Las Oblatas de Cristo Sacerdote dejan Salamanca

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Fundadas por monseñor García Lahiguera son unas excelentes religiosas pero también a ellas les llega la sequía de vocaciones.

Nos envía la noticia una amable lectora pero no nos incluye el medio de donde tomó la noticia por lo quee no sabemos si ya se han ido o si lo harán en fecha próxima.

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19 comentarios en “Las Oblatas de Cristo Sacerdote dejan Salamanca
  1. La expansión de la ciudad se ha «tragado» el monasterio de las Oblatas en Salamanca. Hace 30 años eran la última edificación en el camino del cementerio y alrededor tenían campos de cereales. Actualmente se ha construido y urbanizado todo alrededor. El monasterio tiene muy poco terreno y el convento -que no es muy grande- ocupa casi la mitad del terreno; la huerta es muy pequeña, así que ahora están encajonadas en un cuchitril rodeado de toda clase de ruidos. Es comprensible que se marchen por esta sola razón más todavía que por el tema vocacional.

  2. Tengo entendido que se van para septiembre a la espera de una Hermana en atención médica. Para lo nuevos criterios de las altas jerarquías eclesiales, es igual que la comunidad esté compuesta por quince, doce o cuatro monjas o monjes, si son de regla tradicional, sobran en el nuevo paradigma del vacío primaveral.

  3. El cardenal George Pell detalla su vivencia de 13 meses de cárcel: ¿cómo le trataban los presos?

    FacebookTwitterGoogle+LinkedinWhatsappEmailP.J.G./ReL09 julio 2020TAGS:SuperaciónSuperación personalOración
    El cardenal George Pell, prefecto emérito de asuntos económicos en el Vaticano, pasó 13 meses en prisión en Australia considerado culpable de abusos sexuales a 2 menores, hasta que por unanimidad los 7 jueces del Tribunal Supremo australiano decretaron que no había pruebas para mostrar su culpabilidad.

    El caso era asombroso: la condena se basaba sólo en la palabra del denunciante, que aseguraba algo más que extraño; que el cardenal se abalanzó sobre él completamente revestido, después de su primera o segunda misa en una catedral a la que acababa de llegar, en la sacristía y con la puerta abierta, cuando lo común tras una misa es que todo tipo de gente pase por la sacristía a saludar o comentar cosas con el celebrante, y más si es obispo.

    Ahora, en un artículo en la influyente revista de pensamiento cristiano First Things, Pell ha detallado cómo vivió su paso por prisión.

    La celda y los otros presos

    «Me impresionó la profesionalidad de los guardianes, la fe de los prisioneros y la existencia de un sentido moral incluso en los sitios más oscuros», escribe Pell.

    Condenado en diciembre de 2018, pasó 10 meses en una prisión de Melbourne y 3 en la prisión de Barwon (en esta, dice con humor, el uniforme permitía por su color rojo, que trasluciese «el brillo de un cardenal.»)

    La celda, explica, tenía 8 metros de largo y dos de ancho, con un colchón «no muy grueso» y dos mantas, estanterías bajas, una tetera, televisión, una ducha con «buena agua caliente» y una lámpara sobre la cama «que servía para leer.» Se ayudaba de un bastón porque le habían operado ambas rodillas, y le permitían tener unas sillas especiales por esa situación.

    No llegó a ver a los otros 11 presos de su pabellón, aunque los oía. Algunos, afectados por la droga (sobre todo cristal), se ponían a patear las puertas y paredes durante horas. A veces los guardias venían con gas o perros a controlar a algún alborotador.

    División de opiniones: Un preso le escupió.

    «Yo estaba aislado por mi protección, como otros condenados por abusos sexuales a niños, especialmente si se trata de clérigos, que son vulnerables a ataques físicos y violencia en prisión.
    Se me amenazó de esta manera sólo una vez, detalla. A través de un tabique con un espacio abierto, un preso le escupió y empezó a insultar, llamándole «araña negra» y otras cosas. El cardenal dijo a los guardianes que no saldría a ese espacio mientras estuviera este preso, pero un día después le dijeron que lo habían trasladado porque había hecho «algo peor» a otro preso.

    De las 16.30 de la tarde a las 7.15 de la mañana, cuando todos permanecían confinados, a veces los presos debatían de modo apasionado, desde su celda, a favor o en contra de la inocencia del cardenal.
    Algunos lo insultaban con groserías. «La opinión sobre mi inocencia estaba divida entre los presos, igual que entre la mayor parte de la sociedad australiana, aunque la prensa, con algunas excepciones espléndidas, me era agriamente hostil.»

    «Alguien que me escribió y había pasado décadas en prisión me decía que era la primera vez que oía que un sacerdote encarcelado tuviera algo de apoyo entre los presos. Y sólo recibí amabilidad y amistad de mis tres compañeros presos en la Unidad 3 de Barwon. La mayoría de los guardianes en ambas prisiones reconocían que yo era inocente».

    La moralidad y la religiosidad entre los presos

    La ferocidad de los presos contra los violadores de niños hace reflexionar a Pell sobre los impulsos morales del hombre. Lo considera «un interesante ejemplo de la ley natural que emerge a través de la oscuridad. Todos nosotros estamos tentados a despreciar a los que definimos como peores que nosotros. Incluso los asesinos comparten el desdén hacia los que violan a jóvenes. Aunque sea irónico, este desdén no es del todo malo, ya que expresa la creencia en la existencia del bien y del mal, que a veces aflora en las cárceles por vías sorprendentes.»

    En todo este tiempo, y estando aislado, Pell sólo pudo ir a Misa en 5 ocasiones, y lamentó que no pudo hacerlo por Navidad ni en la Pascua. Le llevaban la comunión cada semana y rezaba cada día con su breviario (aunque era el correspondiente al tiempo litúrgico).

    Muchas mañanas, pero no todas, escuchaba la oración matinal salmodiada de los presos musulmanes. «El lenguaje en prisión era grosero y repetitivo, pero casi no se oían blasfemias ni maldiciones. Hablé de eso con un preso que me dijo que era un signo de fe creencia en Dios, no de su ausencia. Sospecho que los prisioneros musulmanes, por su parte, no toleraban las blasfemias,» detalla.

    Mucho correo y charlas con los guardianes

    Muchos presos escribían al cardenal, algunos con regularidad. A menudo eran presos que habían recibido su visita anteriormente en la cárcel. Uno, por ejemplo, se declaraba hundido en la oscuridad y perdido. ¿Podía recomendarle un libro? Pell le recomendó el Evangelio de Lucas y la Primera Carta de San Juan.

    Un preso que le escribió le dijo que había un consenso entre los criminales de que el cardenal era inocente y lo habían «enmarronado,» añadiendo que era curioso que los criminales pudieran reconocer la verdad y los jueces no.

    Pell, como clérigo, había hablado antes en muchas ocasiones con presos, y no le sorprendía mucho todo esto. En cambio, sí le sorprendió que casi todos los guardianes en ambas prisiones, excepto un par de ellos, estaban convencidos de su inocencia. Podía hablar con ellos, lo que era una forma de socializar. La hermana Mary O’Shannasy, religiosa responsable de la capellanía penitenciaria en Melbourne, hablaba bien de los funcionarios de la Unidad 8, y Pell lo corrobora.

    La apelación y la liberación

    Pell explica que cuando perdió su apelación en el Tribunal Supremo de Victoria, se desanimó y pensó en dejar de apelar: «Si los jueces iban sencillamente a cerrar filas entre sí, no tenía yo que cooperar en una farsa tan cara,» pensaba. Pero el jefe de la prisión de Melbourne le insistió en que perseverara y apelara al Tribunal Supremo australiano. Pell lo agradece, porque allí los 7 jueces por unanimidad le dieron la razón.

    Finalmente, la televisión anunció la sentencia que lo liberaba, mediante «un joven reportero sorprendido en Canal 7, y más perplejo por la unanimidad de los 7 jueces. Los otros 3 presos en mi unidad me felicitaron y pronto fui liberado a un mundo confinado por el coronavirus.» Un par de helicópteros de la prensa le siguieron un par de días por cientos de kilómetros mientras él acudía a Sydney.

    La fuerza de la fe

    «La vida en prisión me quitó cualquier excusa para evitar estar demasiado ocupado en rezar y mi horario de oración regular me apoyó», explica. «Mi fe católica me sostuvo, especialmente al entender que mi sufrimiento no tenía porqué ser inútil sino que podía unirse al de Cristo Nuestro Señor,» escribe, quizá pensando en muchos lectores de First Things que son cristianos no católicos y no conocen este enfoque del ofrecimiento del dolor.

    «Nunca me sentí abandonado, sabiendo que el Señor estaba conmigo, aunque no entendía qué estaba hacía Él durante la mayor parte de estos 13 meses.
    Durante muchos años yo había predicado acerca del sufrimiento y el dolor del Hijo de Dios en sus pruebas en esta tierra, y ahora eso mismo me consolaba. Así, que oré por mis amigos y enemigos, por los que me apoyaban, por mi familia, por las víctimas de abusos sexuales y por mis compañeros presos y guardianes,» concluye.

  4. Hermenegildo:
    Creo que la causa fundamental es el progresismo, que afecta no solo directamente. Si hay una orden tradicional estricta, sigue estando sometida a una estructura de la Iglesia predominate progre y nadie desea que a las dificultades de llevar una vida de oración y retirada, se le una que el obispo de la diócesis les diga que son tontos, que no hay una gravación de lo que dijo Nuestro Señor, que lo que tiene que hacer es obedecer y otras estupideces por el estilo.

    1. Yo creo que el axioma progresismo/falta de vocaciones sigue siendo válido. Son monjas sin apostolado alguno, por tanto si las comunidades cristianas están mortecinas ¿De dónde se nutren vocacionalmente por muy observantes que sean?

        1. Las Salesas no tienen rama masculina, pues los salesianos fueron fundados con un siglo y medio de posterioridad por otro gran Fundador. Los Oblatos de San Francisco de Sales, fundados por el Padre Gilbert y el Obispo de Troyes, datan de 1876, paralelos a la época de Don Bosco, pero con una distancia de más de siglo y medio respecto a la fundación de las Salesas, fundadas por San Francisco de Sales.

  5. También en el Monasterio de Moyobamba, Perú, el día 20 de junio, fiesta del Inmaculado Corazón de María, La Hermana Karen Loayza, inició su Postulantado, consagrando su vocación a la Virgen María, con la imposición de la Medalla. Así inicia su tiempo de formación en nuestra Congragación.

  6. El 19 de Junio, Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, hizo su PROFESIÓN PERPETUA, nuestra Hermana Carmen Lucía Flores Rodríguez. La Ceremonia tuvo lugar en el Monasterio del Inmaculado Corazón de María, en la ciudad de Moyobamba, en Perú. Hermana Carmen Lucía, natural de Arequipa, es la primera Oblata Perpetua peruana. Damos muchas gracias a Dios, y pedimos por ella.

    1. Estas monjas son de estricta clausura, su hábito es hasta los pies y cerrado hasta el extremo. Su vida es de intensa oración, de mortificación ofrecida a Dios por los sacerdotes… Antes de decir estupideces, ¿por qué no te lo piensas?

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