Louis Bouyer: La descomposición del catolicismo. Iota, Buenos Aires, 2016, 130 pgs.
La edición original es de 1968. Tuve noticia de ella paro hasta ahora no había tenido ocasión de leerlo en esta edición argentina que me regaló un sacerdote amigo de esa nación. Y que me dejó impresionado recomendando su lectura con dos salvedades. A personas formadas e inteligentes. Y es posible que ambas cualidades no recaigan en la misma persona.
El autor fue un reconocido teólogo y liturgista, de carácter atrabiliario, que terminaba chocando con todos. Progresistas y tradicionalistas. Quería un aggiornamento de la Iglesia pero muy peculiar: su aggiornamento. Proponer al mundo de hoy la Iglesia evangélica. O como la entendía él. Nada de adaptar la Iglesia al mundo de hoy. Predicarle a ese mundo la verdadera. O su verdadera.
Seguramente tenía influencias modernistas pero para asegurarlo habría que haber leído su importante producción teológica y liturgista, cosa que yo no he hecho, pero que cabe deducir por su nulo aprecio de San Pío X y su antimodernismo. Como tampoco lo tiene por la Iglesia postridentina.
¿Pues, qué estoy recomendando? Un brevísimo libro en el que el autor ha puesto sólo cien páginas, las restantes son de una semblanza de Rubén Peretó imprescindible para conocer algo a Bouyer, que me parece obra de persona de notabilísima preparación y si cabe mayor inteligencia, de pluma agudísima y un auténtico genio de la demolición. Porque no deja títere con cabeza.
Las primeras, muchas de las pocas del libro, paginas aniquilan el progresismo posconciliar. Hasta extremos que pocos autores del bando tradicionalista podrán igualarle. Queda pulverizado. Reforma litútgica incluida. Naturalmente con Bugnini. Poquísimas armas más contundentes para los tradicionalistas que las que les suministra Bouyer que no era uno de los suyos.
Pero enseguida viene el tío Paco, o el tío Louis, con la rebaja. Porque el tradicionalismo o el integrismo también quedan muy perjudicados. Desde su inicio en el tradicionalismo del De Maitre y Bonald, el primer Lamennais, del segundo ya no digamos, Maurras y lo siguiente. Aunque al último y más actual lo pueda comprender algo como reacción, para él equivocada en su propuesta, a los excesos impresentables del progresismo.
Me entenderéis lo que digo de que a quienes vean todo con orejeras, de un lado o de otro, repudiarán el libro. Hace falta una formación y una inteligencia para extraer del libro lo aprovechable sin obcecarse por lo que pueda desagradar. Pienso que el libro puede ser muy aprovechable, en lo que quepa que no es poco, por la llamémosla derecha eclesial y nada por la izquierda de la Iglesia. Por personalizar, el libro le puede gustar bastante al cardenal Burke y nada al cardenal Maradiaga. En el caso hipotético de que el segundo pueda enterarse algo de la tesis del libro.
Es evidente que Bouyer no simpatiza mucho con la autoridad aunque algún papel le reconoce. Tampoco con la Iglesia preVaticano II. Pero a la posterior la dinamita.
Pienso que es una obra muy importante para leer con las reservas indicadas. Brillante, inteligente y para que el lector se quede con lo que le parezca aprovechable que no es poco.
Citaré sólo dos frases aunque semejantes hay muchas más.
La primera, que son dos, la compartirán aunque en distintas mitades el obispo de León actual o Bugnini si viviera y los amantes de la misa tradicional, estos últimos con más reservas:
“La liturgia de ayer no era prácticamente más que un cadáver embalsamado. La que hoy día se llama liturgia no es más que ese mismo cadáver descompuesto”
Se compartirá o no pero brillante loes.
La segunda, otras dos, sobre la cultura eclesial que estamos viviendo ad usum Ravasi:
“La lectura sin crítica de algunas páginas de Teilhard de Chardin, parece más que suficiente a la mayoría de los “intelectuales católicos” profesionales. Rapsodias sobre el progreso técnico, la dialéctica marxista o un psicoanálisis de libros de bolsillo, perecen ser lo máximo que se puede esperar de los sacerdotes destinados especialmente a ocuparse de los seglares que tienen algo que ver con estos problemas”.
Pues perlas como estas las encontraréis en casi todas lás páginas de tan importante e interesante librito. Entiendo que los progresistas ni lo mencionen. Los que no lo son, con las reticencias que procedan, y algunas proceden, lo deberían difundir.
La portada que ilustra la entrada no es la de la edición argentina.
Y, por cierto, Juan, la Misa no se puede reducir a una conmemoración de la Última Cena; es, sobre todo, la actualización del sacrificio de Cristo en la cruz.
Juan Stuse, precisamente, Louis Bouyer, en «Arquitectura y Liturgia», afirma: «La idea de que la celebración versus populum es la forma original y, sobre todo, la idea que se tiene de la Última Cena, se basa simplemente en una concepción equivocada de lo que podía ser una comida, fuera o no cristiana, en la antigüedad. En los comienzos de la era cristiana, el que presidía una comida jamás se sentaba enfrente de los comensales. Todos estaban sentados, o recostados, en el lado convexo de una mesa en forma de signa o de herradura… Por tanto, a nadie de la antigüedad cristiana se le hubiera ocurrido la idea de ponerse versus populum para presidir una comida. Es más, el carácter comunitario de un convite se acentuaba precisamente mediante la disposición contraria: a saber, que todos los participantes se encontraban en el mismo lado de la mesa».
Sí se encuentran «solemnidades pascuales» (núm. 199) y «tiempo pascual» (nota 153). Pero no «misterio pascual», salvo error del buscador.
No pretendo que Pío XII fuese un revolucionario, y disculpe usted la molestia, pero ¿sería tan amable de precisar el apartado o número de la encíclica Mediator Dei donde se encuentra el texto en cuestión con el término «misterio pascual»? El buscador aplicado al texto en español de esa encíclica, disponible en las páginas del Vaticano, no arroja ningún resultado con ese término. Pero a veces esas herramientas técnicas pueden fallar.
Pudiera también ocurrir que el texto invocado por usted fuera en realidad posconciliar y pretendiera apoyarse en Mediator Dei sin que, a fin de cuentas, ese término «misterio pascual» se encontrara tal cual en aquella encíclica de Pío XII. Son pequeñas astucias que a veces se utilizan.
Urbel: Supongo que el Papa Pío XII no fue ningún revolucionario. En el año 1947 publica la gran Encíclica Mediator Dei y allí se habla del Misterio Pascual. Sabe Vd. de la gran sintonía de Monseñor Lefèbvre con el Papa Pacelli.
«El misterio pascual de Cristo, por el contrario, no puede permanecer solamente en el pasado, pues por su muerte destruyó a la muerte, y todo lo que Cristo es y todo lo que hizo y padeció por los hombres participa de la eternidad divina y domina así todos los tiempos y en ellos se mantiene permanentemente presente. El acontecimiento de la Cruz y de la Resurrección permanece y atrae todo hacia la Vida.»
Por la liturgia, la Iglesia actualiza el Misterio Pascual de Cristo, para la salvación del mundo y alaba a Dios en nombre de toda la humanidad. …… de documentos eclesiásticos sobre ese tema: Encíclica «Mediator Dei» (MD), 1947; Instrucción de la Sagrada Congregación de Ritos del 3-IX-195,
Juan: El Señor no podía dar, como dice Vd, la espalda a los Apóstoles, mirando ad Oriemtem, porque el Oriens es Él mismo. Le remito al Benedictus y a una de las antífonas O, previas Aa la Navidad.
A partir de aquí, cuando los Apóstoles, Obispos, Sacerdotes, miran ad Orientem no dan la espalda a nadie: Se trata del Oficiante y los fieles como un solo pueblo, vueltos al Señor.
Hermenegildo:
La posición del celebrante es para mi muy importante, aunque tengo absoluto respeto por el rito extraordinario, pero a mí no me inspira tanto como el Nuevo.
¿Se imagina al Señor dando la espalda a los apóstoles al partir el pan de la Ultima Cena?
Yo respeto sus preferencias y espero que Vd. entienda las mías. No tengo nada contra el latín. Incluso la fórmula de consagración estaría mejor en el idioma de la Iglesia, Pero la situación del celebrante la considero muy importante y creo que el Espíritu Santo inspiró ese cambio.
Juan Stuse: La posición Ad Orientem es defendida por Monseñor Gamber, por el entonces Cardenal Ratzinger , por Monseñor Athanasius Schneider: Dominus est. El Cardenal Sarah ha heredado y asumido esta tradición. No se trata de un costumbrismo ritual sino que tiene un sustrato teológico consistente, enraizado con la primera cristiandad.
Juan Stuse: la posición «ad orientem» no es exclusiva de la forma extraordinaria; ninguna norma obliga a celebrar «cara al pueblo» en el Novus Ordo. De hecho, tanto Benedicto XVI primero, como ahora Francisco, celebran cada año «ad Orientem» la Misa del bautismo del Señor (Novus Ordo) en la Capilla Sixtina. Es más, el Misal de Pablo VI presupone la celebración de la Misa «ad Orientem», ya que en diversas rúbricas dice: «el sacerdote, vuelto hacia los fieles…»
Por otra parte, la posición del sacerdote «cara al pueblo» favorece la improvisación, ya que el celebrante se convierte así en el centro de la asamblea; todo el mundo está pendiente de lo que hace o dice.
Y, en fin, hablando de libros, sobre la posición «ad Orientem» del celebrante, le recomiendo la lectura de «Volverse hacia el Señor», de Uwe Michael Lang, con prólogo de Joseph Ratzinger.
No niego que la expresión «misterio pascual» pueda encontrarse en algún lugar del misal tradicional, no lo sé. Pero si no me equivoco (ruego me disculpe si fuera el caso) la oración que usted transcribe, tras la comunión de los fieles (que no se daba en el rito tradicional del Viernes Santo), procede de la reforma de la Semana Santa por Pío XII en 1955 y no se encuentra en mi misal (heredado de mi padre, que Dios tenga en su gloria) y cuya edición antecede a la misma.
Es sabido que esa reforma, en la que ya participó el célebre y nefasto Bugnini, goza de poco aprecio entre quienes se esfuerzan por conservar y transmitir el inmemorial rito romano, y que incluso en algunos lugares se celebran hoy las solemnes ceremonias de esos días santos con arreglo a los antiguos libros anteriores a 1955; no que yo sepa en la Hermandad de San Pío X, y tampoco sé si con autorización o sin ella de la Comisión Ecclesia De (cuando se trata de institutos acogidos a ella).
De ser así, la aparición del término «misterio pascual» en esa oración de 1955 sería más bien, al contrario de lo señalado por usted, un indicio bugniniano de vinculación con la reforma (revolución, en realidad) litúrgica bajo Pablo VI.
Hermenegildo: Con lo de la liturgia «oriental» (entre comillas) me refería al ad orientem del celebrante en el rito extraordinario. Algo en lo que discrepo del cardenal Sarah que sigue defendiéndolo (posiblemente la única discrepancia con ese gran príncipe de la Iglesia). Las razones por las que prefiero el celebrante de cara al pueblo y a Jesús que está sobre el altar – entre él y los fieles – son muchas. Pero tienes razón en lo de la excesiva libertad del celebrante para improvisar, que no debería permitirse.
Lapsus: Per suum cruorem: Mediante su sangre.
Enrique: Veo que pone un link, en el que aparece la polémica del Padre Calderón y sectores de la Fraternidad, respecto a la expresión «MISTERIO PASCUAL» versus Redención, como un invento conciliar con escasa raigambre patrística:
Y como para muestra un botón, la última de las tres oraciones después de la Comunión en la Acción Litúrgica del Viernes Santo, en el Misal Tridentino -o del modo extraordinario- nos dice: «Oremus. Oratio tertia
Reminiscere miserationum tuarum, Domine, et famulos tuos aeterna protectione sanctifica, pro quibus Christus, Filius tuus, per suum cruorem, instituit paschale mysterium. Per eundem Christum Dominum nostrum. R. Amen
Acuérdate de tus misericordias, Señor, y santifica a tus siervos con tu eterna protección, por los cuales Cristo, tu Hijo, mediante su cruz instituyó el misterio pascual. Por el mismo Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.
Don Enrique, a mi modo de ver, lo que pueda decir sobre Bouyer un personaje que apoya sus críticas a un Newman en la wikipedia, tiene menos importancia que a las zarandajas de Sánchez Sorondo.
Acerca de lo que dice el sr. Hermenegildo, el libro de Bouyer comentado en el post tiene un certero pasaje donde dice lo siguiente:
«No ha mucho se subrayaba que las Iglesias tradicionales, y en primer lugar la Iglesia católica, con su liturgia objetiva, sustraída a las manipulaciones abusivas del clero, salvaguardaban la libertad espiritual de los fieles frente a la subjetividad fácilmente invasiva y opresora de los clérigos. Pero esto ha pasado a la historia. Los católicos contemporáneos ya sólo tienen derecho a tener la religión de su párroco, con todas sus manías, sus limitaciones, sus rarezas y sus futilidades».
No me digan que no da en el clavo. ¿O acaso no llevamos décadas esclavizados por los caprichos estéticos, musicales y de todo tipo del cura iletrado, imbécil u homosexual de turno?
Lo de liturgia oriental no cuadra con la liturgia de San Pío V, que remonta a los Papas Gelasio y Gregorio Magno. De ahí el nombre liturgia gregoriana. Expresa lo más noble y católico -universal- de la romanidad. El Papa Inocencio III en su Obra de Augusto Sacramento Altaris, defiende eso que un comentarista llama ritualización, por dos razones: 1º Lex orandi, lex credendi y 2º porque cada rúbrica nos abre horizontes teológicos de riqueza y provecho espirituales, insospechados. Y añado yo:La precisión ritualista evita las arbitrariedades y estupideces que muchos añaden in situ a la liturgia de Pablo VI.
Leer sobre Bouyer. Ya en 2017 hubo discuciones sobre el.
http://loscocodrilosdelfoso.blogspot.com.ar/2017/08/el-tradicionalismo-de-bouyer.html
Juan Stuse: no sé qué quiere decir con lo de la liturgia «oriental». Si se refiere a la forma extraordinaria, tampoco entiendo que usted diga que está «demasiado ritualizada»; ¿prefiere entonces la creatividad? Precisamente, uno de los motivos de que me atraiga tanto la liturgia tradicional es que todo está perfectamente tasado y no se deja nada al albur del cura de turno, con sus ocurrencias penosas o su afán de protagonismo.
Y le aseguro que, por más que mejoraran el Novus Ordo, seguiría prefiriendo la liturgia tradicional. Si tengo el tesoro original, ¿para qué quiero un sucedáneo?
Lo de la trattoría es cierto. Pincho nos ha informado de que el relato se encuentra en las Memorias de Bouyer, no en el libro que aquí se comenta. Recuerdo haberlo leído (ese relato, no las Memorias enteras) pero no lo tengo a mano. Sí en cambio la referencia que sigue:
«Cuenta Louis Bouyer que a él le daba cierta aprehensión cuando veía esa plegaria en el Misal y recordaba las circunstancias concretas de su composición. La cosa fue así: salió de la reunión del Consilium dispuesto a renunciar. Fue a almorzar con Dom Botte a una trattoria del Trastevere y allí, el benedictino logró convencer al oratoriano de que permaneciera en en la Comisión y que prepararan allí mismo la redacción definitiva de la plegaria eucarística II. Bouyer quedó «petrificado» al caer en la cuenta de que el texto más sagrado de la liturgia eucarística había sido redactado a las apuradas en la mesa de una trattoria del Trastevere.»
Un libro muy bueno, que leí y difundí entre amigos, hace años. Que acepto con “beneficio de inventario”, tomando lo bueno y desechando lo malo. En esa época Bouyer le tenía tirria a los que el llamaba “integristas”. Aunque, justo es decirlo, no consideró que los defectos de estos tuvieran la misma importancia que los dislates del progresismo. También el dominico Regamey escribió algunos párrafos sobre los vicios de un integrismo cerril, de corto vuelo intelectual, voluntarista, rigorista y estéticamente desagradable.
Bouyer se refiería a un integrismo decadente que había sufrido en carne propia, con sus estrecheces mentales y su testa dura. No hay por qué negar achaques y manías en sectores del tradicionalismo católico. Reconocerlo es un sano ejercicio de realismo, fomenta la humildad y ayuda a prevenirse del fariseísmo, veneno letal en la Iglesia.
Sobre el fenómeno de la Fraternidad San Pío X tuvo una visión bastante ecuánime, y la dio a conocer en un texto de 1978. Que se publicó en Rorate Coeli. Y abogó porque la misa tradicional pudiera celebrarse libremente.
¿Qué hubiera dicho en estos tiempos? Me gustaría saberlo, pero murió antes.
Saludos.
Comparto casi todo lo expuesto por Paco-Pepe sobre este libro que no he leído… Yo también disparo constantemente en las dos direcciones aunque lo de la «liturgia embalsamada» me parece excesivo, porque donde esta Jesucristo todo está vivo, aunque en el rito tridentino esté demasiado ritualizado.
Hermenegildo, es cierto que esa liturgia «oriental» está recobrando seguidores, pero eso se debe a la constante deformación litúrgica del Novus Ordo, al que deberían devolver mayor dignidad sacrificial y rebajar bastante el aspecto convite.
Las maniobras de Bugnini fueron responsables de la desgraciada comunión de pie y en la mano, por su famosa addenda en el documento de Pablo VI, pero en la plegaria eucarística sólo logró meter el «para nosotros» que no logra desvirtuarla. Si fuese cierto lo de la trattoria el libro sería de obligada lectura.
Memeces no son… es un intelectual serio, como apunta el p. Canali. A mi juicio equivocado en cuestiones sumamente importantes, pero nadie puede dudar de su inteligencia, su capacidad de trabajo y, sobre todo, del conocimiento de primera mano que tuvo de momentos capitales y figuras clave (para bien o para mal) de la Historia de la Iglesia. Aparte que se gasta una mala leche (con perdón) que es digna de ver.
Hermenegildo, con las chorradas que suelta este Sr. sobre la «Liturgia de ayer» o sobre la Iglesia «tradicionalista», me vale para saber que no hay que perder el tiempo leyendo estas memeces. Este va de genio por la vida.
Devoré tres veces el libro del Padre Bouyer en 1970. Ciertamente un referente que utiliza para explicar los bandazos que se han dado desde el final del Concilio, es Lammenais, Félicien. De un tradicionalismo acrítico pasa al ultraprogresismo de l´Avenir. En esa órbita estuvieron en su momento Bonald, Bonnety, De Maistre y también Dom Gueranger -por eso aún no es beato- y el Padre Lacordaire. ësos dos últimos fueron ciertamente amantes de la Tradición pero les fue difícil desprenderse del extrinsecismo tradicionalista de Lammenais.
El Padre Bouyer ve el progresismo como la deriva de un tradicionalismo sin criterio, en el que ubica al mismo Papa San Pío X.
Dice que la solución de los males no es una ortodoxia reforzada, pues según él, no es más ortodoxo decir que hay dos dioses que decir que no existe ninguno. No entiendo cómo una persona tan inteligente puede ser tan simplista. Sin nombrar a la Fraternidad San Pío X, en un momento en que Don Pablo, Villot, Marty, Garrone y Tabera,, planificaban su cierre, Bouyer pretende echar su cuarto de espadas, diciendo que el Seminario de Ecône reclutabla principalmente a los candidatos al sacerdocio entre los hijos de antiguos miembros de la OAS. Igualmente viene a decir que la Fraternidad -sin nombrarla- pretendía una Iglesia como ciudadela fuerte protegida con una muralla de cañas con un barniz de hierro.Creo que la Fraternidad San Pío X es mucho más que esa caricatura que pinta Bouyer.
Y como remedio dice que hay que volver a la Tradición viva que propugna el gran Mähler. ( no veo ninguna contradicción con la que propugna San Pío X). Ciertamente algún miembro de la Fraternidad me ha comentado que la Tradición que defienden, no es la Tradition vivant -que defiende Benedicto XVI- Yo personalmente, no acabo de ver la diferencia.
Me parece de matrícula de honor que Bouyer propugne un clero docto. San Francisco de Sales decía que en su tiempo clérigo había llegado a ser sinónimo de ignorante y malandrín.
A la Iglesia le ha hecho y le hace mucho daño contar con una legión de clérigos que desde la ordenación no han cogido un libro y que todo se reduce a librillos de poche para repetir en materia psicológica, sociológica o teológica, cual mantra védico, la última sandez del listillo mitrado o sin mitra, de turno.
Ciertamente y estoy en eso con Bouyer, la palabra catolicismo, es reduccionista. Es un vocablo defensivo acuñado tras la Revolución Francesa. El Concilio de Trento tenía un concepto más amplio y acogedor y haciendo justicia, también el Vaticano I.
Bouyer tiene un grueso tratado e Eclesiología en que se da una tensión dialéctica entre la Iglesia de profesantes y la Iglesia multitudinaria. Igualmente tiene otro tratado muy rico y provechoso sobre la espiritualidad sacerdotal y otro sobre la Eucaristía a la luz de la Patrología.
Y por cierto: Decirle a Urbel que si lo de la anáfora II se compuso deprisa y corriendo en una trattoría romana, eso no figura en el libro que se comenta en el Post. Y sí dice Bouyer que si las tres anáforas que se añadieron en 1967, se hubiesen puesto antes, como complementarias del Canon Romano, se habrían evitado muchos males en la liturgia. No sé en que se basará. Pero sea, lo que fuese, Bouyer es uno de los grandes teólogos que han brillado con luz propia en esos tiempos de confusión. Tiene lagunas y errores y ciertos apriorismos. Se le puede perdonar pues no es un cualquiera,
Por cierto que el título de la obra no debe llamar a engaño. Bouyer no deplora la «descomposición del catolicismo», sino que la celebra. Para él, que era converso del protestantismo (lo cual es un dato fundamental), el «catolicismo» es una ideología identitaria que nace en el barroco, se exalta con el totalitarismo romano y la represión teológica de la llamada «crisis modernista» y llega a su fin con el Vaticano II. Y es una ideología mala porque eclipsa la realidad prístina de la auténtica Iglesia fundada por Cristo.
El problema de Bouyer, y de tantos otros que se han tragado el mismo cuento (o «relato», como se dice ahora) es que parten de una antropología deficiente y defectuosa. Parece que no entienden que TODA realidad humana (o divinohumana, en el caso de la Iglesia) acaba SIEMPRE mediada culturalmente. Es un hecho antropológico inexorable. Es facticidad cruda contra la que no se puede luchar. Lo que quiere decir esto (entre otras cosas) es que la Iglesia angélica, platónica y desencarnada, el Reino Místico-Evangélico-Gnóstico de la espiritualidad pura sin contaminación humana, ni existe ni puede existir.
Dicho de otra forma, «pa que me s’entienda»: si te empeñas en quitar el humo del incienso, el gregoriano y las puntillas, detrás vendrán el humo de los porros, las guitarras y los pantalones vaqueros. O si es una parroquia pija, el acentillo gangoso, los «santos de copas», el «hakuna», la ropa de marca y el «may feelings».
Efectivamente, Urbel, el que lo cuenta es Bouyer, pero no en este libro sino en un vitriólico pasaje de sus Mémoires.
Respecto de la liturgia la situación actual estábamos degradada, descompuesta en la feliz expresión de Bouyer que a la fuerza se impone un cambio, pero me he convencido que no puede ser una vuelta al vetus ordo, cuántos fieles estarían dispuestos al esfuerzo de formación y aprendizaje que requiere para poder asistir con aprovechamiento?
Es lo de San Pablo, los que no podemos digerir lo sólido tenemos que contentarnos con leche, ahora eso sí, por lo menos que sea leche de calidad. El camino de Benedicto XVI pienso que era el mejor, pero actualmente está truncado, y desde hace tiempo la Comidion Ecclesia Dei parece inexistente.
«Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido bien» (Mt 11, 25-27).
Pero, más allá de las opiniones del autor (¡sabio y entendido!), fuente rica en noticia de hechos muy interesantes. Si no recuerdo mal, es Bouyer quien cuenta que la llamada plegaria eucarística nº 2, la más breve y utilizada, se escribió de un tirón en una trattoria del Trastevere (¿sería en una servilleta?) a impulsos de Bugnini.
Hermenegildo: pues probablemente quería una iglesia de teólogos para teólogos. Con una jerarquía y un magisterio esclavos de la teología académica centroeuropea, que se comportaran en todo momento como simples divulgadores del último descubrimiento filológico, histórico-crítico o arqueológico del profesor de turno. En el fondo es una especie de gnosticismo: que solo hablen los que saben, que son ellos, y los demás siempre a tirar por donde ellos dicen. Es evidentísimo en autores como Congar.
Comparto la reseña al 100%. Últimamente en la blogosfera argentina se venía exaltando este libro como el no va más, obviando las limitaciones de Bouyer, que las tiene y no pequeñas. Casi siempre derivadas de ese divismo o vedettismo académico (en el fondo, esa tremenda soberbia intelectual) que comparten todos los periti conciliares que hoy se consideran tótems ideológicos incriticables (dentro de los cuales se puede incluir hasta al gran Ratzinger, porque en eso no se ha apeado nunca del burro, como podrá comprobar cualquiera que lea sus libros-entrevista, especialmente el último).
Este libro es exactamente eso: cosas muy aprovechables, críticas muy agudas y certeras, acompañadas de ideas de bombero que solo se le pueden ocurrir al que asó la manteca. Y hace falta tener una buena formación para distinguir unas cosas de otras. Cosa de la que, por desgracia, el católico actual, ministro o seglar, carece casi totalmente.
“La liturgia de ayer no era prácticamente más que un cadáver embalsamado»
Ni era cadáver ni estaba embalsamado, dado que la liturgia de ayer no sólo no murió del todo, a pesar de los intentos hercúleos por erradicarla, sino que cada vez está recuperando más vigor.
Ideas erróneas como ésta prepararon el terreno para la hecatombe litúrgica postconciliar, que a Bouyer tampoco le gustaba; entonces, ¿qué quería?