Florencia declararon: “Illorum animas, qui in actuali mortali peccato vel solo originali decedunt, mox in infernum descendere, poenis tamen disparibus puniendas”; Dz 464, 693; cf. 493 a. Juan 3:5.

    De modo tal que los paganos, en el mejor (y muy improbable de los casos) podrán gozar de una felicidad natural, en el limbo de los justos, pero nunca verán a Dios. Al igual que los niños que sin estar bautizados, mueren antes de entrar en el uso de la razón.

    Por lo demás, me encantan sus artículos y que diga las cosas sin pelos en la lengua.

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