Todos las tenemos. Ellos por supuesto también. Y no hay nada de malo en ellas salvo que perjudiquen su misión pastoral. No por tenerlas sino por expresarlas. Su misión es unir y no dividir. Por motivos que no tienen nada que ver con la religión. En ocasiones se muestran muy integradores, aceptando lo inasumible, y en otras hacen capital lo que no lo es en daño evidente a la Iglesia. Cristo no vino al mundo a predicar ninguna lengua. Todas son accidentales a la Iglesia que Él fundó. No tienen nada que ver con la misma. Ni el latín. Quiero decir en la mente de Cristo. La Iglesia posteriormente adoptó el latín como lengua oficial, con ventajas evidentes, pero no es un mandato de Dios. Sin embargo, entre las imposiciones clericales, sensatísimas muchas, otras no tanto y algunas insensatas, hemos tenido en España por no pocos clérigos de varias regiones, la imposición del catalán, el vascuence y el gallego como si eso fuera uno de los mandamientos de la Ley de Dios. Eliminado el latín como lengua común de la Iglesia, cosa que me parece bien en las partes variables de la misa, no faltaron quienes pretendieron imponer en su lugar una lengua minoritaria sin otro motivo que el de que a los impositores les gustaba aunque la desconocieran bastantes, o muchos, de los que asistían a misa. Y con eso alejaron a un buen número de los que en esa lengua no entendían nada y a algunos hasta les repateaba. Me parece de elemental decisión que las partes variables de la misa se digan en la lengua que el pueblo entiende porque no hay una virtud salvífica en el arameo, el griego, el latín o cualquiera de las lenguas que hoy se hablan. Es deseable que el pueblo de Dios se entere de la proclamación del Evangelio. Porque esa sí que es palabra de salvación. Lo que dice. No la lengua en la que se dice. Por tanto debe proclamarse en un idioma que entiendan todos o la gran mayoría de los que asisten a misa. Y me parece una redundancia inútil leer el Evangelio en latín y después traducirlo. Basta en castellano, inglés, polaco o chino. No faltará quien diga que eso se resuelve con un misal bilingüe pero tampoco debemos imponer cargas suplementarias como la de llevar un misal. Y hay muchas misas en las que la mayoría del pueblo fiel es analfabeto y no pocos de los que no lo son hasta tendrían dificultades económicas para adquirir un misal para cada uno de los miembros de su familia. Podría entender que la Iglesia mostrara su desacuerdo en la imposición política de una lengua que no es la de muchos de los que se expresan en ella. Con todo derecho. Pero eso en España hoy no se da. Más bien lo contrario. La imposición de otra que no es la que muchos hablan. Por ser la que aprendieron de sus madres o la que en uso de su libertad les da la gana de hablar. Entiendo que la globalización preocupe a personas amantes de unas lenguas ultraminoritarias en el mundo. Y que no tienen el menor porvenir. Que además cierran las puertas a quienes sólo las hablen si quieren salir al «extranjero». Aun entendiendo como tal León para los gallegos, Zaragoza para los catalanes y Miranda de Ebro para los vascos. Me imagino que si alguien en, por ejemplo, Luxemburgo o Múnich, adujera en su curriculum para lograr un empleo, aunque fuera simplemente de camarero, que habla catalán, vasco o gallego sería exactamente igual que mostrar como mérito ser socio del Vitigudino FC. Me parece muy bien que se protejan lenguas seculares que de otro modo podrían perderse pero de forma voluntaria. Y sin la menor intervención de la Iglesia. Que en eso no tiene pito que tocar. Salvo el de dirigirse a sus fieles en la que mejor entiendan todos. No en la que le guste más al cura. O al obispo.
Las preferencias personales de obispos y sacerdotes
| 24 marzo, 2016
[Traducido a vuelapluma de la web del obispado de Menorca]
LA LIBERACIÓN DE LA TEOLOGÍA
Durante los últimos años del pasado siglo se habló mucho de la Teología de la liberación, una corriente de pensamiento que tomó cuerpo en los países latinoamericanos, especialmente en las zonas más pobres, de conflictos armados, de luchas.
Esta línea de reflexión se inició después del CVII y tomó fuerza en la conferencia de Metellín (Colombia) en 1968, con los pensadores Leonardo Boff ―por aquel entonces franciscano brasileño, ahora exclaustrado― y Gustavo Rodríguez Merino, sacerdote peruano.
Entre otras ideas, esta línea teológica incidía mucho en la dignidad de las personas como criaturas de Dios, hechas a su propia semejanza. La salvación cristiana, por tanto, ha de incluirse necesariamente en la liberación económica, política, social, como signos visibles de dicha dignidad de las personas.
La relación de la Iglesia con los pobres y la pobreza estructural se ha sido fundamental en la historia del catolicismo. En ocasiones criticada y en otras alabada, la teología de la liberación ha pretendido defender el evangelio con un estilo peculiar, especialmente en los países menos favorecidos.
Antes de cumplirse el vigésimo aniversario de la Conferencia de Medellín se publicaron dos documentos de la Congregación de la Doctrina de la fe, en los que se consideraba que esta línea teológica había incorporado y aceptaba postulados marxistas, contrarios a la doctrina de la Iglesia. Algunos de sus pensadores más destacados (Boff, Sobrino, Ellacurría, Romero) fueron silenciados como sospechosos de herejía.
Algunos obispos tuvieron iniciativas pastorales que, defendiendo la dignidad de las minorías indígenas de sus diócesis, favorecían la formación de «ministros» (sic) entre sus miembros, al objeto de acercar el evangelio a su cultura.
Ahora, a los treinta años de dichos documentos, la doctrina de la Iglesia no ha cambiado de manera oficial y absoluta. Sí que ha habido algunos detalles insignificantes en los años del pontificado del papa Francisco. La beatificación de monseñor Romero, hace menos de un año, la incorporación de ideas de Leonardo Boff a la encíclica Laudato Si en junio y alguna de las visitas del Santo Padre durante su estancia en Méjico, marcan el cambio de rumbo en la relación del Vaticano con esta corriente de pensamiento.
La presencia del Papa en la oración en la tumba de Samuel Ruíz García, quien fue obispo de San Cristóbal de las Casas es un signo para muchos significativo. El obispo Ruíz fue vinculado por el gobierno mejicano con el ejército de Zapata de liberación nacional, y el Vaticano suprimió la propuesta central de su propuesta de pastoral, en la formación de diáconos y catequistas nativos, el uso de lenguas locales…
La llamada de Papa a la reconciliación y al examen de la propia conciencia, a pedir perdón por los errores cometidos nos hace pensar que, al margen de declaraciones oficiales y formales, de reconocimientos o rehabilitaciones, muchas o algunas cosas caminan, y la Iglesia, liderada por el papa Francisco, camina al lado de los pobres sin recelos.
Joan Manuel Mercadal Victory
Diácono permanente
Evidentemente no todo el mundo sabe leer y escribir, pero no deja de ser chocante que en una época en la que, por primera vez en veinte siglos, las gentes más humildes podían tener la oportunidad de acceder, no solo a un bachiller, sino incluso a estudios universitarios, y en la que se podía aspirar a la plena alfabetización, la Iglesia Católica de Rito Latino…. ¡Decidiera prescindir del latín! ¡Sin que lo ordenase ningún documento emanado del Concilio Vaticano II!
Bien estuvo que se pensara en simplificar el rito, pues en muchos sitios podría haber gente que no pudiera acceder a estos conocimientos tan elevados… por mucho que haya habido musicólogos que han podido constatar que muchos ancianos llegaron a memorizar muchos de los cantos gregorianos del ordinario, en latín, sin apenas fallos.
No deja de ser curioso que en una época en la que el naciente estado de Israel, se basó en una lengua muerta (¡Muerta ya incluso en el tiempo de Jesús, y aún varios siglos antes de Su Nacimiento!), la Iglesia o los que cortaban el bacalao en la Iglesia, decidieran prescindir de un instrumento, que no solo hermanaba al católico de Angola con el de los EE.UU. sino que le hubiera permitido al primero comunicarse con un católico del segundo país, sin necesidad de conocer el inglés.
Dejando de paso las tonterías nacionalistas que denunciaba el corresponsal de Menorca en el área de comentarios, y que han expulsado literalmente de la iglesia a un gran número de católicos, en zonas nacionalistas, la renuncia a un latín a la cual jamás obligó el Concilio Vaticano II, significó una pérdida de un instrumento, la lengua latina, cuya utilidad iba o podía ir más allá de la Santa Misa. Igual es que interesaba dejar una iglesia con 144.000 fieles, mientras le damos tiempo a alguna nación, de armar un ejército de caballería de 200 millones de efectivos.
Por favor, no mientan. Ante la sorpresa causada por lo que dice Johnny-Gin he visitado la página web de la diócesis de Menorca y no he encontrado ningún artículo que haga apología del marxismo, la teología de la liberación y la independencia de Cataluña. Ni siquiera un artículo que indirectamente se refiera a esos temas. Eso sí, he encontrado, al menos, dos artículos escritos en castellano. Por favor, no mientan, porque mentir es un pecado y además crean entre la gente buena un ambiente basado en falsedades.
España es una realidad plurinacional en trance de atomización, y la neoiglesia que viene debe dar cobertura a las nuevas realidades plurinacionales atomizadas, con misas en todos los idiomas y dialectos oficiales. No sólo catalán, vasco y gallego, sino también bable, lliunés, etcétera.
En aquellas celebraciones donde haya gente que no entienda bien estas lenguas y dialectos los diocesanos deberían preocuparse de que haya servicio de traducción simultánea, con auriculares conectados a diversos canales donde voluntarios de cada parroquia vayan traduciendo la misa.
¡¡¡¡Basta ya de esa iglesia carca que quiere imponer un solo idioma para todos!!!!
Me parece muy atinado su comentario. Sólo quiero hacer una puntualización, que a veces se olvida. La Liturgia no es para un grupo ni para una comunidad. No está para nuestro deleite o para satisfacer apetencias humanas. No. La Liturgia está orientada a Dios exclusivamente, al culto a Dios, a dar gloria y alabanza a Dios. Es una cuestión fundamental que hemos perdido con la última reforma. Dicho esto sí quiero puntualizar que la defensa del latín no es una cuestión nostálgica o de otra época, como afirma el Papa y sus seguidores. No. Yo y otras personas más sabias que yo defendemos el latín y la liturgia antigua porque expresa la verdad católica, toda la verdad católica. Y esto mismo no ocurre con las lenguas vernáculas, cambiantes por ser lenguas vivas. Ya lo advirtieron en su momento los cardenales Bacci y Otaviani a su Santidad Pablo VI. El nuevo ritual no sólo no expresa esa misma verdad católica, sino que traerá toda clase de abusos y arbitrariedades. Se quedaron cortos en su análisis. Hay además razones históricas, que conozco bien por mi oficio. Al destruirse la Misa tridentina se ha oscurecido el papel del sacerdote. Lutero se dio cuenta de ello. Destruyamos la misa papista y acabaremos con los sacerdotes católicos. Y eso es verdad y a las pruebas me remito. Y una última aclaración. El rito era antes universal, daba igual que estuvieras en Pekín o Abu Dabi. En todo el mundo se adoraba a Dios con un mismo rito. Se ha roto esa necesidad unidad litúrgica y hemos entrado en una suerte de babel no sólo litúrgico, sino dogmático sin que nadie, empezando por nuestros obispos, pongan remedio. Cuál será el futuro inmediato. Me lo trasladan mis amigos norteamericanos, que hastiados con tanto cambio, realizado con pésimo gusto, han descubierto la Misa antigua y la belleza del gregoriano. Y esto no es, pese a lo dicho por el Papa, una nostalgia o una moda efímera. No. Es una cuestión de supervivencia, si queremos seguir siendo católicos
La diócesis de Menorca tuvo la desgracia de sufrir como obispo al marxista y catalanista acérrimo Antoni Deig Clotet (1977-1990) a quien, con la inestimable colaboración del hoy obispo auxiliar de Barcelona Sebatià Taltavull y otros sacerdotes ―de escasa formación religiosa, pero de un exacerbado fervor marxista y catalanista, cuyos nombres no merece la pena mencionar porque, si antes no eran nadie, ahora son menos― le cabe el mérito de aniquilar la diócesis menorquina.
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Durante su etapa como obispo suprimió todas las misas en castellano, pese a que en Menorca existía un gran número de fieles de habla castellana quienes, por cuestiones laborales (militares, médicos, profesores y demás funcionarios) fijaron su residencia, de manera temporal en la mayoría de los casos, en Menorca.
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Ni la más mínima consideración hacia esta mayoría de fieles católicos, ni a muchos otros como yo, que preferíamos oír misa en castellano, la lengua común de todos los españoles. Así que hasta yo mismo dejé de acudir a los cultos, aunque bien es cierto que siempre recibí el adecuado acompañamiento espiritual por parte de una religiosa franciscana con quien me reunía todas las semanas.
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Si no recuerdo mal, como en todas las parroquias se oficiaba en catalán ―que no en la variante menorquina de dicha lengua―, los más devotos acudían los domingos a las nueve de la mañana a la capilla existente en la Residencia Sanitaria, donde el P. Vicente Macián (q.e.p.d.) celebraba en castellano.
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¿Resultado? Creo que apenas quedan 20 sacerdotes y una docena de religios@s en la diócesis de Menorca (cien mil habitantes) con una asistencia a misa los fines de semana de un uno por cien de la población según me informa un amigo residente en la isla.
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Huelga decir que, a día de hoy, si cualquier amable lector desea visitar la página web de la diócesis menorquina, además de encontrar casi toda la información, como no, en catalán, podrá deleitarse con la lectura de toda clase de artículos que hacen apología del marxismo, la teología de la liberación y la independencia de Cataluña…