Llegamos al fin de esta larguísima serie que veo a algunos les ha interesado, a algún otro molestado, y habrá dejado indiferentes a no pocos. No ha pretendido ser en modo alguno una biografía de monseñor Sebastián, para la que algunos datos no aparecidos en estos capítulos tengo, ni un juicio sobre su vida. Sólo he destacado afirmaciones suyas, están en sus memorias, con alguna opinión sobre ellas. Creo también haber sido parco en mi cosecha personal. No soy un enemigo ni un amigo de Sebastián, sólo en una ocasión intercambié unas palabras con él, seguramente menos de un minuto. No he pretendido escribir nada contra él ni en su favor en esta serie. Sólo he recogido, literalmente, párrafos suyos en sus Memorias. Casi todo es letra de Sebastián. Muy poco cosa mía. Entre lo reproducido he procurado ir sin anteojeras. Hay letra que me ha gustado y otra que no. Y supongo que le habrá parecido lo mismo a los lectores. Tanto del libro como de mi exégesis. Pero las felicitaciones, o las reclamaciones, al hoy cardenal. No hay nada entre comillas que no sea suyo. Y hay mucho entre comillas. Termino reconociendo que me parece un libro importante y de un personaje importante. Sin superlativos ni en lo uno ni en lo otro. Calla demasiados nombres y algunos hechos que omite o que me hubiera gustado entrara más en ellos. Pero son sus Memorias y las escribe como quiere. En ese género el autor procura salir favorecido. No siempre todos lo consiguen. Son los lectores quienes podrán opinar sobre ello. Concluyo diciendo que me han parecido poco piadosas. Dios aparece poco, la Virgen casi nada, la oración, la devoción, la adoración… las encuentro escasas y creo que exagero con lo de escasas. El hombre de Dios se encuentra poco. Digo poco, no nada. Si el autor encontrara alguna inexactitud, y con más motivo si falsedad, en lo que he escrito estoy completamente abierto a las puntualizaciones que quiera que por supuesto aparecerían íntegras en el Blog.
Lecturas LXXXV (y XXI): Las Memorias del cardenalSebastián
| 19 marzo, 2016
¿Graves pecados en LD contra el 6º y el 7º Mandamientos?. Aduce Jesús C.
¿Cometidos por quiénes en concreto y no así en general para enlodar como si esto hubiera sido una pederastia clerical encubierta globalmente o una sodomía de nunciatura?
¿Dónde están los procesos abiertos y las actas de acusación o de encartados en semejantes actuaciones más las sentencias resultantes?
¿O es que a pesar de tan enormes acusaciones literarias no se atrevieron a llevarlas ante un tribunal imparcial que desenmarañara y desenmascarara el asunto?
Lo muy cierto es que Braz de Avis les obligó a cambiar los Estatutos acomodándolos a la «psicología»,, la cultura y la ética humanista de los tiempos modernos.
NO el 6º ni el 7º sino la monomanía descatolizadora conciliarista en la que está inmerso el rara Avis y colegas.
A parte que en algún caso es posible hubiera desmandados como en todas partes hasta en el Vaticano. Eran demasiado católicos como los franciscanos de la Inmaculada torturados en la Cama de Procusto ya ¡984 días! que se dice pronto. ¡Oiga, los misericordiosísimos implacables jubilosos!.Pluralistas, unclusivos y permisivos menosen ser y permanecer católicos porqueeso sería «restauracionismo» único pecado imperdonable sin posibioidad de cláusula de conciencia.
Sois lo que sois y como sois, interconfesionales-interreligiosos con la capa de católicos que se quedan con el santo y la limosna.
D. Francisco gracias mil por ese inmenso trabajo de anotación crítica a las memorias de D. Fernando Sebastián. Es una estupenda lectura entrelineas de una triste etapa de la Iglesia en España. Ciertamente, después de leer el libro yo también he tenido esa pregunta en mi mente: ¿Dónde está el hombre de Dios aquí? Me sobra el político, me sobra el teólogo mediano, mucho más me sobra el estratega. Me falta el hombre RELIGIOSO del que brota continuamente el diálogo de la soledad y la intimidad de la fe, la reflexión serena y honda ante el sagrario, la flexión sobre la Cruz de Cristo y su cátedra permanente de sentido para un sacerdote, el alimento fecundo del Salterio que reza cada día; me falta la devoción tierna a la Madre de Dios, la intercesión de los Apóstoles, a los grandes místicos, a los grandes santos de la Iglesia, a los grandes conversos del s. XX. Eso es precisamente lo que brota en el diario de cualquier sacerdote: Hoy hablé con el Señor en el sagrario…… Ayer me di cuenta cuando rezaba laudes…… Hoy he visto leyendo la Carta a los Romanos….. la semana pasada releyendo a Sta Teresa me he convencido…..Le estoy pidiendo a la Virgen continuamente….Le he encomendado a S. José que me ayude a ver……
¿Por qué no brota la presencia de Dios, la fuente que mana y corre, espontáneamente en F. Sebastián…?
La verdad que me sorprenden sobremanera esos silencios. ¡Consules videant!
No fue conversión lo de D. Fernando, si no caer en la cuenta del sectarismo progresista en buena parte del episcopado y del clero diocesano (no digamos ya el religioso) a partir de 1970, lo cual cayó por su propio peso en una Diócesis como Pamplona donde al progresismo secularizador se unió el nacionalismo en sus distintas gamas, desde el «moderado» hasta el exterminador del terrorismo etarra. En conjunto, una figura negativa para la Iglesia en España, con abundantes fracasos encadenados (en Granada, Málaga y Pamplona, con el Opus Dei, en la CEE, donde Mons. Rouco le mostró la puerta de salida, con Lumen Dei,…) para darse cuenta desde su emeritaje malagueño que la Teología no se está enseñando adecuadamente en España, menudo lince…y qué nefasto. Menos D. Fernando y más D. Juan A, Reig Plá, con las ideas claras y orientadas a la superación de una etapa pobre y gris de nuestra historia reciente.
Una lástima que ni diga los nombres de los obispos que encubrieron los abusos de Lumen Dei, torpedeando la labor que le encomendó el Papa Benedicto, ni nos diga que las causas de la intervención Pontificia en una simple asociación de fieles con poco más de tres decenas de religiosos fueron graves pecados contra el 6º y contra el 7º.
Uno escribe memorias para tratar de dejar una huella personal en la historia. Me parece poco adecuado en un eclesiástico, y menos en un religioso.
vanlop: Respondo a su pregunta según mi opinión. En Pamplona estuvo mejor que en sus años anteriores. Y en Málaga, como administrador apostólico. Comprobó dolorosamente que su línea no se llevaba ya en Roma. ¿Se convirtió? ¿Puso a mal tiempo buena cara? Eso lo sabrá él.
Como saben me «enganché» en las memorias más o menos por la mitad. Después de leer desde entonces, me surge una pregunta ¿El periodo de Pamplona supera al periodo taranconiano?
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Y no me refiero a si se ha arrepentido o no, que eso ya se lo preguntarán. Se trata si alguien que contribuyó al desastre eclesial tiene suficientes méritos posteriores para olvidarlo. Sin duda que a juicio de alguien en Roma así debe ser pues lo hicieron cardenal en premio a los servicios prestados.
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Para mí, aunque en Pamplona hizo casas, lo más que logró fue frenar el desastre, pero no recuperó nada y en su etapa anterior contribuyó mucho al desastre.
Yo también le agradezco este resumen. Un personaje poco ejemplar en todas sus etapas. El cardenalato no sé a qué se debe ni para recompensar qué servicios. Hay obispos españoles jubilados y en activo con más méritos.
Interesante todo sin duda. Otra cosa no.
Yo le agradezco mucho esta serie Paco Pepe, que me ahorra leer todas las Memorias y nos sirve para conocer mucho mejor a D. Fernando Sebastiano.
Me han interesado mucho sus comentarios del libro. Creo que la cris de la Iglesia vino y viene de la crisis de Pablo VI, Tarancón, Dadaglio, Gabino, Cirarda, Sebastián, …Ravasi, Bergoglio…
A mi me parece análogo al libro Confesiones del cardenal Tarancón
Ese libro se titulaba «Confesiones» pero debía haberse titulado «Acusaciones» porque todo el libro era echar culpas a otros y autocomplacerse en lo hecho
A mí me han venido bien estas XXI reseñas, avisándome, destacando, etc., elementos que a mí se me pudieron haber pasado por alto al leer, y enriquecerme con otra valoración.
Hay dos cosas, finalmente (porque ya comenté en anteriores post) que me llaman la atención: una, las pocas veces que en las Memorias aparece como un hombre de Dios, su espiritualidad más firme; otra, que cuando da clases de teología en Málaga, una vez emérito, se dé cuenta del disenso de tantos teológos y libros de teología: ¿ahora? ¿No lo vio antes? ¿No leía antes?
Pero me vence la estima hacia él. No creo que fuera un destructor de la Iglesia, y también creo que hubo una evolución paulatina a mejor.
Estimado D. Francisco, cuando usted comenzó a comentar las memorias de Sebastián, yo estaba terminando la lectura. Coincido en mucho en sus comentarios que no voy a repetir. Quiero señalar que el libro tiene alguna imprecisas en cuanto a personas y fechas. Creo que nadie ha corregido el manuscrito salvo él mismo, algo natural en una persona tan pagada y confiada de sí mismo. Una de las cosas que más me ha chocado es que alguien que es teólogo pueda afirmar algunas cosas, valga de ejemplo, su propuesta de sacerdotes de «segundo grado», o se es sacerdote o no se es, que se pueda ordenar casados es otra cosa, pero serían sacerdotes como los célibes. ¿Qué comprensión tiene de la teología de los sacramentos?.
He coincidido unas tres veces con él, mi impresión personal no es nada buena, las tres me pareció antipático, distante y sintiéndose superior a todos los que le rodeaban.
Gracias también, D. Francisco, porque desde un comentario que dejé aquí, no ha vuelto a identificar el carácter de Sebastián con lo aragonés.
A mi, sí me han interesado y mucho, y quiero dejar constancia de ello, ya que si no, no me habría enterado, porque no pensaba comprarlas.
Se puede percibir, muy a la ligera, que se trata de un personaje de vuelo rasante, como tantos y tantos que se encuentran en nuestra Iglesia, y muy apegados al mundo, y lo dejo ahí, que tampoco es cosa de dejar otro análisis.