Concluimos este análisis sobre la vida religiosa masculina exponiendo las pérdidas que a 1 de enero de 2019 ( datos que recoge el Annuario 2020) han tenido las Órdenes y Congregaciones masculinas.
Son datos de disminución por lo que en la relación no figuran aquellos institutos que al iniciarse el año 2019 tuvieran más miembros que a la conclusión del Concilio, bien porque aumentaran año tras año o pese a pérdidas últimas que no han reducido la cifra del inmediato posconcilio. En los capítulos anteriores tienen puntual referencia de cada instituto. Hacemos especial mención de los Legionarios de Cristo a los que no incluimos en esta relación pese a las importantes pérdidas de los últimos años a consecuencia de hacerse pública la escandalosa vida de su fundador. Puede ser un criterio discutible y por ello lo hacemos constar. En la entrada correspondiente figuran las pérdidas de los últimos años.
Algunos institutos no los remitimos a los años de efectivos máximos de los demás, 1965. 1966. 1967, por ignorar los datos de esos años siendo la primera referencia que tenemos de ellos el año 1973 al que van referidas las disminuciones. Las verdaderas tienen que ser notablemente superiores y no será realista no hacerlo constar.
En ese período (1965, 66, 67-1972), los jesuitas habían perdido ya un 15% de sus efectivos, los franciscanos un 14, los pasionistas un 19, los agustinos de la Asunción un 18 y los Oblatos de María Inmaculada un 11%. Considerando a las inmediatos que siguen a los que tienen un porcentaje bonificado: La Salle, Marianistas, Maristas… Por ello aunque figuren con un 76, 71 y 64 por ciento de disminución la verdadera puede ser uu 15% más o acercarse a esa cifra. Con lo que los hermanos de La Salle podrían haber perdido un 91%, los Marianistas un 86 y los Maristas un 79%
Los institutos no sacerdotales están al borde de la extinción. Si se han hundido las vocaciones al sacerdocio las de ser hermanos han desaparecido. Y no conduce a nada hacerse los ciegos ante esa realidad.
Luego están los números. Gravísima, terminal la situación de aquellos que superan el 70%. Muy grave la de aquellos que ya han llegado o rebasado el 50%. Preocupante la de quienes están entre un 30 y un 50%. aumentando la preocupación conforme crece la cifra. Muy buenas números, para lo que hay, los que están por debajo del 30% y óptimos los que no llegan al 10%
El porcentaje tampoco puede considerarse independientemente del número de miembros. Un ejemplo: si los jesuitas, con el 57% de pérdida de miembros de la Compañía, en el próximo Annuario perdieran 200 religiosos, el porcentaje de pérdida seguiría el mismo i como mucho aumentaría un punto mientras que su fallecieran 169 teatino, hoy con un excelente 2% de disminución, habría desaparecido la Orden.
Hay por último datos incomprensibles e incluso sospechosos. Bueno sería que el Annuario procediera a una depuración si se requiriese. La publicación solo tiene valor si no engaña.
Y con este preliminar pasamos a la relación de los perdedores según el Annuario de 2020:
78%: Clérigos de San Viator
76%: La Salle
75%: Trapenses
74%: Mercedarios Descalzos
72%: Jerónimos
71%: Marianistas
69%: Padres Maristas
64%: Maristas
62%: Instituto Español de Misiones Extranjeras
61%: Hermanos de los Sagrados Corazones y Padres Blancos
59%: Hermanos de San Juan de Dios
58%: Menesianos
57%: Jesuitas
56%: Pasionistas
55%: Servitas
53%: Agusrunos de la Asunción y Cartujos
52%: Franciscanos y Oblatos de María Inmaculada
50%: Monfortinos
48%: Mercedarios y Redentoristas
47%: Escolapios, Espiritanos y Mínimos
44%: Benedictinos y Dominicos
43%: Agustinos y Lazaristas
40%: Pavonianos y Misioneros del Sagrado Corazón
37%: Agustinos Recoletos
36%: Amigonianos
35%: Salesianos
34%: Capuchinos, Sacramentinos y Camaldulenses
33%: Hijos de la Sagrada Familia
28%; Cooperadores Parroquiales de Cristo Rey y Sociedad de San Pablo
26%: Claretianos
25%: Maryknoll
24%: Trinitarios y Dehonianos
17%: Camilos
15%: Franciscanos Conventuales
13%: Carmelitas Calzados e Identes
12%: Misioneros de los Sagrados Corazones y Palotinos
9%: Tercera Orden Regular de San Francisco
8%; Combonianos
5%: Carmelitas Descalzos
4%: Sulpicianos
2%: Teatinos y Cistercienses
Por ejemplo puede ver la estadística de los carmelitas descalzos, que va en sentido inverso al que Vd. apunta y cuya caída es del 5%. Un comentarista lo aclaró hablando de las fundaciones de la India. De lo contrario me sería difícil creerlo. Aquí en España los carmelitas descalzos son un desastre.
Yo pude comentar lo relativo a los cistercienses de la antigua observancia, que mantienen las cifras de 1973 gracias a Austria, Polonia, la vida observante en esos países, y el espectacular crecimiento experimentado en Vietnam. En esos años de crisis los trapenses, además de hacer cambios innecesariios, se han atrincherado en sus monasterios, salvo el caso excepcional de la abadía de Sep Fons. En España los de Santa María de Huerta fundaron en Toledo, pero me da, que simplemente han repartido miseria.
Pues estas son las estadisticas finales en cuanto a las religiosos.
En 2018 se perdieron 575, un 0.4% del total de los efectivos del anyo anterior. Un milagro teniendo en cuenta los anyos anteriores.
Desde 2014, que tenemos los datos que nos suministra, se han perdido 10,281. En 6 anyos.
Desde los inicios de las series, la mayoria en 1963, se han perdido 127,533 religiosos. 45% de promedio. Quedan 145,282.
Veremos como ha sido 2019 y 2020 con aumento de la ancianidad y con COVID.
De 63 ordenes catalogadas, en 4 de ellas quedan menos de 100 religiosas. Es decir, estan a punto del cierre.
26 ordenes suben, con el total de la subida de 740. Tocan a 28 por orden de media. Salesianos y Benedictinos se llevan la palma de subida este anyo, con 137 y 184.
Nota: solo he contado los institutos de los que habia una minima serie estadistica. Me he dajado algunos muy pequenyos sin apenas numeros.
Me gustaría saber si hay datos de la fraternidad Verbum Dei. Desconozco si entran en ese anuario
¿No resulta curioso que los trapenses (OCSO) y los mercedarios descalzos, que son órdenes reformadas que buscaban lo más estricto, pierdan tantos monjes y que los cistercienses y los mercedarios no reformados salgan mucho mejor en la estadística?Siempre he creído que las reformas en sentido riguroso mejoraban lo estropeado.Misterios que mi cortedad no puede explicar.
Y quién dice que lo anterior estaba estropeado? Los aspectos negativos se pueden corregir sin necesidad de fundar otras cosas. Y cuando eso se da se trata de nuevos carismas que no pienso en principio que estén en fase de caducidad, por el hecho de que, aún en proporción muy reducida, hay algunos puntos excepcionales que van en sentido contrario de la caída libre que se ve, sobre todo en la Trapa.
Tiene una explicación muy fácil, las órdenes en su momento reformadas son hoy las más relajadas. Se ve muy bien en las tres ramas franciscanas: de conventuales, observantes y capuchinos las más relajadas y con menos vocaciones las dos últimas que son las que nacieron como reformadas…
Un silencio animado
Fray Macarius Bunch OP
29 de Septiembre de 2020
Cuando crujen repetidamente las deterioradas tablas del piso bajo el peso de los zapatos negros de un fraile dominico, cuando entra en la capilla y cruza por el pasillo hacia la sillería del coro, en cierto sentido se rompe el silencio.
Y en este sentido, el silencio de la capilla se quiebra habitualmente cuando decenas de frailes entran para comenzar la meditación, colocando los registros de los himnos antes de rezar el Oficio Divino, y cuando preparan la Misa.
En este tipo de silencio es cuestión de no hacer un ruido perceptible, para evitar que nos incomode la agitación externa que se inmiscuye en nuestro intento de disfrutar del silencio.
Quizás muchos de nosotros hubiésemos preferido disfrutar de la ausencia de ruidos discordantes y de los fuertes zumbidos de los aparatos eléctricos, que impregnan nuestra vida.
Ciertamente, puede parecer que estos ruidos son obstáculos para concentrarse en la oración.
Yo los he experimentado como tales, y ciertamente no soy solo en eso.
Cuando era más joven, quería que en mi tiempo de silencio no interfiriese nada ajeno.
El mismo susurro, apenas audible, del brazo de un compañero, moviendo su manga, puede causar distracción.
Busqué un lugar en el que pudiera estar solo y sin el zumbido omnipresente de los electrodomésticos, o la música de fondo, tan común en los bares, restaurantes y salones de belleza.
Prefiero el ruido de la vida salvaje, que cruje en medio de la maleza del bosque, tan habitual en los entornos naturales, sabiendo que estar solo en la naturaleza es por lo general, una mejora con respecto a la búsqueda del silencio en la ciudad.
Una de mis experiencias favoritas de meditación silenciosa en la naturaleza, se dio estando sentado junto a una cascada.
Disfruté mucho, en parte por la belleza natural, pero también porque el ruido de la cascada oculta casi todos los demás ruidos.
Fue un silencio glorioso en medio de las aguas embravecidas, el silencio rebosante de un bramido, que aparece cual grata compañía no intrusiva.
Ahora me doy cuenta de que el tipo de silencio del que más disfruto, no es la ausencia de ruido. Aprendí a apreciar el silencio de una pequeña parroquia rural después de recibir la Sagrada Comunión, ambientada por una bella polifonía, que llenaba el aire sobre las cabezas de los silenciosos feligreses, que dirigían su corazón a Dios en acción de gracias, mientras rezaban la oración escrita por Santo Tomás de Aquino, sosteniendo unas hojas desgastadas en sus manos encallecidas de tanto desgranar las cuentas del Rosario.
Su silencio era una plegaria de comunión, un silencio amoroso, que dejaba que Dios hablara a su corazón expectante, mientras la polifonía armoniosa llenaba los oídos con su melodía, sonidos del amor de Dios que entraba para quedarse en nuestra alma.
Es éste el silencio viviente de nuestra capilla, que me resulta tan agradable, un silencio no perturbado por el ruido ocasional, porque se llena con el rugido del agua viva, que se precipita sobre la profundidad de las montañas rocosas del alma.
Mientras las manos encallecidas hacen que las cuentas del rosario recorran lenta y suavemente su trillado camino, los misteriosos acordes del amor de Cristo entran y se quedan.
A medida que pasa el tiempo, no queda espacio en el alma para ningún otro sonido. El sonido del amor de Cristo como Hijo unigénito del Padre, es cada vez más el único que importa, y nos sentimos felices de compartir con otros lo que aprendemos en la conversación celestial con Jesús y María mientras el Espíritu Santo nos renueva en el melifluo silencio del amor divino.
Acojo ahora con agrado el silencio en el que puedo oír a mis hermanos caminar sobre esas viejas tablas crujientes, ese silencio vivo, que se desborda en sus oraciones, mientras se mueven al ritmo de la observancia monástica, esa polifonía armoniosa del servicio al Dios vivo.