Once años después, la historia se reescribe. La sucesión sevillana parece ahora normal. Pero algunos tenemos otros recuerdos, que constaron aquí en el blog -don Francisco no me dejará mentir-:
–Se dio cuenta de la nota del arzobispado de Sevilla anunciando el nombramiento de un coadjutor, y saludándolo. Distante y hasta gélida, incapaz de explicar la necesidad o conveniencia del coadjutor y de hacer un mínimo elogio al nombrado, permitía colegir el disgusto arzobispal por una ayuda que claramente se le imponía «velis nolis».
–Se dio cuenta de un video de la ceremonia de posesión del coadjutor. A las puertas de la catedral, el arzobispo esperaba la llegada del coadjutor. Cuando este bajó del coche, el primero se puso a charlar con los concurrentes dando la espalda ostensiblemente al recién llegado. Tan chusco y expresivo fue el desaire que don Francisco le dedicó una entrada que irónicamente tituló «Ved cómo se aman».
–Se demostró que la aceptación de la renuncia del cardenal fue inusitadamente rápida. De hecho, desde que Pablo VI estableció la obligación de presentar la renuncia a los 75 años, el cardenal hispalense fue el segundo cardenal en el «ranking» de rapidez en la renuncia. solo le superaba, en aquellos momentos, el cardenal Thomas Williams, de Wellington, al que se le aceptó la renuncia al día siguiente de cumplir 75 años. Ser el segundo cardenal más rápidamente despedido en cuarenta y tantos años no parece ser el paradigma de la normalidad.

Hoy, a posteriori, la sucesión Amigo-Asenjo puede pasar como ejemplo de funcionamiento normal de las instituciones. En su día, en cambio, el caso fue generalmente entendido como excepcional. Y prácticamente todo el mundo entendió que la mitra sevillana dejaba bien claro que Roma le había impuesto una ayuda ni pedida ni deseada.

¿Que los propios interesados han relatado el caso como si no hubiera pasado nada? Bueno, no seré yo quien acuse a nadie de mentiroso. Pero ejemplos hay de que los hombres de Iglesia saben, cuando es necesario en aras de un bien superior, ofrecer versiones edulcoradas de los hechos. O por el contrario, salir con la verdad al paso de versiones de color de rosa. Recuerdo, por ejemplo, cómo la renuncia del arzobispo de Zaragoza a mediados de noviembre de 2014 se quiso amparar en principio por motivos de salud. Pero el propio interesado dio una rueda de prensa al día siguiente manifestando que se encontraba perfectamente. Me pregunto, a este respecto, si la renuncia de Mons. Ureña, que en este momento aparece en el «Bolletino» producida al amparo del canon 401.2, fue en su versión original referida al 401.1. No lo puedo probar pero no me extrañaría que hubiera habido tejemaneje. Al fin y al cabo, llovewría sobre mojado. Ya lo hubo en 2005 con su nombramiento, publicado y supuestamente efectuado el día de la muerte de Juan Pablo II, el 2 de abril de 2005, con posterior retoque del «Bolletino» para retrotraer el nombramento al 12 de marzo de 2005, disimulando encubriendo asi la revelación de que el Papa firmaba «nomine» cuando en realidad estaba moribundo.

Teniendo un coadjutor no veo que tenga sentido retrasar la aceptación de cualquier obispo, casi parecería una falta de confianza o respeto a quien tiene que sustituirlo. Recuerdo cuando el cardenal Amigo Vallejo fue sustituido también muy pronto, apenas a los dos meses de presentar la renuncia, y se empezó a suponer que esa rapidez en la aceptación tenía algún significado retorcido y el entonces nuevo Arzobispo Asenjo lo explicó sencillamente en rueda de prensa: les habían dado libertad total para escoger la fecha de la aceptación.