Una vez más os traigo a Specola. Lo que él dice y lo que nos trae.
Esto no sólo no para sino que crece. Y nadie piensa que la solución sea desaparecer. Y no en combate sino por el sumidero.
El silencio del Papa más bien parece un reconocimiento de sus propias responsabilidades en esta tocata y fuga no precisamente de Bach. Entre los tocones y los que permitieron los tocamientos son tantos los implicados que la limpia tan necesaria como urgente iba a dejar en cuadro el colegio cardenalicio y muy mermado el episcopal.
La crisis Francisco la ha dejado crecer e incluso la alimentó con unas preferencias impresentables por lo peor. Y el argumento de los mamporreros del Papa, cada vez más escasos y cohibidos, de que la situación viene de lejos siendo verdad no exculpa a Francisco de nada. Porque e a él a quien le ha explotado y quien tiene que resolverla. Y los implicados en el asco, la indignidad y el encubrimiento del uno y la otra son sus amigos, sus protegidos, sus encumbrados. La maravillosa Iglesia francisquista es la que hoy se está hundiendo como el techo de la de Coccopalmerio en Roma. Otro mamporrero del Papa cuyo secretario, al que quería hacer obispo, organizaba orgías homosexuales y en las que corría la droga en un piso del Vaticano.
Wuerl parce desaparecido, los otros macarristas: Tobin, Cupich, Farrell… en el desprestigio más absoluto. Critiqué el cardenalato de los tres y a uno le llegué a llamar Mierdich. ¿Exageraba o conocía de sobra el percal?
Y resulta clamoroso el general silencio del Episcopado como si quisieran tomar distancias de Francisco. ¿Le ven tan perdido? Lo de Parolín parece un intento de nadar y guardar la ropa, lo del domesticado episcopado argentino, hechura y purga de Bergoglio, apenas lleva la firma del presidente y del secretario de la CEA. Silencio clamoroso y ominoso. Seguro que intentarán corregirlo y estarán ya recogiendo firmas desde el temor y hasta es posible que desde la amenaza. Pero de espontáneo y unánime movimiento de apoyo no hubo nada. Más bien un inmenso vacío como en Chile, Irlanda o la Plaza de San Pedro.
Pues ahí les dejo a Specola y sus enlaces. También viene fina la portada de hoy de Infovaticana.
http://italians.corriere.it/2018/08/31/lettera-847/
https://www.ilfoglio.it/chiesa/2018/08/31/news/le-conseguenze-indirette-dell-affaire-vigano-211806/
https://gloria.tv/article/kpTjKeXCK7im1HbJ3T61ePhxV
https://it.sputniknews.com/opinioni/201808306432954-pedofilia-nella-chiesa-scuse-di-papa/
bergoglio creía que la estrategia del silencio, que le había funcionado relativamente bien con las dubias, ante la carta explosiva de monseñor vigano le iba a funcionar esta vez, pero se equivocó de cabo a rabo, ya que este asunto, de la carta vigano, solo aumenta de intensidad cada día.
el favoritismo de bergoglio, demostrado con la complicidad y el encubrimiento, por personajes repugnantes como danneels, mccarrick, maradiaga, coccopalmerio, ricca, etc, demuestran que bergoglio mismo es un amoral sin escrúpulo alguno.
por último, los obispos que conforman el episcopado mundial podrán ser herejes, apostatas, trepas, flojos, inútiles, indigentes intelectuales y morales, pero no son tan estúpidos como para inmolarse por alguien tan desprestigiado y hundido como bergoglio.
UNA LECTURA IMPRESCINDIBLE:
Reproduzco íntegro el artículo firmado por Francisco José Contreras publicado en «Libertad Digital». Merece la pena dedicarle veinte minutos a su atenta lectura.
UNA OPORTUNIDAD DE CURACIÓN PARA LA IGLESIA
Me ha costado mucho escribir este artículo. “No hay que perturbar la fe de los sencillos” (ya está perturbada: en Irlanda cayó veinte puntos el porcentaje de católicos tras el escándalo de los abusos sexuales). “Los trapos sucios se lavan en casa” (imposible en la era de internet). “No hay que desacreditar públicamente a la Iglesia” (pero nada desacredita más que el silencio encubridor).
De hecho, casi tenía decidido no escribirlo. Pero entonces conocí un detalle del terrible ―y rigurosamente fundamentado― informe del Gran Jurado de Pensilvania: los sacerdotes pervertidos marcaban con determinadas medallitas piadosas a los jóvenes que sabían accesibles, a fin de que pudieran ser identificados y usados por otros clérigos de la red maldita (pues de una red organizada se trataba, con una sección especializada, por ejemplo, en la producción de pornografía infantil). Las gotas que colman el vaso suelen ser así de triviales.
Los católicos hemos desarrollado todo un repertorio de excusas para desviar la mirada del horror de los abusos sexual-clericales. “Todos somos pecadores”. Cierto, pero no todos somos corruptores de menores que arrastran por el fango la dignidad de la Iglesia. “La prensa, mayoritariamente anticristiana, usa un doble rasero”. Y sí, es verdad que, según determinados estudios, en otros gremios que trabajan con adolescentes se dan porcentajes de abuso sexual comparables a los del clero, con una atención mediática mucho menor. Pero un maestro o un entrenador deportivo no consagran diariamente el cuerpo y la sangre de quien dijo: “Al que escandalice a uno de estos pequeños, más le vale que le cuelguen al cuello una piedra de molino y le hundan en lo profundo del mar” (Mt, 18,6).
Otro subterfugio es: “Los sacerdotes corruptos son una minoría”. ¡Claro que sí! Claro que hay una mayoría de sacerdotes virtuosos y fieles a su ministerio. Pero los malos constituyen una minoría poderosa, infiltrada en todos los niveles de gobierno de la Iglesia, capaz de desactivar los ya tantas veces prometidos esfuerzos de prevención y limpieza. La dura realidad es la que ha enunciado descarnadamente el blog católico The Wanderer: hay incrustada en la Iglesia “una mafia de homosexuales que la ha utilizado para conseguir efebos a fin de satisfacer sus pasiones y dinero para vivir cómodamente”.
Cuando se conoce la abyección a la que han llegado esos sacerdotes y obispos indignos, sólo cabe concluir que perdieron hace mucho la fe, si es que alguna vez la tuvieron. Pero, en lugar de colgar los hábitos, permanecen en la institución, que garantiza seguridad económica y una provisión siempre renovada de potenciales víctimas. Moralmente es una estafa; jurídicamente es un delito; teológicamente es un sacrilegio, pues esos sacerdotes celebran los sacramentos sin creer en ellos. Usan la Iglesia de Cristo como lupanar.
HOMOSEXUALIDAD Y CLERO
Determinados opinadores progresistas apenas disimulan el regocijo que les produce esta bancarrota moral de la Iglesia. La mala noticia para ellos es que la crisis de los abusos sexuales es también, fundamentalmente, un problema de homosexualidad clerical, como ha afirmado con valentía la reciente carta de monseñor Viganò:
«Estas redes homosexuales, que ahora son ya extensas en muchas diócesis, seminarios, órdenes religiosas, etc., se sirven del secreto y la mentira: estrangulan víctimas inocentes y vocaciones sacerdotales, y están estrangulando a la Iglesia entera.»
Hubo un tiempo en que los deslices eróticos del clero concernían al sexo opuesto: el cura con barragana es un clásico de nuestra literatura, como saben los lectores del Arcipreste de Hita. Pero también existía en la Iglesia una ética sexual inequívoca que conceptuaba esos deslices como pecados que ponían en peligro la salvación del alma. En los años 60 y 70, sin embargo, los vientos de liberación que soplaban en la sociedad penetraron en la propia Iglesia; surgió entonces un sector de teólogos progresistas (Charles Curran y otros) que reclamaban una revisión de la moral sexual católica, y especialmente de la prohibición de las relaciones homosexuales, secularmente condenadas como pecado de sodomía. El desconcierto moral-doctrinal coincidió en el tiempo con la desbandada de secularizaciones del post-concilio: muchos curas heterosexuales abrumados por el celibato entablaron entonces relaciones con mujeres y colgaron los hábitos para casarse. Pero los que patinaban en la otra dirección se quedaron dentro. El porcentaje de sacerdotes homosexuales aumentó sustancialmente.
La dimensión específicamente homosexual de la crisis de abusos es camuflada mediante el uso general del término pedofilia, que lleva al público a creer que los curas pervertidos corrompen a niñas de siete años. Y puede haber algún caso. Pero la gran mayoría de los abusos se refieren a adolescentes varones: sería más exacto hablar de efebofilia. El estudio The Nature and Scope of Sexual Abuse of Minors by Catholic Priests and Deacons in the United States from 1950-2002, realizado en 2004 por el John Jay College of Criminal Justice por encargo de la Conferencia Episcopal norteamericana, revelaba en su epígrafe 4.2 que más del 80% de los abusos habían tenido por objeto a “adolescentes y hombres jóvenes”. A la vista del informe, Paul McHugh, antiguo director de Psiquiatría del Johns Hopkins Hospital, no dudó en hablar en un artículo de 2006 de “una crisis de depredación homosexual de la juventud católica norteamericana”.
Pero esto significa que, cuando el mundo exige simultáneamente a la Iglesia un giro gay friendly en su moral sexual y la erradicación de los abusos, le está pidiendo un imposible. Habrá que escoger entre ambas cosas.
A esa conclusión parecía haber llegado también Benedicto XVI, que impulsó en 2005, como una de las primeras medidas de su pontificado, la Instrucción sobre los criterios de discernimiento vocacional en relación con las personas de tendencias homosexuales antes de su admisión al seminario y a las órdenes sagradas, que establecía que la Iglesia “no puede admitir al seminario y a las órdenes sagradas a quienes practican la homosexualidad, presentan tendencias homosexuales profundamente arraigadas o sostienen la así llamada cultura gay”. La aplicación de la Instrucción, sin embargo, tropezó con el abierto boicoteo del sector clerical progresista, que consideró “homófobo” el estricto criterio introducido por un Ratzinger que en el Vía Crucis del Viernes Santo de 2005 había sorprendido al mundo con una enigmática alusión a la “podredumbre escondida en la Iglesia”. El padre Robert Scullin, S. J., provincial de la Compañía de Jesús en Detroit, declaró desafiantemente: “Seguiremos invitando [a considerar la vocación sacerdotal] a jóvenes de toda orientación sexual que deseen llevar una vida religiosa célibe”.
Lo que estaba diciendo Scullin es que el Papa erraba al presuponer en los hombres con inclinación homosexual una mayor probabilidad de abuso que en los heterosexuales. Lo mismo alegó el padre Thomas Reese, S. J.: “El Vaticano ha olvidado cuántos sacerdotes son homosexuales, y cuán fielmente observan el celibato, y qué bien desempeñan su ministerio”.
Y bien, sin duda muchos sacerdotes con tendencia homosexual respetan el celibato. Pero los porcentajes de éxito no son los mismos. La atmósfera de opresiva corrección política hace ya casi imposible decir esto, pero múltiples estudios sexológicos certifican que la propensión a la promiscuidad es mucho más elevada entre los homosexuales, como también lo es la incidencia de la pederastia. En un artículo de 2006, el gran Richard John Neuhaus concluía:
«Roma ha hecho un juicio prudencial: al conceder a muchos candidatos al sacerdocio [con tendencia homosexual] el beneficio de la duda, se adoptaron en el pasado demasiados riesgos. Ahora debe darse prioridad a la protección de la integridad del sacerdocio. Con la reciente normalización de la homosexualidad en la cultura general, y con la aceptación de dicha normalización por muchos sacerdotes y no pocos obispos, y con consecuencias tales como los escándalos de abusos sexuales, la Iglesia simplemente no puede permitirse seguir asumiendo el riesgo.»
LAS REVELACIONES DE MONSEÑOR VIGANÒ
Lo que parece bloquear la capacidad de reacción eficaz de la Iglesia frente a la interminable crisis de abusos sexuales sería, pues, una sinergia objetiva entre el lobby abiertamente gay-corrupto, de dimensiones desconocidas, y el sector eclesial progresista que, sin ser necesariamente homosexual, sí presiona constantemente para conseguir una revisión de la posición oficial de la Iglesia sobre la homosexualidad, el matrimonio, la familia, los anticonceptivos, el aborto y otras cuestiones morales. La guerra civil entre conservadores y progresistas planeó explosivamente, por ejemplo, sobre el pasado Sínodo de la Familia. Con el papa Francisco apoyando poco disimuladamente a los segundos.
Aquí es donde entran en juego las estremecedoras declaraciones de monseñor Viganò. No sabemos si son verdaderas. Sí parecen verosímiles. Porque su versión hace encajar muy lógicamente todas las piezas. No reconstruiré todos los detalles, ya conocidos. Viganò puede acreditar su constante beligerancia, a partir del año 2000, en la denuncia por vía interna de las andanzas pederastas del cardenal McCarrick. Explica que la interferencia de Sodano, Levada y Bertone impidió probablemente que los informes llegaran al Papa. La insistencia de Viganò consiguió, sin embargo, que en 2009 Benedicto XVI tomase por fin cartas en el asunto e impusiese a McCarrick el cese radical de su ministerio público y la “retirada a una vida de oración y penitencia”, con prohibición expresa de pisar los seminarios (su territorio de caza preferido).
Y la escena clave es el momento en que Viganò se encuentra en Roma en 2013 a un McCarrick triunfante que le dice: “Me he entrevistado con el Papa [Francisco] y mañana me voy a China [en misión oficial]”. Invitado por Francisco a exponer su opinión sobre McCarrick, Viganò asegura haberle dicho: “Ha corrompido a generaciones de seminaristas y sacerdotes, y el papa Benedicto le impuso retirarse a una vida de oración y penitencia”. “El Papa no hizo el mínimo comentario a mis graves palabras (…) y cambió enseguida de tema”.
Tratándose de una conversación privada, corresponde al Papa reconocerla o desmentirla. Viganò pone solemnemente a Dios por testigo, empeñando su salvación en el envite. Lo que sí puede demostrarse es que, a partir de 2013, McCarrick retomó su actividad pública, lo cual indica un levantamiento de las sanciones por el Papa. Basta consultar la edición del Huffington Post del 17 de junio de 2014, que, bajo el titular “McCarrick está trabajando más duro que nunca”, nos explica:
«McCarrick es uno de los eclesiásticos que habían sido más o menos puestos fuera de la circulación durante el pontificado de Benedicto XVI. Pero ahora el Papa es Francisco, y prelados como Walter Kasper (un viejo amigo suyo) y el propio McCarrick están de nuevo en primera línea, y más activos que nunca. McCarrick, en particular, está que se sale desde hace un año [has been on a tear in the past year], viajando a Filipinas para consolar a las víctimas del tifón y visitando puntos geopolíticos estratégicos como China e Irán para conducir delicadas conversaciones sobre libertad religiosa y proliferación nuclear”. (…) “¡Mala hierba nunca muere!”, le dijo jocosamente Francisco cuando le volvió a ver.»
Ross Douthat razona que Francisco no tiene por qué haber encubierto cínica y fríamente a un cardenal pederasta. Que quizás intentó autoengañarse diciéndose que eran sólo habladurías. Quizás pensó que, a sus 83 años, McCarrick ya no estaba en condiciones de corromper a nadie más. Sería la explicación más piadosa.
Lo que parece incuestionable es que Francisco antepone la búsqueda de aliados en su guerra civil contra el sector ortodoxo/conservador a la lucha contra los abusos sexuales (mientras se llena la boca con una retórica de tolerancia cero). Por eso invitó al Sínodo de la Familia al cardenal belga Godfried Danneels, que fue grabado mientras intentaba convencer a una víctima de abuso sexual de que no denunciase al culpable, el obispo de Brujas Roger Vangheluwe (Danneels es una figura clave del progresismo eclesial y, según se dice, uno de los muñidores de la elección de Francisco en el cónclave de 2005). Por eso mantiene en su G9 ―consejo privado de asesores “para la reforma de la Curia”― a varios cardenales salpicados por escándalos de abusos: se acusa a Maradiaga de haber encubierto al obispo de Tegucigalpa, Juan José Pineda, y de haber hecho caso omiso de las llamadas de socorro de los seminaristas hondureños que denunciaban las descaradas presiones homosexuales en el seminario; Pell y Errazuriz tampoco están libres de sospecha; en la diócesis del cardenal O’Malley, Boston, también se han revelado nuevos casos de abuso.
El progresismo eclesial ―y el que podríamos llamar “sector oficialista”, que era conservador con Benedicto, progresista con Francisco y concibe el catolicismo como obediencia perruna a la autoridad pontificia― ha salido en tromba a desacreditar a Carlo Maria Viganò. Dicen que Viganò miente y que todo se debe expectativas profesionales frustradas. Como si a los 77 años se pudiera pensar en carrera eclesial alguna, en lugar de en el Juicio cercano.
Sí, podría ocurrir que lo de Viganò no haya sido más que una gran calumnia (genialmente ensamblada, pues, como decíamos, las piezas encajan demasiado bien). Pero, entonces, el calumniado debe refutar las imputaciones con la misma terrible solemnidad con que Viganò las formuló (“si callo, Dios me pedirá cuentas”), y a continuación aplicarle las más duras sanciones previstas por el Derecho canónico, además de denunciarle a las autoridades civiles. Todo indica, sin embargo, que la actitud de Francisco va a consistir en esperar que escampe, mientras el oficialismo-progresismo utiliza la técnica del calamar. Sería cerrar la crisis en falso y agudizar el descrédito moral de la Iglesia.
Pero monseñor Jean-François Lantheaume, que fuera consejero de la nunciatura en Washington en la etapa de los hechos, ha declarado escuetamente: “Viganò dice la verdad”. Y el cardenal Daniel Di Nardo, presidente de la Conferencia Episcopal de EEUU, ha afirmado: “Las cuestiones planteadas por Viganò merecen respuestas que sean concluyentes”. Y monseñor Vigneron, arzobispo de Detroit, dice que la carta de Viganò es “camino seguro hacia la purificación y la reforma de la Iglesia”. Y monseñor Olmsted, obispo de Phoenix, pide que el testimonio de Viganò sea “tomado en serio por todos”. Y uno de los intelectuales católicos más prestigiosos, George Weigel, ha declarado:
«El arzobispo Viganò es un valiente reformador, y fue removido del Vaticano por sus inmediatos superiores porque estaba determinado a enfrentarse a la corrupción financiera en el Governatorato, la administración del Estado vaticano. (…) Viganò es, según mi experiencia, un hombre honrado. Hablamos sobre cuestiones grandes y pequeñas, y nunca tuve la impresión de que me estuviese transmitiendo otra cosa que lo que él en conciencia creía que era la verdad.»
Viganò concluye su alegato pidiendo la dimisión del Papa. Hay quien sostiene que dos renuncias papales en cinco años, y probablemente motivadas por el mismo asunto (pues muchos conjeturan que la verdadera causa del desaliento de Benedicto fue su impotencia frente a la hidra de los abusos y el lobby gay eclesial) serían demasiado para la Iglesia.
Habría una alternativa mejor: que Francisco pidiese perdón y estuviese por fin a la altura de su ministerio, cortando las cabezas que sean necesarias y convirtiendo la limpieza de la Iglesia en su verdadera prioridad. Como han señalado varios comentaristas, esta tribulación puede ser una oportunidad de oro para una sanación en profundidad. Comprender que uno tiene un tumor y no un resfriado es el primer paso para aplicar una terapia efectiva. Recordando siempre que la insumergibilidad de la barca está garantizada por el propio Cristo. Pese a los hombres.
—FRANCISCO JOSE CONTRERAS
https://www.clublibertaddigital.com/ideas/?utm_source=CLUB&utm_medium=menu&utm_campaign=menu
Ën todas partes cuecen habas. El problema no es que haya curas homosexuales o pedófilos, que siempre los habrá como los hay en todos los gremios. El problema es la impunidad. Impunidad a todos los niveles. Ese es el problema.
Incluso ahora que ha estallado todo y que no se puede disimular, siguen los cardenales disculpando con sus silencios.
Juan 21 ….
18_Te aseguro que cuando eras joven, tú mismo te vestías e ibas a donde querías.
Pero cuando seas viejo, extenderás tus brazos, y otro te vestirán y te llevarán a donde no quieras». …/…
20_Pedro, volviéndose, vio que lo seguía el discípulo al que Jesús amaba … / …
21_ Cuando Pedro lo vio, preguntó a Jesús: «Señor, ¿y qué será de este?».
22_ Jesús le respondió: «Si yo quiero que él quede hasta mi venida, ¿qué te importa? Tú sígueme».
Quiénes visten ahora a la vieja Iglesia de Pedro, ¿la masonería, el lobby gay?
¿Está ya en el camino de retorno el Señor y la nueva Iglesia de Juan?
Fernando: El carisma joánico jamás anulará el petrino. Son paralelos y complementarios. Ambo currebant sed Ioannes cucurrit citius Petro. Pero al llegar al sepulcro, cedió la preferencia a Pedro. El día que desaparezca el carisma petrino será asumido plenamente por el Señor desde la Majestad de su gloria.
Si no se hundió en el cisma de Occidente y en la época de los Borgia, no se ha de hundir ahora.
Muchos de los casos que salen ahora son de la época de …ah del Papa polaco que, con dolor del Papa alemán,protegió mientras vivió a Maciel….
Algunos hablan con gran alegría y desenfado drel «Papa polaco.» Recordemos que estamos evocando a un Santo: San Juan Pablo II el Magno. Pocos como el Papa Wojtila han hecho tanto por la Santa Iglesia y por la obra de la evangelización. Y lo mismo el Papa Benedicto. Del actual sólo sabemos desde 2013 que se nos ha ido obsequiando a escándalo por día.
Sia, usted delira.
El santo polaco no protegió a Maciel. Por el contrario, cuando le acercó Ratzinger denuncias contundentes sobre él, con denunciantes que no se bajaron de sus acusaciones, le reabrió el 2 de diciembre de 2005, juicio canónico al mexicano que ya había engañado a sucesivos Papas dentro de los cuales, nada menos que a Pío XII, su temprano promotor. Además, en enero de 2015 San Juan Pablo II le envío visitador apostólico a los Legionarios, que deriva en la intervención de la orden.
No diga falsedades ni repita estupideces que pretenden lesionar el honor de uno de los mejores Papas de la Historia.
Francisco no sólo rehabilitó a McCarrick sino también a Mahony. Véase: https://gloria.tv/article/7Hs12QVXWtYk11U3LTWgagjxD