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Las tremendas cifras de la desaparición de la vida religiosa en España

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270 conventos de religiosas y 71 de religiosos  han desaparecido en España en año y medio.

La cifras parecen referirse  del 1 de enero de 2015 al 1 de julio de 2016 con lo que la situación es mucho más trágica pues habría que sumar a esos 341 cierres los producidos desde el 1 de julio de 2016 hasta hoy.

Si se refieren, como me parece entender de la lectura del artículo de Redes Cristianas, a datos de hace casi dos años y medio no se puede decir que esté muy actualizado el informe aunque, como acabo de decir, revelaría una situación actual todavía mucho más grave.

http://www.redescristianas.net/cierres-de-conventos-de-los-341-cierres-270-corresponden-a-conventos-de-monjas-mientras-que-71-son-de-sacerdotes-o-frailes/

Y todos parecen tan felices.

 

 

Comentarios
6 comentarios en “Las tremendas cifras de la desaparición de la vida religiosa en España
  1. Pues el papa jesuita acaba de soltar otra de sus habituales machadas, llenas de clarividencia y lucidez: “La Iglesia crece en silencio, a escondidas”. Espero que el gran intelectual que es Francisco I, después de falsear la parábola del sembrador -como, según el general Sosa, en aquellos tiempos no existían grabadoras- nos explique dónde está creciendo «su» iglesia. ¿Será en los órdenes religiosas que tiene intervenidas por tener vocaciones y seguir la tradición? ¡Ahora caigo! Son los arrupitas, perdón, jesuitas, los que crecen como el grano de mostaza. En lo que llevamos de año ya han fallecido 58 de sus miembros en España. Ya son menos de novecientos y al finalizar el año 2020 serán menos de ochocientos. Pues que aprovechen ahora para beatificar a Arrupe, porque como no se den prisa, no quedará ni un arrupita que le rinda tributo.

  2. GASTÓN a GUILLERMO: Se equivoca Vd. La vida monásticas ha muerto en algunos países -por ejemplo España- pero no es el caso de Francia, por ejemplo. Y monasterios prósperos los encuentra Vd en USA. Y le aclaro que no soy exhaustivo.

  3. queda demostrado, una vez más, que la gran primavera bergogliana, proclamada con bombos y platillos por los lacayos aduladores de bergoglio, es una estafa colosal, un auténtico engañabobos.

  4. Un amor humilde
    Fray Bartolomé Calvano, OP
    15 de Noviembre, 2018

    El 07 de Marzo de 1274 murió Santo Tomás de Aquino a los 49 años, la edad de Santo Domingo, cuando fue llamado a la gloria del Cielo.
    Su maestro, San Alberto Magno tenía alrededor de ochenta años de edad en ese momento.San Alberto quedó profundamente afectada por la muerte de Santo Tomás, como parece natural en hombres cuya relación intelectual y con la Orden fue tan cercana.
    En el proceso de canonización de Santo Tomás, Fray Antonius de Brixia informa que San Alberto recibió la noticia del fallecimiento del Doctor Angélico por medios sobrenaturales, en el mismo instante en que el Santo entregó su alma a Dios. San Alberto se encontraba en Colonia y Santo Tomás en la Abadía Cisterciense de Fossanova en Italia, donde se encontró enfermo yendo camino de Lyon para el II Concilio Ecuménico que se celebraría en aquella ciudad, en el que fue excomulgado el Emperador Federico Barbarroja.
    Las palabras de San Alberto relativas a este óbito, dirigidas a los Frailes de Colonia fueron las siguientes: “Os anuncio un hecho doloroso y grave: Fray Tomás de Aquino, mi hijo en Cristo, que era la luz de la Iglesia, ha muerto, y esto me ha sido revelado por Dios.”
    San Alberto fue, en muchos sentidos, el Padre intelectual de Santo Tomás, que recibió su enseñanza y la hizo avanzar. San Alberto, por lo tanto, debe haber estado orgulloso de todo lo que Santo Tomás había logrado en el breve lapso de años que había sido asignado.

    Poco después de la muerte de Santo Tomás, los obispos Esteban Tempier de París y el Cardenal Robert Kilwardby, de la Orden de Predicadores y Arzobispo de Canterbury, comenzaron a emitir condenas que, sin mencionar explícitamente a Santo Tomás, censuraban varias de sus tesis.
    Tales condenas asociaban a Santo Tomás con el averroísmo de Siger de Brabante, y aquí entró encarnizadamente el Obispo Tempier, de París.
    Teniendo en cuenta que Siger contradijo tanto a Santo Tomás como a San Alberto y que Santo Tomás escribió explícitamente contra Siger, San Alberto se indignó ante esta incomprensible asociación.
    Para colmo de males, el Obispo Tempier emitió su condena y la promulgó en fecha 07 de Marzo, 1277, tercer aniversario de la muerte de Santo Tomás.
    Al ver en entredicho el buen nombre de su alumno, el viejo maestro y Obispo emérito de Ratisbona, emprendió un largo viaje desde Colonia a París.
    La distancia entre las dos ciudades es de quinientos kilómetros. San Alberto hizo este viaje, teniendo ya ochenta y cuatro años, en medio del crudo invierno, y a pie, según la prescripción de las primeras constituciones de la Orden, que prohibían viajar a caballo.
    La gran humildad y el amor de San Alberto se muestran claramente en la solicitud mostrada en la defensa de la memoria de Santo Tomás.
    A San Alberto se le llama el Magno, no sólo por su incomparable dominio de todos los temas, sino también por su humildad.
    Dio muestras de tal virtud al retirarse de la Diócesis de Ratisbona, de la que como hemos dicho, fue Obispo.
    Este gesto de humildad al retirarse del ejercicio del episcopado, fue coronado y recompensado con la difusión de la obra de su alumno.
    En el curso normal de las cosas, es el estudiante quien divulga las enseñanzas de su maestro.
    Tan sólo un religioso, que tuviese la plenitud de la virtud de la humildad podía reconocer y aceptar que el alumno le había superado.
    Por otra parte, la aceptación plena de los progresos de su alumno hizo que se negase en la vejez a la inclinación natural de completar los esfuerzos y trabajos no concluidos para centrarse en la defensa y propagación de la obra de su alumno.
    San Alberto demostró una humildad sobrenatural, manifestada en la predilección que mostró respecto a su alumno e hijo espiritual, Santo Tomás de Aquino.
    O Doctor optime, Ecclesiae Sanctae lumen, Beate Alberte, deprecare pro nobis Filium Dei.

  5. ¿De qué hay que sorprenderse? Sólo hay que ver cómo vivimos en la inmensa mayoría de conventos y monasterios: secularización, tedio espiritual, adopción de métodos de meditación orientales, protestalización de la formación…Así nos va. Cuarenta años de martilleo progre han llevado a esto, con la ayuda del silencio -cómplice- de los demás. Y para postre, el prefecto y el secretario de la Congregación de los Institutos de Vida Religiosa diciendo que la vida religiosa está acabada, que hay que inventar otra cosa: en el fondo les importa poco o nada la vida religiosa y la que hay de calidad la desean destruir.

  6. ¿Sinceramente sigue inquietándole la circunstancia? ¿No le merece más la pena asumir con naturalidad que la vida monástica nació, creció, se multiplicó, decayó y murió?

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