Ya tenemos a Sebastián de arzobispo emérito de Pamplona. Y unas palabras suyas sobre la prórroga episcopal que me parecen muy reales y muy importantes: “Cambia la situación interior. Emprendes menos cosas, si se presenta algún asunto difícil o molesto tienes la tentación de no afrontarlo como es debido” (pg. 416). Y la primera disyuntiva: ¿Dónde iba a ir ya como emérito? Pronto descartó quedarse en Navarra (pgs. 418-419) y consideró retirarse a una casa claretiana o ir a Málaga donde su obispo, Dorado, le ofrecía una muy cómoda vivienda. Enseguida descartó la casa de su congregación. “Pensé que no me iba a adaptar bien, hacía ya treinta años que no vivía en Comunidad” (pgs. 419-420). “La novedad más grande era la falta de ocupaciones. Tenía disponibles todas las horas del día. (…) “Ese vacío de ocupaciones quería decir que yo no era ya necesario ni importante para nadie” (pg. 420). Triste situación, y muy real, la de muchos obispos que de la noche a la mañana pasan del todo a la nada. Dorado, además de alojarle, le encargó algunas clases en el seminario. Preparándolas, “pude comprobar la disparidad de opiniones entre los autores, la poca estima del magisterio que a veces aparecía en algunos escritos y la fuerte tendencia reduccionista de algunos de nuestros autores” (pg. 422). ¿No se había enterado hasta entonces de esa evidencia? No me lo creo. Salvo que no hubiera vuelto a coger un libro desde su salida de Salamanca. Al año, su amigo Dorado pasa también a la condición de emérito, sustituyéndole en Málaga Catalá (pg. 424). Con el que se lleva también excelentemente y del que hace notable elogio (pg. 424). Hasta que de Roma le encomiendan una tarea que en principio no parecía complicada, ser Comisario Pontificio para Lumen Dei, lo que le supuso su último fracaso y días muy desagradables (pgs. 425 y ss.). Tenía ya 78 años y experiencia más que sobrada para resolver la situación pero todo se torció. Y de qué manera. “Acepté sin saber nada de lo que era Lumen Dei ni de los problemas que pudiera tener” (pg. 425). Y los tenía. “Esta Asociación fue fundada en Cuzco (Perú)por el P. Rodrigo Molina, jesuita español. Primero, en 1967, fundó una Asociación benéfica llamada PRODESA, dedicada a ayudar al campesinado quechua. En 1985 nació otra Asociación que con el nombre de Unión Lumen Dei fue aprobada como Asociación Privada de Fieles por el arzobispo de Cuzco (…) y el 12 de enero de 1986 fue aprobada con la misma categoría jurídica en Cuenca por Mons. Guerra Campos” (pg. 426). Fallecido el fundador surgieron problemas y ello motivó que el Vaticano decidiera nombrar un Comisario Pontificio con funciones de Superior General. Hecho público el nombramiento, la primera sorpresa de Sebastián fue que nadie de Lumen Dei se le acercó. Se puso al fin en comunicación con ellos, fueron tres a visitarle y le dijeron, sin más, que no aceptaban el nombramiento por entender que la Congregación para los Religiosos no tenía autoridad para hacerlo. Impugnaron ante la citada Congregación, que se mantuvo firme por lo que se dirigieron en el mismo sentido a la Penitenciaría Apostólica y ésta confirmó el nombramiento (pgs. 426-427). “Jurídicamente eran una Asociación privada de fieles, pero habían solicitado el reconocimiento como Congregación religiosa, por lo cual estaban bajo la autoridad de la Congregación para la Vida Consagrada. Aun siendo una organización numerosa y estando presente en más de 50 Diócesis no tenían ninguna aprobación de la Santa Sede, eran simplemente una Asociación privada de carácter diocesano, en la que apenas podían intervenir los obispos ni ninguna otra autoridad eclesiástica. Recogían dinero en nombre de la Iglesia, pero luego se negaban a que alguien controlase el uso de ese dinero. Ejercían rigurosamente la autoridad sobre los miembros de la institución, con una pretendida autoridad eclesial, como si fuesen u verdadero Instituto religioso, pero luego, sus dirigentes, se negaban a someterse a la autoridad de la Iglesia” (pg. 427). “Quise hacerme cargo de las cuentas y de los documentos de la Secretaría General, pero no fue posible. Me lo negaron todo” (pg. 428). “El cardenal Rodé me insistió por palabra y por escrito para que siguiera intentando hacer valer mi autoridad. Me dejé convencer. Ahora veo que hubiera sido mejor renunciar inmediatamente a aquella encomienda imposible. Pero entonces no podía adivinar hasta dónde iba a llegar su resistencia ni la soledad en que iba a encontrarme. Volví a la Casa Generalicia de Lumen Dei y esta vez ya no me dejaron pasar de la portería. Allí esperé un par de horas. Pasada la mañana entré unos minutos a la capilla y me marché. Nadie salió a despedirme ni me atendió en ningún momento. Expuse la situación al cardenal Rodé. La respuesta de la Congregación fue destituir a todo el Gobierno General. Los convoqué a todos ellos para comunicarles personalmente su destitución. No se presentó ninguno. Se lo tuve que comunicar por un burofax postal” (428). La situación era verdaderamente increíble y demostrativa de que aquello no podía seguir en la Iglesia. “Las pocas personas que se atrevieron a relacionarse conmigo eran expulsadas de la institución inmediatamente” (pg. 429). “Poco a poco hicimos las gestiones necesarias para que mi nombramiento pontificio tuviera reconocimiento civil, con lo que pude ver las cuentas bancarias y enterarme de lo que había ocurrido. En aquellos primeros meses habían vaciado todas las cuentas y me habían dejado únicamente la deuda de varios préstamos. Tuve que aportar mis ahorros personales para poder pagar las mensualidades de la deuda. Pero era un agujero tan grande que en pocos meses se tragó todas mis reservas. Lo que vino a continuación fue una cascada de disparates. Me acusaron de disponer en provecho propio los bienes de la Asociación. Me denunciaron varias veces, tuve que presentarme ante el juez para responder de las querellas que habían puesto contra mí. Un verdadero calvario. Por tres veces los tribunales de la Plaza de Castilla desecharon sus denuncias. La cuarta vez se trataba de una querella por la vía penal y tuve que comparecer personalmente ante el juez. Mis denunciantes llevaban dos abogados. El juez les concedió la palabra y expusieron sus acusaciones, una serie de sofismas y falsedades que no se tenían en pie. Luego el juez me hizo una serie de preguntas. Cuando en una de mis respuestas mencioné el nombramiento pontificio, el juez muy extrañado me preguntó: “Pero ¿usted tiene nombramiento de la Santa Sede? “Naturalmente, le respondí, si no lo hubiera tenido, no hubiera intervenido en estos asuntos”. Quiso ver el documento de mi nombramiento, mi abogado se lo entregó y cuando lo hubo examinado cerró su carpeta y dijo: “Pueden retirarse. Esto ha concluido” (pgs. 429-439). El cardenal Rouco había puesto a su disposición el equipo jurídico diocesano, del que hace cumplido elogio. Sin él “yo no hubiera podido pagar mi defensa” (pg. 430). Lo más grave de todo me parece su sentida queja de abandono por parte de sus hermanos los obispos españoles. Su estrella había declinado tanto que aquellos que le habían aupado a la vicepresidencia y enviado como su representante a varios Sínodos, o al menos bastantes de ellos, se desentendían ahora de Sebastián. “Tengo la sensación de que a algunos de mis hermanos obispos les parecía mi postura demasiado radical. Los dirigentes de Lumen Dei manejaban muy bien la propaganda. Durante una Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal pedí tener una reunión con los obispos que tenían en sus diócesis alguna presencia de Lumen Dei. Yo quería informarles dando por supuesto que, ante la información de los hechos, los obispos me apoyarían en mis esfuerzos por hacer valer mi nombramiento y poder cumplir los encargos de la Santa Sede. Mi sorpresa y mi decepción fueron enormes cuando vi que casi todos ellos ponderaban los grandes valores de la Asociación y dudaban del acierto de mi gestión” (pgs. 439-431). Y unas palabras tremendas: “Varias veces me dijeron (los de LD) que ellos tenían en Roma varios protectores mucho más importantes que yo. Y era verdad. Me dijeron que la única mujer que formaba parte del grupo dirigente, y que a mi juicio era el punto clave de la situación, había dicho que “en Roma, como en todas partes, cada uno tiene su precio”. Duele oírlo. No creo que sea verdad, pero muestra descarnadamente la mentalidad de aquellas personas” (pg. 431). Benedicto XVI dictó una disposición conminatoria: Todos los miembros tenían que escribir una declaración aceptando la autoridad del Comisario y el que no lo hiciera quedaría excluido de LD. Sebastián fijo un plazo para recibirlas (pg. 431). Pero… “Nunca supe lo que ocurrió en Roma. Alguien intervino para suspender todo el proceso. El caso es que la víspera de que terminara el plazo fijado, a las ocho de la noche, hora ya muy tardía en los despachos de Roma, recibí una orden por correo electrónico en la que se me decía que el plazo fijado quedaba anulado. A los pocos minutos alguien me llamó desde la Secretaría de Estado (¿una bertonada más se pregunta esta cigüeña?) preguntándome escuetamente si había recibido ese correo. Naturalmente respondí que sí. Fue la última palabra que tuve desde Roma. Desde el primer momento vi que con aquella intervención yo quedaba enteramente desautorizado. Comprendí que había terminado mi gestión y que tenía que presentar la renuncia . Tardé unos días en hacerlo. El grupo dirigente de Lumen Dei, que nunca había aceptado mi nombramiento ni había reconocido la autoridad de la Santa Sede, había sido escuchado y me había vencido en toda la línea. Luego supe que aquel día en la Casa General de la Asociación hicieron fiesta. Poco antes de que esto ocurriera, un obispo español había tranquilizado a los miembros de Lumen Dei que tenía en su diócesis diciéndole que no se preocupasen porque de Roma iba a llegar pronto una solución” (pg. 432). Lástima que una vez más calle nombres Sebastián. Aunque ahora sí cite a Bertone como destacado protagonista de lo acontecido (pgs. 432-433). El caso de Lumen Dei siguió enquistado hasta que por fin terminó de explotar en 2015. Sería ya una victoria pírrica de Sebastián. Él no pudo resolver algo que era irresoluble. Otros, tampoco. Da cuenta de sus últimos libros (pgs. 436-439) y de muertes que le afectaron ya como arzobispo emérito (pgs. 439-442). Pienso, es posible que equivocadamente, no estoy haciendo una semblanza de Sebastián sino un análisis de sus Memorias, que nunca fue nuestro hoy cardenal persona de amigos. Tal vez por incapacidad de su carácter para esas relaciones. En ese obituario sólo figuran su hermano Carlos y el obispo Dorado. Y si queremos su cuñada, esposa del primero. Pienso que es un escaso elenco. “A las pocas semanas de haber sido elegido el Papa Francisco, un grupo de obispos me pidió con insistencia que fuera a ver al Papa para explicarle la situación de nuestra Iglesia” (pg. 448). Sería muy interesante conocer el nombre de esos obispos que tal vez no se fiara de los cauces normales de información del Papa: nuncio, presidente de la CEE, obispos… Pidió la audiencia y el Papa se la concedió. “Pude estar con él tranquilamente y hablarle de lo que me pareció conveniente. Él me escuchó con atención y paciencia, me hizo unos cuantos comentarios y me demostró que conocía bastante bien nuestros valores y debilidades” (pg. 448). Y el cardenalato (pgs. 449-454). Para él supuso una sorpresa total y es divertido el modo como se enteró. Después de que el Papa anunciara su nombramiento (pgs. 449-459). No cabe duda de que es un gran honor que Francisco quiso hacer a su persona. “Yo llevaba muchos años viviendo un poco al margen de las preferencias de Roma. Lo tenía asumido, sin ninguna amargura, sin el menor resentimiento. Y de repente el gesto del Papa Francisco me pone en el candelero. Muchos han visto en este gesto un reconocimiento a la iglesia española de los años setenta y ochenta. No lo sé. (…) Algunos han dicho que yo podría ser el “hombre del Papa” en España. No es verdad” (pg. 452). Creo que dice verdad. Aunque no cabe duda de que sus opiniones y su acceso al Papa es distinto siendo cardenal que como arzobispo emérito. Francisco le dio una muestra más de consideración notable al designarle miembro del Sínodo de los Obispos de 2014 (pg. 454). “Yo acudí a la reunión con una postura claramente en contra de las sugerencias de Kasper. Durante los días de la Asamblea fui comprendiendo mejor el problema y llegué a la conclusión de que la Iglesia tenía que hacer frente a una situación nueva. No se trata como algunos dicen, de cambiar la doctrina, sino de profundizar en una actitud pastoral correcta ante los problemas relacionados con el matrimonio y la vida familiar. Tenemos que hacernos cargo de las consecuencias tan graves que tienen los cambios sociales y culturales en la vida de la gente. La profunda novedad de las situaciones actuales justifica que revisemos actitudes y normas mantenidas hasta ahora pero que actualmente resultan perjudiciales y hasta injustas. El comportamiento de la Iglesia tiene que ajustarse cuanto sea posible a la providencia misericordiosa de Dios” (pgs. 454-455). No repetiré un párrafo, que incluí en una entrada anterior, y que me parece preocupante. Con esto concluimos la lectura de las Memorias del hoy cardenal y mañana dedicaremos un breve colofón final.
Lecturas LXXXV (XX): Las Memorias del cardenal Sebastián
| 18 marzo, 2016
Una lástima que ni diga los nombres de los obispos que encubrieron los abusos de Lumen Dei, torpedeando la labor que le encomendó el Papa Benedicto, ni nos diga que las causas de la intervención Pontificia en una simple asociación de fieles con poco más de tres decenas de religiosos fueron graves pecados contra el 6º y contra el 7º.
Fernando Enríquez de Talamanca cuadra en su lugar el caso Lumen Dei.
Demasiado católicos que en calificativo de Francisco es ser «restauracionista», pecado inadmisible y sin perdón misericordiosísimo implacable como se demuestra en los Franciscanos de la Inmaculada ya ¡. 982 !días sometidos al tormento de la Cama de Procusto.
Demasiado fieles católicos a la Iglesia fundación de Jesucristo en Pedro. Intolerable fidelidad que impedía el triunfalismo conciliarista y estos actuales esplendores que dice el tangerino Amigo, consistentes en tocar carne, tocar y tocar sin miedo ni pudor . Había que cargárselos y no solo rectificar o sanear si algo había incorrecto. Impusieron otra reglas acordes con la psicología inmanentista del rara Avis declarando derogados los Estatutos fundacionales de Lumen Dei..
Curiosamente el hoy precardenal de Madrid, arzobispo Osoro, salvó parte del auténtico Lumen Dei al no aceptar quedarse sin las maravillosas hermanas que atendían en su diócesis de Oviedo. Hoy por supuesto que no lo haría.
Sanz Montes, el sucesor de Osoro en Oviedo y también sucesor de Sebatián en el caso Lumen Dei, en los primeros tiempos de su comisafiado encintró admirable la operatividad y espiritualidad católica de Lumen Dei summa cum laude de elogios, aunque después se fue escorandoo también a la crítica y la almoneda de los bienes de Lumen Dei sin duda en razón de la non-santa obediencia consignataria imperada por la Curia romana.No se podía consentir que sus colegos contaminaran a la población estudiantil de catliciadad auténtica.
Fue un el arzobispo Sánz Montes con Lumen Di lo que después sería el nonSantos Abril aguas mil con el obispo Livieres.
En cualquier caso queda plasmado por escrito en las memorias sebastianas cómo se las gasta el alto clero entre sí y para con los fieles a los que consideran sus súbditos en servidumbre llamada obediencia tortuosa opresora de conciencias. No tenemos los fieles de base derechos de ciudadanía de la iglesia santa de Jesucristo.
Las sucesivas decaraciones del rarísimo Braz de Avis resoecto a la vida dedicada a las obras de religión Católica ofrecen el panorama por sís solas.
A Sebastián lo eligieron como torito bravo para brindar en el l ruedo de la secularidad. Son unas memorias vivo retrato de la descatolización de nuestra religión por la vía de la desacralización en la que estamos. Son de agradecer por su desenvoltura autónoma.
No es solamente un titular que el Vaticano II ha sido un Concilio Pastoral. Supone que por la heteropraxis a la asunción de la heterodoxia interconfesioinal-interreligiosa. Los episodios desde entonces hablan de las premisas categóricas que se impusieron ex- novo en la Iglesia de Cristo.
Habiendo llegado al final de estos magníficos comentarios, he sacado la impresión de que los últimos años de Mr. Sebastián fueron sus mejores años, duros, pero positivos en los que hizo una labor bastante positiva y que le deseo que haya sido positiva para su vida personal.
En cuanto a “Lumen Dei”, he sido de los que creí que hacían una buena labor y les hacía una pequeña aportación. A través de los comentarios he sacado la conclusión de la labor de Ms. fue correcta y en condiciones muy difíciles, al margen de que fuera acertada o no, cosa que ignoro, pero acepto sin reservas la decisión de la Iglesia.
Mi felicitación a D. Francisco.
Lumen Dei era una realidad magnífica, con muchísimas vocaciones masculinas y femeninas, espiritualidad tradicional e ignaciana, hábitos y sotanas, ejercicios espirituales, opción preferencial por los más pobres y miserables de verdad, sin contaminaciones marxistas, pobreza vivida hasta el extremo, que había formado una productora audiovisual moderna, con colegios de prestigio, que llegaba a miles de seglares, que crecía imparablemente en España, Hispanoamérica y Estados Unidos….
Y se la cargaron. Sobreviven un minúsculo grupo sin influencia, fiel a las directrices jerárquicas, y los resistentes, agrupados en PRODEIN, que intentan mantener el espíritu fundacional.
Raro, muy raro. Contado, está bien, aunque no hay quien lo entienda.
Para saber todo, habría que descubrir el porqué del cambio en Roma, qué ocurrió para que quedara desautorizado monseñor Sebástián, cómo es posible que su sucesor como comisario, monseñor Sanz Montes, le tirase, con plena consciencia y malas palabras, a los pies de los percherones.
Hubo solución, «qui gladio occidit, gladio occisus erit», tardía, tanto que supuso la práctica descomposición de LD. Sólo unas pocas cabezas pensantes, que no se entiende cómo no había sido expulsadas por don Jesús, sus «subcomisarios» y los maquinadores de LD decidieron permanecer fieles a Roma. En lo material también se perdió (o «desapareció») mucho: dos colegios en Madrid, puestos de trabajo, dinero, terrenos…
Monseñor Sebastián, quienes hemos tenido el honor de tratarlo personalmente sabemos que es hombre menos huraño de lo que en esta recensión se ve, se desvivió por una institución a la que no conocía y por unas gentes que lo recibieron como padre, tal y como Roma, en principio, y al final, dijo.
Tal vez algún día, no parece interesar mucho a nadie, los monseñores Sanz, Osoro o Rouco se decidan a contar lo que de verdad ocurrió. A monseñor Yanguas y monseñor Sebastián, sin duda, les quitarían una duda de encima.
Cierto lo que apunta Hermenegildo. Qué raro eso de que el Comisario Pontificio tuviera que pagar deudas, como si él las hubiera contraído…. Rarísimo. Y muestra a mi ver que Lumen Dei no lo recibía, los obispos españoles no lo apoyaban en nada y desde la Sede Apostólica y sus Prefecturas no le proporcionaban nada. Todo muy raro. Hasta Papa Benedicto ordena algo que a los pocos días desde la Secretaría de Estado queda sin efecto. Raro y/o mal contado esto de Lumen Dei.
Que aportara sus ahorros personales para pagar las mensualidades de la deuda de Lumen Dei también me resulta incomprensible.
«Yo acudí a la reunión con una postura claramente en contra de las sugerencias de Kasper. Durante los días de la Asamblea fui comprendiendo mejor el problema y llegué a la conclusión de que la Iglesia tenía que hacer frente a una situación nueva».
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Me pregunto cómo un teólogo y obispo de la edad de Sebastián puede cambiar de opinión sobre una materia tan sensible en cuestión de días, sólo por haber escuchado en el aula sinodal unos sofismas que de nuevos no tienen nada.
Curioso cambio de criterios pastorales que se erigen en fundamento Doctrinal. De la Doctrina Moral Católica y de la Doctrina Sacramental. Por lo mismo de la Doctrina de la FE. ¿Estos señores han caído en la cuenta del dislate que supone la teosofía del tedesco Kásper y la adhesión a ella con la argucia de la Misericordia de Dios como consentimiento para la sodomía y el adulterio en familia que viene a ser el matrimonio mosaico enmendado por el mismo Jesucristo pero que el Sínodo pidió reimplantarlo por boca de Lacunza, arzobispo de Panamá y probablemente próximo cardenal?
Una birreta bien vale un viraje de 18o grados anti Nuevo Testamento o Depósito de la FE.
Y hasta caer en la maldición de San Pablo en R 1, 18-32.. No era Apóstol democrático.
Ahora para nuestros gobernantes detentores del poder en la Religión Católica vale y pesa el número de los marginados de la Doctrina de la FE (Tm 6,3-7) a los que se les libera de San Pablo también, en 1C 1, 7-40.. La gente es el lugar teológico que se le impone a Dios. El Bautista no tuvo razón reprochando a Herodes junior su adulterio. Ni los saduceos ni los fariseos lo hicieron. El Bautista un entrometido en la vida ajena. Culpable.
Los inescrutables caminos del Señor.
Muy interesante, y amplia, recensión.